Con motivo de la inauguración de la muestra La magia del disfraz, del Museo del Carnaval de Montevideo en el Centro Cultural Estación Mapocho.
Permítanme sólo dos reflexiones en esta feliz ocasión. En Chile nos premiamos poco y fíjense que lo afirmo en medio de este inusual clima de proclamación de Premios Nacionales que nos ha traído a lo menos la alegría de un escultor, como Federico Assler, que nos distingue con su obra junto a nuestro Centro Cultural, allí en el Parque de los Reyes y a la vez aguarda, con una obra previa, y con ardiente paciencia, el nuevo Centro Cultural Gabriela Mistral.
Nos premiamos poco, quiere decir, nos reconocemos poco y nos maltratamos mucho. Somos más penetrantes en la crítica que en el halago.
La segunda reflexión es que “carnavaleamos” poco. Es decir, somos malos para celebrar. Tendemos a imaginar que, por ejemplo, el bicentenario son especialmente metros cuadrados construidos, ojalá puentes, carreteras, bordes marinos y monumentos, o especies para atesorar como estampillas, discos, afiches, medallas, billetes o libros. Nos cuesta más conjeturar la celebración con cánticos, murgas, diabladas, desfiles ciudadanos, pampillas pletóricas de chinganas o bailes hasta el amanecer.
Por ello es que esta oportunidad que hoy nos reúne, junto con ser “chilenamente contraintuitiva”, es maravillosamente especial.
Porque, en primer lugar conmemoramos la Fiesta de la Independencia de un país hermano y en segundo lugar nos alegramos con ellos de un premio que tuvimos el orgullo de recibir en conjunto y, lo que sin duda es menos frecuente, de celebrarlo unidos.
Además, celebramos a un Carnaval que se ha convertido en museo, pero que no por ello ha dejado de carnavalear.
Podríamos decir lo mismo del Centro Cultural Estación Mapocho, que no por ser reconocido por el Premio Reina Sofía de Patrimonio Cultural ha dejado de acoger y recibir a miles de visitantes y a la vez es crecientemente solicitado como lugar de actividades populares.
No puedo entonces dejar pasar esta oportunidad, en territorio chileno, en tiempos de premios nacionales, en un lugar premiado y con testigos colegas de galardón, para reconocer, tal como o hiciera en Madrid al recibir el Premio, que: “Quienes henchimos el pecho somos las ochocientas mil personas que anualmente visitan el Centro Cultural Estación Mapocho; los centenares de artistas que se han inmiscuido en nuestros escenarios; los gobernantes que, a inicios de la recuperación democrática, entendieron la importancia de dar espacios a la cultura, y, por cierto, los que trabajamos cotidianamente en ese maravilloso espacio”.
Sin duda es necesario también agradecer muy sinceramente al Embajador del Uruguay Carlos Pita que no trepidara un segundo cuando le sugerimos celebrar esta inauguración en esta fecha y nos brindó todo el cariño y el apoyo de su Embajada.
También aquí y ahora es un deber agradecer el respaldo de la Ministra Presidenta del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Paulina Urrutia, que tampoco vaciló un momento cuando le pedimos que presentara nuestra candidatura al Reina Sofía y que nos acompañó en Madrid para la recepción del Premio.
No es casualidad que Paulina estuviera ayer escoltando a Federico Assler cuando éste concurrió a enterarse de su premio al Ministerio de Educación. Espero que sea una señal de que comenzaremos a premiarnos más y celebrarnos más.
Quiero terminar dándoles a todos la bienvenida a este lugar de hermandad entre Uruguay y Chile, a esta muestra de estímulo a las celebraciones y a este momento en que nos gustaría que fuera el último en que dijéramos que… “en Chile nos premiamos poco y celebramos poco”.