01 diciembre 2007

JARDÍN INGLÉS (y políticas culturales)

Esta Columna de Oscar Landerretche, publicada en el Diario Financiero el 30/11/2007 perfectamente puede ser aplicada a las política culturales. Se las recomiendo. La envió Patricio Navia vía El Referente, con la siguiente observación: "Yo no se que tan buen jardinero sera el economista socialista (Ph.D., MIT) Oscar Landerretche, pero con la pluma de escritor hace maravillas. Esta metáfora es de antología  Como columna es perfecta: tiene un punto central, una gran metáfora y un uso fascinante de adjetivos. Ademas, es profundamente convincente. Un placer para leer. Y a ver quien no se convence".


El jardín salvaje californiano se alimenta con inmigraciones de plantas y animales. El jardín inglés requiere de política pública. es decir, política de jardinero, cuidadosa, equilibrada y precisa.

Todo jardinero amateur tiene una decisión doctrinaria que hacer. Es una migrante decisión doctrinaria que nos visita cada primavera con los nuevos aires y los zorzales. Una decisión doctrinaria fundamental que afectará el carácter futuro de nuestro jardín, pero que, adicionalmente se convertirá en un reflejo de nuestra forma de ser. Un reflejo de nuestra personalidad política. nada menos.

La decisión es simple: ¿qué prefiere usted para su jardín? ¿el elaborado orden de un jardín barroco francés? ¿ese imperio de la geometría y la planificación centralizada? ¿con jardineras llenas de patrones cromáticos y formas geométricas que proclaman nuestro control sobre la naturaleza? ¿es un jardinero francófilo, obsesionado con las masónicas herramientas del orden: la escuadra y el compás?

Si éste es su gusto recomiendo los notables jardines de la Viña Santa Rita en Alto Jahuel. No es casualidad que la antigua casa patronal (que hoy opera de hotel) haya sido el hogar del caudillo conservador Domingo Fernández Concha. ¿Qué otro personaje de nuestra historia podría estar más obsesionado con el orden?¿O prefiere la desatada anarquía natural de un jardín salvaje californiano? ¿Ese oasis de intensidad darwineana donde sobreviven los fuertes y se siente el zumbido intenso de la vida en las calurosas tardes? ¿es de su gusto ese tributo a la selección natural? ¿a la intensidad de la vida desatada con gatos, pájaros y mariposas que se persiguen y alimentan mutuamente?

Ese tipo de jardín expresa, para mi gusto los aspectos centrales de la cultura yanqui: esa furiosa libertad, sin protecciones, sin orden, que se sustenta sobre la base del predominio de los más fuertes. Un jardín salvaje bien logrado puede ser muy hermoso también.

Hay muchos otros estilos también: la religiosa luz del jardín persa, la contenida intimidad del zaguán español, la eficiencia minimalista del jardín holandés, el detallismo orgánico del jardín japonés, la artificialidad plástica del jardín suburbano gringo, el seco y equilibrado orden del jardín zen, o incluso, la eficiente monotonía y simpleza maoísta del campo de arroz.

En fin, cada tipo de jardín parece reflejar claramente obsesiones nacionales, políticas y religiosas. Cada uno hermoso a su manera. Yo prefiero el jardín inglés. O para ser más preciso el English Cottage Garden y que uno podría traducir literalmente como Jardín de Casa de Campo Inglesa.

La característica central del Jardín Inglés es que combina diversidad y orden, utilidad y belleza. Sus orígenes son medievales. En una época en que escaseaba la tierra, se optaba por cultivar pequeñas cantidades de las plantas que se requerían para la vida diaria, tanto para el alimento del estómago, de la salud y del alma. Por ende, la característica central de ese jardín es que todas las plantas se cultivaban entremezcladas. Se mezclan hierbas medicinales, flores y vegetales, las que se sostienen en una hermosa y aparente anarquía. Digo aparente porque todos sabemos que en un ambiente así tiende, en el tiempo, a operar la selección natural. Es decir, tienden a predominar aquellos que han heredado fuerza de sus antepasados. La diversidad y utilidad del cottage garden , desafortunadamente, no son sustentables.

Por ende, el jardinero inglés tiene que intervenir fuertemente para mantener el equilibrio. Un equilibrio que mantiene un jardín diverso pero ordenado, hermoso pero productivo. Su intervención es decidida y está cargada de propósito. pero también de respeto por las plantas. Su intervención es precisa y eficiente. no puede ser de otro modo en un jardín pequeño y frágil. Su intervención es calculada y científica. Es muy difícil lograr un buen cottage garden, ya que requiere un nivel de preocupación muy alto. El jardín barroco francés se ordena rápidamente con tijerones de podar. El jardín salvaje californiano se alimenta con inmigraciones de plantas y animales que luchan por sobrevivir. El jardín inglés requiere de política pública. es decir, política de jardinero, cuidadosa, equilibrada y precisa.

Hay un paralelo divertido con la discusión chilena sobre el modelo. Una forma de verlo es pensar en que los "modelos" que están en debate son opciones doctrinarias de política pública, emparentadas con las opciones doctrinarias de los jardineros amateur como yo: las geométricas obsesiones de la planificación centralizada o la violencia darwineana del culto al mercado libre. Y la preferencia de algunos de nosotros: el equilibrado y orgánico enfoque progresista del jardinero inglés.

19 noviembre 2007

QUIMANTÚ O LA PROPAGACIÓN DE LOS NIÑOS LECTORES

La historia comenzó un día de verano de 1971, cuando en el patio del Instituto de Sociología de esta universidad, entonces ubicado en Apoquindo 7228, llegó a mis manos un ejemplar de El Mercurio que publicaba un texto del escritor Luis Merino Reyes sobre la Política Cultural del Gobierno del Presidente Allende. En él anunciaba que se crearía, en los próximos meses, una Editorial del Estado. “Quiero trabajar allí” me escucharon mis acompañantes y con seguridad no volvieron a pensar en el asunto. Yo, en cambio, decidí poner en marcha el plan: le pedí a mi compañera María de la Luz Hurtado que me consiguiera una entrevista con su hermana María Elena, periodista, que trabajaba en la todavía por poco tiempo más Editorial Zig-Zag. Lo hizo con tan poca fe como demora.


A los pocos días, con mis veinte años y media carrera de sociología como toda formación profesional, estaba conversando con María Elena en la cocina que constituía su oficina.
Efectivamente, en su condición de directora de la revista “Saber comer y vivir mejor” trabajaba en una simulación de cocina, entre escenografía y realidad, en la que se preparaban, retrataban y engullían los platos que la publicación recomendaba, ubicada en la trastienda de la editorial, casi a una cuadra de la gran puerta de Avenida Santa María 076 y a pocos pasos de la calle Bellavista.
Para llegar hasta allí había que hacer un fascinante recorrido por un pasillo vidriado que cruzaba los formidables talleres de una de las entonces dos casas editoras más grandes de América Latina. La otra, pertenecía al grupo Carvajal, en Bogotá.
La recepción de María Elena fue entusiasta: le habían anunciado que sería una de las profesionales que pasarían a formar parte de la nueva editorial del Estado y que tendría a su cargo un departamento de revistas especiales, o sea, aquellas publicaciones que siendo de propiedad de Zig-Zag, permanecerían en la nueva entidad debido a su baja circulación y el consiguiente escaso interés que sus dueños tenían en ellas.
En este “paquete” se encontraban ediciones tan disímiles como la propia “Saber comer...”; “Ecran”, tradicional revista de cine creada por María Romero, ya inundada por la TV y denominada “Tele Ecran”; “Confidencias”, una revista de historias de amor recortadas y traducidas sin demasiadas contemplaciones con los derechos de autor ni con el idioma y que carecía completamente de fotografías; “Hechos Mundiales”, una revista histórica de gran formato y vocación de coleccionarse, que realizaba extensos reportajes monográficos sobre temas de interés internacional, primero bajo la dirección de Edwin Harrington y luego de Guillermo Gálvez, más tarde Presidente del Sindicato, hoy detenido desaparecido, y la revista deportiva por excelencia “Estadio” que seguía contando entre sus plumas a Julio Martínez (Jumar), Isidro Corbinos, ilustrados por los ingenuos dibujos de NATO (Renato Andrade), el padre de Cachupín.
Mi papel, aceptado de inmediato por mi barbilampiño entusiasmo, era estudiar tales publicaciones y proponer innovaciones en cada una de ellas con la improbable misión de modificarlas para demostrar la presencia de la nueva administración y a la vez, salvarlas de sus bajas ventas.
La orfandad de las revistas, negadas por sus padres y relegadas a un segundo plano por los nuevos propietarios de la empresa, era un buen campo de práctica para un aprendiz de sociólogo con vocación de periodista. Por cierto, todas tuvieron corta vida y los intentos de transformación pasaron por la incorporación de fotonovelas locales, creadas, producidas y actuadas por mis compañeros de universidad, incorporación de un enfoque más democrático al deporte (¿para qué publicar a los famosos?, ¡Vamos al deporte de los barrios!), la muerte inmediata en el caso de Tele Ecran y una prudente distancia del equipo de “Hechos Mundiales” que mantuvo el tradicional nivel de la revista, felizmente alejada de estos nuevos e inexpertos asesores.
Pero lo que realmente salvó a las publicaciones que no alcanzaron a pasar el escrutinio del asesor externo fue la oferta, en la misma empresa, de un contrato, esta vez en el Departamento de Estudios e Investigación que dirigiría al prestigioso sociólogo belga Armand Mattelart, escoltado por su esposa Michelle y la argentina Mabel Piccini. El sueño dorado de todo científico social apasionado de las comunicaciones.
Mientras se establecía este original departamento, Luciano Rodrigo un colega de mi ciudad natal, Valparaíso, casado y con dos hijos, me hizo una singular propuesta, que acepté de inmediato: “Yo voy a trabajar como asistente del Departamento de Libros y voy a ganar menos que tú que era soltero. ¿Por qué no cambiamos?”
De esta comprensiva forma terminé contratado como Asistente de mi profesor en la Escuela de Sociología, Tomás Moulián, en el departamento encargado de los libros de literatura -ficción se diría hoy- en la Empresa Editora Nacional Quimantú.
Con un excepcional asesor literario –Alfonso Calderón-, Moulián necesitaba poco un colaborador en esas materias. “¿Por qué no te encargas de un área que pertenece a este departamento que yo no puedo tomar: la literatura infantil y los textos escolares?”.
Así, con mi entusiasmo intacto, había terminado en pocas horas mi tránsito por diversas reparticiones de la nueva empresa editorial y me establecí en la que sería mi principal ocupación laboral en los años del gobierno del Presidente Allende: la Colección Cuncuna.
Bromeaba que me habían encargado de los libros para niños porque era lo más parecido a un niño que había en la empresa. No obstante, tuve la prudencia de escuchar muy buenos consejos que me permitieron cumplir con éxito la misión: Alfonso Calderón recomendaba títulos y autores, los diagramadores NATO y María Angélica Pizarro, me enseñaron de formatos, diseños y colores; Joaquín Gutiérrez, Jefe de División y mi maestro como editor, me dio confianza para tomar decisiones, y algunas oportunas sugerencias de “compañeros del taller”, fueron determinantes para crear, desarrollar y publicar veinte títulos en poco más de un año, con tiradas iniciales de veinte mil ejemplares, a todo color y con cuentos apropiados para lograr la democratización de la lectura en Chile.
Cuncuna, la primera colección chilena de cuentos infantiles, fue difundida masivamente con la feliz frase del poeta Manuel Silva Acevedo, entonces publicista de Quimantú: “Carita de pena no queda ninguna, lágrimas en risa convierte Cuncuna”.

Éste fue mi primer trabajo como gestor cultural. Duró algo menos de dos años y medio, hasta junio de 1973, cuando lo abandoné por incompatibilidad con mis estudios de periodismo en esta universidad. De él son rescatables varias lecciones.

