INFRAESTRUCTURA Y GESTIÓN CULTURAL
06 mayo 2022
¿CUÁNDO NOS DIVORCIAMOS DE LA EDUCACIÓN?
03 mayo 2022
GOBERNANZA PARTICIPATIVA: BISAGRA NECESARIA
Tradicionalmente, en Chile, la cultura navegaba en aguas tranquilas, recibiendo recursos desde el gobierno, aferrada a dos sólidas instituciones: la Universidad de Chile y la DIBAM. La relación de los artistas con la sociedad era mediada por los partidos políticos y aquellos brindaban, con generosidad, su arte en las campañas electorales.
Nunca faltaron aportes e incluso éstos se fueron reforzando a contar del gobierno de Frei Montalva que no sólo creó una Televisión Nacional, de gobierno, sino que también estimuló la alfabetización y la difusión artística hacia los campesinos (vía INDAP, SAG, CORA) y los pobladores (Promoción Popular). Reforzado por la llegada de la televisión que quedó en manos de las universidades: U de Chile, U Católica, UCV, U del Norte.
La coronación de esta tendencia se logró durante el gobierno del Presidente Allende que creó ChileFilms, Quimantú y el Museo de la Solidaridad. Con una diferencia, no tenían asegurado el financiamiento público, Quimantú debió autofinanciarse y el Museo recibía donaciones desde la solidaridad internacional.
De este modo, el mundo de la cultura llegó a tener una gran influencia en el acontecer político. Era frecuente ver a dirigentes de partidos que visitaban a Quimantú y solicitaban que publicara sus libros.
No fue extraño entonces, que, muy tempranamente, la dictadura las emprendiera contra los libros (quemando miles de ellos, en cámara) y contra artistas emblemáticos como Víctor Jara, Pablo Neruda, Ángel Parra (e indirectamente a su familia). A lo que se sumaron exilios masivos de grupos musicales (Inti Illimani, Quilapayún), escritores, actores y artistas visuales.
La cultura volvió a ser acorralada, con el agravante que la Universidad de Chile fue fragmentada en una decena de pequeñas universidades regionales y la DIBAM dejó de comprar para sus bibliotecas y museos.
Lo natural es entonces que, una vez recuperada la Democracia, la cultura quiera salir del ahogo y organizarse en relación con otros actores sociales. Por ello fue muy fácil descartar la figura de un ministerio, una subsecretaría o una dirección nacional, tres opciones de diferente rango con una característica común: una dirección unipersonal, finalmente, presidencial.
Así, las primeras señales fueron transversales: un comité de donaciones integrado por artistas, empresarios y parlamentarios para aprobar -o no- los proyectos de la flamante política de estímulos tributarios a los privados que el Senador Gabriel Valdés introdujo en una ley de presupuesto. La Ley del Libro y la Lectura, comienza en su primer artículo con la creación de un Consejo Nacional plural (escritores, editores, profesores, bibliotecarios, distribuidores, libreros) que asignará los recursos que el Estado pone a su disposición. El primer centro cultural, establecido en la antigua estación Mapocho también es gobernado por un Directorio integrado por representantes de organizaciones permanentes de la República en materia cultural, esquema que se repite en los centros culturales creados a continuación.
Subyace allí la necesidad de que la cultura conviva con otros sectores de la sociedad y así también quedó plasmado en dos comisiones asesoras creadas por los Presidentes Frei y Lagos, en las que artistas y gestores convivieron con parlamentarios y empresarios. Lo que también quedó establecido en la institucionalidad nacional post dictadura aprobada por el Parlamento: el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
Sin embargo, la primera prueba de esta dirección colegiada, no dependiente de la DIBAM ni de la Universidad de Chile, fue la Corporación Cultural de la Estación Mapocho, donde se incorporó en su Directorio a autoridades públicas electas, como el Alcalde Jaime Ravinet, con personas representativas de la sociedad civil como la historiadora Lucía Santa Cruz; la intérprete musical Cecilia Echenique; el escritor Antonio Skármeta; el abogado de derechos humanos y coleccionista José Zalaquett; el arquitecto de la UC, uno de los autores del proyecto de remodelación ganador, Ramón López (en la foto). Todo, presidido por la máxima autoridad cultural del Estado, el Ministro de Educación.
