29 marzo 2016

EL TEATRO ORIENTE A COMIENZOS DEL SIGLO XXI


"Las medias son para los pies". La frase perentoria pertenece al entonces Alcalde de Providencia, Cristián Labbé y fue pronunciada en la oficina del Rector de la Universidad de Chile, en 2003. Fue su respuesta a la proposición de las autoridades esa casa de estudios y del Centro Cultural Estación Mapocho, para compartir -a tres bandas- la administración del Teatro Oriente, entonces a cargo del centro cultural. Han pasado trece años y la nueva administración de la comuna, finalmente, se ha hecho cargo del espacio. Como una manera de estimular este nuevo inicio y compartir la experiencia entonces cosechada, este breve resúmen de lo acontecido cuando amanecía el siglo XXI. 


El Presidente Ricardo Lagos, al inicio de su mandato, solicitó a la Corporación Cultural de la Estación Mapocho, considerando su experiencia de diez años en administrar espacios culturales, que se hiciera cargo del emblemático teatro, a través de un convenio con la Intendencia Metropolitana y de ésta con el Instituto Nacional de Previsión, su propietario. El propósito principal era acoger elencos desprovistos de sala, como las orquestas juveniles, la Orquesta de Cámara del Ministerio de Educación y la temporada internacional de la Fundación Beethoven.  Luego de tres años y medio de gestión autofinanciada y con la satisfacción del deber cumplido, se retornó la sala a su propietario, el 31 de diciembre de 2003. 


Revisemos la historia.

En julio de 2000, tras un período de abandono, la sala de la calle Pedro de Valdivia volvió a abrir sus puertas al público, con una nueva orientación y objetivo: ser un espacio destinado a las actividades culturales, con especial énfasis en la actividad musical.

El espacio se convirtió en uno de los escenarios importantes de la ciudad de Santiago, acogiendo a artistas tanto nacionales como internacionales de calidad, lográndose un crecimiento sostenido de asistencia a sus actividades: en el año 2000 el público total fue de 32.100 personas; en 2001 de 57.650 personas; en 2002 de 74.650 personas, y en 2003 de 99.831 de asistentes. En cuanto a los días de actividad, también hubo  crecimiento constante: los 53 días de actividad en 2000, aumentaron a 117 días en 2001, 124 días en 2002 y 162 días en 2003; lo que implica un incremento en la tasa de ocupación del 28,80% en 2000, al 44,38% en 2003.

Veamos lo acontecido, año a año.

Desde mediados del 2000 se realizaron 42 funciones de actividades culturales (39 diferentes), viéndose beneficiados más de 3.600 adultos mayores y personas con capacidades diferentes, gracias a un acuerdo con el INP. Junto con el autofinanciamiento del espacio, se inician las primeras inversiones en infraestructura (camarines, butacas) y mantención (calefacción). Algunas actividades fueron: la XXIX° Temporada Internacional de la Fundación Beethoven; la Segunda Temporada Nacional de Piano y algunas presentaciones unitarias como: Grupo Congreso, Ángel Parra Trío, Los Chalchaleros, Concierto de Fernando Ubiergo, 30 años de Illapu, Mazapán, Diane Schurr, Simón Díaz, Universal Orquestra de Juan Azúa, Homenaje a Vinicious de Moraes, “Joaquín Murieta” del Teatro d’Emergencia (basada en el texto de Pablo Neruda y protagonizada por 68 actores aficionados de Ribes de Freser, pueblo del pirineo catalán que apenas supera los 2.000 habitantes). Como el inmueble estaba en condiciones que distaban de ser las óptimas para el desarrollo de actividades se invirtió una parte sustancial de los recursos generados en arreglos y reparaciones. Se destinaron $56.458.139 para tales efectos, lo que representa un cuarto de los ingresos generados por la gestión 2000 –2003.

En 2001, el Teatro probó la calidad de su variada programación al recibir 55 mil personas en sus manifestaciones culturales: 30 conciertos de música popular, 29 conciertos de música clásica, 20 funciones de teatro, 7 funciones de ópera, 3 funciones de danza y dos ciclos de cine, con una ocupación anual de 117 días. Se otorgaron a los beneficiarios del INP, cien invitaciones gratuitas para cada actividad. Así mismo se presentaron, por convenio con Fondart, las obras escénicas premiadas por dicho fondo.