La primera de ellas fue la humildad para enfrentar una responsabilidad laboral, la primera de mi vida útil, a los veinte años, consciente de que mi entusiasmo era comparable sólo con mi ignorancia en el tema. Escuché. Pregunté y escuché mucho, no sólo a profesionales del tema como las profesoras de Educación Parvularia de la Universidad de Chile María Angélica Rodríguez y Linda Volosky. También a editores, diseñadores y asesores literarios y escuché a los obreros de la corrección de pruebas, de la separación de colores, de las prensas, de la encuadernación, a los vendedores de los libros y a los encargados de la distribución y la publicidad.
Normalmente recibía de ellos consejos prácticos que se traducían en dar un buen uso a trozos sobrantes de papel que se detectaban antes de “entrar en prensa” los que convertíamos en señalizadores, marcadores de libros u otros impresos con la imagen de la ya querida Cuncuna.

No fue menor que se tratara de un “producto” dirigido a los niños y que era conocido por los hijos de los trabajadores de la empresa – más de 800, en tres turnos diferentes - y que ya sufrían llevando a sus casas ejemplares en las que los tradicionales personajes eran alterados por nuestro Departamento de Evaluación e Investigaciones. “Estos son los que vistieron a Mizomba” escuché un día en el taller a un obrero que indicaba a los “sociólogos”. Se refería al personaje de una historieta, un Tarzán con nombre local que había pasado desde las lianas y la semi desnudez a convertirse por obra y gracia de un guión “ideologizado” en un agitador de las masas africanas, convenientemente vestido y trasladándose por sus calzados pies olvidando su vida entre árboles y simios.
El caso más dramático lo constituyó una nueva revista: Cabrochico, que publicaba cuentos clásicos, levemente alterados. Allí veíamos a Caperucita cantando el “Venceremos” del recientemente fallecido Sergio Ortega o al Gato con Botas perdonando a sus ofensores y abrazando la causa de los pobres del campo.

De esta sorprendente tergiversación me surgió una segunda lección: en una sociedad como la chilena, el sólo echo de difundir la cultura es -usando términos de la época- “revolucionario”. No es necesario tergiversar contenidos. Si hay algún texto que no comparte la línea de la colección, sencillamente no se publica, pero jamás alterar un texto que además era vastamente conocido por las generaciones precedentes.
La democratización de la lectura ya era un gran avance: publicaban tiradas iniciales de 20 o 30 mil ejemplares, de cuatro títulos diferentes juntos (por razones de aprovechamiento del papel y las prensas planas) y se vendían muy bien. Esto es, el producto editorial bien seleccionado, editado y distribuido tenía un interesante mercado. Treinta mil ejemplares de libros chilenos para niños, no tenía precedentes en el pasado ni menos hasta la fecha.
Lo interesante fue que gente que nunca antes había tenido la oportunidad de leer, ahora la tenía... y la aprovechaban. Hay un caso de una persona que llamó a Quimantú para pedir que por favor distribuyéramos también anaqueles porque no tenía donde poner los libros que estaba adquiriendo, nunca había poseído libros, ni menos un estante para coleccionarlos.
Es decir, debemos respetar al destinatario del producto cultural, tanto en entregarle un bien tal como fue creado como en proporcionarle productos complementarios que le ayuden a disfrutar mejor de la cultura.

Pero, la tercera y principal lección de esta experiencia que me atrevo a calificar de exitosa, con veinte títulos en menos de dos años más una serie de libros para colorear, Cuncuna Pintamonos, fue el trabajo científico que la acompañó. En efecto, paralelamente con el trabajo editorial yo estaba, egresado de Sociología, en condiciones de hacer la Memoria de Título. Resolví, con la complicidad de mi profesor guía, don Hernán Godoy Urzúa, hacerla sobre: “Los valores en los cuentos infantiles chilenos”. De modo que científicamente y con supervisión académica, destinaba parte de mi tiempo de leer cuentos infantiles, buscar textos que me permitieran construir un marco teórico para estudiarlos y por cierto, analizarlos según los estructuralistas rusos, que fue finalmente la metodología escogida.
En definitiva, la dedicación al tema cultural, tanto desde el punto de vista de la creación del producto (diseño de la colección, con formato, papel, fuentes tipográficas, logotipo; selección de ilustradores; supervisión de la producción incluyendo diagramación, despacho, impresión, encuadernación, y seguimiento cercano de la publicidad y distribución) como de sus contenidos.
En esta experiencia identifico los primeros esbozos de la aplicación de la sociología a la gestión cultural, que dice relación con análisis de contenidos, muy fuertes en esa época, y posteriormente con los estudios de audiencias y el trabajo de los Observatorios del público.

****
A poco andar, Quimantú celebró con regocijo la impresión de su producto número un millón, cifra que por cierto se alcanzó durante la tirada de uno de los títulos de Cuncuna. Por ahí guardo con cariño el diploma que me entregó Joaquín Gutiérrez dejando constancia de esta Cuncuna millonaria.
Luego de ese imponente registro y un homenaje que rendimos hace casi un año a los 30 años de Cuncuna, la jornada de hoy –en que la Cuncuna regresa a la UC- es lo más gratificante que me han regalado los adultos gracias a Cuncuna. Porque los niños, mis hijos y los hijos de millones de chilenos me obsequian permanentemente diplomas a través de rayar los libros, pintarlos, preguntarme por el Negrito Zambo o tocarse la cabeza recordando Los monos hacen lo que ven.
Sin embargo hoy, esta Facultad ha querido conmemorar el inicio de este viaje formidable a la fantasía el que ha contado con la entusiasta acogida de todos ustedes. Sin duda, más que al trabajo de autores, ilustradores, obreros y editor eso se debe a que cada uno de los presentes mantiene vivo a ese niño dispuesto una y otra vez a contar y creerse el cuento.

Conferencia dictada el 24 de septiembre de 2003 en la Facultad de Letras de la Universidad Católica. Publicada  en homenaje a la "reimpresión virtual" del NEGRITO ZAMBO en www.memoriachilena.cl 

14 noviembre 2007

GESTIÓN DE CENTROS CULTURALES: OPORTUNIDADES Y RIESGOS

El tema es pertinente en el Chile de hoy. La opinión pública y sus voceros lo han abordado recientemente con algunas piezas de antología como: OVNIS EN VALPARAÍSO, de Pablo Allard, referido al proyecto-regalo de Niemeyer para el Centro Cultural de la ex Cárcel de ese puerto. Y otras de menor creatividad como el calificativo de “elefante blanco” que se han ganado (con más o menos méritos y en orden de aparición) el Teatro Pencopolitano de Concepción; el Centro Cultural de la sede del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes en Valparaíso, y el Centro Cultural Palacio de La Moneda.


En lista de espera y con mote anunciado está el Centro Cultural Gabriela Mistral a lo que la autoridad ha contribuido, convocando a un concurso de arquitectura y declarándolo luego desierto, por estar en elaboración un Plan de Gestión para el mismo.

Mirándolo en positivo, esta exposición pública connotada críticamente denota aunque por ausencia o, como en el cacho, pidiendo “por abajo”, la existencia de otros grandes centros culturales que realizan su trabajo silenciosamente (desde el punto de vista de la crítica) y con resultados que pueden ser calificados de eficientes. Me refiero a Matucana 100; Balmaceda 1215; Biblioteca de Santiago; Teatro del Lago de Frutillar; Teatro Regional de Talca; Bodegón Cultural de Los Vilos; Aldea Intercultural Trawü Peyum de Curarrehue; Centro Cultural Estación Mapocho y algunos otros, de regiones, que se me escapan.

Qué tienen en común estos últimos que podría servir para que otros no comentan los mismos errores:

1. Lo primero es haber dispuesto ANTES de trazar siquiera una línea de su arquitectura, de un Plan de Gestión de lo que allí ocurrirá: Cuál es su misión; qué ocurrirá; cómo se financiará; cómo se mantendrá en el tiempo; cuales son sus públicos o audiencias a los que servirá y cuales son los intereses de dichas audiencias;
2. Lo segundo es resolver cómo se coordina con otros espacios existentes o proyectados; cómo se inserta en la Política Cultural del Estado de Chile. Cuál será la RED de apoyos en que se sustentará.
3. Lo tercero es prever su institucionalidad. De quienes dependerá, cómo se asegura la presencia en esa institucionalidad de sus audiencias, de sus financistas, de los creadores, de las agrupaciones culturales vecinas. En rigor, cómo se asegura institucionalmente una entidad permanente que pueda trabajar en el tiempo y proyectarse más allá de las autoridades que lo generaron o construyeron.

¿Cuáles son las Oportunidades?
- Una creciente conciencia nacional respecto de la importancia de la infraestructura cultural.
- Un Consejo Nacional de la Cultura y las Artes que puede apoyar proyectos de esta naturaleza a través de sus órganos directivos participativos y de sus funcionarios.
- Una Política Cultural y Programas de la misma orientados a la creación de centros culturales.
- La existencia de grandes audiencias o públicos huérfanos de espacios culturales para convertirse en audiencias permanentes de un espacio nuevo.
- La fuerza de autoridades locales conscientes que son la base desde la cuál se generarán este tipo de proyectos.
- La necesidad de tratar éste como un proyecto de desarrollo urbano, que abarca más que un centro cultural, sino constituye un impacto urbano en un sector abandonado y que lo convertirá en un polo de atracción y desarrollo.
- La oportunidad del Bicentenario.

¿Cuáles son los Riesgos?
- Los “starchitect” o arquitectos estrella no siempre son una idea brillante. Se les debe invitar cuando tengamos todo claro. “No hay arquitectos geniales, sin clientes geniales” (Frank Gerhy, autor del Guggenheim de Bilbao)
- La megalomanía. El proyecto no puede ser la pirámide de un faraón, por meritorio que éste sea en otras áreas.
- El multipropósito. El proyecto no puede satisfacer TODAS las necesidades. Hay que priorizar en base a los intereses del público y de las redes existentes.

12 noviembre 2007

CARTA ABIERTA AL MINISTRO DE CULTURA DE ESPAÑA

A PROPÓSITO DE SU ENTREVISTA CON ARTES Y LETRAS, EL MERCURIO 11-11-2007

Estimado Señor César Antonio Molina,

Lamento profundamente no encontrarme entre los afortunados que lo conocen y ante los cuales usted no necesita presentación, según afirma en reciente entrevista en Artes y Letras de El Mercurio.

Lamento aún más enviarle esta carta en momentos en que la abrumadora mayoría de los chilenos, y yo entre ellos, solidarizamos al igual que nuestro gobierno, con la ira del Rey Juan Carlos y los buenos oficios del Presidente Rodríguez Zapatero en la Cumbre Iberoamericana.

Pero no puedo dejar pasar algunas afirmaciones que me preocupan.

La primera de ellas dice relación con su concepto sobre los Institutos Cervantes, que están muy bien, pero que, a mi juicio, representan sólo la política cultural de España y no de toda Iberoamérica. El hecho de que “la mitad de la mano de obra que allí labora” es de origen latinoamericano o que tengan “bibliotecarios argentinos y un director que es colombiano” no hacen que un instituto tenga una “vocación hispanoamericana”. Yo trabajo muy a gusto con un camarógrafo originario de Cuba, pero no puedo decir que estoy haciendo cine cubano.

Chile tiene una política cultural aprobada participativamente hace dos años, que se proyecta al 2010, y le aseguro que quienes la fijamos en una Convención y creemos que así se establecen las políticas culturales, no hemos sido consultados ni considerados para fijar la política del tal instituto que, además, no opera en Latinoamérica porque lo más importante, le cito, “es extenderse por todo el mundo de habla no española”. Bendito intercambio cultural.

Bueno, pero en su concepto, no es necesario el intercambio con nuestros países, total “Nosotros en el Ministerio de Cultura, vamos a hacer un Congreso Iberoamericano de Cultura. El próximo será en México y estará dedicado al cine…” muy bien, ¿ya están tambien decididas las conclusiones de dicho encuentro? Tal vez, porque usted adelanta una observación sagaz: “Es curioso que estemos invadidos por el cine norteamericano.” Claro, ellos se interesan por nosotros, ¿será porque no hablamos inglés?

