Aún en ascuas esperando el capítulo final de la única teleserie que he seguido de principio a fin, me ha venido a la mente el western de Sam Peckinpah, ¨Tráiganme la cabeza de Alfredo García", que bien podría haberse sustituido por el nombre del protagonista, Pedro Ramírez, pues en casi todos los capítulos alguien del Valparaíso de 1937 quería verlo muerto. Pero, afortunadamente, no fue así: los realizadores decidieron llamarla "Hijos del desierto", destacando así más el nacimiento que la eventual muerte del personaje.
La serie que transmite Megavisión, en horario prime (luchando contra el sueño) tiene notables elementos históricos como la matanza de Santa María de Iquique; la penetración nazi en Chile, desde Valparaíso; la intención del Presidente Arturo Alessandri de vender -si, vender- Rapa Nui al Tercer Reich y la valerosa acción de la policía de Investigaciones para detener, a través de un departamento especializado, la actividad terrorista de agentes de la Alemania nazi. Junto a pequeños guiños a personajes reales entrañables como Eloísa Diaz (¿la doctorcita?) y Vicente Huidobro (protagonista de la noche de Cartagena).
Todo esto, desarrollado en 163 capítulos, a través de entrañables personajes como 'la Gato'; la señora Williams; el capitán Sanfuentes; la mencionada doctorcita; el correctamente afeitado Pedro; el naviero cónsul alemán; la sensual cantante del Pirandelli (¿guiño al American Bar?), y la infaltable monja.
Para acogerlos se construyó una verosímil escenografía a los pies de un cerro de Curacaví que revive sectores del elegante Cerro Alegre porteño con cafetería Colonia incluido, sin desperdiciar la publicidad de marcas de la época, aún vigentes, como Farmacias Knopf y agua mineral Cachantún.
Lo que más capturó mi afición fueron tres aspectos:
El innegable contenido histórico de episodios poco enfrentados, como la matanza en Iquique y el muy probable secuestro por parte de los hechores, de huérfanos de padres víctimas de las fuerzas armadas. Masacre que inmortalizó Luis Advis y Quilapayún con su cantata.
El desconocido enfrentamiento entre servicios secretos alemanes y británicos en los años previos a la segunda guerra mundial y el poderío del espionaje nazi que conocía gracias al libro de María Soledad de la Cerda "Chile y los hombres del tercer Reich" (Catalonia, 2000) que narra con detalle que "la 'quinta columna' y la red de espías nazis contaron con el apoyo no sólo de los alemanes residentes en Chile sino también de otros civiles, al amparo de la neutralidad chilena durante la guerra".
La delicada reconstrucción de un Valparaíso pujante en lo económico, hermoso en su arquitectura, laberíntico en sus cerros, peligroso en su puerto y abundante en su vida y paisajes nocturnos, sin olvidar la presencia de los ascensores, cantinas, hospitales (el Alemán derivó en Británico, en el guión) que lo caracterizan.
Leo con admiración que la idea original pertenece a Rodrigo Cuevas -guionista de la serie "Los ochenta"-, que fue escrita en conjunto con Patricio Heim y Simón Soto, autor del libro ¨Matadero Franklin" (Planeta, 2018) que podría explicar las inocultables similitudes del protagonista con el mítico 'cabro' Carrera. Agrego que es dirigida por Patricio González, antes asistente del prolífico Vicente Sabatini y que cuenta con la siempre sólida producción de Quena Rencoret.
A todos ellos, mi agradecimiento por la entretención dispensada, las emociones vividas, aún enfrentando, en ocasiones, las dificultades de recibir la señal de Megavisión en sectores de la región de... Valparaíso.