El 2002, el Teatro consolidó su imagen como espacio destinado a las actividades culturales con especial énfasis en el ámbito musical (Harlem Gospel Choir, Temporada Internacional de la Fundación Beethoven, Lucho Barrios, Adriana Varela), teatral (Teatro Negro de Praga) y cinematográfico (Festival Cine y Derechos Humanos). La asistencia fue 36% mayor que 2001. El Teatro Oriente continuó otorgando a los pensionados del INP cien invitaciones gratuitas, para cada actividad que programaba.

En el año 2003 aumentó un 61% el público, en comparación con el 2002. Según estudios del Observatorio del Centro Cultural Estación Mapocho, las características del público que asiste al Teatro Oriente son: adultos jóvenes provenientes de los estratos socioeconómicos ABC1 y C2; residentes de las comunas de Providencia; Las Condes, Vitacura y La Reina; profesionales y/o estudiantes universitarios en etapas de finalización de sus carreras.


En síntesis, la administración encomendada al Centro Cultural Estación Mapocho, alcanzó el autofinanciamiento del espacio a partir del primer año, realizando importantes inversiones en arreglos de la sala para su operación como reparación de butacas de platea baja, habilitación de dos camarines, reparación de la caldera, arreglo y sellado del techo, normalización del sistema eléctrico, entre otras, las que permanecen en beneficio del espacio y sus propietarios.

La asistencia total durante el periodo, superó las 260 mil personas, con crecimiento año a año: el 2002 creció 29% respecto al 2001; el 2003 este crecimiento alcanzo el 33% respecto de 2002.  Se realizaron 211 conciertos, tanto de música clásica como popular; en promedio hubo una actividad abierta a público en el teatro una vez cada tres días. considerando espectáculos de la más alta calidad, como la inolvidable temporada de Gemelos de La Troppa, que se presentó "a tablero vuelto".

Entre julio del 2000 y diciembre del 2003 hubo 456 días con actividades abiertas a público general, con asistencia promedio de 579 personas por día. Durante el período se destinó el 10% de las ubicaciones a las actividades artísticas y culturales en beneficio de adultos mayores y personas con discapacidad, con el objetivo de integrarlos socialmente a través del arte. En total se entregaron más de 47 mil entradas liberadas de pago, lo que en términos económicos equivale a más de 150 millones de pesos.

La gestión, encabezada por Marcelo Muñoz, consolidó un espacio privilegiado para las manifestaciones artísticas, atractivo para el público, pluralista y coherente en cuanto a su programación y eficiente en su modelo de gestión.

Sin duda, estas virtudes estaran presentes en la etapa que se inicia.

Mucha suerte.

23 marzo 2016

RICARDO LARRAÍN, "EL DESABOLLADOR"


Además de conocer su cinematografía -de la que "La Frontera" me estremece especialmente- tuve ocasión de compartir con Ricardo momentos que calificaría, a la vez, de complejos y reveladores de su interesante temperamento. El primero, en medio de la noche más oscura de la dictadura militar, otro, quizás en el momento más difícil de la Corporación Cultural Balmaceda Arte Joven, de la que ambos somos socios fundadores.


Curiosamente, el primer caso forma parte de los recuerdos -pocos- más luminosos de los tiempos del régimen militar. Después de sufrir la censura y amenazas personales por mi trabajo en revista APSI, fui acogido, a fines de 1981, por Editorial Andina, como encargado de circulación de sus innumerables revistas (Vanidades, Ideas, Buen Hogar, Mecánica Popular, Harper's Bazaar, The Ring, entre otras). Una de mis responsabilidades era pautear la exhibición en TV de avisos publicitarios de dichas publicaciones. Los filmes venían desde la casa central de las empresas De Armas, ubicada en Miami, con un indisimulable aire caribeño, especialmente en sus audios. 

Para "desabolllarlos" (así conociamos coloquialmente el proceso de dejarlos emitibles en Chile) recurrí a una naciente empresa chilena llamada Filmocentro, encabezada por ese "caza talentos" televisivos llamado Eduardo Tironi.