A este directorio se le encomendó como misión preservar el edificio, monumento nacional, y divulgar la cultura junto con la necesidad de autofinanciarse. Tomando así el bastón que ya se había ensayado, con éxito, en Quimantú.
Este colectivo debió tomar decisiones que habrían sido escandalosas en un período de una cultura dependiente de la política y los gobiernos: prohibir las actividades partidistas, religiosas y matrimonios, es decir aquellas que no eran abiertas a todo público. Un centro cultural es para todos, o no es.
El imperativo del autofinanciamiento llevó además buscar alianzas con medios de comunicación (La Tercera); empresas donantes (BHP Billiton) otros espacios culturales (Teatro Municipal), con diferentes resultados, manteniendo también una relación privilegiada con aquellas actividades artísticas aprobadas por otros colectivos participativos asociados al gobierno: Fondart, Fondo del Libro, Comité de Donaciones Culturales, y actividades internacionales de gran impacto (Letras de España; Expo Cumbre de las Américas, o la reunión Anual de las Asambleas de Gobernadores del BID).
Así, a partir de la experiencia del CCEM se va constituyendo esa nueva forma de la cultura post dictadura, para enfrentar su inserción social: ser una bisagra que conecta diversos mundos desde una nueva forma de liderazgo. Los resultados fueron tan favorables que el centro cultural recibió el Premio Reina Sofía de Patrimonio Cultural, por su gestión y fue sede oficial de la Sexta Cumbre Mundial de las Artes y la Cultura, en 2014, la primera en América Latina y en un país de habla hispana.
25 abril 2022
ZIG ZAG, QUIMANTÚ Y LOS TRES SERGIOS
Mujica, San Martín y Maurín, son tres de los personajes relevantes de esta historia llamados Sergio: Mujica era el propietario de la editorial Zig Zag; Sergio San Martín (en la foto) era Presidente del sindicato de la misma, al momento de asumir el gobierno del Presidente Allende, y Sergio Maurín, fue el único gerente general de la Editora Nacional Quimantú.
23 abril 2022
METAMORFOSIS: DE CUNCUNA A MARIPOSA

Metamorfosis, es el proceso biológico que experimentan las crías de ciertos animales antes de llegar a la edad adulta. Se me ocurrió ocuparlo a propósito de una gentil invitación de la directora del Museo Violeta Parra, Cecilia García Huidobro, a exponer desde las redes de ese museo, sobre la Empresa Editora Nacional Quimantú.
21 abril 2022
CHILE, LA CONSTITUCIÓN Y LA LECTURA
Artículo 17.- Sobre el libro y la lectura. El Estado fomenta el acceso y goce de la lectura a través de planes, políticas públicas y programas. Asimismo, incentivará la creación y fortalecimiento de bibliotecas públicas y comunitarias.
Este artículo fue aprobado por el Pleno de la Convención Constituyente chilena, el 20 de abril de 2022. Tres días antes de que se celebre, en el mundo, el Día Internacional del Libro y dos días antes de que estalle, por décima vez, la lectura maratónica continuada y a viva voz del "Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha", en el Centro Cultural de España de Santiago.
En otra fecha histórica, el 4 de septiembre, día en que Chile elegía a sus Presidentes hasta 1970, la ciudadanía deberá pronunciarse si Aprueba o Rechaza este proyecto de carta fundamental.
Es un comentario entre los constituyentes, que cada artículo que pasa al texto final -faltando aún la Comisión de Armonización que haga coherente este conjunto- agrega opositores al texto, debido a que afecta privilegios, como aconteció, por ejemplo, con los Senadores, los propietarios de derechos de agua o los dueños de las AFP.
Sin embargo, hay otros artículos, que agregan simpatizantes (ojalá votantes) al apruebo de septiembre próximo.
Sin duda, el fomento "al acceso y goce de la lectura" es uno de ellos. Y es un aspecto que tiene terreno bien abonado: cuando retornó la democracia, en 1990, el primer proyecto de ley del ámbito cultural fue aquel que creaba, en su primer artículo, el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura y, en su segundo acápite, al Consejo Nacional del Libro y la Lectura (términos posteriormente invertidos en Lectura y el Libro) que lo administraría y distribuiría los recursos de dicho Fondo. Tales recursos inicialmente serían equivalentes al monto que el Estado recaudaba por concepto de IVA al libro.
