Dicho vídeo fue seguido por un discurso que tejimos como una
arpillera, con fragmentos de frases de nuestro público, que fueron quedando en
el cuaderno siempre a disposición de nuestros visitantes. Así, llevamos a esta
notable ceremonia las palabras de a quienes nos debemos -nuestras audiencias- y
las palabras de creadores chilenos, expresadas en el poema de Neruda; la
canción ganadora del concurso en homenaje de los cien años de la estación Mapocho
de José Cornejo y Alejandro Bianchi e interpretada por Santiago Rettig, y
registros fotográficos que forman parte de la Memoria visual del Centro
Cultural Estación Mapocho tanto históricos como aquellos captados por Luis
Navarro Vega.
Entendiendo que el trabajo realizado es fundamentalmente de
equipo especialmente con las tres directoras de las áreas del Centro Cultural
Estación Mapocho (María Gracia Valdés, Cultura; Ghislaine Asfura, Desarrollo, y
Myriam Barrientos, Administración).
Expondré sobre tres aspectos:
1.
Lugar del patrimonio en el desarrollo cultural
actual
2.
El modelo Mapocho y su trabajo patrimonial
3.
La impronta del autofinanciamiento
Más un cogollo sobre el aporte que podemos hacer hoy en este
campo.
EL PATRIMONIO EN EL ACTUAL DESARROLLO CULTURAL
El patrimonio es nuestra herencia cultural, un legado que
aspiramos a hacer nuestro y transmitirlo a las nuevas generaciones.
La defensa del patrimonio, desde que surgió como oficio en
el siglo XIX y que luego adquirió nuevos bríos con posterioridad a la segunda
guerra mundial, ha seguido varias tendencias, de las cuales cabe destacar dos:
Un enfoque monumental y museístico. Consiste en la puesta en
valor de bienes culturales que estimamos representativos de una época, de la
nación. Es también una forma de conmemorar a los antepasados (monumentos,
nombres de calles y avenidas). Es un enfoque que tiende a la conservación, a
“sacar la foto” y preservarla sin modificación. Corre el riesgo de actuar como
una pesada ancla en el pasado que impida a la embarcación movilizarse en el
presente: no solo esta no saldrá del puerto sino que corre el peligro de no
sortear adecuadamente las aguas cuando estas se vuelvan torrentosas.
Un enfoque desarrollista, de inserción en el mercado
mundial. Conservar los bienes patrimoniales hasta convertirlos en herramientas
del crecimiento económico, de promotores del turismo interno y externo, de sede
simbólica para actividades comerciales de envergadura… Pero, corre el riesgo de
sucumbir ante los apetitos económicos de quienes invierten en la preservación
pero tienen sus ojos puestos no en la embarcación sino en el valor de los
objetos almacenados en sus bodegas para ser transportadas pronto a otro puerto.
Chile tiene un defecto importante, frente a ambos enfoques:
que nos encantan los terremotos y los tsunamis. De a poco hemos aprendido a
construir edificios más sólidos y gracias a ello y al comportamiento aprendido
–cultural- de sus habitantes, cada nuevo remecimiento de las placas del
subsuelo cobra menos vidas y hasta somos admirados internacionalmente por ello.
Se instala entonces un complemento a la tarea patrimonial que es restaurar o
reconstruir casi permanentemente, lo que obliga a incorporar esa tarea entre las ocupaciones habituales, para evitar
así gastos inconmensurables ante cada fenómeno telúrico.
El 27/F tuvo un costo en reparaciones de daños de algo más
de $17MS, mientras el 26/S menos de un millón.
Si bien hay muchos aspectos en los que el trabajo de
los gestores con el sector privado o las audiencias puede contribuir a una
infraestructura cultural, la edificación o la restauración no está entre ellos.
La forma de salir de este círculo vicioso es utilizar los aportes de la gestión
en labores de manutención que reduzcan al mínimo las necesidades derivadas de
una tragedia natural. Su complemento, debiera ser la existencia de programas
estatales permanentes de apoyo a edificios que sufren daños impredecibles.
Porque los edificios de la cultura pueden esperar,
pero aquellas actividades artísticas que acogen, no. Son precisamente los
espacios donde la población puede y debe refugiarse en las tragedias para
reconfortarse con un libro, estimularse con una obra de teatro o engrandecerse
con una muestra de artes plásticas.