En una de las actividades más divertidas de mi trabajo, me reunía periódicamente con Eduardo  en su sede de Carmen 340, antigua Peña de los Parra, y éste asignaba la tarea a un joven egresado de la Escuela de Artes de la Comunicación de la UC que hacía verdaderos milagros con las imágenes recibidas, mientras, otro talento -Marcos De Aguirre-  hacía lo propio con el audio.

El resultado mejoró notablemente cuando se nos ocurrió encomendar a Jaime, hermano de Marcos, crear jingles para cada una de las revistas. El éxito fue tal que estos pequeños aportes musicales chilenos, de no más de 30 segundos cada uno, fueron adoptados por la matriz de Miami.

El corolario era adaptar los vídeos originales caribeños a esta música absolutamente nueva -con increíbles ritmos de barrido, lavado o maquillado- y que no había sido considerada durante su lejana filmación. Esa era la tarea de Ricardo.

Poner su talento en producir los spot que combinaran perfectamente la imagen con el jingle, que era un elemento permanente que identificaba a cada revista y a la vez, la diferenciaba de los otros títulos. Sí, diferenciar a Vanidades de Buenhogar y ésta de Ideas. Y lo lograba. Hay cifras de ventas que lo demuestran.


El segundo caso, en plena democracia, que compartí con Ricardo fue la agonía a la que sometió el gobierno del Presidente Sebastián Piñera a la Corporación Balmaceda Arte Joven, al reducir los aportes públicos que recibía, a la mitad, sin que hasta ahora se esgrima una buena razón. Como en situaciones de auto gol, las propias autoridades del Consejo Nacional de la Cultura se embarcaron junto al Directorio de la Corporación, en la búsqueda de fórmulas que permitieran a la institución, sobrevivir a la crisis.

En esos afanes, muy bien comprendidos por los trabajadores -que rechazaron los improbables reajustes de sueldo- y el Director Ejecutivo, Felipe Mella, que no dejó puerta por golpear ni proyecto por presentar, las palabras de Ricardo fueron cruciales. Recuerdo que en medio de la desesperanza total en que estábamos -la mayoría de los directores- dispuestos a derivar al querido Balmaceda a cualquiera que se interesara por entregarnos recursos (y había un Ministerio muy ganoso) Larraín hizo un calmado alegato por conservar el espíritu original de la institución que ambos habiamos visto nacer, dando formación artística a jovenes de escasos recursos.

Mantener, en otra palabras, su sentido social y cultural, sin transarlo. Aunque arriesgaramos su subsistencia.

Caló hondo su discurso y resolvimos, resolvieron sus trabajadores y ejecutivos, mantener la bandera al tope, mismo sitial donde se mantiene hasta hoy, en una condición bastante mejorada, bien desabollada y dispuesta a iniciar una nueva etapa con presupuesto justo recuperado, Presidente del Directorio recién nombrado y un concurso para seleccionar,  a través de consultora externa, a su nuevo/a director/a ejecutivo/a.

Las tranquilas palabras de Ricardo en momentos de tormenta van a seguir acompañando la navegación en los nuevos desafíos.

Eso se llama dejar un legado.

Gracias Ricardo.

18 marzo 2016

ROMANCE ENTRE EL SOL Y LA CULTURA EN EL GAM



Miguel Lawner, arquitecto de la Corporación de Mejoramiento Urbano (CORMU) recibió, en marzo de 1971, un llamado por el teléfono rojo de su institución: el Presidente Allende lo requería con urgencia. El encargo fue claro: edificar un recinto que pudiera albergar a la Conferencia de la UNCTAD. "En ese momento, nadie sabía en Chile lo que esa sigla implicaba", recuerda Lawner. Mucho menos, en qué terminaría convertido el edificio... y que sería un planta energética ya era ciencia ficción.


Pero la ficción terminó de derrumbarse el 17 de marzo de 2016, cuando un dron equipado con una cámara de TV enviaba al hall del GAM la señal de lo que se había construido en su techo y más aún,  el rostro de uno de los trabajadores que había posibilitado el empeño, que fue minuciosamente interrogado por el Ministro de Energía, Máximo Pacheco, que cada tanto miraba hacia las alturas indicando que dialogaba con el encascado trabajador.