Luego, usted regala primogenituras: “México es el hermano mayor de todo el mundo de habla española…” ¿Será por sus premios Nobel, por sus cineastas, por sus pintores, por sus músicos? ¿O sólo por la cantidad de su población?

Finalmente, hermanos menores al fin, nos castiga: no tendremos derecho a las itinerancias del Museo del Prado y el Museo Reina Sofía porque no tenemos cuadros que prestar, como L’Hermitage o el Louvre. O sea, coherente con lo anterior, sigamos mandando la cultura española allí donde ya hay museos y no hablan español. Total, nosotros estamos condenados a ser hispanohablantes e incultos.

Termino, señor Ministro, llamando su atención sobre el hecho que este lejano y pequeño país conquistado por el reino de España pero independizado hace cerca de 200 años, se ha dado un modelo de institucionalidad cultural participativo, cuyo máximo órgano es un Directorio Nacional colegiado, que usted debió visitar, o mejor me corrijo, que habría estado muy dispuesto a recibirlo en un pié de igualdad y tal vez informarle de nuestro modelo que algunos lugares de España, como Cataluña, recién comienzan a adoptar.

Tal vez le hubiese servido.

Una lástima.

Atentamente,

24 octubre 2007

COHESIÓN SOCIAL, DIVERSIDAD Y POLÍTICAS CULTURALES

Visita del Board de la Federación de Consejos de las Artes al Centro Cultural Estación Mapocho 

Me ha tocado “en mi vida errante”, como dice el poeta, enfrentar a muchos auditorios y co panelistas, sobre todo desde que acometí la tarea de trasladar algunas décadas de experiencia en el ejercicio de la gestión cultural y la práctica de elaboración de políticas culturales a un libro, que poco a poco es visualizado, casi como un espejismo, en un área del saber que estaba desértica o “semi desértica”, como eufemísticamente se alude en nuestro país a ese desolado que comienza un poco al norte de Santiago. Ocurre que el panorama ante nuestros ojos respecto del tema que nos ocupa, en Chile se parecía más a La Serena que a San Pedro de Atacama, es decir, con mucha vida dos o tres meses al año o cuando un Presidente se ocupaba personalmente de ella, y una languidez tranquila el resto del tiempo.

A pesar de ello, estoy confiado en que los esfuerzos colectivos de finales del siglo pasado y comienzos de éste, por determinar y –la gran novedad- aplicar una Política Cultural de Estado comienzan, como en el riego por goteo, a germinar en nuestra sociedad porque por fin dimos con la clave y los énfasis adecuados: poner la mira no sólo en los escenarios, sino también en las plateas y ocuparse no sólo de la súper, sino también a la infraestructura.


Esos dos aspectos, que ahora aparecen evidentes, habían estado ausentes en la breve historia del desarrollo cultural chileno, que se remonta a sólo 194 años cuando se creó, en 1813, la Biblioteca Nacional, por cierto sin sede y con muy pocos lectores. Y estuvieron ausentes hasta fines del siglo XX, cuando los gobiernos de la Concertación comienzan a aplicar políticas culturales que consideran la formación de audiencias y la construcción infraestructura cultural.

Recojo y valoro, en primer lugar, como antecedentes la Carta Cultural Iberoamericana,[3] sus temas de preocupación reiterados hace pocos meses en Valparaíso y los énfasis que motivaron este encuentro y, espero, muchas otras reflexiones y sobre todo aplicaciones dentro del espíritu de “fomentar y promover políticas culturales públicas que contribuyan a potenciar la cohesión social, tales como: la democratización del acceso a los bienes y servicios culturales y la ampliación del acceso a los medios de expresión; la recuperación del espacio público para la vida cultural de la sociedad, el fomento del diálogo ciudadano que exprese la diversidad cultural y el reconocimiento en cada sociedad de las diversas identidades culturales, entre las diferencias de opciones religiosas, y el facilitar el que cada grupo identitario se reconozca y pueda ejercer su calidad ciudadana, con iguales derechos y obligaciones, y generen pertenencia a un proyecto común”.[4]

El visitante perplejo.Comenzaré intentando explicar la relación que veo entre los diferentes modelos de políticas culturales existentes en el mundo y la cohesión social con una descripción que, al menos en otros auditorios, ha dado buenos resultados y que dice relación con imaginarse personajes de diferentes orígenes nacionales que llegan a un mismo espacio cultural.

Si alguien llegara desde los Estados Unidos a la Sala Joaquín Edwards Bello del Centro Cultural Estación Mapocho, pensaría que Edwards fue un gran filántropo que donó dinero o hizo un endowment en favor del Centro Cultural. Calcularía que a lo menos un millón de dólares le costó que esa sala luzca su nombre.

Si, en cambio, el visitante viniera de Francia, estaría seguro que don Joaquín fue un Presidente de la República que dispuso, bajo su gobierno, que se construyera semejante centro cultural. Se recordaría así su gesto.

Si el extraño viniera desde Rusia, tendría probablemente la razonable duda si don Joaquín fue un miembro de la familia de los zares o un alto dirigente del Partido Comunista.

Ahora, si la visita proviniera del Reino Unido u otro los países de la Comunidad Británica, pensaría que Edwards Bello fue un noble o aristócrata que destacó en alguno de los Consejo de las Artes de los países de la Comunidad.

Nuestros visitantes sin duda se sorprenderían cuando supieran que Joaquín Edwards era pobre, que no tenía dinero para donar y que, de tenerlo, lo habría perdido apostando en algún hipódromo; que no fue Presidente de la República, Senador ni Diputado, sino “el inútil de la familia” que sólo aspiró al cargo honorífico de Cónsul de Chile en Valparaíso y que fustigó desde sus columnas periodísticas a políticos de todos los calibres; que no perteneció a ninguna familia real, sino más bien, según propio testimonio, descendía de un corsario, y que ni siquiera militó en una modesta base del Partido Comunista local; por cierto, que tampoco formó parte de consejo de las artes alguno pues, mientras vivió, no existían en Chile.

La sala fue denominada Joaquín Edwards Bello simplemente debido a que fue un destacado escritor y cronista, autor de numerosos libros. Cómo él, fueron honrados con proporcionar su nombre a diferentes salas del centro cultural la novelista María Luisa Bombal; el pintor Camilo Mori; el escultor Samuel Román; el escritor Pedro Prado; el pianista Acario Cotapos; el pintor Nemesio Antúnez, y el director teatral Pedro de la Barra. O sea, un gran respeto por los escenarios o quienes lo ocuparon.

- En consecuencia -preguntarían nuestros visitantes- ¿en Chile se honra con dar su nombre a una sala de un gran centro cultural sólo por ser un artista destacado? ¿No se mide su aporte en dinero, en influencia política, en condición aristocrática ni en tradición histórica?

Debería responder positivamente. Con absoluta razón el visitante preguntaría:
- ¿Y entonces, cómo se financia la cultura en este país? ¿Quién paga?

Preferiría omitirle que el Centro Cultural Estación Mapocho se autofinancia, para no incrementar su confusión, pero la verdad es que así es desde su creación en 1991 y que ello refleja una parte del modelo de desarrollo cultural que hemos adoptado en el país. Y aquí comienza históricamente el respeto por las plateas o el público que asiste.

El edificio de la estación se debe a inversión pública porque se gestó gracias a la audacia de autoridades de comienzos del siglo XX que resolvieron rescatar el borde sur del lecho del río Mapocho, encausarlo y construir allí no sólo el terminal ferroviario sino tambien el Museo de Bellas Artes y la natural continuidad entre ambos edificios neoclásicos: el Parque Forestal.

La remodelación y transformación en Centro Cultural se debe a fondos públicos resueltos en 1990, por el gobierno del Presidente Patricio Aylwin, con aprobación del Parlamento, por iniciativa del Alcalde de Santiago, Jaime Ravinet. Es decir, como ha sido la tradición en los países de Europa continental.

Pero, una cosa es la propiedad y la inversiones en el edificio (USD 10 millones en este caso) y otra su administración. La exitosa gestión de difusión cultural, conservación patrimonial y autofinanciamiento ha sido conducida por una corporación cultural privada, sin fines de lucro, que preside un Directorio que reúne a instituciones culturales de la sociedad civil, del que depende un equipo ejecutivo que facilita los aportes de privados, personas y empresas, destinados a subsidiar la cultura y formar audiencias culturales, operar el centro, mantener el edificio e invertir en su mejoramiento. Es decir, como ocurre en países anglosajones donde cuerpos autónomos o consejos se hacen cargo de la gestión cultural. En el caso que nos ocupa, sin recibir aportes públicos, como ocurre en los Estados Unidos.

Para responder a la pregunta respecto de la cohesión social, las dudas que se plantean son entonces:
¿De los diferentes modelos de participación del Estado en el desarrollo cultural que existen en el mundo, en el ejemplo, expresados en sendos ciudadanos de Estados Unidos, Francia, Rusia y el Reino Unido, cuál de ellos favorece mejor la cohesión social?

Modelos y cohesión social.El modelo Facilitador de los Estados Unidos, aplicado en una sociedad diversa, fundada en sucesivas inmigraciones y por tanto abierta a todas las culturas, tiene una tendencia inicial a promover la cohesión social en cuanto permite que cualquier ciudadano a través de sus impuestos pueda apoyar económicamente las manifestaciones artísticas que le agraden o pertenezcan a sus ancestros o culturas originales. Evidentemente esta cohesión depende del nivel de ingresos que cada una de tales diversidades pueda tener. Sin duda, una colectividad con muchos años de presencia en ese territorio y con valoración positiva de la filantropía, como las de origen protestante, la irlandesa o la judía tiene mejores condiciones para integrarse a la sociedad que una comunidad, como algunas de las recientes migraciones hispanas o asiáticas, que están en sus primeros años de llegada y deben esperar algunas generaciones para sentirse plenamente integradas. Es decir, la cohesión social está vinculada al tiempo y a las oportunidades económicas y laborales que la sociedad ofrezca en un momento determinado. Podría decirse que las nuevas colectividades deben pasar por pruebas como realizar el trabajo que otros rechazan, el servicio militar (notable es la cantidad de hispanos entre los soldados enviados a Irak), la educación en un sistema eficiente y generalizado, para llegar a integrarse a posiciones indicativas de integración y estabilidad como Alcaldes, Representantes, actores de cine y otros que simbolizan a esta sociedad. Pero, sin duda, es una perspectiva posible y como ejemplo, el llamado “sueño americano” es cada noche fantaseado por millones de asiáticos, africanos y latinoamericanos.

El modelo del estado Arquitecto, que hemos ejemplificado con un ciudadano francés que, aunque con ajustes, todavía persiste en varios países de la Europa continental, subordina la cohesión social a la cohesión política. Es decir, la integración de los ciudadanos que estimula esta política cultural pasa por la decisión del “Príncipe”, sea éste el antiguo señor feudal, el Rey, el Papa o el Presidente. Es un individuo con poder político que define a qué artistas favorecerá, como lo fue Miguel Ángel; qué espacio cultural se construirá, como la Pirámide del Louvre de Mitterrand o el Centre Pompidou del mandatario del mismo nombre. Más recientemente, a mediados del siglo XX, esta autoridad se ha traspasado a ministerios de Cultura que asignan grandes presupuestos y mantienen sólidas burocracias que conservan el espíritu original de predominancia de la gran política sobre la cultura: “La cultura no se limita a un mercado para clientes privilegiados. Para los socialistas todo lo que concierne al ser humano es cultural, y desde este punto de vista, todo el Programa Socialista es fundamentalmente un proyecto cultural”.[5]

Es verdad que luego de experiencias traumáticas, que llevaron por ejemplo a la llamada “Revolución del Tomate” de los años 1970s, en la que la audiencia protestó por el contenido del Teatro Nacional Holandés, “insatisfacción expresada en baja asistencia, publicaciones críticas, reuniones y últimamente tomates, bombas de humo y protestas, dieron al gobierno una clara indicación que había un serio desacuerdo entre la percepción del público de lo que era una necesidad y cómo se estaban gastando sus impuestos… ”,[6] algunos de estos países han comenzado a descentralizar sus políticas culturales entregando mayores atribuciones a organismos regionales y locales pero sin despojarse de muchos recursos del nivel central. Finalmente –reconozcámoslo- es muy satisfactorio que un Museo o un Centro Cultural muy bien acondicionado y sobre todo muy buen financiado por todos los ciudadanos, lleve el nombre de un modesto servidor público que algún día se fajó la banda presidencial. Pero, de ahí a que esto ayude a la cohesión social…

De este modelo se han producido interesantes desgajamientos. Como señala el profesor del MIT Mark Schuster, “no todos los financiamientos importantes tienen lugar a nivel nacional. El gobierno federal en Alemania está impedido por su constitución de participar en arte y cultura; esos campos están reservados a los länder (estados) y a las ciudades y pueblos. En muchos países los apoyos provinciales, regionales y locales son esenciales”.[7] En consonancia con ello, Alemania expande su cultura por el mundo a través de un organismo privado como el Goethe Institut, que opera autónomamente del gobierno y de las embajadas correspondientes. El resultado de estos ajustes alemanes al modelo europeo es visible en políticas de cohesión social más exitosas que en otros países comunitarios, como ocurre con el Carnaval de Berlín que integra expresiones artísticas de cada una de las más de cien colectividades extranjeras que viven en la capital alemana y que partió como una iniciativa pública de la ciudad que fue posteriormente asumida por las comunidades de inmigrantes.

