Esta foto de Plaza de Armas es cortesía de TripAdvisor
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Quizás si la mejor metáfora de los tiempos que vienen en cultura -elecciones municipales mediante- sea la opción de la candidata triunfante en Santiago, Carolina Tohá, de celebrar su victoria en la Plaza de Armas. Frente -y de espaldas también- al balcón que pretendió simbolizar a los triunfadores del tiempo pasado, escogió el espacio participativo de la glorieta donde históricamente se reunía la ciudadanía a escuchar las retretas de la banda municipal y diariamente centenares de ciudadanos cruzan estrategias jugando ajedrez. Definitivamente, prefirió la platea y no el espacio alejado, en un segundo piso, para compartir y adelantar lo que vendrá.
Pero no fue la única, plazas de Providencia y Ñuñoa fueron
también testigos, así como muchas otras del país, de esta ola de
participación que llenó los programas de candidatas y candidatos que barruntan que
esa es la etapa que, luego de las movilizaciones estudiantiles y
sociales de los últimos años, se viene para la vida social en general y la
cultura en particular. Aunque las palomas publicitarias, escuetas ellas,
reflejaron muy poco de tales contenidos, como símbolo de aquellos tantos
balcones donde antaño, lejanos y orgullosos de sus propios méritos, celebraban candidatos electos gracias a su propia oratoria y
singulares (creían ellos) méritos.
Llama la atención, aunque no sorprende, que este rasgo participativo sea acompañado también de celebraciones inéditas por la elección de ocho alcaldes mapuche -en Puerto Saavedra, Tirua, Chol-Chol, Renaico, Curarrehue, Galvarino, Paillaco y Alto BioBio-; de concejales dirigentes de movimientos gay, transexuales y otras minorías que comienzan la inexorable misión de ir desplazando a los candidatos que escasean de discurso y no aportan diversidad. Se dirá, con razón, que signos de futuro como participación y diversidad surgen en un universo electoral compacto, reducido a la mínima expresión de los sectores de votantes duros, influidos aún por las ideologías y coaliciones políticas. Es verdad, pero es también esperanzador que en tales sectores ciudadanos se vaya imponiendo una nueva lógica de escuchar no sólo a líderes carismáticos, encuestas deficientes y columnistas de moda, sino también a las calles repletas de estudiantes, a las minorías sexuales y raciales que están llevando hoy las banderas multicolores de las inquietudes y aspiraciones de quienes están insatisfechos con una sociedad más endeudada que optimista.
Si miramos la parte llena del vaso, y siguiendo con la
metáfora inicial, no es banal que el balcón de marras esté en reparaciones (víctima de un ya lejano terremoto) pues
simboliza un estilo de dirigirse a las personas desde la altura, la no igualdad
y la imposibilidad de ser retrucados, así como escobas, delantales y otros
enseres domésticos fueron también símbolo en estas celebraciones del
desplazamiento de estilos autoritarios, despectivos y represores hacia quienes usando jumper y mochila, quisieron ser escuchados, y no lo fueron
Se abre una oportunidad, que en el lenguaje
ha sustituido vocablos como "ciudadanos, compañeros, chilenos todos", por la
amable cercanía de la palabra "vecinos". Hay quienes lo han entendido y hay quienes
van a asumir el inevitable rol del polo conservador de viejos hábitos que históricamente suele actuar más como retardador de los impulsos sociales inevitables que un inhibidor de ellos.
Un ejemplo de cultura participativa, diversa y
vecina, se encuentra en las declaraciones programáticas de la Alcaldesa electa de Santiago.
Un aspecto principal es el rol del municipio como promotor de los barrios patrimoniales, desarrollando un Programa de Identidad de los Barrios "que permita destacar recorridos escondidos en la memoria que demarquen, nombren, rescaten hitos urbanos en riesgo de perderse. Se trata de permitir postular a acciones como baldosines característicos por barrio, establecer señalética especial y marcar los sitios patrimoniales de cada sector, recuperando la historia de los barrios y los personajes que le dieron vida, apoyando a los vecinos que están impulsando la declaración de zona típica en los barrios Esmeralda, Bogotá y San Eugenio". Es decir, prefiriendo la acción patrimonial respecto de intangibles cercanos a los habitantes por sobre la de "palacios" de familias que hace muchas generaciones abandonaron el Santiago histórico.
En la misma línea se plantea la puesta en valor de la Plaza de Armas, "haciendo una gestión deliberada sobre ella y su entorno: ordenaremos el comercio que la circunda, organizaremos una programación cultural permanente, variada y de calidad, ordenaremos el área de los pintores, dotándola de estructuras que armonicen con el lugar y comprometiendo un horario de funcionamiento para la mejor atención de los visitantes, abriremos el Municipio a la comunidad, para que sea visitado y se transforme en un lugar de exposiciones y actividades cultural".