Ese casco no era nuevo en el entorno. Miles de ellos fueron visualizados por entusiasmados chilenos que veían en los albores de los 70s cómo cada día crecía un poco más la sede de ese improbable encuentro. Finalmente, los vimos sentados en plena Alameda disfrutando, en mesas y bancas de madera, los tijerales de la construcción con las tan vigentes empanadas y vino tinto.

Terminada la reunión mundial, la obra pasó a ser el Centro Cultural Metropolitano Gabriela Mistral, caracterizado por estar inundado de obras de arte, creadas e instaladas durante la edificación por artistas visuales que recibían igual paga semanal que los obreros. Pero no sólo había arte en su espacio aéreos, plazoletas, puertas y vitrales. También los cocineros del centro se daba maña para alimentar creativamente a centenares de chilenas y chilenos que concurrían a almorzar al que fuera el primer auto servicio de Santiago, dónde se alimentaba al público por bajo precio y abundante cultura.

No era casualidad entonces que entre esas filas de ciudadanos premunidos de bandejas plásticas se encontraran muchos de los trabajadores de Quimantú, editora industrial ubicada a escasas cuadras. 

Se podría decir que fueron quienes por primera vez trajeron el sol al ahora GAM. En efecto, el nombre de la editora significa en mapudungun sol del saber: kimn antü. 

Pasaron los años y con ellos las desgracias que asolaron al edificio: sede de la Junta Miliar de Gobierno y sus más deleznables oficinas anti cultura, como la DINACOS, dirección de comunicación social, que ejerció sin tapujos y con entusiasmo, primero la censura previa y luego, la "auto censura" de las esforzadas publicaciones disidentes a la dictadura. Después vino el incendio de 2006, que se llevó, en plan sahumerio, gran parte de las malas vibraciones que permanecían en el edificio.

Las buenas noticias sobrevinieron con el primer gobierno de la Presidenta Bachelet, que resolvió llamar a concurso de arquitectura. "Concursar es una fiesta", es frase favorita de Miguel Lawner, "veterano" de la UNCTAD III y de Isla Dawson. La pronunció con ocasión de la presentación de un libro de la Dirección de Arquitectura del MOP sobre proyectos emblemáticos que fueron concursados: la Plaza Sotomayor de Valparaíso; el edificio de correos en calle Balmaceda a un costado del Centro Cultural Estación Mapocho; el Museo de la Memoria en la cultural calle Matucana, y el Centro Cultural Gabriela Mistral.

Luego, se desarrolló el espacio que conocemos y que acaba de coronar su techo con paneles solares, en un intento de atrapar los esquivos rayos de sol en un Santiago contaminado.  Igual, el ahorro energético se calcula en a lo menos un diez por ciento del gasto actual. Tan relevante es que el Ministerio de Energía escogió este sitio para dar a conocer masivamente su plan de atiborrar de paneles  y por ende, de energía limpia, a nuestro país.

Loable iniciativa, que contó con el respaldo del Ministro de Cultura, el Directorio, los Ejecutivos y personal del GAM que observaron atónitos cómo el sueño de lograr recursos para la mantención de centros culturales comenzaba a hacerse realidad desde el fructífero diálogo que comienza a establecerse con el sol, el antú que también simboliza el próximo Ministerio de las Culturas, testimonio necesario del carácter multicultural de Chile.

¿Tendría el Presidente Allende presente esa variable cuando nombró la editorial estatal fundada por su gobierno? No lo sabemos, pero sí que el sol -en su bautizo- y la energía en el "quimantusiasmo" de los trabajadores de los tres turnos ininterrumpidos con que volaban esas prensas, están en los fundamentos de esa millonaria productora de libros "al valor de una cajetilla de los cigarrillos más económicos".

Es que el sol y la cultura avanzan de la mano. Si no lo creen, recuerden el apagón cultural.  

