Desde 1902, cuando Lenin planteó la pregunta que recorrió el orbe: “¿Qué hacer?” ésta se convirtió en una especie de leit motiv de quienes pretendían cambiar el mundo. Pensaba que esta interrogante había sucumbido junto al muro de Berlín, la Unión Soviética y otro íconos revolucionarios. Hoy en Chile, la “revolución” es un revoltijo de medios de comunicación concentrados en una sola mano. (¡Pobre Lenin!).
Sin embargo, al terminar el segundo de los exitosos conciertos de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Concepción con que se celebró el Día de la Música 2008 en el Centro Cultural Estación Mapocho, este preguntita volvió a cobrar vigencia. Incluso invertida en afirmación categórica:- Ésto es lo que hay que hacer.
Afirmaron casi con leninista convicción varios de los asistentes, incluidos periodistas y críticos. Debo confesar que no les di más relevancia que un buen cumplido al final de una emotiva jornada que había demostrado la potencia sinfónica de la música de Víctor Jara.
Hasta que, al día siguiente, la prensa informaba de otras celebraciones del mismo día de la música, contaminada por desmayos, botellazos disparados al escenario, insolaciones y otras incomodidades.
Entonces rebobiné y entendí el profundo significado de “lo que hay que hacer”. Es decir, presentar espectáculos –música en este caso- en lugares, horarios, temperatura y público adecuados. Así de simple, así de complejo. Los opinadores se referían a que el contenido era óptimo -la música de Jara- la presentación era inmejorable: la orquesta, solista y coro de la Universidad de Concepción; el público, el apropiado –invitado por entidades calificadas como el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, el Centro Cultural Estación Mapocho y la propia Universidad, a través de los medios de comunicación.
Es decir, se estaban refiriendo a que había tanto un trabajo de gestión como un trabajo de formación de audiencias.
En efecto, hace tres años que se viene presentando en un mismo lugar y en la misma fecha un mismo tipo de espectáculo de alto nivel: música orquestada de Violeta Parra, primero; Víctor Jara luego, y Luis Advis después. Por supuesto que el público responde cuando las condiciones son esas y la forma de acceso la misma: gratuita, retirando una Invitación con la debida antelación.
Se produce entonces el círculo virtuoso de las alianzas que operan y funcionan en cultura: los artistas ponen su talento; los gestores ponen sus conocimientos y capacidad organizativa, y el público actúa como audiencias ya constituidas.
Entonces nadie duda que, en 2009, la misma orquesta presentará a un músico diferente, convertido en sinfónico, en el mismo Centro Cultural Estación Mapocho y en condiciones de comodidad y temperatura adecuados para que –como ocurrió la noche del 22 de noviembre 2008- puedan asistir familias con decenas de niños que disfrutaron del espectáculo y escucharon el llamado de la Ministra de Cultura a acercarse al escenario para sentir la música “a su manera”.
Dificulto que quienes sufrieron insolación y desmayos en otro lugar, vuelvan a repetir la experiencia de asistir con sus familias a un concierto en un espacio no habitualmente dedicado a la música, en un horario absolutamente inadecuado para temporada de calor. Se desperdicia así el trabajo de decenas de buenos artistas.
Errores como esos acontecen cuando la mirada es única, desde el escenario, que se pregunta cómo incorporar la mayor cantidad de creadores, sin pensar en el público que es finalmente a quienes esos artistas se deben.
Es necesario pensar, desde un inicio, también en la platea. Ello implica forjar alianzas.
El acontecimiento que nos ocupa puede ser analizado casi pedagógicamente como una aplicación de la política cultural que desde 2005 rige en nuestro país: se asocian una magnifica orquesta -que tiene un atractivo y novedoso programa a largo plazo- con un espacio cultural poseedor de audiencias formadas y cautivas, con municipios que trasladan a sus vecinos, en el marco de una celebración que encabeza, como es natural, la máxima organización cultural del país, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
El resultado está a la vista. Es una pena que Artes y Letras se haya anticipado tanto –el domingo 23 de noviembre- a esbozar un balance de la cultura en 2008. De seguro, varios de sus críticos habrían señalado la noche del 21 y 22 de noviembre entre los puntos altos del año, cuando Luis Advis y Víctor Jara demostraron la magnitud e inmortalidad de su obra musical ante un público feliz, gestores satisfechos y autoridades locales, regionales y nacionales que durmieron con el agrado del deber cumplido.
Sin aspavientos, el maridaje de gestión, infraestructura y audiencias, sigue consolidando un modelo de desarrollo cultural que ha llegado para quedarse.
En él hay espacio para todos.