13 noviembre 2023

QUEMA DE 15 MIL LIBROS DE GGM, EN LA TV EUROPEA




El canal europeo ARTE emitió recientemente -en francés y alemán- un reportaje, sobre el luctuoso episodio de la quema, en noviembre de 1986, de 15 mil ejemplares del libro "Miguel Littin clandestino en Chile" de Gabriel García Márquez editado por Oveja Negra y enviado entonces por mar a su representante en Chile.

En medio de hermosas imágenes de Valparaíso, la periodista Laure Philipon reconstruye, en siete minutos, lo entonces acontecido:  https://www.youtube.com/watch?v=athgL6l9uBw

El reportaje fue grabado el 20 de febrero de 2023 por un equipo de http://arte.tv/ enviado especialmente a Chile, en el muelle Prat, la Plaza Sotomayor, y el Café La Rotonda.


08 noviembre 2023

CENECA O CÓMO INVESTIGAR LA PRENSA EN DICTADURA

 

Foto UNAB



Quiso INCOM Chile, la AG de los investigadores en comunicaciones, conocer, en la inauguración de su noveno Congreso, la experiencia chilena de investigación en el rubro entre 1973/1984. Para ello quiso centrarse en la experiencia del CENECA. A continuación, el texto completo de la charla inaugural del 8 de noviembre de 2023.


En primer lugar, agradezco esta honrosa invitación de los investigadores en comunicaciones y manifiesto mi alegría de volver a la UNAB, donde hice clases, de “libro periodístico” cuando esta escuela recién nacía, a inicios de los noventa. Me veo en la obligación panamericana de señalar que ese particular ramo se basó principalmente en un libro que acababa de editar, en Editorial Planeta: “El caso Rojas” de dos jóvenes periodistas deportivos que comenzaban su carrera: Marco Antonio Cumsille y Harold Mayne-Nichols. .


Esta charla está basada en la experiencia personal entre los años 1973 y 1984, que implicó investigar, obviamente sin una posición académica ni rentada, compartiendo tiempo  con mis trabajos en el Comité Pro Paz, la Vicaría de la Solidaridad, APSI, radio Cooperativa, editoriales. Andina y Oveja Negra.

Por ejemplo, una hepatitis rigurosa que me obligó a guardar casi un mes de cama, me permitió escuchar, identificar en el dial y sus horarios, a todos los informativos radiales.

Un trabajo de control de circulación en editorial Andina, permitió acceder a cifras relevantes de venta de revistas.

El rol de delegado de APSI en la Asociación Nacional de la Prensa permitió conocer a los representantes y características de la propiedad de la prensa regional.

La experiencia previa en Quimantú me facilitó reproducir el cuadro de diarios y revistas que - en su totalidad- participaban de la llamada lucha ideológica de la época de la UP, situación más que obvia debido a la reforma constitucional de multas de 1970 que aseguro que los Los partidos políticos eran propietarios de medios escritos de comunicación.

Por ello, me parece indispensable comenzar por hacerles una breve síntesis de cómo funcionó el sistema de prensa hasta el 11 de septiembre de 1973.

En primer lugar, existía libertad para emitir, sin censura previa, opiniones y noticias a través de cualquier medio de comunicación social. No era delito sustentar ninguna idea política.

En segundo lugar, los partidos políticos y las universidades tenían preferencia para poseer medios de comunicación, sin perjuicio de que se garantizara por igual ese derecho a cualquier persona natural o jurídica. El estado y las universidades eran los únicos titulares del derecho a manejar estaciones de TV.

Esto generó una proliferación inédita de revistas y diarios que colmaban los kioscos y, a la vez, permitían, de una ojeada no solo informarse sino conocer la postura de todos los actores políticos respecto de un tema determinado.

Para no entrar en detalles les recomiendo un cuadro que elaboré en 2000 para una mesa redonda en la UAH, que copio de un artículo de este mismo blog titulado: "La prensa chilena en tiempos de cólera".




En medio de esta multitud de portadas, las tiradas de los impresos partidarios del gobierno superaban levemente a aquellos de oposición. Por ello no es casualidad que uno de los primeros objetivos de la dictadura, al asumir, fue clausurar toda la prensa vinculada a partidos y quemar (si, quemar) libros de Quimantú (uno de cada dos libros vendidos en Chile llevaba ese sello). 

Además de intervenir militarmente las universidades, lo que le permitió controlar todos los canales de TV pues TVN era por definición, gubernamental.

Así, a fines de 1974, el sistema de prensa se simplificó quedando solo medios del gobierno (La Nación, Gabriela Mistral, Ed Jurídica); de empresarios privados afines al gobierno (El Mercurio, Copesa, Ercilla, Lord Cochrane y Qué Pasa), y prensa de iglesia (Mensaje).

No obstante, esta “pacificación” de los medios, sólo duró hasta 1976 cuando aparecen -a pesar de las dificultades que la autoridad imponía para su creación- medios no oficialistas como el Diario de Cooperativa; APSI; Solidaridad y HOY.