MEMORIA DE UN MILLON DE VISITANTES





Hace 20 años, durante una estadía invitado por el gobierno de Francia, me llamó la atención la memoria anual que publicaba el Centro Cultural Georges Pompidou de París. Era un balance, ordenado alfabéticamente, de los diferentes conceptos manejados durante el año, más que largas explicaciones cronológicas o por disciplinas. Consultados sus responsables, me comentaron que era elaborado por un Observatorio del Público, al cuál reportaban más de 800 personas –guardias, boleteros, guías de exposiciones y otros que tenían el contacto directo con el público- cuyos informes se traducían en cifras.


Al regresar a Chile, nos pusimos en campaña para crear, en el Centro Cultural Estación Mapocho, el primer Observatorio del Público de nuestro país. Su producto inicial fueron Las diez cifras de 1995.

La idea era dar cuenta del trabajo anual, organizado a partir de números –algo muy poco frecuente en el ámbito artístico- de fácil recordación y en poco espacio.

Descubrimos que podíamos condensar cifras de visitantes, días de actividades, número de funciones de artes escénicas, nivel de fidelidad del público, monto de los aportes a la cultura, magnitud de los proyectos presentados al Comité de Donaciones Culturales… Luego los números se fueron complejizando y simplificando a la vez.

Se introdujeron porcentajes, se pudo elaborar perfiles del público, comparar varios años, hacer sociología.

Nuestro Directorio, primer destinatario del documento fue orientándonos a mayores sofisticaciones, como por ejemplo, cantidad de personas que vienen a determinada actividad de gran público y pasan, además, a las muestras de artes visuales… y a la inversa.

Así, verán en esta memoria del 2015, en

http://www.estacionmapocho.cl/wp-content/uploads/2016/03/memoria2015.pdf

tanto la satisfacción por el millón y algo de visitantes como los planes con que nos desafiamos para el 2016.

Bienvenidos.



14 marzo 2016

INDICANDO A LA INDICACIÓN



Cuando la vida nos da oportunidades, no debemos dejarlas pasar. Eso pensé -muy poco rato, es verdad- cuando el flamante Alcalde de Santiago Jaime Ravinet me ofreció, en 1990, incorporarme al proyecto que transformaría la vieja estación abandonada en el Centro Cultural Estación Mapocho. Desde entonces, cuatro años de remodelación y más de veinte de gestión, me han enseñado que el sueño de convertir el monumental edificio en un lugar que cuidara el patrimonio, difundiera la cultura y se autofinanciara, es posible. Pero sería muy egoísta no compartir dicha experiencia con las decenas, sino centenas, de centros culturales que, desde entonces, han florecido en las comunas Chile. Por ello, deseo fervientemente aprovechar la oportunidad que brinda la discusión sobre el Ministerio de las Culturas para asegurar la sobrevivencia digna y provechosa de esos espacios que sustentan el desarrollo cultural chileno.


La clave de su permanencia en el futuro es su mantención.

Por alguna razón que desconozco, ese ítem no está contemplado en los presupuestos nacionales o locales. En cambio, sí estuvo en la mente del creador del proyecto remodelador que puso, en la misión del futuro Centro Cultural Estación Mapocho, como primer objetivo, la mantención del monumento nacional, sin que significara un gasto alguno para el erario nacional. Es decir, señores de la Corporación Cultural que administraría el emblemático edificio -mayoritariamente corporaciones similares, sin fines de lucro- ustedes reciben el bien y lo mantienen de tal modo que pueda ser usado para -y aquí el segundo objetivo- difundir la cultura.

Hacer cultura en un establecimiento digno, dónde ésta juegue de local y a la vez, como natural consecuencia, ir formando audiencias que combinen sus intereses por el libro, las artes visuales, las escénicas y todas aquellas otras que vayan emergiendo.

Nada habría sido posible si el edificio no se hubiese conservado en excelentes condiciones, padeciendo terremotos, misteriosas inundaciones, maratones de rock y millones de visitantes por año.

No habríamos recibido el Premio Reina Sofía de Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural ni alguno de los reconocimientos nacionales internacionales de los que hemos sido objeto, si no hubiésemos podido generar -mediante arriendo para exposiciones, locales comerciales o administración de proyectos de donaciones culturales- los recursos necesarios para mantener, con un personal mínimo pero motivadísimo, esta infraestructura privilegiada.