Además de poner al libro en primer lugar de la legislación cultural, esta ley firmada por el Presidente Patricio Aylwin y el Ministro de Educación, Jorge Arrate, sentaba precedentes para la creación de futuros consejos sectoriales de las demás industrias culturales como la música o el audiovisual. Y finalmente, fue modelo y modular a la vez del Proyecto que creó diez años después el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
Lo más relevante que dejó esta primigenia ley fue la consagración del principio de participación de todos los actores del sector en su Consejo Nacional. Autores, editores, bibliotecarios, profesores, distribuidores, libreros se unieron a autoridades de gobierno -en minoría- para formular las políticas del libro y la lectura y, lo más significativo, recursos que contemplaba el Presupuesto Nacional pero eran asignados por el Consejo, de manera vinculante.
Así es como el país ya desde finales del siglo XX se ha poblado de iniciativas de fomento lector sustentados por creadores, bilbliotecas, centros culturales, planes de alfabetización, ferias del libro, editoriales, investigaciones y muchas otras, con incrementos significativos, año a año, superando con largueza el rasero inicial de la recaudación del impuesto al valor agregado al libro.
Cabe destacar que tanto la ley como sus incrementos presupuestarios, han sido apoyados unánimemente por todas las fuerzas políticas y los gobiernos de diferentes signos.
También han seguido operando las políticas del libro nacionales y regionales que se elaboran periódicamente, así como diversas mesas del libro que indagan sobre posibles iniciativas para mejorar lo existente.
En definitiva, esta "constitucionalización" de la lectura y el libro no hace más que recoger un sentimiento valorado y querido por la ciudadanía.
Como deben reflejarlo las buenas Cartas Fundamentales.
23 marzo 2022
EL DÍA QUE PINOCHET CENSURÓ A GARCÍA MÁRQUEZ
Reportaje de Francisco Siredey en La Tercera del 12 de abril de 2017. Se reproduce, al acercarse el octavo aniversario de la muerte del Premio Nobel y en vísperas de tener, en Chile, una Constitución que prohibe toda forma de censura, considerando por cierto la más atroz que es la quema de libros. Confiamos que esta quema, en la agonía de la dictadura, y probablemente la mayor de un solo título en la historia de Chile, nunca se vuelva a repetir. En ninguna parte del mundo.
A fines de 1986, 15 mil ejemplares de su libro La aventura de Miguel Littin clandestino en Chile fueron quemados en Valparaíso. Arturo Navarro, representante de la editorial en el país, investigó el insólito suceso y lo recuerda como si fuera la trama de un cuento pensado por el propio escritor.
La noticia llegó en un mensaje de texto de su hija Catalina. Gabriel García Márquez había muerto el 17 de abril, a los 87 años, un poco antes de lo que Arturo Navarro esperaba; creía que el Nobel aguantaría hasta el 23, el Día Internacional del Libro. Luego de leer esas líneas, lo primero que se le vino a la cabeza fueron los libros. No los más importantes, como Cien años de soledad, Crónica de una muerte anunciada o El amor en los tiempos del cólera, sino que pensó en un título menor, olvidado en todo el mundo, menos aquí: La aventura de Miguel Littin clandestino en Chile.
Navarro tiene sentimientos encontrados. Cree que se trata de "un libro malito" dentro del catálogo del colombiano, pero también sabe que su valor radica en la pasión con que fue escrito. La historia del exiliado cineasta, infiltrado en su propio país para grabar un documental (Acta general de Chile), después de burlar todos los mecanismos de seguridad, resumía el rechazo de García Márquez por el régimen de Augusto Pinochet.
Thank you for watching
El libro tiene además un significado personal para Navarro. Su distribución en Chile le significó pasar por uno de los episodios más complejos de su vida. A su modo de ver, fue protagonista de una insólita historia que bien pudo ser creación de "Gabo". "Voy a parecer muy auto referente, pero siento que este es un cuento que me regaló García Márquez, una historia que no tiene otro testigo en su totalidad, sino algunos testigos parciales", asegura.