Muy pronto, se crea también el primer centro de estudios de la cultura y las comunicaciones:
 “El Centro de Indagación y Expresión Cultural y Artística (CENECA) que fue una institución de investigación sin fines de lucro cuyo propósito fundamental fue reunir a una serie de profesionales —sociólogos, comunicadores, antropólogos, historiadores, animadores socioculturales y literatos— para reflexionar e investigar los procesos culturales y de la comunicación que estaban surgiendo durante los años posteriores al golpe de Estado de Septiembre de 1973”. (ver www.Archivoceneca.cl )

Fue conocido como la “EAC en el exilio”, expresión que merece una explicación.

La reforma de la Universidad Católica iniciada el 11 de agosto de 1967 había permitido la creación de nuevas unidades académicas y centros de estudios en diversas áreas (CEREN, ciencias sociales; CIDU, urbanismo; Escuela de Artes de la Comunicación.


Obviamente, el rector delegado por la dictadura revirtió estas iniciativas del rector elegido, Fernando Castillo Velasco y los académicos desvinculados se fueron agrupando en ONG fuera de la universidad.


CENECA, que se inició bajo la protección del Cardenal y su Academia de Humanismo Cristiano, convocó a profesionales y académicos que aportaron sus proyectos y apoyaron la obtención de recursos básicamente en el exterior.


Ello implicaba que muchas de las fuentes de financiamiento, vinculadas a partidos políticos en su mayoría europea, requerían el respaldo de partidos políticos locales.

Así, se fue posicionando como “el” centro donde la oposición a la dictadura -más cercana al MAPU y la IC- iba a desarrollar las políticas comunicacionales y culturales que algún día, cuando la dictadura terminara, podrían ser aplicadas. Compartía esa condición con centros como ILET vinculado al PS y CED, cercano a la DC.


CENECA tuvo muy tempranamente una impronta institucional como entidad abierta y auto exigente.

Entonces comenzó una serie de seminarios de democratización de la cultura, con los socios mencionados, bajo la premisa de recorrer tres etapas: investigar, discutir y formular políticas.

Dado que tenía un sustrato político muy fuerte, por ejemplo, en una entrevista con Tomás Peters que se puede encontrar en la página del Centro para las Humanidades de la UDP, la socióloga María de la Luz Hurtado confiesa que el mismo día en que se le ofreció la secretaría ejecutiva de CENECA, se la invitó a militar en el MAPU.

En esa misma entrevista, Hurtado reconoce que el trabajo en CENECA debía ser a la vez “creativo e integrador”.

Yo agregaría, productivo, ya que llegó a tener 120 publicaciones en su modesta presentación a mimeógrafo y portadas similares, muchas veces corcheteadas por los propios investigadores. 

Todo, incorporado al mundo virtual gracias al trabajo del sociólogo Tomás Peters, en Berlín. 


Debo reconocer que el primer texto para mi investigación en CENECA, nació a altas horas de fin de festival de la canción de Viña, en una madrugada de verano de 1974 cuando en humorista Bigote Arrocet, arrodillado en el escenario, cantó Libre...

Me pareció tan grotesco el gesto que comenzó a escribir sin destino imaginado, la suerte que habían corrido los medios de prensa luego del golpe militar, lo que se convirtió más tarde en el capítulo “El desmantelamiento de la prensa política” al que siguió “La necesidad de una prensa no oficialista” y luego, ya refiriéndome a 1976, los primeros medios no oficialistas.

De este modo, revistas como APSI, HOY o Solidaridad, nacen un año antes que CENECA pero cubriendo un ámbito ideológico muy similar: el espíritu de la reforma universitaria de 1967, su inspirador en Cardenal Raúl y su rector, Fernando Castillo Velasco, junto a una pléyade de arquitectos que lo secundaban (Ricardo Jordán, Eduardo Cuevas, Eduardo San Martín, Víctor Gubbins y otros) y un sociólogo y dramaturgo, David Benavente.

Es decir, como respuesta a dos clausuras tanto en la universidad católica -EAC, Ceren, CIDU- como en el sistema de prensa.

En ese contexto, y compartido con la experiencia de trabajo periodístico en APSI y Solidaridad, fue posible continuar la inspiración/indignación que debo a Arrocet, que finalmente se convirtió en investigación, debate y propuesta de políticas de comunicaciones para el retorno a la Democracia.


Una gentil invitación de la dictadura a dejar la dirección de APSI, bajo amenaza de ser expulsado del país, en agosto de 1981, me llevó a ser acogido por un buen amigo, en Editorial Andina, líder en revistas femeninas (editaba cinco) y venta de publicidad para ellas; de modo que pode conocer por dentro el sistema de distribución de publicaciones tanto a nivel nacional como internacional.

Incluido el entonces misterioso sistema de venta de libros en kioscos, sea de manera autónoma o complementando revistas, como ocurrió con una fina colección de libros de alto valor literario que regalamos con revista Vanidades, gracias a un proyecto de Jorge Barros, editor de Pehuén.