Lamentablemente, no es el caso de otros centros culturales que se han edificado, con generosidad estatal, en ciudades mayores de 50 mil habitantes y comunas de las grandes urbes. Ellos no pueden generar los fondos necesarios para mantener esos espacios. Tampoco se los permite el respaldo que suelen recibir de municipios, fondos concursables o privados. En general, el sistema de financiamiento cultural está orientado a proyectos. A actividades nuevas, a manifestaciones artísticas.

Lo que está muy bien, pero ha dejado olvidado aquello que es fundamental, básico, la infraestructura que debe funcionar para que todo lo anterior sea acogido como merece.

Es entonces el momento de hacernos -gobierno, parlamentarios, sociedad civil- cargo de ese aspecto, tan central como poco visible.

Nuestra actividad cultural pre 1990 acontecía normalmente en espacios prestados: estadios, gimnasios, lugares de culto, la calle... Con arquitectura efímera era suficiente: escenarios, cortinas, panelerías y mucha buena voluntad. Era escenografía.

Afortunadamente, a partir del ejemplo del Centro Cultural Estación Mapocho se comenzaron a construir espacios. Es decir, entró el fierro y el cemento en la escena cultural. Luego los planes de gestión y el Consejo Nacional de la Cultura.

Es entonces esa entidad estatal, que esperamos transversal para regir toda la actividad cultural, artística y patrimonial de Chile, la que debe hacerse cargo de esta realidad y contemplar recursos públicos para conservar de buena forma la formidable infraestructura cultural de la que nos hemos dotado en sólo 25 años.

Lo primero, señores diputados, es incorporar al texto que comienzan a discutir la palabra mantención (numeral 12 del Artículo Tercero), así de simple.

Lo segundo, es crear el órgano adecuado para administrar esos fondos destinados a la mantención de los espacios culturales -incluidos por cierto los museos y bibliotecas públicas- y a acumular, compartir y enriquecer toda la experiencia en gestión de infraestructuras culturales hemos vivido estos años.

Nada mejor, considerando la experiencia de los consejos sectoriales existentes -que el Proyecto en discusión mantiene idénticos-, que crear un Consejo Nacional, participativo y potente, que se ocupe de la Gestión y la Infraestructura Cultural.

Las nuevas generaciones lo agradecerán.

07 marzo 2016

UN CONSEJO DE LA INFRAESTRUCTURA Y LA GESTION


Convocados por su Presidente, el diputado Roberto Poblete, a la Jornada Temática de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, para debatir sobre la indicacion sustitutiva que crea el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, surgen diveresas observaciones que se agruparan en cinco categorías: lo conservado; lo reconvertido; lo nuevo; las ausencias, y la propuesta.


Dos décadas y media de experiencia en la gestión y autofinanciamiento del espacio patrimonial Centro Cultural Estación Mapocho, estimulan a intentar contribuir en este debate. De la práctica y la reflexión sobre ella aprendimos que es imposible considerar aisladamente la gestión, de la infraestructura, de las audiencias y del financiamiento. Todos esos aspectos interactúan, como un sistema integrado, que ha permitido cumplir con la misión de preservar el patrimonio que está a nuestro cargo y a la vez difundir la cultura, recibiendo en concesión del Estado, el monumento nacional que nos acoge, sin contar con financiamiento público alguno. Desde esa perspectiva, esperamos contribuir con nuestra experiencia y, desde luego, enriquecernos con aquella de los demás participantes


Lo que el Proyecto de Indicación Sustitutiva conserva de lo existente, es un Consejo Nacional de la Culturas, las Artes y el Patrimonio (más representativo), desconcentrado territorialmente; la Convención Nacional anual, convocada por el CNAP, para recibir de la sociedad civil observaciones y propuestas sobre la marcha institucional; los Consejos Regionales (más representativos) que desconcentran territorialmente al CNAP; los Consejos Sectoriales del Libro y la Lectura, la Música y la Industria Audiovisual.

Se formaliza la Secretaría Técnica del Consejo Nacional de Monumentos Nacionales, hasta ahora existente de hecho, y la hace más representativa. Se crean legalmente los sistemas nacionales de bibliotecas, de museos y de archivos. Hasta ahora sólo funciona el de bibliotecas, sin existencia jurídica.