No puedo dejar de recordar en este punto la violenta imagen reciente del joven catalán dando patadas en el Metro de Barcelona a una inmigrante ecuatoriana, en una ciudad tan rica culturalmente pero que no ha podido evitar este tipo manifestaciones xenófobas. Parte de su búsqueda en este sentido parece ser el importante anuncio del 14 de septiembre 2007, en La Vanguardia de Barcelona, que afirma que Cataluña cambiará su modelo cultural semejante al de otras naciones europeas, por otro similar al del Reino Unido: “La creación del Consell de la Cultura i de les Arts (CCAC) encara ya su recta final y se espera que en diciembre el proyecto definitivo pueda ser aprobado por el pleno del Parlament. Catalunya se convertirá así en pionera en la implantación en España, un país con fuerte tradición
estatalista, de un modelo que da voz y voto a la sociedad civil en la gestión de la cultura. Queda por ver el alcance de esa voz (independencia del Govern y de los gremios) y la potencia (presupuestaria) de su voto”.[8]

Sirva esta noticia para analizar cómo el modelo de Estado Patrocinador o de arms lenght (distancia de brazos) del estado respecto de las organizaciones culturales se relaciona con la cohesión social. Este modelo está basado en la participación de la sociedad civil aún en las instancias máximas de formulación de las políticas culturales y tambien en las formas de asignación de los recursos públicos destinados a tal efecto. Baste recordar el socorrido ejemplo de la BBC de Londres, que tantos dolores de cabeza ha traído a más de algún mandatario británico, y hasta la realeza, pero que conserva su autonomía gracias a que parte de su financiación proviene de los propios auditores y a que cualquier actitud rebelde al poder político no es ni puede ser sancionada por éste en términos monetarios. Es un Consejo distante del poder político el que garantiza que los recursos públicos lleguen tanto a la BBC como a los creadores y espacios culturales o patrimoniales. Como estos consejos se reproducen a niveles regionales y locales, la libertad de la creación y la gestión cultural permiten acoger la más amplia diversidad y no sólo ello, sino que al estar distante de los “tiempos políticos” como elecciones o cambios de gabinetes o alcaldes, puede apoyarse proyectos a largo plazo y sostenerlos en el tiempo cultural, que es un tiempo prolongado por tratar con la formación de audiencias y por tanto, de hábitos.

Pero no olvidemos a nuestro visitante ruso. Sea éste de los tiempos de Nicolás Segundo, José Stalin o Vladimir Putin, su nivel de integración a la sociedad va a depender de la voluntad del todopoderoso personaje que gobierne. Salvo bajo el gobierno de Lenin, durante la primera etapa de la Revolución Rusa clausurada en 1929, en que los creadores gozaron de libertad de expresión para desarrollar el vanguardismo[9], la rusa es una sociedad que no ha conocido el arte libre ni la democracia como forma de gobierno, que está estructurada de modo que la cabeza del Estado es cabeza de la religión, del partido o de cualquiera sea el detentor de poder. Sólo basa su cohesión en el nivel de cercanía que el habitante tenga con ese poder. Los museos fueron de la familia del Zar, del Estado, del Partido o “del pueblo”. El régimen comunista no hizo más que confirmar dicho aserto, manteniendo los grandes museos zaristas en poder del Estado, agregándole un hermoso museo al pueblo en cada una de las estaciones del metro. El arte integra, pero no a una sociedad cohesionada por la participación sino a una sociedad autoritaria y poco diversa. Recuerdo al respecto un interesante documental inglés de 1993 Disgraces monuments sobre las esculturas de la época soviética en el que artistas rusos se quejaban de que el gobierno ya no les encargaba trabajos. Les daba igual que fueran efigies de Pedro el Grande, Stalin, Putin o Gorbachov, sólo querían encargos.[10]¿Qué vamos a hacer ahora? Decían.

El 5 de noviembre 2007, The Washington Post recogió la noticia sobre los intentos de Vladimir Putin de controlar, luego de hacerlo con la prensa y televisión, de los medios electrónicos,[11] tal como hemos visto de parte del gobierno de China, con la complicidad de la multinacional Yahoo, y más recientemente, de parte de la autoridad militar de Myanmar (ex Birmania).

En definitiva, la gestión cultural y por tanto su labor en pro de la cohesión social, es un ejercicio de la libertad y la diversidad. Sin libertad no hay posibilidad de gestión cultural. En un sistema en que todo en arte y cultura es financiado y organizado por un Estado Ingeniero, como el que reseñamos, se requiere sólo producción, ejecución presupuestaria, ya que el financiamiento está asegurado y resuelto por el Estado, sea cuál sea la forma que asuma. En un sistema en el que la creación no es libre, es decir, se crea sólo a pedido se creará sólo aquellas obras de arte vendidas a priori. Por tanto, mal pueden la cultura y el arte servir como elementos de cohesión social, sólo de cohesión política con el régimen gobernante.

De la teoría a la práctica.
Hemos revisado conceptualmente cómo la cohesión social podría darse en los cuatro tipos de la tipología del profesor Harry Chartrand[12]. Por cierto estos tipos no se dan puros y la realidad muestra combinaciones y complementos de los mismos que se reflejan en la estructura que tiene el apoyo a las artes en los diferentes países, como señala el mencionado profesor Schuster, “en los Estados Unidos, bibliotecas y archivo son financiados por otras agencias gubernamentales o por otros niveles del gobierno y no están normalmente relacionados con instituciones de apoyo a las artes. Varios otros países estén fuertemente involucrados en subsidiar la educación profesional artística, pero en pocos casos esas transferencias se dan a través de ministerios de cultura o sus equivalentes. El apoyo a los programas culturales internacionales es típicamente una responsabilidad de los ministerios de relaciones exteriores u otra agencia no artística. La pregunta clave es definir cuál de las agencia gubernamentales de financiamiento es la principal en el apoyo al arte y cual la secundaria”.[13]

De esta respuesta surgirán también indicadores de mayor preocupación por la integración social pues según su carácter –participativo o unipersonal- y en la medida en que existan diferentes agencias gubernamentales ésta será obviamente más débil.
Desde el punto de vista teórico, la declaración más explícita de preocupación por la cohesión social parece venir del gobierno sueco cuya “Nueva Política Cultural” implementada en los 1970s considera a la cultura como una de “los cuatro pilares de la política del bienestar social sueco: educación, acción social, vivienda y cultura”.[14]

En nuestro país, volviendo al ejemplo, el Centro Cultural Estación Mapocho, que es regido por un modelo integrador de tres de los tipos señalados, Arquitecto en su concepción; Patrocinador en su institucionalidad y gestión, y Facilitador en cuanto al uso de incentivos tributarios; ha funcionado durante 17 años, y ha servido, entre otros, de inspiración para el modelo chileno de desarrollo cultural que, teóricamente, tiene tres sustentos básicos y un componente transversal.

Sus tres sustentos son:
1. La Inversión pública en infraestructura cultural. Iniciada en 2000 por la Comisión Presidencial de Infraestructura Cultural, sucedida por la línea respectiva de Fondart y actualmente por el amplio Programa de Centros Culturales en ciudades de más de 50 mil habitantes.
Este programa, que exige a sus participantes, los municipios, elaborar planes de gestión de los futuros centros antes de asignar los recursos, promueve de esa manera la cohesión social ya que exige que las organizaciones culturales de nivel local se vinculen no sólo a la creación del nuevo espacio, sino que permanezcan asociadas durante toda su operación, mediante planes de gestión a largo plazo.

2. La Asignación de fondos públicos para las artes a través de consejos integrados mayoritariamente por personas representativas de la sociedad civil. El Consejo Nacional de la Cultura y las Artes con sus consejos regionales, sectoriales y consultivos; el Fondo Nacional de la Cultura y las Artes, de su dependencia. El estado determina la cantidad de los fondos y el consejo determina a quienes se entregan a través de la selección por pares.
La asignación de recursos públicos a la artes a través de concursos cuyos jurados pasan por la designación de consejos consultivos, consejos regionales y finalmente el Directorio Nacional del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes promueve la cohesión social en la medida en que la participación de la sociedad civil es determinante en la formación de tales consejos y a través de ellos, en la asignación de recursos públicos. Las cifras de satisfacción de proyectos presentados son elevadas, los recursos asignados son crecientes cada año y lo serán aún más conforme a los anuncios oficiales, así como las áreas en que se entrega los fondos. Existen fondos nacionales, regionales, un fondo especial Bicentenario para apoyar la asociatividad, las audiencias y los elencos estables; fondos para indígenas, para equipamiento, para becas y pasantías… En fin, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes tiene un trabajo permanente de evaluación y seguimiento del uso que se da a los recursos públicos, favoreciendo la cohesión social en sectores, como los creadores y artistas, que suelen no disponer en algunas otras sociedades de recursos que no consideren en su asignación sus opciones políticas, raciales o sexuales.

3. Creación y formación de audiencias culturales.
A través de la creación, formación, diversificación de audiencias culturales se favorece la cohesión social en la medida en que, por una parte, se difunde la cultura allí donde habitualmente no llega (sectores aislados, pobreza dura, niños y jóvenes, adultos mayores); se profundiza el interés cultural de las audiencias creadas por la vía de la reiteración de actividades de su interés, y se diversifica los intereses de las audiencias ya formadas por la vía de ofrecer, en los mismos centros culturales que las crearon, acceso a manifestaciones diferentes a las de su motivación original. Se genera así públicos fieles y por tanto cohesionados con el espacio que les brinda el arte de su gusto y con sus pares en el interés desarrollado.

El componente transversal del modelo es la gestión cultural que actúa como facilitadora de estas tres bases o fundamentos. El Consejo Nacional de la Cultura y las Artes contempla, por ley, la representación de la gestión cultural a través de la presencia de gestores culturales en su Directorio, financia una línea de becas de formación de gestores culturales y organiza cursos de formación de gestores culturales a distancia para profesionales de nivel local.
La presencia, cada vez mayor, en todo el país de gestores culturales –una profesión que hacia fines del siglo pasado no existía en Chile- facilita la cohesión social en la medida que es esencial a su trabajo la política de alianzas y formación de redes y por tanto, el trabajo con la comunidad y la ciudadanía en su conjunto. En la medida en que se afirma que la cultura es tarea de todos y lo es también su financiamiento, es imprescindible el fortalecimiento de organizaciones sociales que la sustenten. Con el modelo que hemos escogido, no es pensable un centro cultural en una localidad que no haya participado en el origen del proyecto, así como tampoco es posible imaginar la instalación de algún espacio cultural –por ejemplo un museo- sin que la comunidad circundante lo apruebe.