Antes, había aprendido una lección de un ex "quimantusino" que ahora trabajaba como gerente en distribuidora Continente, a quién recurrí cuando comenzábamos a publicar, en APSI, temas nacionales y la crisis económica nos llevó a pensar en la distribución a kioscos de la revista para complementar las suscripciones y reemplazar los casi inexistentes avisos, cuestión, muy compleja por la alta tirada -y el correspondiente alto costo que implicaba- que el colega solucionó con una frase: ¿dónde saca más votos el partido socialista? – Iquique, Antofagasta, Punta Arenas... comencé a recordar

-Entonces haremos un tiraje corto, para esas localidades.

Simple, con una tirada no superior a los tres mil ejemplares, cubrimos los kioscos de esos reductos.


A poco andar, Continente -vinculada a Zigzag- se asoció con los otros grandes editores de revistas: Lord Cochrane y Andina y crearon Alfa, que se convirtió casi en monopólica.

Allí partía semanalmente, a verificar las ventas de Vanidades, Buenhogar, Ideas, Tú, The Ring, Harper ́s Bazar y algunas más. Por cierto, aprovechaba de tener largas conversas con el gerente de Alfa, Arnoldo Croxato, y de participar de sendas reuniones habituales con kiosqueros para tomar el pulso a la exhibición, ventas y sobrantes...

Gran negocio, los sobrantes. Lo que no se vendía en Chile, partía a Uruguay, Paraguay y Bolivia. Al final, de las revistas de Andina no quedaba nada.

Como tampoco quedó nada de revista TÚ (dedicada a las lolas) cuando fui enviado a Punta Arenas a hacer un plan piloto de promoción con el regalo de un sobre de Sarah Key, que muy económicamente nos vendía un declinante (entonces) Panini.

¿Porqué Punta Arenas? Por dos razones, era exactamente el 10% del mercado nacional de venta de revistas (no de la población, que es bastante menos, sino por tener menos horas de luz solar, se lee más que en localidades más asoleadas) y había un solo gran distribuidor para toda la provincia: el refugiado republicano español Florentino Fernandez, dueño además del cine y padre del ministro del interior, Sergio Fernández.

Lo de Sarah fue un éxito y desde esa prueba, TÚ comenzó a circular con sendos sobres adheridos a la portada. 

Nada ha cambiado mucho ¿conocen el álbum del mundial de futbol, no? También de Panini.

De Punta Arenas salté a Uruguay, Paraguay y Bolivia, lugares de reciclaje de revistas de devolución. La misión era que no quedase ejemplar alguno.


Los buenos resultados, llevaron a que desde otra empresa en la que participaba Andina, me contrataron para circular en Chile “La máquina del cuerpo”, libro del famoso doctor sudafricano, Cristian Barnard, el de los transplantes de corazón. Tampoco quedó ni la muestra: primero circulamos por kioscos del 1 al 16; luego, con los sobrantes, circulamos del 16 al 1.


El prestigio y conocimiento del sistema de prensa llevó a que apareciera por Andina, el dueño de la famosa editorial Oveja Negra de Colombia, Vicente Katarain, precedido de la fama que era la editorial que publicaba a García Márquez, el que se rumoreaba habría sido uno de sus fundadores.


El proyecto era mayor: distribuir libros y solo libros en kioscos, en colecciones de cien títulos.

Así fue como me encargué, primero de promocionar -con un suplemento exclusivo en El Mercurio- los cien Best sellers ("Tiburón", por ejemplo) y luego las cien Grandes aventuras.


La aventura terminó con otra: “La aventura de Miguel Littin clandestino en Chile” y 15 mil ejemplares quemados en Valparaíso, en noviembre de 1986. 

Pasó que Katarain me ofreció quedarme como representante de la Oveja en Chile e instalé tienda propia, abandonando Andina en la que aprendí mucho y me dio, además, tiempo para escribir el estudio para CENECA que nos ocupa.


Lo que no pensó mi nuevo jefe fue que al dictador no le haría gracia que enviaran desde Colombia, a mi dirección, comercial y particular a la vez, miles de ejemplares de ese libro que Littin narró al Gabo y que éste no vaciló en convertirlo en novela, como tampoco Katarain lo pensó dos veces y me endilgó, por barco, los 15 mil ejemplares.

Por cierto, no consideró que estábamos en Estado de sitio y que la autoridad militar de Valparaíso -el almirante Hernán Rivera Calderón- ordenara incautar la correspondencia dirigida a este servidor y luego, quemarla.


Me extendí en los años solicitados y llegué hasta 1986... cuando comenzaba a florecer el proyecto de diario La Época, que llegó a los kioscos en marzo de 1987, junto con Juan Pablo II, el Papa.


Allí seguí aprendiendo, llegando a ser editor de la revista semanal, gerente comercial y editor del suplemento Literatura&libros.


En este apasionante mundo del sistema de comunicaciones, nunca se termina de aprender. Lo bueno, que agradezco, es que ahora puedo compartir la experiencia con estudiosos como ustedes.


Quedo a vuestra disposición por si algo de ella les parece de interés.