Con todo eso en mente, se metió al computador y publicó en su cuenta de Twitter: "No es realismo mágico: en noviembre de 1986 la dictadura chilena ordenó quemar 15 mil libros de GGM, en Valparaíso".
Su amigo Libardo Buitrago, uno de los personajes importantes, le respondió de inmediato:
"Arturo, cuenta la historia completa".
Navarro recién había regresado a Chile luego de visitar a su esposa, la periodista Patricia Politzer, y sus cuatro hijos, que vivían en Estados Unidos. Era noviembre de 1986. Al llegar a su casa, vio una luz roja titilando en la máquina contestadora del teléfono, un artefacto que pocos tenían en esos años. Eran dos mensajes urgentes de su agente de aduanas, Iván Labrín, pidiéndole comunicarse con él lo antes posible.
La relación laboral entre ambos llevaba poco más de un año. Hasta 1985, Navarro trabajaba en Editorial Andina, como encargado de distribución de best sellers del sello independiente colombiano Oveja Negra, cofundado por el escritor Gabriel García Márquez y el empresario José Vicente Kataraín. A este último le gustaba el trabajo de Navarro y le hizo una propuesta para que fuera su representante en Chile, a tiempo completo. Tendría todo el catálogo del Nobel a su disposición. Como para su nueva labor necesitaría trasladar miles de ejemplares al puerto de Valparaíso, Navarro contactó a Labrín para que fuera su agente de aduanas. No habían tenido problemas hasta aquellos mensajes en la máquina contestadora.
-Don Arturo, la cuestión está bien complicada. Me dicen que los libros fueron quemados -le avisó Labrín- cuando finalmente le devolvió el llamado. La información no le hizo ningún sentido a Navarro. La censura se había flexibilizado y el único título controvertido que venía en el cargamento, La aventura de Miguel Littin clandestino en Chile, ya había circulado varios meses antes en una edición especial de la revista Análisis. No había motivo para incautarlo.
-¿Cómo se te ocurre? Debe haber algún error. Estamos en el 86 -respondió Navarro. Entonces decidió viajar al puerto, para averiguar qué había pasado realmente.
Como no le gustaba manejar, tomó un bus hacia Valparaíso, su ciudad natal, la mañana del 19 de noviembre. Aunque la prensa local indicaba que el operativo de incautación se había debido a que los contenedores venían en mal estado, Navarro ya iba algo preocupado. El cargamento era indispensable para montar el stand de Oveja Negra en la Feria del Libro de Santiago, que comenzaba al día siguiente. Los libros habían salido de Buenaventura, Colombia, a bordo del vapor panameño Peban, que había arribado el 28 de octubre al puerto chileno. El tamaño del envío no era despreciable: 24,3 toneladas en libros y algunas revistas.
Un trolebús lo dejó en un extremo de la Plaza Sotomayor, en el edificio de la Comandancia en Jefe (ex intendencia). Le llamó la atención que la puerta principal estuviera cerrada. Después de golpear por algunos minutos, un transeúnte le aconsejó que probara por el acceso del costado, en la calle José Tomás Ramos. Al llegar a la esquina, Navarro se sorprendió al ver pilas de sacos de arena en la entrada, que formaban una trinchera. Varios guardias armados con uniforme de batalla custodiaban la entrada. Las Fuerzas Armadas llevaban ya un par de meses en alerta, después del atentado del 7 de septiembre del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) contra Pinochet.
Navarro planteó su situación a los marinos de la entrada. Uno de ellos se quedó con su carné de identidad y, posteriormente, otro lo llevó a la oficina de un oficial de apellido Vega. Le repitió su problema una vez más: era el representante de una editorial colombiana cuyos libros habían sido requisados y quería pedirles si podían redestinar la carga a Lima para no causar problemas. Vega levantó el teléfono, discó un anexo de tres números y comenzó a hablar. Tras unos instantes, colgó y tranquilamente le dio un consejo.
-Señor Navarro, no se preocupe. Ya los quemamos.
No se trataba de todo el cargamento, sino de las 14.846 copias del libro de García Márquez sobre Littin y 29 unidades de Proceso a la izquierda, del ex candidato presidencial venezolano Teodoro Petkoff. La pérdida ascendía a US$ 10.000. Le explicaron que intervenir la correspondencia era derecho constitucional del jefe de Zona en Estado de Emergencia, que en este caso era el vicealmirante Hernán Rivera Calderón, antiguo ministro de Salud de Pinochet.
