Mi primera asociación libre, al conocer esta novela gráfica, fue con el Bole y con las Vidas ejemplares, esas revistas editadas por Novaro de México, cuadernos grapados de 36 páginas a todo color, en los que se adaptan biografías de santos, hechos bíblicos, festivales eucarísticos o misiones religiosas. El recuerdo del boletín SOLIDARIDAD y las publicaciones de los tiempos de la Vicaría de la Solidaridad, se debió no solo al apoyo sine qua non de don Raúl, sino también porque allí las imagenes hablan por sí mismas, casi sin textos y de ninguna manera con nombres de los fotografiados, menos de los arriesgados fotógrafos. Se respiraba en ellas tanto la impersonalidad de la obra solidaria y el valor de lo colectivo, como el temor reinante durante la dictadura.
Las Vidas ejemplares alcanzaron 416 números, hasta el 25 de marzo de 1974 y, también trece extraordinarios anuarios, fuera de numeración, con ochenta páginas. Las historietas eran leídas y cambiadas por otra, previo pago de diez pesos, en discretos locales de intercambio para niños y jóvenes lectores, ávidos, que transaban tanto una Pequeña Lulú como un Superman o un Archie por las historias religiosas. Y vice versa.
El bole, como se llamaba cariñosamente al Boletín SOLIDARIDAD, alcanzó 300 ediciones y una circulación improbable pues las pocas veces que se pudo comprobar cuántos lectores tuvo cada ejemplar, las cifras eran muy superiores a las de publicaciones convencionales. El bole circulaba de mano en mano, de parroquia en parroquia, de comedor popular en comedor popular, desafiando la feroz represión que afectaba a la prensa, sometida a los excesos de la censura previa y de las autorizaciones previas para imprimir y luego para circular, convenientemente leídas, plumón en mano, por los censores del edificio Diego Portales.
El bole fue un gran aporte del Cardenal a la libre expresión, así como su generosa autorización al uso del escudo cardenalicio que protegió el libro Miedo en Chile de la periodista Patricia Politzer -reciente Premio Lenka Franulic-, entonces autora de un plural conjunto de entrevistas que ninguna editorial se atrevió a publicar, bajo estado de sitio. Solo osaron hacerlo -con la protección señalada- José Antonio Viera Gallo y Julio Silva Solar, de CESOC ediciones, y las presentaciones de Sol Serrano y Renán Fuentealba.
Vidas ejemplares terminaron justamente en el tiempo en que El Cardenal comenzó su heroica labor en favor de la vida que, sin duda, le habría llevado a ser editado en esta serie de historias sagradas: la apasionante vida de un santo varón que salvaba de los servicios de seguridad chilenos a probables desaparecidos, ejecutados o torturados. No sería posible cuantificarlos, como tampoco aquellos que, desde la comunidad judía, las iglesias evangélicas, la ortodoxa, las congregaciones y comunidades de base católicas fueron venciendo el miedo y colaborando en esta misión.
Las acciones de Silva Henríquez eran rigurosamente privadas y sólo comenzaron a recogerse en papel impreso cuando él mismo creó -en la Vicaría de la Solidaridad- el Bole, de circulación restringida a parroquias y organismos de la iglesia católica, que difundía, quincenalmente, las labores de presentación de recursos de amparo, comedores populares, avances en las diócesis alejadas de Santiago donde otros obispos seguían tímidamente el ejemplo de don Raúl.
El mismo se reunía periódicamente con el equipo de reporteros, fotógrafos y diagramadores, para infundirles ánimo, respaldo y estimularlos convincentemente a terminar cada artículo, con una frase de optimismo. "Siempre hay que finalizar con esperanza, que esto va a pasar..."
Han transcurrido más de veinte años y la visita de dos Papas para que las andanzas de don Raúl llegaran gráficamente al papel impreso, con la presentación de una protagonista, la abogada Carmen Hertz y el observador de nuestra historia Jorge Baradit, junto a la pluma atenta de sus autores, Kóte Carvajal y Luis Inzunza, que la califican como un “drama semi biográfico” y un retrato del arzobispo y de su defensa de los derechos humanos entre 1973 y 1983.
Con flash back de episodios decisivos de la vida del abogado y sacerdote, la obra va relatando sus dolores y fortalezas en medio de la defensa de los más desvalidos junto con recordar su acercamiento a la orden salesiana, en desmedro de los jesuítas, sus padecimientos a la rodilla que pudieron haber desbaratado su vocación o su sorprendente reconocimiento junto a Robert Redford.
También sus encuentros con el general Pinochet y cómo éste recordó el cambio del Comité pro paz por la Vicaría de la Solidaridad cuando transformó la DINA en CNI.
De los capítulos publicados -el Comité, la Vicaría- es quizás el referido a los Hornos de Lonquén el que eriza más los cabellos por los extremos indecible a que pudo llegar la crueldad del régimen. También impacta su relación con el ex Presidente Eduardo Frei, ahora que se conoce el siniestro fin que tuvo su vida.
Pero, no es misión de este texto, narrar -lo que es imposible sin la certitud de las imágenes- lo que encontraremos en esta novela. Si lo es, recomendar su lectura y divulgación entre las nuevas generaciones.
Pues aquí hay, de verdad, una vida ejemplar; ejemplar y solidaria.