CONCLUSIONESDesde el punto de vista conceptual, parecen ser los modelos que aceptan mayor diversidad y participación de la sociedad civil los que contribuyen principalmente a fomentar la cohesión social. Por diversidad, son los países que hoy la aceptan de buen grado como Australia o Alemania; por participación, son los países que han constituido Art Councils o Consejos de las Artes como entes que rigen el desarrollo cultural. Por el contrario, los países que han optado por Ministerios y financiamientos centralizados, más allá de las declaraciones, los que menos fomentan la cohesión social a través de la cultura, debido a que suelen ser las opiniones de los gobernantes las que priman por sobre la de los artistas y los intereses de las audiencias.

La cohesión está directamente vinculada con la diversidad. Casi podríamos afirmar que a mayor diversidad en una sociedad, mayor será su nivel de cohesión social.

Desde ese punto de vista, el modelo chileno de Consejo de la Cultura y las Artes, en vías de consolidación, parece apuntar en la dirección adecuada aunque este camino no está exento de dificultades, puede crecer más aún en la promoción de organizaciones culturales locales y no se ha instalado del todo en la mentalidad de las autoridades municipales que debieran ser sus principales agentes promotores de la cohesión social en sus comunidades.

En todo caso, la manera participativa de generación de sus políticas culturales a través de Convenciones y comités consultivos, regionales y sectoriales es sin duda un ejemplo de cómo se ha logrado encausar las demandas del mundo de la cultura y las artes, hasta hace menos de una década desordenadas e irreales, dentro de una institucionalidad capaz de acogerlas, satisfacerlas en gran medida y organizarlas casi en su totalidad.

Esta realidad innegable permite afirmar que la cultura y la forma que ha asumido su organización en Chile bien puede ser modelo para otras áreas del quehacer nacional.

Lo que no es poco.



Este texto fue presentado en el seminario Derechos Culturales y Cohesión Social que tuvo como marco la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, de Santiago de Chile, en noviembre de 2007 cuyo tema fue la cohesión social y las políticas sociales para alcanzar sociedades más inclusivas en Iberoamérica. El encuentro tuvo por objeto constituir un espacio de diálogo y reflexión, por una parte, sobre los derechos de los ciudadanos y los deberes del Estado en el ámbito de la cultura y, por otra parte, respecto del diseño y aplicación de políticas públicas en cultura que promuevan y aporten a la cohesión social. El panel denominado “Políticas Culturales y Cohesión Social”, contó además con ponencias de Iroel Sánchez, Viceministro de Cultura de Cuba, y Carlos Peña, Rector de la Universidad Diego Portales, de Chile.

[3] La Carta Cultural Iberoamericana, adoptada en la IX Conferencia Iberoamericana de Cultura de Montevideo, Uruguay, en julio del año 2006, fijó su contenido en torno a los siguientes ámbitos de aplicación: i) cultura y derechos humanos; ii) culturas tradicionales, indígenas, de afro descendientes y de poblaciones migrantes; iii) creación artística y literaria; iv) industrias culturales y creativas; v) derechos de autor; vi) patrimonio cultural;
vii) cultura y educación; viii) cultura y ambiente; ix) cultura, ciencia y tecnología; x) c cultura y comunicación; xi) cultura y economía solidaria.

[4] Declaración de Valparaíso emanada de los Ministros y Altas Autoridades de Cultura de Iberoamérica, en el marco de la X Conferencia Iberoamericana de Cultura, celebrada el 26 y 27 de julio de 2007.

[5] Nancy Marmer. The new culture: France’82. Art in America, September 1982. Citado por Mark Schuster/18
[6] A.S.Keller, Contemporary European Arts Support System. National Endowment for the Arts National Partnership Meeting, Marvin Centre, George Washington University, June 1980.
[7] J. Mark D. Schuster, Who´s to Pay for the Arts. ACA Arts Research Seminars Series. 1989
[8] Josep Massot. Catalunya cambia el modelo cultural, en La Vanguardia de Barcelona. 14 de septiembre 2007.
[9] Pedro Donoso, Principio y fin de la Revolución Cultural Rusa. Artes y Letras El Mercurio, 4 de noviembre 2007.
[10] Disgraces monuments. Dirigido por Laura Mulvey y Mark Lewis. UK 1993, video, color, 50 min.
[11] ANTON TROIANOVSKI y PETER FINN. The Washington Post reproducido en El Mercurio, 5 de noviembre 2007 “Después de ignorar internet durante años para centrarse en el control de los medios de comunicación tradicionales como la televisión y la prensa escrita, el Kremlin y sus aliados están girando su atención hacia el ciberespacio, el cual sigue siendo un refugio para las críticas y la discusión de la opinión pública. Aliados del Presidente Vladimir Putin están creando sitios web pro gobierno y comprando otros conocidos por su periodismo independiente. Están alimentando además una red de blogs amigables para diseminar propaganda en cuanto llegue la orden. Y hay conversaciones para crear una nueva red computacional rusa, que estaría separada de la internet general y sería mucho más fácil de controlar.Son muchos los que creen que a Putin no le importaba un internet libre mientras la red tuviera una débil penetración en Rusia. Pero con el 25% de los adultos rusos ahora en línea, un gran aumento en comparación con el 8% en 2002, el ciberespacio ha llegado a ser un problema de creciente preocupación para el gobierno”.
[12] Harry Hillman-Chartrand y Claire McCaughey. The arm’s length principle and the arts: an international perspective-past, present and future. Who's to pay for the arts? : The international search for models of arts support / edited by Milton C. Cummings, Jr. and J. Mark Davidson Schuster. New York, N.Y.: ACA Books, c1989
[13] Schuster /19
[14] Swedish National Council for Cultural Affaires. Cultural Policy in Sweden- An introduction. Stockolm, 1979. Citado por Schuster /18

09 octubre 2007

PARA ENTENDER EL PRESUPUESTO DE CULTURA 2008

                                 

Escribo antes de que el presupuesto sea analizado en la respectiva Comisión del Parlamento, por tanto, las cifras públicas que tengo a la vista reflejan patentemente la voluntad del gobierno de la Presidenta Bachelet respecto del desarrollo cultural y los recursos que quisiera que el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes dispusiera para ello durante el año 2008.

En primer lugar, destaca que globalmente este presupuesto para cultura es un tercio superior al del 2007 –que alcanzó a $31 mil 752 millones-, primer año que Bachelet determinó un Presupuesto Nacional. Además de ello, los $42 mil 349 millones resultantes de lo propuesto para 2008, son bastante más que los $22 mil 728 millones del último presupuesto del gobierno Lagos (2006). Donde aparecen las diferencias es en la distribución de los recursos: mientras Lagos tendía a equiparar las cifras destinadas a los fondos concursables de diverso tipo con los fondos de asignación directa del servicio público, Bachelet establece una tendencia mediante la cuál los fondos concursables, al crecer menos del 33% general (19,2%), terminan por constituir menos del 50% del total de los recursos.

Ello ocurre porque en los presupuestos 2007 y 2008, consideran fuertes sumas para programas específicos de acceso y participación como por ejemplo “Okupa, tiempo y espacio creativo en mi liceo” (93% de aumento en 2008 respecto de 2007) y “Creando Chile en mi barrio” (164% de aumento del 2007 al 2008).

Otro programa que crece, aunque tiene características diferentes, es el Plan de Infraestructura en ciudades de más de 50 mil habitantes, que prácticamente se duplica: de $ 2.070 millones en 2007 a $ 4.168 millones en 2008.

Si analizamos este Presupuesto 2008 desde el punto de vista de los grandes pilares del modelo de desarrollo cultural chileno, surge con gran fuerza, tal como lo estableció Lagos en su momento, la infraestructura cultural que, considerando lo asignado al Consejo Nacional de la Cultura y las Artes más una partida semejante en la DIBAM ($ 4.781 millones) para construir Bibliotecas Públicas alcanza a casi 9 mil millones de pesos, es decir alrededor de un 13% de los presupuestos sumados de la DIBAM y el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, provenientes del gobierno central, están destinados a habilitar espacios para la cultura. Si agregamos los recursos que en esta línea agregarán gobiernos regionales y municipios (requisito en el programa del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes) podemos afirmar que finalmente comienza a “pagarse la deuda que Chile tiene con la cultura” en términos de infraestructura, que preclaramente estableció la Comisión Asesora Presidencial en la materia del Presidente Frei Ruiz Tagle, en 1997.

Otro de los pilares del modelo son los Fondos Concursables, los que acusan un crecimiento permanente aunque, tal vez por lo mismo, no tan pronunciado como otros aspectos más deficitarios (Infraestructura, Audiencias y Gestión). Como es lógico, éstos fondos crecen en proporción inversa a su antigüedad: 30% la Música; 25% el Audiovisual; 15% el Libro y 15% el Fondart. Se presume que mientras más establecido está un fondo, más cerca está de satisfacer un porcentaje relevante de las demandas de excelencia de su sector.

La formación de audiencias tiene lo suyo, tanto en el mencionado Programa de Barrios como en algunas de las líneas de Fondart, particularmente aquella llamada Bicentenario. Se presume que, en el detalle, continuarán la transferencia al Programa de Orquestas Juveniles, Balmaceda 1215, las Bibliotecas Públicas y Museo Interactivo Mirador, estos dos últimos a través del Ministerio de Educación. Con signo de interrogación podríamos agregar a este ítem de formación de audiencias los recursos destinados a través de la DIBAM ($2.373 millones) al Maletín Literario, oportunidad que sería una lástima dejar pasar en términos de formación de neolectores dado que es casi el 50% que la misma DIBAM destinaría a construir bibliotecas…

La gestión cultural, el pilar menos lucido pero indispensable a la hora de articular el modelo, tiene una novedad en el Programa de Apoyo al Desarrollo del Planes de Gestión de Centros Culturales que debiera estar estrechamente vinculado al Programa de Infraestructura. Adicionalmente, debiera mantenerse el programa de Diplomado Virtual dictado con la OEI y la Universidad de Chile que apunta a formar gestores en las regiones más apartadas.

Por otro lado, en el aspecto que llamamos uno de los dos “ejes” de la acción de la Ministra Paulina Urrutia (ver este blog Textos Originales, agosto 2007) como es la creación del Instituto del Patrimonio, tambien se destinan recursos para avanzar durante 2008.

En definitiva, un presupuesto coherente tanto con el pasado del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes como con lo avanzado en el tema en los gobiernos pre Consejo (Aylwin, Frei y la primera mitad de Lagos) y sobre todo, dentro de las líneas gruesas marcadas por la “Política Nacional de Cultura 2005-2010” fijadas por el Directorio Nacional que el 31 de diciembre culmina su mandato. Este presupuesto además convive armoniosamente con las prioridades determinadas por el Programa de Gobierno de Michelle Bachelet. Lo que no es poco.

02 octubre 2007

MALETÍN LITERARIO: HORA DE PARTICIPAR

Conoce el país el listado de una cincuentena de libros que, bajo diferentes modalidades, formaran parte del Maletín Literario. Luego de tantas y necesarias deliberaciones de expertos ha llegado la hora de la participación ciudadana.

Recuerdo que mi abuelo, que me introdujo en los hábitos de lectura, jamás me regaló un libro sin que se lo pidiera. Ahora, desde el momento en que lo solicitaba, sea por propia iniciativa o por sugerencia de él, la donación se concretaba en breves instantes. La selección de un título se convertía así en varita mágica para que éste se personificara en mis manos y ante mis ávidos ojos.

Me pregunto ¿no tienen derecho los neolectores beneficiarios del Maletín a tener tambien una mínima participación en el “regalo” que recibirán?

Porque cuando hacemos un regalo, éste se hace pensando en la persona regalada, sus gustos e intereses. No ocurre aquello con los “regalos corporativos” a todos los “clientes del banco equis” para Navidad. ¿Vamos a obsequiar un presente “corporativo” a todas las familias que cumplen con determinados requisitos estadísticos o vamos a incentivar la lectura y por tanto, hacer partícipes de los receptores de la selección de su obsequio?

