Mucho me he preguntado -y me han preguntado- ¿por qué este blog? Lo principal es que la respuesta sigue siendo la misma que me planteé al decidir crearlo, en 2006, volviendo de una estadía en Harvard con un libro recién terminado: seguir reflexionando sobre políticas culturales después de aquellas historias plasmadas en papel impreso. Algo así como ir actualizando el libro por otros medios. La opción fue entre una web o un blog. No existían las alternativas del twitter o facebook, las que sigo descartando.
Principales destinatarios -como en el libro- siguen siendo mis estudiantes pero he visto cómo este público joven y privilegiado se ha extendido a profesionales de la gestión cultural y amigos hasta límites cercanos al exceso. Un ejemplo: usé la red de contactos del blog para distribuir la Convocatoria de búsqueda de un profesional de la gestión cultural para el Centro Cultural Estación Mapocho, lugar dónde trabajo. La respuesta fueron 251 CV de -literalmernte- todo el mundo de habla hispana, NY incluido. La consecuencia es que la búsqueda se amplió hasta niveles insospechados si nos hubiésemos limitado a los avisos tradicionales.
Pero, lo central es que escribo por que intento hacer un aporte al necesario debate sobre las políticas culturales y sus componentes. No para dar mis impresiones personales sobre algo que desconozco, ni para poner en conocimiento universal y virtual algunas características personales que mi pudor aconseja que lo sigan siendo. Tampoco para intentar poner en 140 caracteres alguna idea genial que otros sigan con devoción o fanatismo.
Quizás si una buena explicación -que entenderán los compañeros de generación- es que escribo para no lidiar domingo a domingo con decenas de proyectos de cartas al Director, columnas improbables o editoriales frustradas. Si el asunto lo amerita, se convertirá en un texto del blog y "santo remedio". He mejorado mi relación de madrugada con los imprescindibles diarios de papel y quizás optimizado el ítem suscripciones del presupuesto familiar.
Sobre todo, escribo para reiterar y hasta majaderear, dirán algunos, que creo firmemente en el modelo de desarrollo cultural que hemos elegido participativamente para Chile, de entre las opciones disponibles y aplaudo aquello que lo refuerza, mejora o supera y cuestiono aquello que lo pone en riesgo y amenaza con colisionarlo sin generar algo mejor. Por ello, dirán algunos, que adhiero a tal o cuál autoridad o abomino de tal o cuál gobierno. No en el blog, sí en el ámbito personal, como cualquier ciudadano.
Así, me he negado hasta ahora a las ofertas -recuerdo al menos dos- de vincularme como columnista permanente a medios masivos de comunicación con altísimo impacto en el país. Igualmente a disparar arteramente contra quienes escriben en esas páginas virtuales y que sufren habitualmente algunos vómitos verbales tan irracionales como inútiles.
Prefiero no obligarme a un plazo regular pre determinado ni a tener que escribir por cumplir más que por sustentar algo original y sustantivo. Saludo con gratitud a las páginas web o blog amigos que -siempre pidiendo la autorización respectiva- reproducen algún texto que les parece adecuado. Lo que me impide convertirme en uno de aquellos opinantes o panelistas de medios masivos que se sienten "pagados" por el sólo hecho de poder pasar su "avisito".
Por lo mismo, valoro la propiedad intelectual de lo que escribo y pido se resguarde, dado que no son impresiones, sino reflejos -bien o mal logrados- de 40 años de acción y pensamiento en el área de la cultura.
Finalmente, debo reconocer que cuando escribo, lo disfruto y esa no es una motivación menor.
Me pregunto, por qué esta declaración ahora. Por qué una "editorial" que debió escribirse tal vez en la primera entrega de este modesto medio de comunicación. Quizás, por eso, porque cinco años después, es la misma. Y la puedo sostener con lo publicado.