Navarro se retiró sin palabras y tan abatido que olvidó su carné en la entrada. Caminó un par de cuadras hasta La Rotonda, el restorán de un amigo en calle Prat. Como lo vio entrar pálido, éste le preguntó qué pasaba.
-No me digas nada y dame un whisky doble -replicó Navarro.
El telegrama que Navarro envió a Bogotá para avisar lo que había pasado está fechado un par de horas después, a las 19.52 horas del 19 de noviembre: "De acuerdo facultades estado de sitio libros fueron incautados e incinerados según acaban de informarme en jefatura de zona Valparaíso (...). Resto embarque espero ingresarlo a tiempo para la feria del libro que comienza mañana tarde. Saludos".
Kataraín no se sorprendió demasiado. En vez de molestarse, se sintió responsable por la situación a la que había expuesto a su representante chileno. Algunas semanas después, en señal de gratitud, mandó 10 mil ejemplares de una edición exclusiva de El amor en los tiempos del cólera, que todavía no estaba disponible en las librerías de Latinoamérica.
Navarro no se conformó. Estaba decidido a revelar públicamente lo que había pasado con la obra del Premio Nobel de Literatura de 1982. Como socio de la Cámara Chilena del Libro puso un reclamo formal. El encargado de contactar a las autoridades fue el periodista Héctor Velis Meza, gerente de la entidad. -Los escritores estaban en el limbo, porque no existía una oficina formal de censura y cuando preguntabas siempre te chuteaban para otro lado. Era como El Castillo, de Kafka, nadie entendía nada. Nosotros sólo buscábamos que se reconociera la censura -cuenta Velis Meza, quien envió una carta al Ministerio del Interior el 10 de diciembre.
Navarro también recurrió al Consulado de Colombia en Chile. Fue allí donde conoció a Libardo Buitrago, quien ocupaba ese cargo desde 1983, representando al gobierno de Belisario Betancur. Gracias a la gestión de Buitrago, Navarro pudo rastrear el recorrido de sus libros. Así se enteró que el cargamento todavía no había sido quemado cuando él visitó Valparaíso el 19 de noviembre, sino que estaba todavía en la bodega Simón Bolívar. La incineración real se llevó a cabo recién el 28 de noviembre. Los únicos testigos de la pira de papeles fueron un par de efectivos de Investigaciones y uno de Aduanas.
El reconocimiento de la quema de libros llegó al Consulado colombiano el 9 de enero de 1987, en forma de una carta acompañada de un timbre con la palabra "confidencial". El remitente era el vicealmirante John Howard Balaresque, quien reemplazó a Hernán Rivera como jefe de Zona apenas unas semanas después de los hechos.
"Se impuso la medida de censura previa a la correspondencia del señor Arturo Navarro, decretándose la incautación de un cargamento de libros enviados del extranjero. Se dispuso que Investigaciones revisara el texto de tales libros, ordenando la incineración de aquellos cuyo contenido infringiera (...) la Ley de Seguridad Interior del Estado. Como consecuencia, fueron incinerados La aventura de Miguel Littin clandestino en Chile y Proceso a la izquierda por haberse constatado que su contenido transgredía disposiciones constitucionales".
-Este reconocimiento requirió de mucho ingenio y destreza diplomática. Logramos algo casi imposible. Sirvió para que la aseguradora pudiera devolverle parte de las pérdidas a Oveja Negra -recuerda Buitrago, quien conoció a García Márquez cuando era subdirector del Servicio Postal en Colombia y se estrenó una estampilla en su honor, tras ganar el Nobel.
Todo se hizo público recién el 24 de enero de 1987, a través de la agencia AP. Los medios chilenos replicaron tímidamente la noticia, pese a la conferencia de prensa dada por la Cámara del Libro. El episodio fue olvidado rápidamente y ocupó solamente una línea en la biografía de García Márquez escrita por el inglés Gerald Martin.
El cineasta Miguel Littin le comentó a su amigo "Gabo" lo que había ocurrido con los libros en Chile pocos días después de que la información de AP se esparciera por el mundo. Según recuerda, lo comentaron sólo esa vez y su reacción fue tibia.