Una manera de conocerlos y de que ellos, ciudadanos, se hagan parte del regalo y por tanto lo valoren, es que puedan escoger entre los títulos ya debidamente selectos por conocedores.

¿Cómo logramos esto? Con la milenaria escena de la feria. Los viejos lectores nos preparamos, nos acicalamos, nos sobamos las manos, nos lengüeteamos los bigotes ante una futura feria del libro. Nos disponemos a tomarlos, olfatearlos, sobarlos, devorar sus contratapas y guiñar el ojo a sus portadas…

¿Porqué negarnos a que los neolectores tengan tambien acceso a ese placer?

Es muy simple: en lugar de entregar a cada familia los libros, se le entrega un VALE por una cantidad de dinero equivalente al costo unitario de la maleta. Con este valor, los neolectores se dirigen a una feria y se sumergen en rumas de exponentes de la cincuentena de ejemplares selectos. Participan, así, de su regalo, informan así de sus preferencias, votan así por un determinado título.

Ventajas: muchas. Quedamos notificados de los libros que tienen mayor impacto para una oportunidad siguiente; ellos reciben un libro que de alguna manera escogieron por sobre otros; se estimula el sano hábito de las ferias para tomar contacto con el libro; nace una fiesta vinculada al libro y a la gente por sobre la fría recepción de un paquete a domicilio o en un “acto oficial”…

Dejamos así atrás a “el maletín” y pasamos a “la MALETÓN”: el libro como fiesta, como intercambio, como participación.

30 agosto 2007

LOS DOS EJES DE LA MINISTRA URRUTIA

REFLEXIONES SOBRE EL DISCURSO DE LA MINISTRA DE CULTURA PAULINA URRUTIA FERNÁNDEZ EN LA CUARTA CONVENCIÓN CONSEJO NACIONAL DE LA CULTURA Y LAS ARTES.

“A lo largo de su administración, la presidenta Bachelet ha puesto el énfasis en los derechos de las personas, incitándolas a hacer uso de ellos ante la arbitrariedad y la injusticia, en su calidad de ciudadanos libres. Las políticas públicas de cultura se inscriben con creces en este sello gubernamental, no sólo por que hemos logrado avanzar en instalar a la cultura como un derecho social, sino también por el protagonismo que adquieren los creadores y quienes acceden a participar de lo creado, en el marco de una relación regida por la simetría de los sentidos, las visiones de mundo y los sentimientos. Ciudadanos más integrados al desarrollo cultural son ciudadanos más libres, y ciudadanos más libres constituyen el fundamento de una comunidad más justa de personas que se reconocen como iguales en dignidad y derechos”.

Con ocasión de la Cuarta Convención Nacional del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, la Presidenta del Directorio Nacional, Ministra Paulina Urrutia, dio, como es tradicional, cuenta de la labor realizada en el último año, la que tituló DEMOCRATIZANDO LA CULTURA PARA EL BICENTENARIO.

Junto con agradecer la labor de los órganos colegiados, destacó que “para muchos de ustedes será la última a la que asistan en su calidad de integrantes del Consejo Nacional o de los Consejos Regionales. Saludo a quienes abnegadamente han sembrado cultura a lo largo y ancho del país. En nombre del Gobierno de Chile y de nuestro pueblo, deseo agradecerle a cada uno de ustedes por su particular y personal contribución, que, a pesar de las dificultades experimentadas, sin duda ha rendido frutos en la consolidación de esta nueva institucionalidad cultural”. Se trata de un hecho no menor pues al finalizar 2007, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes vivirá la más grande transformación de sus cuerpos colegiados de su corta existencia. Deben renovarse la gran mayoría de los Directores Nacionales y miembros de los directorios regionales, un proceso que toma tiempo y, sobre todo, requiere de una especial activación de la sociedad civil para que presente sus postulantes.

“El trabajo que todos ustedes han aportado –agregó- distingue también a esta Convención, ya que legarán a los futuros consejeros un proceso serio de evaluación de las políticas diseñadas, y con gran mérito parcialmente implementadas, donde el análisis crítico de cada una de ellas, sus proyecciones y propuestas de modificación se constituirán en un importante acervo para aquellos que pasen a integrar esta institucionalidad y protagonicen la Convención Nacional de la Cultura, a partir del año 2008”.

El primer punto de fondo de la cuenta ministerial es el referido a la infraestructura cultural, que amenaza con convertirse en uno de los dos ejes de la gestión Urrutia. “No es posible hablar de democratización de la cultura sin asegurar la existencia de espacios y una adecuada circulación de los bienes culturales en todos los rincones de este país. A esto apunta el PROGRAMA DE CENTROS CULTURALES, cuya meta es dotar a todas las comunas de más de 50.000 habitantes con a lo menos un centro cultural de calidad. Ello equivale a que dos tercios de nuestra población podrán beneficiarse de estos espacios y de participar de su programación”.

Agregó una novedad para las localidades menores: “pequeñas localidades se verán también beneficiadas a través de dispositivos de infraestructura cultural de naturaleza móvil, en donde los creadores se desplazan hacia las comunidades, o bien; mediante la articulación o generación complementaria de infraestructura local, desarrollada o implementada a través de Convenios de Programación con los Gobiernos Regionales”.

Señaló lo que podría ser una característica de la gestión del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes: el establecimiento de “alianzas estratégicas con el Colegio de Arquitectos, la Asociación Chilena de Municipalidades y la Asociación de Gestores Culturales, además de las intendencias y los gobiernos regionales”. En términos de cifras planteó que “Este año estamos invirtiendo más de DOS MIL MILLONES DE PESOS en este programa, Siendo el costo total del programa no inferior a los CUARENTA MIL MILLONES DE PESOS, de cara al bicentenario”.

Complementó este plan nacional recordando que en el tema de las “grandes obras de infraestructura cultural, no podemos dejar de mencionar la reconversión del Edificio Diego Portales en el nuevo Centro Cultural Gabriela Mistral, una iniciativa que irrumpe en la escena de proyectos para el Bicentenario, buscando honrar el espíritu del origen de este edificio y recrear la memoria histórica que representa”. Puntualizó que “El histórico edificio será un importante eslabón de la red nacional de difusión artística”, despejando dudas sobre la magnitud y alcances del nuevo espacio. Con cautela esbozó que éste “albergará en su seno cuatro espacios destinados a la formación, difusión y representación de las artes escénicas, la música y las artes visuales. Con ese fin, el proyecto contempla habilitar zonas especialmente acondicionadas para crear un Centro Nacional de Artes Escénicas y Música, un Centro de Artes Visuales, una Biblioteca de las Artes y un Centro de debates y encuentros ciudadanos”. Sin mencionarlo, dejó abierta la perspectiva que sea un estudio de audiencias y un Plan de Gestión el que en definitiva determine los usos del espacio. Para cualquier lector quedó claro que la iniciativa publicitada y promocionada ampliamente por la Universidad de Chile está de hecho descartada.

Culminó con la misión del proyecto: “Con este espacio contribuiremos tanto al fomento y difusión de la creación local, como a la formación de un público que aprecie las artes escénicas visuales y la música”. De esta forma, la autoridad da también señales sobre la tarea que deberá emprender la administración del Centro Cultural.

Dejando claro que se ha aprendido la lección respecto de la hermandad inseparable entre infraestructura, audiencias y gestión, recalcó que “como sabemos que la infraestructura por si sola no es suficiente, en todas las regiones estamos realizando capacitaciones a los encargados de cultura municipal para formar redes de trabajo, que permitan maximizar recursos y generar circuitos para la circulación de bienes culturales, de manera tal de producir la necesaria sinergia en el trabajo de todos. El PROGRAMA DE GESTIÓN CULTURAL está asesorando a los municipios para que puedan incorporar el ámbito Cultural en los Planes de Desarrollo Comunal. A partir del 2008 este programa volcará sus esfuerzos a apoyar el diseño y sustentabilidad de los planes de gestión cultural asociados al programa de CENTROS CULTURALES”.


En lo que podría calificarse como el segundo gran eje de su gestión, la Ministra Urrutia se refirió sin dejar dudas a la voluntad política de “la Presidenta de la República, Michelle Bachelet, de crear el INSTITUTO DEL PATRIMONIO (que) constituye un paso decisivo y necesario para transformarnos en una sociedad dotada de memoria en todos los sentidos del término, a través de una institucionalidad especializada, con más recursos y presencia en todas las regiones del país”.

Al respecto, anunció “que el proyecto de ley que ingresemos a finales del presente año logrará dar cuenta de aquellos aspectos que consideramos fundamentales para el desarrollo, la preservación y la difusión de nuestro patrimonio, en torno a los cuales poco a poco vamos construyendo consensos”.

Reforzando el llamado Informe Allard, reiteró que “el Instituto deberá contar con una institucionalidad descentralizada, con una fuerte presencia en regiones, pues es en ellas donde se concentra el patrimonio cultural de Chile. La descentralización deberá expresarse tanto en lo institucional y administrativo, como en la definición de prioridades políticas regionales y en la gestión y operación del Fondo del Patrimonio”.

Anunció al respecto instrumentos financieros y recursos adecuados para hacer frente a sus tareas al menos en tres áreas específicas: “Primero, la creación de un Fondo del Patrimonio Cultural que permita, en la contingencia, el rescate y protección de patrimonio en peligro. Segundo, el perfeccionamiento de la ley de donaciones culturales, por una parte y la generación de políticas de incentivos tributarios de diversa índole y de otro tipo de estímulos para incorporar fluida y eficientemente al sector privado y a la ciudadanía. Y tercero, el incremento de los aportes estatales en patrimonio cultural, con el propósito de que la operación del fondo tenga verdadero impacto no sólo en su línea de adquisiciones de bienes muebles o inmuebles, sino especialmente en lo referido a fondos concursables, educación e investigación”.

Lateralmente se refirió a esa verdadera película de misterio que constituye la Cineteca que ahora “construirá bóvedas fuera del Centro Cultural Palacio de La Moneda” y será dotada “de un inmueble destinado a acoger las acciones de restauración y mantenimiento de materiales del fondo fílmico”. Medida que recupera en algo la irracionalidad de instalar una Cineteca en los bordes del Palacio de gobierno, destinando parte de los espacios más valiosos del centro político del país a depositar filmes, algunos de los cuales representan incluso riegos no menores de inflamación. Ciertamente se está gastando dos veces algo que pudo hacerse más simple.

Sin constituir una prioridad de su gestión, destacó la Ministra algunas iniciativas legislativas como “el proyecto de reforma a la LEY DE PROPIEDAD INTELECTUAL que actualmente se discute en el Congreso Nacional. La iniciativa refleja una respuesta consensuada al interior del Gobierno frente a legítimas aspiraciones de los más diversos sectores de nuestra sociedad y expresa el respeto a los compromisos adquiridos con nuestros socios comerciales en la materia”.

Otra iniciativa legal que se encuentra en discusión interministerial una propuesta de “reformas a la LEY DE PREMIOS NACIONALES, elaborada por nuestra institucionalidad luego de más de dos años de análisis y discusión”. Como ha destacado la prensa, en una tan inédita como positiva coordinación entre la labor del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y los medios de comunicación, “las reformas buscan adecuar la ley a la nueva institucionalidad cultural, de manera tal que en la entrega de los reconocimientos del área artística participe el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Se propone ampliar la actual conformación de los jurados y también, haciéndose cargo de la evolución que han experimentado las especialidades artísticas, se proponen adecuaciones que permitan separar el Premio de Artes de la Representación y Audiovisuales en un Premio de Artes Escénicas y otro de Artes Audiovisuales, entre otras definiciones”.

Finalmente, afirmó, sin dar detalles, que “el Directorio Nacional ha asumido el desafío de modificar la LEY DE DONACIONES CULTURALES para resolver aquellos aspectos más críticos provocados por las enmiendas del año 2003”.