19 octubre 2023

APSI Y LOS FUTUROS PERIODISTAS

 


Foto Jean Laude

Foto Jean Laude
        

Habitualmente y desde hace siete años, las universidades de Valparaíso que tienen escuelas de periodismo -Playa Ancha, PUCV, Viña del Mar y Adolfo Ibañez- organizan una jornada que reune, alrededor de un tema a los estudiantes de los cuatro planteles. Este año, los organizadores quisieron recordar la experiencia de revista APSI, creada en 1976, que fuera la primera publicación autorizada bajo dictadura... con condiciones.


La cita, bajo el título "Hacer periodismo en tiempos históricos" fue el viernes 6 de octubre en una desbordante cineteca de la Universidad Católica de Valparaíso, ubicada junto a su casa central de avenida Brasil. 

Para participar se requería inscripción previa, la que daba opción de formular preguntas al hacerlo. 

Como toda actividad que lleva años, tanto la inscripción como la asistencia y la organización fueron ejemplares. Y el interés de los futuros periodistas, que llenaron la sala en sus dos niveles, fue digno de la profesión escogida.

Comencé la exposición proyectando la credencial de Director de APSI, que cumplía dos objetivos: relevar la importancia que tenía, en dictadura, exhibir documentos que acreditaban la misión profesional y -gracias a la fotografía- indicar que cuando emprendí la tarea que nos ocupaba tenía más o menos la misma edad de los asistentes.

Luego, desarrollé las farragosas diferentes etapas para la creación, en 1976, de una revista: solicitud de permiso a DINACOS -Dirección de Comunicación Social- que debía considerar un director responsable, chileno y periodista; esperar la respuesta de la autoridad (restringirse solo temas internacionales); luego la autorización de impresión; una vez chequeado que los originales eran idénticos a lo impreso, autorización de circulación. 

Este proceso, de censura previa, duró varios meses y se cambió luego a la auto censura, que implicaba una sistemática reunión del director responsable con el censor de DINACOS en la que éste detallaba los aspectos del número anterior -convenientemente subrayado con destacador amarillo- que no eran aceptables.

Este "diálogo" duró hasta el 7 de agosto de 1981 en que la revista fue directamente impedida de circular. Su última publicación fue la edición 105 fechada el 11 de agosto de ese año. 

Curiosamente, el académico Daniel Avendaño, que conducía la actividad, poseía un ejemplar de esta edición y me solicitó firmarlo. Fue como signar un epitafio, pero pude enseñar a los estudiantes tanto en número 1 -vía proyección- como el 105, "en vivo y directo".

La conferencia continuó explicando que la revista reapareció seis meses después con otra dirección. 

Sin embargo, lo más notable estuvo en las preguntas, algunas que habían sido planteadas al inscribirse y otras que siguieron después de finalizada la charla, durante el café.  

Las primeras demostraban interés en el porqué la motivación de hacer un medio en tan difíciles circunstancias y si en ello había sentido miedo.

Las segundas -en su mayoría bajo el formato de despacho radial, que algún profesor había encargado como trabajo académico- mostraban una preparación minuciosa del reportero, llegando incluso uno a conocer el seudónimo con que escribía en APSI, Ricardo Lagos y que yo apenas recordaba.

En definitiva, volví a enfrentar el aire marino de ese sector porteño que une las avenidas Brasil y Argentina, con la enorme satisfacción de comprobar que las nuevas generaciones de periodistas están enterados de la historia y de los esfuerzos que generaciones anteriores hicieron bajo dictadura, convenientemente estimulados por sus inquietos profesores.

Bien por todos ellos.


26 septiembre 2023

SANTA MÓNICA 2338

Foto Vicaría de la Solidaridad. Archivo y Centro de Documentación

A pocos días del inicio de la dictadura, sin haber pasado un mes desde el fatídico 11 de septiembre de 1973, a contar del del 4 de octubre, una dirección circulaba en voz baja entre los familiares de quienes habían sido detenidos desde el golpe. En medio de datos de improbables lugares que entregarían información de los detenidos, comisarías, regimientos, estadios, una casa era "dateada" con esperanza: vayan a Santa Mónica 2338, allí les escucharán.

¿Qué ocurría en esa casa de piedra en el sector poniente de Santiago?


Lo primero que se encontraba en el patio eran muchas personas que hablaban en voz baja y compartían detalles sobre lo acaecido a su familiar, luego eran recibidos por amables asistentes sociales que solicitaban un relato detallado de cada caso, que iba a ocupar una carpeta con el nombre de la víctima de la represión. 

Esa carpeta pasaba luego, internamente, a una sala donde un puñado de abogados tecleaban sin parar los recursos de amparo que debían presentarse a la Justicia cuanto antes. No había tiempo que perder.

A poco andar, las autoridades de "el Comité" -como comenzó a conocerse públicamente- encabezadas por el joven sacerdote jesuita Fernando Salas, que había sido reclutado por "el Cardenal" -como se conocía a don Raúl Silva Henríquez- desde la parroquia de la población Los Nogales, comenzaron a notar dos cosas: la gran magnitud de las detenciones y la regularidad de las características de muchas de ellas. 

Las asistentes sociales y abogados no sólo requerían mayor número de colegas para acoger esta avalancha represiva, sino también de apoyo de otros profesionales. Se encomendó esa tarea al abogado José (Pepe) Zalaquett, conocido por su capacidad organizativa.