El financiamiento cultural debe también asumir una
condición mixta en la cual las audiencias y los gestores contribuyan con
recursos para la prevención y el Estado se haga cargo, inevitable y rápidamente,
de ser necesaria, de la restauración.
EL MODELO MAPOCHO Y SU TRABAJO PATRIMONIAL
Son varios los rasgos que adquiere el trabajo patrimonial
del Centro Cultural Estación Mapocho. Destaquemos cuatro:
El primero es que el trabajo patrimonial del centro cultural
es de la esencia a su existencia. La doble misión original de preservar el
patrimonio y difundir la cultura.
El
segundo es que la conservación del edificio Monumento Nacional es una tarea
permanente, que por más de 25 años se ha mantenido en excelentes condiciones de
conservación, mantención y de servicio a las múltiples actividades que cobija
en sus espacios. Esto ayuda a construir un sentimiento muy importante: la
estación Mapocho es querida, admirada, creíble, no por un público de elite informado
sobre las tendencias arquitectónicas e ingenieriles de su construcción sino por
toda la población.
-“Es
un centro ciudadano”, afirman muchos visitantes, al que ningún sector social se
resta. Según el Observatorio del Público, hemos recibido mas de 16 millones de
personas a diciembre 2014 (16.007.079),
con un promedio anual, en los 19 años, de casi 850 mil personas (842.478). De ellas, la mayor cantidad puede
identificarse como una clase media culta (C2), mayoritariamente mujeres y
jóvenes.
Este año 2015 el público, de enero a septiembre,
ya alcanza más de 640 mil personas (640.972),
comparado con el año 2014 a la misma fecha era sólo 465.293, lo que augura que
superaremos el promedio anual, dado que aún nos esperan festivales culturales
masivos como FILSA, Pulsar, Feria Verde o Deco Market. Casi puedo afirmar que
rasguñaremos el millón de visitas, cifra que hemos alcanzado un par de años
anteriores.
Tercero, si bien festejos necesarios como el Día del
Patrimonio cultural ayudan a atraer visitantes a muchos espacios en el país,
nuestra filosofía es que el Centro Cultural Estación Mapocho está siempre
abierto para ser visitado. Y de hecho es lo que ocurre de la mano de la
programación que copa prácticamente los 365 días del año, alcanzando un
promedio del 80% de público fiel en los mismos 19 años. Pero también esa
apertura total nos permite ser un lugar al alcance de la mano de la curiosidad
de los turistas, de los transeúntes, de quienes se admiran por las
características multiformes del barrio.
Cuarto, lo anterior se complementa con el hecho de que el Centro
Cultural Estación Mapocho promueve la preservación, la difusión del patrimonio
en su más amplia acepción. Son ejemplos de actividades que tienen esta
característica: Culturas en el aire, el
Taller de Arte Textil Mapuche Ad Llallin, las exposiciones pluriculturales, las
réplicas de FICIL, Cielos del Infinito, la Expo Cumbre de la Américas con su
sección Tesoros de la Biblioteca Nacional y El señor de Sipán… Adicionalmente,
hay una tendencia a realizar en nuestro centro las charlas de extensión que nos
invitan a dictar o de estudiantes que vienen a conocer experiencias como los
del doctorado en Gestión Cultural de la Universidad de Ohio, de la U de
Concepción, del DUOC o del magister en
Gestión Cultural de la Facultad de Artes de la U de Chile.
LA IMPRONTA DEL AUTOFINANCIAMIENTO
¿Bajo
qué condiciones se realizar todo lo anterior? Bajo la impronta del
autofinanciamiento. Una condición que se
nos advirtió desde el inicio (“no queremos otro Teatro Municipal”) que
aceptamos gustosos y que hoy valoramos como el gran defensor de la libertad
para programar actividades. Ello significa que NO RECIBIMOS DINERO ALGUNO DEL
GOBIERNO NI DEL MUNICIPIO. Que nos auto financiamos en un 100%.