Tal vez sin proponérselo, el tema internacional ha ido ocupando un papel relevante en la agenda del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, especialmente por circunstancias ajenas a su voluntad como varias coincidencias: “Es así como en materia de fomento de las relaciones internacionales, se realizó en la Región de Valparaíso, la X Conferencia Iberoamericana de Ministros de Cultura, en el marco de la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, que se efectuará en noviembre de este año”.

Otra feliz coincidencia, para estos efectos, es la participación de Chile en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, como país Invitado de Honor y el anunció de Chile como país sede el 2010 del V Congreso Internacional de la Lengua, que pasó a constituirse en unos de los eventos relevantes para el año 2010.

Sin duda, la mayor acción a nivel internacional, con repercusiones aún insospechadas en el país, es “recuperar parte del legado de Gabriela Mistral que se encuentra en Estados Unidos, tal como nos ha sido instruido por la Presidenta de la República, en orden a adoptar y coordinar todas las medidas para alcanzar esta meta. Es así como, de manera coordinada con el Ministerio de Relaciones Exteriores, a través de la DIRAC y la Embajada de Chile en Washington; el Ministerio de Educación, a través de la DIBAM; y otras instituciones vinculadas al estudio de la obra mistraliana, sin olvidar a las instituciones de la Región de Coquimbo, este Consejo ha cumplido con el mandato presidencial de coordinar esta trascendental iniciativa en distintos momentos, desde la venida a Chile de la heredera Doris Atkinson hasta la entrega del Acta de designación de beneficiarios a las instituciones correspondientes. Y lo seguirá haciendo”.

Son innegables las connotaciones de reafirmación de la misión encomendada y las señales a otras instituciones públicas, como la DIBAM, que han públicamente cuestionado el liderazgo de Urrutia en la materia. Cabe destacar que la propia Presidenta Bachelet, en ceremonia en el Palacio de La Moneda al día siguiente de la clausura de la Cuarta Convención, volvió a ratificar el mandato a Urrutia en este sentido. La Ministra lo recibió complacida, escoltada por un centenar de representantes del mundo de la gestión cultural pública de todo el país. Más claro… echarle agua.

19 agosto 2007

GESTIÓN: CLAVE DE VIABILIDAD DE LOS CENTROS CULTURALES



La trilogía de Gestión, Infraestructura (o espacios) y Audiencias constituye la base de lo que hemos llamado el modelo chileno de desarrollo cultural, junto a los fondos concursables públicos, mayoritariamente orientados a desarrollar las artes.
La gestión cultural, como factor transversal, está presente en todos los niveles y obviamente forma parte integral de los diferentes tipos de organización de la cultura.


En el marco de estos diferentes tipos, se nos pide reflexionar sobre cuatro modelos diferentes de gestión cultural

Modelos de Gestión privada.
El instrumento de que disponen las personas y la sociedad civil para realizar gestión cultural son las corporaciones y fundaciones culturales de derecho privado, sin fines de lucro. Estas corporaciones se encuentran tanto a nivel nacional (súper vigiladas por el Ministerio de Justicia) como local (regidas por la Ley de Juntas de Vecinos).
El sentido original de las corporaciones es que están constituidas por socios fundadores y éstos son inamovibles. ¿Quiénes deben ser los socios fundadores? Aquellas personas naturales o jurídicas necesarias para el funcionamiento del espacio que se va a administrar. Suelen ser más aconsejables las instituciones del mismo carácter, esto es, otras corporaciones privadas sin fines de lucro y lo más relevante, es que sean de carácter permanente, esto es, no estén sujetas a los cambios de autoridades electas.
En una corporación local, debe tenderse a buscar organizaciones como las escuelas, las empresas del sector, el municipio como tal, no la persona del Alcalde, organizaciones culturales estables como clubes, salas de teatro, etc.
En una corporación nacional, debe buscarse como socios fundadores a universidades, fundaciones de prestigio, corporaciones con trayectoria, empresas relevantes relacionadas con el quehacer del espacio (por ejemplo, para un museo que recibe muestras valiosas es recomendable asociar a una empresa de seguros y o de transportes).
Sin embargo, el elemento más significativo para la operación de estas corporaciones será la adecuada formación del gestor o gestora cultural que lo encabece. Hoy existen múltiples maneras de formar un profesional capacitado al respecto, sea por los cursos virtuales que ofrece el propio Consejo Nacional de la Cultura y las Artes junto a la Universidad de Chile, como las becas y pasantías que ofrece Fondart, como los múltiples cursos que dictan diferentes universidades.

Modelos de Gestión de Municipios.
Siguiendo con la lógica anterior, las corporaciones culturales municipales son el instrumento más adecuado para manejar espacios culturales de nivel local. Pero, hay que tener cuidado que, dadas las facilidades para constituir estas corporaciones, éstas tiendan a identificarse con un alcalde o gobierno municipal determinado. Lo esencial es la trascendencia. La gran pregunta que deben responder estas organizaciones es ¿cómo vamos a continuar cuando este Alcalde ya no esté? Y la respuesta correcta es que deben continuar exactamente igual aunque el siguiente Alcalde sea del signo político opuesto…o del mismo. Las corporaciones deben tener un presupuesto anual asegurado por el Concejo Municipal y una capacidad de gestión para incrementar al menos en igual proporción el aporte edilicio. Además deben estar capacitadas y entrenadas para postular y “ganar” fondos concursables de alcance local, regional, nacional y porqué no, internacional.
Es muy relevante para ello el trabajo en redes con otras corporaciones similares del país y del exterior para obtener financiamiento y desarrollare proyectos en conjunto. Es mucho más económico un montaje de una exposición de fotos, por ejemplo, si se comparte entre varias corporaciones y se programa en conjunto.
Una reflexión especial merecen aquellas corporaciones de localidades fronterizas que pueden y deben establecer programas conjuntos con corporaciones de ciudades de países vecinos y que pueden constituir circuitos turísticos, ciclos binacionales y redes.
Adicionalmente, hay municipios que tienen y conservan teatros municipales en buenas condiciones y con una gestión cultural adecuada como son los de Viña del Mar, Valparaíso, Temuco, Puerto Montt, Arica, Antofagasta, Rengo y otros.

Modelos de Gestión de Gobiernos Regionales.
Esta es una de las áreas más complejas porque los organismos regionales suelen ser intermedios y no reflejar completamente un interés nacional ni tampoco un sueño local. Muchas veces los gobiernos regionales (al menos hasta que no sean elegidos y autónomos del gobierno central) sólo deben actuar como distribuidores de los fondos entre las diferentes zonas de su circunscripción. Hay que cuidar tambien que no se creen nuevos centralismos en las capitales regionales.
En la distribución de recursos en la región debe prescindirse de un criterio igualitario pues no todas las ciudades de una región tienen idénticas necesidades ni idénticas audiencias. En estos niveles regionales son muy necesarios estudios que caractericen muy bien cada sector y a la vez se distribuyan complementariamente los espacios culturales. No todas las ciudades de una región, por ejemplo, deben tener un teatro municipal, tan vez basta con alguna y que su vecina se especialice en un museo, la otra en un buen centro cultural y así, se va generando tambien un intercambio de públicos y una identificación de cada localidad con alguna manifestación artística.
Un buen ejemplo reciente de espacios regionales son el Teatro regional del Maule, ubicado en Talca y la Biblioteca de Santiago.

Modelos de Gestión de Espacios Nacionales.
Estos espacios de alcance nacional deben considerarse como que están “casualmente” localizados en una comuna determinada, pero su misión sobrepasa con creces el entorno. Los más antiguos ejemplos son los Museos Nacionales (Bellas Artes, Histórico Nacional, Historia Natural) el Teatro Municipal y la Biblioteca Nacional, todos creados bajo un modelo del llamado Estado Arquitecto, hace casi cien años. Este diseño clásico se ha ido complementando a contar de los años 1990s con otros espacios del alcance nacional como el Centro Cultural Estación Mapocho; el Centro Cultural Palacio de La Moneda, y el futuro Centro Cultural Gabriela Mistral.
La primera observación que merecen es que debiera comenzar a terminarse con la tendencia clásica de que los espacios culturales de alcance o misión nacional se ubiquen en el centro de Santiago. Tal vez, con el último proyecto mencionado se ha terminado con esa tendencia y se debiera comenzar con el concepto de establecer espacios de alcance nacional en ciudades de regiones diferentes a la Metropolitana.
La gestión de estos espacios es de diversa índole, los hay de total dependencia gubernamental como los Museos y la Biblioteca, que dependen de la DIBAM; a los que debiera insertarse un componente de gestión de la sociedad civil que no arriesgue la necesaria propiedad pública de los bienes que albergan; los hay de gestión a través de Corporaciones de Derecho privado sin fines de lucro que reciben, en casi todos los casos, aportes gubernamentales, como el Teatro Municipal; el Centro Cultural Palacio de la Moneda, y presumiblemente el Centro Cultural Gabriela Mistral. Y los hay sin aporte público aunque con misión cultural nacional como el Centro Cultural Estación Mapocho, que tiene definido como misión la difusión cultural y creación de audiencias, lo que se enmarca en la Política Cultural del Estado de Chile.
La totalidad de los espacios de alcance nacional son de propiedad pública –a través del Ministerio de Bienes Nacionales- y sólo los más actuales combinan esta propiedad con una administración privada sin fines de lucro, combinación que ha demostrado ser de un dinamismo y eficiencia muy superiores a aquellos espacios de propiedad y administrados por el sector público. Es más, de la administración a través de corporaciones de derecho privado sin fines de lucro de edificios patrimoniales, se ha descubierto una manera eficiente de mantener dichos edificios sin que signifiquen costo para el Estado. El ejemplo de la antigua Estación Mapocho es significativo, no obstante es uno de los edificios patrimoniales que recibe la mayor cantidad de visitantes por año.
Existen adicionalmente algunos espacios culturales de alcance nacional o patrimonial que están en manos de Universidades, con resultados diversos. La Universidad de Chile administra y es propietaria del Museo de Arte Contemporáneo, con dificultades de mantención, debiendo recurrir para ello a fondos públicos extras. Las universidades SEK y Andrés Bello tienen a su cargo edificios patrimoniales que mantienen de buena manera. Las casas centrales de algunas universidades conservan con dignidad su condición de patrimonio, destacándose la UTFSM, la Católica de Valparaíso, la Católica de Santiago y la de Chile, aunque suelen destinarlos más a la burocracia central que a espacios culturales. Excepción sea dicha de la Aula Magna de la UTFSM. Lo mismo ocurre con el Teatro Concepción que a través de un Corporación Cultural administra la propia Universidad de Concepción, albergando además la única orquesta sinfónica estable que opera fuera de Santiago.
El gobierno central mantiene, a través de algunos servicios, inexplicablemente, algunos espacios culturales que languidecen precisamente por no haber perseverado en la aplicación de conceptos de gestión cultural a los mismos. Es el caso del Teatro Oriente (del INP). En estos casos así como en los de los recintos universitarios mencionados, la creación de corporaciones culturales constituiría una buena forma de innovar en su administración.

Una reflexión final.
Cualquiera sea la modalidad de gestión que apliquemos a un espacio, hay dos reglas que aseguran el buen resultado: una, que los planes de gestión sean previos al proyecto arquitectónico, sea de construcción, renovación o restauración, ya que la ARQUITECTURA DEBE ESTAR EN FUNCIÓN DE AQUELLO QUE SE TENDRÁ COMO MISIÓN CULTURAL, y dos, el trabajo individual no es suficiente, la operación en REDES es la manera eficiente, económica y solidaria de perfeccionar la gestión cultural.