Fue en esa etapa que -mientras esperaba en una clínica el nacimiento de mi primera hija y era tentado para hacer mi práctica de periodista en un noticiero de TV- que recibí un escueto telegrama: debía presentarme al día siguiente en Santa Mónica 2338.

Ante semejante "marraqueta", recibí a mi hija como correspondía, descarté la opción televisiva y partí a la invitación. Pepe requería encomendar a un equipo de cinco o seis personas, sistematizar la relevante información que contenían las mencionadas carpetas. Para ello contábamos con las "comodidades" del garage de la casa, muchas fichas, varias tijeras y algunos palillos (si, palillos de tejer).

Se trataba de (estábamos en la era pre computación) intervenir las primorosas tarjetas perforadas en sus bordes, con datos de las carpetas. Por ejemplo, detención en horas de la noche, por civiles no identificados, que viajaban en camionetas sin patente. En las innumerables tarjetas se introducía el palillo en determinado descriptor: las que salían adheridas al instrumento eran descartadas y las que quedaban en su lugar eran los casos que presentaban esa características.

Así se construían estadísticas que se analizaban y presentaban a las cabezas de "el Comité". Conocí a varias de ellas, como el obispo luterano Helmut Frenz. 

Helmut era hostigado por algunos de sus fieles y resolvió dar la cara en una conferencia de prensa en su propia iglesia. Antes, preparamos ese interrogatorio, en el Comité, bombardeando al pastor con preguntas como: -Señor Frenz, se dice que usted tiene dos caras... Sonriendo y acariciando su pipa respondía: -En efecto, tengo dos caras, una con pipa y otra sin pipa...

El encuentro real con la prensa fue mucho menos confrontacional que las intensas preparaciones en el Comité. Solo llamó la atención un par de "periodistas" que se identificaron como del Diario Ilustrado. Dos amables parroquianos que recibían a la prensa se extrañaron y -en mi condición de periodista- me consultaron por estos "colegas". El Diario Ilustrado dejó de existir hace muchos años, les informé... Abochornados, los presuntos periodistas se dieron media vuelta y partieron raudos dejando ver que ambos usaban sendos calcetines verdes.

Conocí también al rabino Ángel Kreiman, uno de los co fundadores del Comité, que también sufría críticas de miembros de la colectividad israelita, pero que mantuvo su respaldo solidario al Cardenal.

Conocí al locuaz obispo católico Carlos Camus, amenazado entonces por el gobierno debido a declaraciones suyas a la prensa. Mientras analizábamos cómo reaccionar ante los públicos ataques, reparó en mi nombre y me consultó si era pariente del ingeniero Arturo Navarro de Valparaíso. Es mi abuelo, respondí. Perdóneme, -acotó Camus-  fue mi profesor de cálculo en la Universidad Santa María, cuando estudiaba ingeniería química, es uno de los hombres más inteligentes que conozco pero también el profesor más aburrido.

Finalmente, la presión de la dictadura fue insostenible: fueron detenidos varios de los abogados del Comité y los funcionarios vivíamos bastante preocupados. Tal que cada día al llegar nos contábamos -como los presos en una cárcel- para saber si estábamos todos. Un día, el encargado de personal olvidó advertir que iba a pasar al banco a hacer un depósito y no se presentó a la hora de ingreso al trabajo. Por cierto, al llegar lo abrazamos mientras algún abogado rompía discretamente el recurso de amparo que ya se había preparado.

En diciembre de 1975, el Cardenal respondió al dictador que cerraría el Comité. No pasó un mes y ya había creado, en el palacio arzobispal, en plena Plaza de Armas de Santiago, la Vicaría de la Solidaridad. La misión no estaba cumplida y ahora se haría desde un órgano oficial del arzobispado de la capital de Chile.

El amplio reconocimiento que recibió y recibe el Comité, cuando se aproximan 50 años desde su creación, solo se ha visto empañado por el sorprendente cambio de nombre de la calle Santa Mónica, por el Concejo municipal de Santiago. 

El hecho ha motivado que los antiguos funcionarios se movilicen para intentar revertir tal acuerdo. Una cincuentena de ellos ha presentado, con fecha 25 de septiembre de 2023, una solicitud de reconsideración al mencionado Concejo.

Por otra parte, la concejala Rosario Carvajal ha planteado la idea de "declarar como Sitio de Memoria la casa ubicada en calle Santa Mónica 2338, por ser el lugar en el que se creó el primer organismo de derechos humanos de los familiares de las y los detenidos desaparecidos de la dictadura". 

Una vez hecha la solicitud, es el Consejo de Monumentos Nacionales —dependiente del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio— el encargado de tal declaración que, sin duda, sería muy bien acogida por el mundo vinculado a los Derechos Humanos.

La ministra de Culturas, tiene la palabra.