En términos urbanísticos, propone recuperar la Posada del Corregidor y su plaza aledaña, la que "debe volver a ser un lugar de exposiciones para artistas plásticos que le dé vida y ayude a conectar el barrio de la Plaza de Armas con los Barrio Bellas Artes y Esmeralda" y otro sector con potencialidad cultural como es el Barrio Matucana, dónde se promoverá un "circuito cultural y de paseo que permita disfrutar del noble edificio de la Estación Central, la Biblioteca de Santiago, el Museo de la Memoria, la Quinta Normal y sus museos, Matucana 100 y la Universidad de Santiago, con sus áreas verdes".
Releva el rol de una política cultural que no consista solamente en eventos a los que los vecinos asisten como público, "sino en actividades que hagan de la cultura una herramienta de expresión, de identidad y de fortalecimiento de la vida en común de nuestros barrios. Mantendremos una programación de actividades culturales, que sea parte de la vida habitual de los espacios públicos de la comuna, permitiendo que los vecinos la incorporen a sus rutinas de esparcimiento. Haremos esta programación en conjunto con los vecinos, para que entre todos podamos decidir qué artistas nos interesa invitar, dando espacio a los talentos locales".
Se buscará cultivar una vinculación con los centros culturales que se ubican en la comuna, como el Teatro Municipal, el Centro Cultural Estación Mapocho, los grandes museos, "mediante
políticas inteligentes que incentiven su uso masivo de estos centros por parte
del público de Santiago, especialmente sus estudiantes. Pases preferentes,
talleres abiertos, encuentros con artistas, fidelizando la relación de museos, galerías, teatros y bibliotecas
con su público más cercano".
En otras comunas con vocación cultural debieran esperarse cambios: en Providencia, respecto de la obsesión del Alcalde saliente por comandar el Teatro Oriente; en Valparaíso, que aunque tiene continuidad edilicia, no puede continuar la falta de recursos con que amenaza el término del Plan Valparaíso y las denuncias de mal manejo de los dineros municipales del Forum 2010 planteadas por la Contraloría, y en Ñuñoa dónde se plantea recuperar su sentido cultural. Continuidad se espera en Peñalolén dónde hace pocos días el Alcalde saliente dio a conocer una memoria de su trabajo cultural, con amplia y diversa participación de artistas y vecinos.
Es posible encontrar novedades en los programas de infraestructura cultural que sustenta el CNCA: en los Teatros Regionales, dónde los municipios son socios del gobierno regional, a los que llegan nuevos alcaldes en la mayor parte de las ciudades capital en las que están emplazados, como Iquique -que en un anterior período tenía ideas muy claras al respecto-, Punta Arenas, La Serena y Concepción. Más relevante será el papel alcaldicio en las ciudades que participan del Programa de centros culturales, dónde habrá que ratificar acuerdos con aquellos que no tengan una corporación cultural independiente del Alcalde de turno. Es de esperar que primen criterios técnicos y profesionales para que dichos proyectos mantengan su necesario desarrollo.
En otras comunas con vocación cultural debieran esperarse cambios: en Providencia, respecto de la obsesión del Alcalde saliente por comandar el Teatro Oriente; en Valparaíso, que aunque tiene continuidad edilicia, no puede continuar la falta de recursos con que amenaza el término del Plan Valparaíso y las denuncias de mal manejo de los dineros municipales del Forum 2010 planteadas por la Contraloría, y en Ñuñoa dónde se plantea recuperar su sentido cultural. Continuidad se espera en Peñalolén dónde hace pocos días el Alcalde saliente dio a conocer una memoria de su trabajo cultural, con amplia y diversa participación de artistas y vecinos.
Es posible encontrar novedades en los programas de infraestructura cultural que sustenta el CNCA: en los Teatros Regionales, dónde los municipios son socios del gobierno regional, a los que llegan nuevos alcaldes en la mayor parte de las ciudades capital en las que están emplazados, como Iquique -que en un anterior período tenía ideas muy claras al respecto-, Punta Arenas, La Serena y Concepción. Más relevante será el papel alcaldicio en las ciudades que participan del Programa de centros culturales, dónde habrá que ratificar acuerdos con aquellos que no tengan una corporación cultural independiente del Alcalde de turno. Es de esperar que primen criterios técnicos y profesionales para que dichos proyectos mantengan su necesario desarrollo.
Muchas de las ideas programáticas expuestas fueron generadas en encuentros vecinales y serán esos mismos vecinos quienes se ocuparán de que se lleven a cabo. De eso se trata la etapa que comienza. Llegará el momento de evaluarla, ojalá desde la glorieta y no desde el balcón.