Afortunadamente,
este camino del autofinanciamiento ha sido también un camino hacia el
autofinanciamiento cultural. Es decir, hemos aumentado severamente la cantidad
de actividades artísticas que nos permiten alcanzar el monto de nuestras
necesidades anuales (858M$ el 2014). Así, en 1995 el 48% de nuestros ingresos
provenían de actividades culturales; % que subió al 60% el año 2000; al 74% en
2005, y estamos ya en el 85% el año pasado (2014). Es decir, somos capaces de
autofinanciarnos con ingresos derivados de actividades culturales. El 15%
restante proviene de actividades corporativas (cenas, entregas de subsidios,
fiestas de empresas, cerradas al gran público) o abiertamente comerciales (Expo
Vivienda).
Para
dar más cifras, somos un Centro Cultural con 16 empleados con contrato indefinido
(incluidos los 4 presentes); siete profesionales externos a honorarios (abogado,
camarógrafo, fotógrafo, auditor, sociólogo, guías artísticas) y un par de
decenas de personas que trabajan habitualmente para las empresas que desarrollan
los servicios externalizados que requerimos permanentemente (mantención, aseo,
seguridad, computación).
Además,
autofinanciar no significa sólo gastar lo que ingresa, y dar algunos subsidios
a festivales culturales de regiones, sino también prevenir. Los impenitentes imprevistos (que en Chile ya
pueden considerarse previsibles: los desastres naturales) que son en primer
lugar la rigurosidad en la mantención del edificio (nuestro principal gasto) y la
gestión del patrimonio en condiciones de terremoto y catástrofes, como
expresión de un modelo mixto de gestión financiera del tema. En concreto, según
nuestro último Balance, el mayor porcentaje de gastos no administrativos corresponde
a mantención del edificio (78%), mientras los gastos en difusión de la cultura
son un 22%.
Es
relevante mencionar el esfuerzo del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes
que después del 16/S ha resuelto reasignar 600 millones de pesos a esta tarea,
dado los daños sufridos por bibliotecas, centros culturales y museos del Norte
chico. Una cantidad pequeña pero que sugiere que, al menos, comienza
a existir en un país cuya administración publica no contempla el ítem
manutención.
LA ALTA GESTION PÚBLICA EN CULTURA
Esta tendencia, cruzada con los innumerables concursos que
se hacen, inéditamente en Chile, para buscar altos directivos culturales
(Teatro Municipal, Parque Cultural de Valparaíso, Centro de Extensión Artística
y Cultural de la Universidad de Chile, Centro GAM) nos ha confirmado una intuición
que habíamos detectado en el espejo exterior.
En 2005, unos encuentros binacionales con gestores de Chile
y Bolivia y luego Chile y Perú, nos enseñaron que reuniones de este nivel eran
muy provechosas para la llamada diplomacia de los pueblos o de la sociedad
civil.
Relacionando este ejercicio con una invitación previa, de
2002, de Casa de América de Madrid a exponer nuestra experiencia de
autofinanciamiento, que generó una red de centros culturales de América y
Europa, con solicitudes posteriores para lo mismo en el Campus Iberoamericano
de 2010, Publica de 2013 y la Cumbre Mundial de la s Artes de la Cultura de
Johannesburgo de 2007, nos dimos cuenta que había fidedigno interés por conocer
lo obrado.
El empujón final vino de
GOBERNA América Latina, dependiente del Instituto Universitario de
Investigación Ortega y Gasset, que nos pidió, en noviembre de 2012, elaborar un
estudio de caso, con la metodología creada en Harvard, titulado Centro Cultural Estación
Mapocho: gestión privada del espacio público, que finalmente se expuso presencialmente
en el Banco de la República de Colombia en diciembre recién pasado, ante un
selecto grupo de directores de centros culturales de Colombia, Ecuador, Perú y
España, que siguieron virtualmente analizando el texto durante el resto del curso.
El resultado, de gran valor pedagógico nos ha
llevado a firmar recientemente un Convenio con GOBERNA para intentar
desarrollar en Chile un curso de Alta Gestión Pública en Cultura, aliados con
alguna universidad, que estamos buscando.
Me parece que es la respuesta a esta necesidad que
nuestra sociedad refleja en las búsquedas de ejecutivos señaladas.
Esperamos que así, como ustedes se han interesado
generosamente en saber más sobre nuestro caso, podamos más temprano que tarde
transmitirla a quienes serán los directores de nuestros museos, bibliotecas,
teatro y centros culturales del futuro.
Quizás entonces, podamos sentirnos compensados de
haber podido retornar a la sociedad algo del privilegio que ha significado administrar
un Centro Cultural que nos ha dado tantas satisfacciones.