01 agosto 2023

RASTROS LECTORES EN CUNCUNA


Ilustración de Guillermo Tejeda en El gigante egoísta




Niños y niñas suelen considerarse destructores de libros infantiles. Este trabajo de Soledad Veliz, Ignacia Saona y Janos Kovacs, demuestra que, en el caso de la colección Cuncuna y su serie Pintamonos, editados en inicios de los años setenta por Quimantú, esta condición se revierte para convertir a los lectores en creadores de nuevas imágenes a través de sus marcas de uso y rastros lectores. Que lo disfruten.
¡Ojalá a pantalla completa!






 

02 junio 2023

TRÁIGANME LA CABEZA DE PEDRO RAMÍREZ

 



Aún en ascuas esperando el capítulo final de la única teleserie que he seguido de principio a fin, me ha venido a la mente el western de Sam Peckinpah, ¨Tráiganme la cabeza de Alfredo García", que bien podría haberse sustituido por el nombre del protagonista, Pedro Ramírez, pues en casi todos los capítulos alguien del Valparaíso de  1937 quería verlo muerto. Pero, afortunadamente, no fue así: los realizadores decidieron llamarla "Hijos del desierto", destacando así más el nacimiento que la eventual muerte del personaje.


La serie que transmite Megavisión, en horario prime (luchando contra el sueño) tiene notables elementos históricos como la matanza de Santa María de Iquique; la penetración nazi en Chile, desde Valparaíso; la intención del Presidente Arturo Alessandri de vender -si, vender- Rapa Nui al Tercer Reich y la valerosa acción de la policía de Investigaciones para detener, a través de un departamento especializado, la actividad terrorista de agentes de la Alemania nazi. Junto a pequeños guiños a personajes reales entrañables como Eloísa Diaz (¿la doctorcita?) y Vicente Huidobro (protagonista de la noche de Cartagena).

Todo esto, desarrollado en 163 capítulos, a través de entrañables personajes como 'la Gato'; la señora Williams; el capitán Sanfuentes; la mencionada doctorcita; el correctamente afeitado Pedro; el naviero cónsul alemán; la sensual cantante del Pirandelli (¿guiño al American Bar?), y la infaltable monja.

Para acogerlos se construyó una verosímil escenografía a los pies de un cerro de Curacaví que revive sectores del elegante Cerro Alegre porteño con cafetería Colonia incluido, sin desperdiciar la publicidad de marcas de la época, aún vigentes, como Farmacias Knopf y agua mineral Cachantún.

Lo que más capturó mi afición fueron tres aspectos:

El innegable contenido histórico de episodios poco enfrentados, como la matanza en Iquique y el muy probable secuestro por parte de los hechores, de huérfanos de padres víctimas de las fuerzas armadas. Masacre que inmortalizó Luis Advis y Quilapayún con su cantata.

El desconocido enfrentamiento entre servicios secretos alemanes y británicos en los años previos a la segunda guerra mundial y el poderío del espionaje nazi que conocía gracias al libro de María Soledad de la Cerda "Chile y los hombres del tercer Reich" (Catalonia, 2000) que narra con detalle que "la 'quinta columna' y la red de espías nazis contaron con el apoyo no sólo de los alemanes residentes en Chile sino también de otros civiles, al amparo de la neutralidad chilena durante la guerra".

La delicada reconstrucción de un Valparaíso pujante en lo económico, hermoso en su arquitectura, laberíntico en sus cerros, peligroso en su puerto y abundante en su vida y paisajes nocturnos, sin olvidar la presencia de los ascensores, cantinas, hospitales (el Alemán derivó en Británico, en el guión) que lo caracterizan.


Leo con admiración que la idea original pertenece a Rodrigo Cuevas -guionista de la serie "Los ochenta"-, que fue escrita en conjunto con Patricio Heim y Simón Soto, autor del libro ¨Matadero Franklin" (Planeta, 2018) que podría explicar las inocultables similitudes del protagonista con el mítico 'cabro' Carrera. Agrego que es dirigida por Patricio González, antes asistente del prolífico Vicente Sabatini y que cuenta con la siempre sólida producción de Quena Rencoret.

A todos ellos, mi agradecimiento por la entretención dispensada, las emociones vividas, aún enfrentando, en ocasiones, las dificultades de recibir la señal de Megavisión en sectores de la región de... Valparaíso. 


25 abril 2023

DIA DEL LIBRO EN NAVIDAD



Un acierto de las autoridades culturales de la región de O’Higgins celebrar el día del libro 2023 en la localidad de Navidad, la más aislada de la región. Junto con descentralizar dentro de la descentralización, se escogió para hacerlo un símil histórico que también busco, hace más de 50 años, llevar el libro a los sectores más desposeídos de su iluminación: editorial QUIMANTÚ.


Y de ella, la colección especialmente destinada a los niños: CUNCUNA. Para lo cual se convocó a los infantes de la comuna rural a dibujar, orientados por la artista Andrea Franco e inspirados en las ilustraciones de la época de Guillermo Durán, GUIDÚ, del cuento de Marta Brunet “La flor del cobre”.


El resultado fue una muestra en plena plaza de Navidad, frente al municipio, de trazos infantiles, expuestos en grandes tableros, que interpretaban a los personajes don Quejumbrenohacenada, doña Maria Soplillo, las semillas que sanaron a un hombre y dignificaron el trabajo o, simplemente, la palabra FIN. 


