05 marzo 2020

GABRIELA Y VIOLETA



No debe haber, en Chile, dos nombres femeninos más significativos que, de solo pronunciarlos, los habitantes de este país nos inflamos de orgullo, poemas y música. Mal o bien, el país ha intentado reconocerles su talento y demostrar su admiración por ellas. Una vez más, en el mes de marzo, lleno de mujer, es recomendable revisar su agitado presente.


Gabriela, continúa mostrando en ese "bolsillo" entre los cerros Mamalluca y Peralillo, como ella denominaba su natal valle del Elqui, su modestia y grandeza en un museo, sito en Vicuña, que ofrece -como consta en la imagen del catálogo- desde sus modestas habitaciones al identificador de su maleta diplomática que la sitúa como Cónsul en NY, hasta fotos de su vida viajera como aquella de 1938, tomada -oh sorpresa- en la estación Mapocho. Recibió, según la prensa local, más de 73 mil visitantes este verano.


Hace pocos dias, la Biblioteca Regional de Coquimbo, que lleva su nombre, celebró dos años de vida; situada en el sector Paseo de los Poetas de La Serena junto a la Casa de Las Palmeras de Gabriela, declarada monumento histórico. Tiene una superficie de 5.592 metros cuadrados, distribuidos en cinco plantas e incluye espacios inclusivos y sistemas amigables con el medio ambiente.


En enero apareció el primero de los ocho tomos de su "Obra reunida" en Ediciones Biblioteca Nacional. Los restantes siete —de unas 500 páginas cada uno— irán apareciendo a lo largo de 2020, con una tirada de 1.000 ejemplares por volumen. Buena parte de ellos está destinado al sistema nacional de bibliotecas públicas y los restantes quedarán a la venta en la librería de la Biblioteca Nacional, “por un precio simbólico".

Es primera vez que esa editorial enfrenta un proyecto de este alcance, con un costo total de $74.881.329, asignados por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.

“Yo soy bien mistraliana —dice la ministra Consuelo Valdés—. Siempre he tenido una enorme admiración por su obra, pero tenía títulos dispersos en mi casa o me encontraba donde iba con los trabajos que todos conocemos. Sin embargo, veía obras completas de otros grandes, como Neruda o Huidobro, y me preguntaba por qué no las de la Mistral. Advertí que había una deuda del Estado para publicar todas sus obras o al menos las que se han reunido”. 
Habló de este vacío con otros mistralianos, en especial con Jaime Quezada. Conversaron la idea con Pedro Pablo Zegers, director de la Biblioteca Nacional, y luego ambos especialistas le presentaron un proyecto de edición que no tuvo problema en aprobar, porque le pareció “muy atractivo”.



Violeta, en cambio, ha tenido un inicio de año menos glorioso. El museo que lleva su nombre, ya acribillado dos años consecutivos con intentos -afortunadamente frustrados- de reducción importante de su presupuesto público, ha quedado inmerso en la llamada zona cero del estallido social iniciado el 18 de octubre de 2019 y ha sido incendiado en tres oportunidades.

La obra allí exhibida está a salvo, pero el edificio no tiene asegurado su destino pues han surgido voces que reclaman algo más acorde -dicen- con Violeta. Algo menos estructurado,

El músico Horacio Salinas ha señalado, en el diario de la Universidad de Chile, a pesar que reconoce que 
fue solo una vez al Museo: "Amigos han salido perplejos. Un espacio armado acomodando el diseño al terreno que se ofreció y, no como debiéramos suponer; un espacio que acoge un proyecto libre e inteligentemente diseñado. El resultado arquitectónico fue polémico. Las arpilleras y telas expuestas incómodamente. La música de Violeta, su principal creación, a merced de una acústica mezquina. En fin, como muchas cosas que se hacen en este país, resultado de presiones de una parte y de concesiones de otra que no dan el ancho del asunto a resolver con grandeza. Por que si hablamos de Violeta Parra seriamente, bueno, ella debiera tener, al igual que Gabriela Mistral, una generosa, luminosa y moderna estructura con un entorno amigable que pudiéramos visitar para muy diversas actividades".

Se refiere, Salinas, presumo, no a Vicuña, sino al Centro Cultural Metropolitano Gabriela Mistral, situado en el edificio UNCTAD, como lo bautizó el Presidente Allende en 1972, y que, con el tiempo ha ido mutando su rol y nombre pasando por Edificio Diego Portales, Centro Cultural Gabriela Mistral, apocopado más tarde en la sigla GAM. Y que no es un espacio cultural dedicado a Gabriela.


Convengamos que un país con severas dificultades económicas, que no ha sido capaz de culminar esa obra con la gran sala de teatro que le da sentido a su misión -fijada participativa y transversalmente en una Convención del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes en 2004- de ser el centro nacional de las artes escénicas y musicales, difícilmente va a emprender pronto una empresa que merezca la nominación de Violeta Parra.

Ojalá, algún día, sea posible -tambien participativa y transversalmente decidida- crear alguna infraestructura capaz de asilar la carpa de La Reina; la peña de Carmen 340; las arpilleras exhibidas en el Louvre, y toda la riqueza de la creación parriana, que Salinas sueña como un espacio "que rinda verdaderamente honor a lo grandioso y sutil de su obra. No un Museo ni grande, ni pequeño, ni serio. Quizá un Centro, un Espacio como un Oasis, algo que nos lleve en un Viaje, un Patio, una Quinta de Recreo de esas con corredores adornados por la Flor de la pluma, una Nube...".

Mientras ese momento llega, bueno sería que nos aboquemos a recuperar lo que se tiene -un museo en pleno centro de la capital- que merece toda nuestra preocupación y solidaridad.

Como señala su directora, Cecilia García Huidobro, (La Tercera del 5 de marzo): "El directorio que preside Carmen Luisa Letelier y lo integran Isabel Parra, Javiera Parra, Guillermo Miranda, Felipe Alessandri, Carlos Maillet y Juan Pablo González, tomará decisiones clave. Por ejemplo, cuán oportuno es discutir hoy la reconstrucción del museo, y la pertinencia de exhibir temporalmente en otro espacio las obras de Violeta. Las alternativas son muchas, al directorio le corresponderá resolver en sus méritos. Lo que puedo asegurar es que todos y todas tienen como prerrogativa la conservación y difusión del legado de Violeta Parra”.


En consecuencia, equivocado  sería aprovecharse de la tragedia que lo asola para desecharlo, dando así la razón a quienes - por oscuras razones que no alcanzo a divisar- lo han vandalizado y "profanado su memoria" como dice el arquitecto Cristián Undurraga, autor del proyecto.