Además, el Proyecto reconvierte a la DIBAM, un “servicio de funciones coordinadas” regido por DFL 5200 del 10 de diciembre 1929, en un Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, desconcentrado territorialmente.

Por su parte, en la actualidad, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes que "estudia, adopta, pone en ejecución, evalúa y renueva políticas culturales", se convierte en el Consejo Nacional de las Culturas, las Artes y el Patrimonio que aprueba la Estrategia Quinquenal Nacional y "propone políticas, planes y programas".

El Consejo Nacional de la Cultura y las Artes es un servicio público autónomo, descentralizado y territorialmente desconcentrado, con personalidad jurídica y patrimonio propio, que se relaciona directamente con el Presidente de la República. Ahora pasa a ser Ministerio, es decir, una Secretaría de Estado encargada de colaborar con Presidente(a) en "diseño, formulación e implementación de políticas, planes y programas para contribuir de manera transversal al desarrollo cultural y patrimonial armónico y equitativo".


Entre lo nuevo del Proyecto está el rol transversal del Ministerio en el Estado "velando por consistencia y coherencia de las políticas, planes y programas culturales"; la creación de un Consejo Asesor de Pueblos Indígenas (de carácter transitorio), y de un Fondo del Patrimonio Cultural, con jurados designados por CNCAP, administrado por el Servicio Nacional del Patrimonio Cultural.

Adicionalmente, el Ministro(a) y dos expertos designados por el CNCAP formarán parte de los Jurados que asignen Premios Nacionales de Artes y Literatura.

Comenzará a existir una Estrategia Quinquenal Nacional aprobada por el CNCAP, junto a la facultad  de los Consejos Regionales para diseñar y ejecutar planes y programas y aprobar la Estrategia Quinquenal Regional.

La Cineteca Nacional es declarada institución patrimonial y su autoridad, tal como los cargos de Director(a) de las instituciones patrimoniales nacionales se proveerán mediante concurso según la Ley 18.834 sobre Estatuto Administrativo.

Se establece por Ley la creación de Archivos Regionales a cargo de Conservador(a) Regional nombrado(a) por concurso. 

Se traslada desde el Ministerio de Edfucación, la facultad de Exención del IVA a espectáculos, la que quedará radicada en la Subsecretaria de Artes.

Se establecen viáticos a Consejeros nacionales, sectoriales y regionales, que no sean funcionarios públicos.


Entre las ausencias del proyecto, destaca una relación insuficiente del Ministerio con corporaciones y fundaciones sin fines de lucro, de alcance nacional, que reciben aportes públicos y/o administran grandes establecimientos culturales. Tampoco contempla una forma de relación horizontal entre dichas organizaciones sin fines de lucro ni entre éstas y las instituciones patrimoniales nacionales 

Por otra parte, no se contempla el concepto, ni sus respectivos recursos, para la mantención de los espacios culturales a nivel nacional, regional o local.

No existe una política de creación, administración y otorgamiento de estímulos, del propio Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, como la Orden al Mérito Pablo Neruda y otros Premios

No se contempla una institucionalidad para las artes visuales ni estímulos al micro mecenazgo o crowdfunding.


En consecuencia con lo anterior, se propone la Creación de un Consejo Nacional de la Infraestructura y la Gestión Cultural, a semejanza de los consejos sectoriales existentes, que tenga por misión coordinar los diferentes espacios culturales, formule propuestas para su mejor gestión, su financiamiento, políticas para su mantención, formación de audiencias, acogida de muestras multi espaciales del país o el extranjero.
Además, que administre un Fondo de Infraestructura y Gestión Cultural destinado a financiar proyectos de mantención de espacios, programas mixtos de formación de audiencias y de gestores, de apoyo a grandes muestras multi espaciales de interés nacional.

Dicho Consejo con integrantes del Estado y la sociedad civil, tendrá representantes de museos; fundaciones; corporaciones; bibliotecas; teatros; otras infraestructuras culturales regionales o locales; asociaciones gremiales de gestores; agrupaciones de audiencias; agrupaciones de macro y micro mecenazgo.