Lo culminante fue la llegada del propio Guillermo Durán que, emocionado -cómo no- recorrió la muestra y se retrató con dibujos y protagonistas de esta exposición.


Pero eso no fue todo, la municipalidad y la secretaria ministerial de culturas, que encabeza la gestora Flor Ilic, junto al potente equipo de patrimonio regional del mismo ministerio, encabezado por la directora regional de patrimonio, Leslie Araya, habían organizado, para culminar esta jornada, una conversación sobre la democratización de la lectura y la influencia de Cuncuna en la literatura infantil actual. En ella participó también Andrea Franco y Arturo Navarro, creador de la colección.


En un ambiente de interés, con presencia masiva de los equipos regionales de culturas, gestores, profesionales de otras reparticiones públicas, concejales y público en general, se dialogó sobre la permanencia de las obras de QUIMANTÚ y sobre todo de las enseñanzas que dejó su modelo de gestión como empresa de sus trabajadores.


Especial atención despertó el hecho de que haya sido una empresa de esas características en su propiedad la que editará precisamente un libro infantil que destaca fuertemente la importancia del trabajo, lo que revela la satisfacción de los trabajadores de su significativo rol en la sociedad. Es decir, una empresa de sus trabajadores que exhibe con orgullo el papel del trabajo. 


Inquietud manifestaron los participantes por la posibilidad de reproducir la experiencia de “la empresa” como era cariñosamente mencionada QUIMANTÚ por sus trabajadores. 


La respuesta es que, si bien el modelo de autofinanciamiento que impuso el Presidente Allende y que recientemente mostró su vigencia en el Centro Cultural Estación Mapocho, durante 30 años, hasta la tragedia del Covid, hoy Chile y el mundo no presentan condiciones para su implementación. Sin embargo, este extravío no quiere decir que se mantendrá eternamente.


Ya regresará el tiempo en que los hombres vuelvan a vivir colectivamente, sus esfuerzos sean compartidos, la sociedad sea más comunitaria y los desquicios del individualismo desbordado hayan sido superados.


En ese momento, el libro, la literatura, las publicaciones infantiles tendrán un lugar destacado, como el feliz momento que vivimos un ejemplar día del libro en Navidad.

05 abril 2023

ALLENDE LLEGÓ AL GOBIERNO Y LA CULTURA YA ESTABA



Cuando se avecina la conmemoración de los 50 años del golpe de 1973, es aconsejable revisar el panorama que vivimos en los años previos al 4 de septiembre de 1970, cuando Allende fue elegido.

Y no es que la cultura llegara a articular el allendismo o los valores democráticos que éste sustentaba. La cultura ya estaba. Lo que nos remonta a la creación de ese verdadero ministerio de artes que fue la Universidad de Chile desde su instalación en septiembre de 1843.

En efecto, el simbólico discurso de Allende en el balcón de la Fech, la noche de su victoria, implica un reconocimiento a "egresados, maestros y estudiantes" que habían llevado durante muchos años las banderas de la cultura en Chile.

De otro modo no se explica la rapidez con que el naciente gobierno de la UP enfrentara tareas culturales que lo caracterizaron, como la empresa editora nacional Quimantú; Chile films; sellos discográficos como Alerce o Dicap; compañias de teatro profesional como Ictus, Ituch, Los cuatro y tantas otras, y las innumerables peñas y conjuntos musicales que recorrían el país. También la Orquesta sinfónica y el Ballet nacional o la Oficina del pequeño derecho de autor y las decenas de compositores, intérpretes y toda clase artistas que surgían de la Facultad de Artes y de las sedes regionales de la universidad.

Esta verdadera herencia, sólida y de gran espesor, permitió que, por ejemplo, en pocos meses la prensas de Zig Zag, devenidas en Quimantú, comenzaran a arrojar millones de ejemplares en muy poco tiempo. Porque la creación de revistas estaba en manos de Alberto Vivanco, con fuerte experiencia en publicaciones como Ritmo, La chiva y otras; las ediciones de libros de ficción estaba encabezada por el vigente editor de Nascimento, Joaquín Gutierrez, asesorado por el literato y voraz lector Alfonso Calderón, mientras las ediciones de no ficción fueran encabezadas por el ex senador y autor de varios libros, Alejandro Chelén. Todos ellos arropados por sendos comités de lectores conformados por consolidados y noveles escritores militantes de los partidos de la UP. Incluso, la naciente colección infantil, Cuncuna, tuvo desde sus inicios la asistencia de las académicas de la Escuelas de Educadoras de párvulos de la U. que dirigía Linda Volosky.

Podemos enumerar otro tanto en cineastas comprometidos, artistas plásticos que se formaban y exponían en la escuela respectiva y su museo vecino, el MAC. 
De modo que no es extraño sino natural que la cultura de inicios de los años 70 actuara como eje articulador del pensamiento político que se fraguaba en la práctica a la que era sometida la teoría que esgrimían los partidos de la Unidad popular.