-"Gabo" era imperturbable. Aunque no recordaba que eso le hubiera pasado en otra parte del mundo, lo leyó como parte del contexto de lo que ocurría en Chile. Pero eso también le dio la seguridad de que lo que había hecho era importante. Muchos dirigentes políticos regresaron a Chile clandestinamente después de la publicación del libro -revela Littin, quien se pregunta por qué no han salido nuevas ediciones de la obra. De las antiguas, guarda decenas de copias en su casa.
El vicealmirante (R) Rivera Calderón, hoy de 85 años, declinó hablar con Culto, pero su hijo Hernán cree que la orden de incineración no fue idea suya, sino una instrucción de arriba.
Para Navarro, esta explicación tiene sentido, pues imagina que la verdadera batalla se daba en esferas más altas, entre el escritor y el general. Después de estos sucesos, se alejó del negocio de los libros para dedicarse a la gestión cultural, pero mantuvo una pequeña editorial independiente a la que bautizó como Humo Blanco, en homenaje a las letras quemadas hace casi 30 años, en un rincón de Valparaíso.
¿SON PELIGROSOS LOS BONOS CULTURALES?
¿Son peligrosas las platas regaladas para el consumo cultural? Es una pregunta que ha cruzado décadas de discusiones sobre las políticas culturales. El viejo dilema si estimular de la oferta o la demanda. Por cierto, en nuestro país se ha privilegiado ampliamente el apoyo a los creadores y no a los consumidores de cultura. Una información del 23 de marzo, que viene de España, señala que todos los jóvenes que cumplen 18 años en 2022 recibirán un bono de hasta $450.000 para "comprar entradas de conciertos, cines, museos y festivales además de libros, revistas, partituras, videojuegos y también para consumos en línea".
17 marzo 2022
A PROPÓSITO DE CENSURA: APSI, UNA DE VERDAD
Regocijándome íntimamente redactando el comentario anterior, sobre la prohibición de la censura en nuestra futura Constitución, no pude dejar de acordarme de los avatares sufridos (si, sufridos) para poder publicar, en pleno 1976, la revista APSI. He aquí las diferentes fases, debidamente numeradas.
DERECHOS CULTURALES EN LA CONSTITUCIÓN
Esta es la redacción oficial según oficio Nº629 de la Presidenta de la Convención |
El 16 de marzo de 2022, a altas horas de la noche -las 23:21- el pleno de la Convención Constitucional aprobó con 138 votos a favor y 3 en contra (8 abstenciones) el artículo 9º que encabeza esta nota. Significa que este texto pasa al borrador de la nueva Constitución, para ser revisado por la Comisión de Armonización y luego, sometido, junto a todo el proyecto, a Aprobación o Rechazo en plebiscito con voto obligatorio. Es entonces un buen momento para reflexionar sobre lo aprobado por el pleno de 154 constituyentes.
07 marzo 2022
DOÑA PIÑONES REAPARECE UN 8 DE MARZO
Un extraordinario cuento en verso, escrito por María de la Luz Uribe e ilustrado por Fernando Krahn, sobre una mujer que temía a los vientos...
Estera y esteritas
para contar peritas,
estera y esterones
para contar perones.
Esta era una vez
una viejecita llamada
María del Carmen Piñones.
Fue publicado por primera, en Chile, en Cuncuna de Quimantú, en mayo de 1973, cerrando la serie de 20 títulos de una colección que aún, casi cincuenta años después, se recuerda. Sus portadas se exhibieron, en gigantografías, el verano de 2022 en los jardines de la Biblioteca Nacional de Chile.
Ediciones Ekaré, bajo la dirección de Verónica Uribe, lo reeditó, en otro formato y tapa dura, anunciándolo así:
Doña Piñones es una viejita que vive asustada. Tanto miedo le da todo que en la noche duerme detrás de su cama. De día es aterrorizada por los cuatro vientos quienes, uno por uno, hacen que busque un lugar donde esconderse. Pero un día, los vientos le cuentan a un niño sobre Doña Piñones y él decide ayudarla a vivir sin temores.
Muy recomendables para quienes tienen susto ... de vientos y rumores.