CULTURA Y TELEVISIÓN




Este texto fue preparado para el Programa “Al Medio de los Medios" de ARTV, grabado el 23 de julio 2007, comenzando con la DEFINICIÓN DEL CNTV SOBRE PROGRAMA CULTURAL. En sesión de 30 de noviembre de 1998 el Consejo Nacional de Televisión dictó normas sobre la obligación de las concesionarias de radiodifusión televisiva de libre recepción de transmitir programas culturales a lo menos una hora por semana, entre las 18:00 y las 23:00 horas. De un análisis del cumplimiento de estas normas en el tiempo se desprende que varios de los programas están fuera de la letra y del espíritu del referido acuerdo, 

El Consejo Nacional de Televisión, en mayo 2003, acordó complementar su acuerdo en los siguientes aspectos:
Sólo podrán ser considerados programas culturales aquellos que se dediquen a difundir las artes y las ciencias en cualquier género o formato. Por arte se entenderán todas las expresiones literarias, plásticas, audiovisuales, musicales y arquitectónicas, así como sus combinaciones. Por ciencia se entenderán todos aquellos cuerpos de ideas y conocimientos contenidos en las llamadas ciencias exactas, naturales y sociales, incluyendo disciplinas como la historia, el derecho y la filosofía, tanto en sus expresiones propiamente científicas como tecnológicas. Serán considerados programas culturales los comprendidos en los puntos anteriores que expongan activamente las artes y las ciencias. Si fuere necesario para ello, se incorporarán elementos adicionales de información, asociación, reflexión o contextualización, de manera de guiar al televidente acerca de las características de la creación artística y científica en cuanto a su valor, pertinencia, contribución al acervo cultural o historia. No serán considerados programas culturales, en general, los eventos deportivos, las campañas de bien público, los concursos de preguntas y respuestas, las películas de ficción que no estén enmarcadas en un contexto crítico o histórico, las telenovelas ni los programas periodísticos que no agreguen elementos de reflexión artística o científica.


¿Son las Bellas Artes o todo se puede considerar cultura?, ¿Quién determina qué es y qué no es "cultura"?, ¿es un privilegio de las elites?
- Las artes son las artes y normalmente están asociadas a un “Escenario”. Para que tengamos Cultura es preciso que se complete el proceso de llegada de esas artes a su público o “Platea”. Así considerada, la cultura no es un proceso de elites, mucho menos su difusión. La cultura requiere de la presencia de las audiencias.
El concepto clave aquí es DIFUSIÓN. La TV no debe hacer cultura sino difundir la cultura y no hay otra manera de difundir la cultura que desarrollando audiencias estables para ella. Difícilmente la transmisión de una ópera completa por TV generará audiencias estables para la ópera. Si lo podrá hacer un conjunto de mini programas o spot que entreguen aspectos claves de una ópera o difundan los atractivos de una producción operática o dancística, como acabamos de ver con Salomé, en el caso del Ballet Municipal.

¿Cómo acceden a la cultura las clases populares?
- Desde la creación del Centro Cultural Estación Mapocho, en 1990, se estableció en Chile oficialmente el tema de la “difusión cultural” en la MISION en una entidad pública no universitaria. Ello implica desarrollar un nuevo concepto como la creación de audiencias. También implica comenzar a desarrollar cultura y no sólo las artes. Luego han venido otros centros culturales, con similar misión, muy activos en todo el país. A ellos asisten los nuevos públicos, a ellos es necesario apoyarlos en su labor de difusión de la cultura de manera sistemática y permanente. En consecuencia, la difusión de la cultura no es deber exclusivo de la TV, es una tarea compartida con otros actores sociales, públicos y de la sociedad civil.


¿Es la TV un medio "cultural"?
- Obviamente sí lo es, en cuanto es un reflejo de los modos y costumbres de una sociedad. No sería posible hoy estudiar la sociedad chilena sin considerar su TV… Lo es –o debiera serlo- en cuanto reflejo de identidad y de diversidad.
El tema es cómo esa diversidad e identidad están presentes. Es apreciable el fenómeno en todas la TV locales de un aumento de la programación local en directa proporción con el fenómeno de la globalización. La gente requiere identificarse con las expresiones que ve en su TV local, con su lenguaje, con sus modismos. Este fenómeno ocurre tanto en los canales de TV abierta de alcance nacional como en los canales locales de cable.

¿Puede haber TV sin morbo, está en la naturaleza humana?,
¿El lenguaje televisivo, permitiría transmitir cultura o es siempre superficial?
- Todo lenguaje transmite cultura. Otra cosa es que sea capaz de formar audiencias cultas. Para ello se requiere habitualidad y contenidos. En principio, un programa semanal a un mismo horario por un tiempo prolongado, crea hábitos, el tema son sus contenidos o los comportamientos culturales a que induce (o no). Ahora, el lenguaje televisivo, como el teatral o el de las artes visuales o el literario puede transmitir aspectos profundos o aspectos superficiales. El programa “El show de los libros” es un ejemplo de cómo, con un lenguaje televisivo, se puede transmitir un contenido literario. Y no fue preciso leer en pantalla libros completos, sino estimular a través del motivo de los pares de elementos (“literatura y…”), contenidos literarios atractivos que motivaran al público de la TV a acercarse a los libros. Y tuvo éxito de audiencias, de contenidos (reconocimiento de la UNESCO) y de venta internacional de su producto y de su concepto. Otro ejemplo es “Viaje al Centro de la Música” de Samy Benmayor y Rip Keller, que contó con el financiamiento del CNTV. Lo mismo podría decirse de los comentarios de libros del Buenos Días a Todos de hace unos años, que consideraban “recreaciones” televisivas de escenas del libro comentado. A un lenguaje como el televisivo, de escasa recordación y que se acompaña de mucho “ruido” no se le puede pedir lo mismo que al lenguaje literario que requiere por definición soledad, silencio, concentración e interés (se paga o se solicita en Biblioteca lo que se está leyendo). Por tanto, pidamos a la TV lo que puede dar: impulsos, estímulos, complementación de otros mensajes, entretención…

¿Es posible transmitir "alta cultura", como ballet, pintura, teatro, a través de la TV? (arte)
- Tecnológicamente es posible. Lo discutible es si es necesario mantener el formato original del arte. Cada manifestación creativa tiene un formato y un espacio que le es propio y aquello dónde fue concebido por su autor. Lo que fue concebido para un teatro de conciertos con determinada capacidad acústica, cercanía del público, etc. difícilmente se podrá reproducir igual en un medio diferente (un estadio o una TV). ¿Podría usted leer un libro entero por TV? Por tanto, la TV como medio de comunicación debe estimular, sugerir, promover, desafiar a que los públicos lean libros, vayan al teatro, disfruten de un ballet… Creo en la TV como presentadora de sinopsis o síntesis de las expresiones artísticas. Creo en la cultura y el arte infiltrando muchos de los espacios de la TV (noticiarios, programas prime, matinales, etc.)

¿Todo lo que ofrece la TV, es cultura?, ¿formatos como las series, realities, programas de conversación, son "cultura popular"?
- Es evidente que no todo lo que ofrece la TV es cultura. También es evidente que la TV deba entregar sólo cultura. Tiene por objeto entregar entretención, información, educación… Las dos primeras las cumple bastante bien. No se si a estas alturas, en vistas de su rotundo fracaso, se le puede exigir que entregue educación. Pero respecto de la cultura podemos exigir que entregue información y que su forma de entregar entretención la considere en algunos aspectos y horarios. La fórmula no puede ser sólo cultura, pero tampoco sólo farándula o sólo realities… esos son formatos pasajeros que el tiempo se encarga de reducir a su justo término o simplemente de eliminar, como por ejemplo, los talk show. En ese sentido, sólo la cultura puede ser permanente, aunque no bajo un mismo formato televisivo. Por ejemplo, todavía podríamos seguir hablando de libros en algún programa pero tal vez bajo otro formato televisivo. Esto porque las artes y la literatura están asociados inexorablemente a proceso creativos inherentes al ser humano.


¿Es posible "masificar" la cultura?
- En cuanto diversidad e identidad, el concepto de cultura es masivo por definición porque dice relación con la esencia de un pueblo. El tema es la escasa diversidad que encontramos en la TV actual o más bien la exclusión o subvaloración de determinadas diversidades (indígenas, pobreza, regiones, jóvenes, inmigrantes, minorías sexuales…) no obstante es posible verificar ciertos avances. Uno notable, por ejemplo, está en la historia y sus aspectos conflictivos que apuntan a la identidad nacional, con programas como la Guerra del Pacífico de Rafael Cavada, en TVN, financiado por el CNTV o Héroes, en UCTV… En el primer caso, se contribuyó a poner en el tapete temas “velados” como la repatriación de un soldado chileno caído en la batalla de Chorrillos o el tema de los libros de la Biblioteca Nacional del Perú que permanecen en Chile. Ambos son temas de debate académico e intelectual en ambos países desde hace tiempo y que la TV había soslayado. En el segundo caso, la serie ha servido para derribar mitos sobre los “padres de la Patria” y las relaciones que tenían entre sí.

¿Quién debe financiar la cultura en la TV, solamente el Estado?,
- No solamente el estado pero también el estado. ¿Porqué el Estado debiera financiar la cultura en TV más allá de que lo ya hace a través del CNTV y sus fondos concursables? Estos fondos se entregan al CNTV a través del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, por tanto revisten un carácter de concursables, transparentes y de exigencia de audiencias a través de la necesidad de que esté presente un canal de TV abierta comprometido a exhibir los proyectos ganadores. Eso forma parte de la Política Cultural 2005-2010, fijada participativamente por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Por lo mismo, estos fondos debieran incrementarse para llegar a niveles similares a los otros fondos concursables, como Fondart, del Libro y la Lectura, de la Música y del Audiovisual, de lo que es ejemplo este mismo programa. Además, la sociedad debiera financiar la cultura en TV a través de los mecanismos habituales como el avisaje o los estímulos tributarios. También los canales podrían financiar programas o agendas culturales.


¿Por qué la cultura no es atractiva para los avisadores?, ¿falta preparación en los realizadores que son incapaces de encontrar el formato adecuado para hacer programas culturales?,
- Los avisadores responden a estímulos tanto de los medios como de las agencias de publicidad y a su vez, éstos debieran recibir estímulos de los productores, de los creadores y del mundo de la cultura, particularmente los gestores culturales. No conozco, en democracia, avisadores que, por principio, no apoyen programas por ser culturales. Conozco avisadores que financian “buenos programas” para sus productos. Sin duda podría haber más propuestas pero existen muchas. Si vemos, por ejemplo, la realidad de los últimos años, existe hoy una industria de programas infantiles que hace unos años no existía. Todos los programas infantiles tenían más de diez años de antigüedad… Con “31 minutos”, financiado por el CNTV, se marcó un quiebre y se dio inicio a una producción creativa, estimulante, variada y original. Así pudimos renovar a los clásicos Pin pon, Pipiripao… y tener una industria de animación que pudiera competir con las animaciones extranjeras con gran éxito, como Papelucho, Mampato y otras.

¿Por qué no se considera el financiamiento de la cultura como una actividad de Responsabilidad Social?
- La TV es un medio demasiado poderoso como para entrar a competir con acciones de beneficio social como el Hogar de Cristo, la Teletón o las relaciones de las empresas con los entornos humanos y sociales de sus plantas productivas, o los eventuales daños ecológicos que éstas generen. En TV y en cultura hay un capital creativo y de producción que perfectamente puede seducir a las empresas con excelentes proyectos que sean de interés para recibir financiamiento privado en un pié de igualdad o win-win. Más aun si existen fondos públicos, concursables o no, que pueden dar el capital inicial para ellos (CORFO, CNTV, Fondo Audiovisual).
Creo más en la innovación que en la responsabilidad social. Y la innovación está fundamentalmente basada en la creatividad, que es precisamente lo que abunda en el mundo de la cultura.
Falta, por ambas partes, una actitud de mayor colaboración entre ambos mundos, pero sobre la base del mutuo beneficio o igualdad de condiciones. Pongo el ejemplo de las ciencias y su capacidad de investigación innovativa: es crucial para las empresas que buscan diversificarse y las grandes empresas invierten grandes cantidades de dinero en financiar centros de estudios e investigación. Por cierto en Chile no estamos tan avanzados como en otros países, pero por ahí está el camino tanto para la ciencia como para el arte. La creatividad es hoy indispensable para muchas empresas que lo que venden son servicios (las fábricas están todas en China). La alianza entre creadores y empresa es una gran oportunidad que puede beneficiar a la sociedad toda y reflejarse en el apoyo privado a programas culturales.


22/07/2007