Como corolario indispensable, esta nutritiva presencia de la cultura en el escenario político, aportaba el ingrediente indispensable para lograr la esquiva mayoría del 50% más uno de los votantes, que Allende necesitaba para respaldar su proyecto
revolucionario. 

Para ello, para democratizar la cultura, los creadores e interpretes eran indispensables pues tenían no solo los contenidos -literarios, musicales, pictóricos, esculturales, muralísticos, cinematográficos- sino una cercanía con el público al que el mensaje del allendismo quería llegar. Tenían simpatías que se reforzaban por sus presentaciones en vivo, sea en sindicatos, poblaciones, universidades o en los nacientes canales de TV, orientados por las universidades.

Un buen ejemplo para aspirar al 50% mas uno lo constituyó el esfuerzo editorial de Quimantú que publicaba semanalmente en quioscos la colección Minilibros y quincenalmente y alternados, los textos de Quimantú para todos y Nosotros los chilenos. Todas en varias decenas de miles de ejemplares, tal como Cuncuna que se dirigía a los niños y Cuadernos de educación popular que se orientaba a reforzar la formación política de las bases de la izquierda.

Similar rol jugaba la TV y las decenas de publicaciones periodísticas, diarios como El Siglo, Puro Chile, Clarín, Ultima Hora, y revistas como Chile hoy, Mayoría, Onda, Paloma, Hechos mundiales o Ramona.

La sola presencia, en los atiborrados quioscos de las esquinas más concurridas en todo el país, de una variedad infinita de publicaciones -de gobierno y de oposición; de historietas o juveniles; deportivas o femeninas- hablaba por si sola de la profunda vocación democrática de la sociedad chilena. Se pensaba que ese diálogo que día a día se daba en las portadas de los diarios y revistas garantizaría la estabilidad democrática del país.

Pero no todo fue miel sobre hojuelas, sabedores de este rol democratizador, las fuerzas contrarias a Allende estimularon conflictos en los canales de TV (el canal de la U de Chile se dividió en dos, uno de gobierno y otro de oposición), en la provisión de papel ("La papelera no") ... pero no fue suficiente.
Una vez desatado el golpe de Estado, la cultura y las artes tuvieron el dudoso privilegio de ser reprimidas con rapidez y profundidad. Museos, Quimantú, Chile films, peñas, sedes universitarias... fueron objeto de verdaderos operativos militares como si fuesen objetivos enemigos que debieran ser capturados a balazos.

No fue suficiente. Se quemaron explícitamente, ante las cámaras de canal 13 y en el nuevo barrio San Borja donde vivían muchos jóvenes profesionales, ejemplares de libros de Quimantú, de "cubismo", de cualquier tema que pareciera ser de izquierda. Una acción que se multiplicó inmediatamente a muchos hogares que, viendo esa atrocidad en sus pantallas, procedieron a replicarla en sus bibliotecas personales.

Tampoco bastó. Hubo que recurrir a crímenes atroces como los de Víctor Jara en el estadio Chile y el maestro Jorge Peña Hen, a manos de la caravana de la muerte, en La Serena. Además, centenares (¿miles?) de artistas sufrieron prisión en los campos destinados para tal efecto. Dejaron testimonio de aquello obras como "Tejas verdes" de Hernán Valdés sobre la prisión militar de Santo Domingo o "Un viaje por el infierno" de Alberto -Gato- Gamboa sobre el campo de Chacabuco donde compartió prisión, entre otros, con Ángel Parra.

Así, la anti democracia castigaba a sus oponentes y, de paso, amedrentaba a los millones de admiradores de los artistas reprimidos. 

Poco a poco se fue desmantelando aquella construcción de mas de un siglo del aparato cultural chileno. Se intervinieron las universidades y de paso sus canales de TV; se cercenó y dividió en pedazos a la Universidad de Chile y la Universidad Técnica del Estado (UTE); las máquinas impresoras de Quimantú terminaron vendidas como chatarra; los grupos musicales más destacados como los Inti Illimani o los Quilapayún iniciaron un largo exilio; compañías teatrales enteras migraron a países amigos; pintores y escritores debieron abandonar el país y muchas veces su idioma para reconvertirse en Europa occidental o países de la órbita socialista.

La cultura en Chile, sus cultores, iniciaron un tránsito por el desierto sin saber cuánto duraría. 

Sin embargo, como afirma el lugar común, es el alma de un pueblo y el alma no muere. Por tanto, desde ocupaciones de sobrevivencia, muchos siguieron expresando su arte, alentados por sus colegas exiliados; las iglesias y otras organizaciones defensoras de los derechos humanos; embajadas de países democráticos, y las propias organizaciones sociales reconstituidas alrededor de ollas comunes, talleres de arpilleristas, bandas y grupos de teatro precarios.
Vinieron tiempos de persecución, de censura, de oscuridad, de esperanza.

Hasta que llegó el minuto de reverdecer, del llamado a volver a cerrar filas por el retorno a la democracia, en la campaña del NO. Alrededor de ese llamado, muchos retomaron sus talentos y se sumaron a un clamor cultural: la alegría que viene. 

Pero, esa es otra historia.