26 marzo 2008

"LA MISIÓN" QUE NOS DEJA MORRICONE

Silenciados los tiros, los puñados de dólares, los avemarías en la selva paraguaya y el paraíso en cinemascope, el maestro Ennio Morricone ha partido y lo que queda es el público. El gran protagonista de este fenómeno no fueron los misioneros jesuítas ni los malos, buenos y feos del oeste con sabor italiano, fue el público chileno.


Efectivamente, como lo comentamos en este mismo blog hace unos días, a propósito de Viento Blanco en el Teatro Municipal, las audiencias chilenas se hacen notar cada vez más. La metáfora es muy clara, mientras nuestra TV presentaba en sus noticiarios, en audio, la música incidental de Morricone, las imágenes mostraban grupos de personas felices por haber obtenido su entrada gratuíta vía Internet o en el Centro Cultural Estación Mapocho -unas 15 mil personas así lo hicieron- u otros grupos, más pequeños, frustrados por no haber podido acceder a invitaciones.

Los días del concierto, nuevamente las imagenes que acompañaban a la música de tantos filmes inolvidables (¿los filmes o la música?) eran del público que entraba acelerado o que no podía ingresar con la facilidad que hubiese esperado.

La pregunta es ¿cómo se podía prever el interés que despertó la presencia en concierto del músico italiano? ¿Cuál es su público objetivo? ¿Los cien mil contactos que reconoció la intenet de CELFIN Capitales? ¿Los diez mil que fueron a la Estación Mapocho? ¿La suma de ambos? Imposible de prever si los conciertos son gratuítos, porque no podemos distinguir aquellos que intentan asistir por su aprecio al artista de aquellos que desean aprovechar una gratuidad, cualquiera esta sea.

Pero, existe un mecanismo que es capaz de regular esa demanda de las audiencias. Se llama mercado y no podemos asumir que los ajecutivos de CELFIN lo desconocen. ¿Por qué entonces se arriesgan a esta incertidumbre? Sencillamente porque la Ley de Donaciones Culturales se lo exige. Es decir, cuando una empresa desea financiar -para celebrar su vigésimo cumpleaños en este caso- un espectáculo o proyecto cultural, descontando algo más del 50% de sus impuestos, las entradas a tal espectáculo, deben ser gratuítas.

Visto de otra manera, todos los chilenos, incluídos los más pobres, dejan de beneficiarse con los impuestos que la empresa deja de pagar porque hace un espectáculo acogido a la llamada ley de donaciones. Por otro lado, muchos chilenos que estaban dispuestos a pagar una suma de dinero por escuchar en vivo y directo a Morricone, su orquesta y el coro de la U de Chile, no pueden hacerlo. Es decir, gente que puede y QUIERE pagar por un espectáculo no puede hacerlo. En cambio, todos los chilenos estamos pagando -por la vía de no recibir los beneficios que llegarín por los impuestos que el fisco recauda- las entradas de personas que podrían pagar su entrada.

Esta importante ocasión artística que trajo a Morricone nos ha dejado además la lección de que la Ley de Donaciones ha quedado obsoleta. Fue aprobada en junio de 1990 cuando los privados ni soñaban con hacer este tipo de aportes a la cultura y cuando los espectáculos masivios -gratuítos o no- eran escasos.

Hoy, afortunadamente, y merced al éxito de las políticas culturales aplicadas por los sucesivos gobiernos de la Concertación, los espectáculos masivos son frecuentes, los espacios culturales se han multiplicados y los aportes de grandes empresas a la cultura son considerables (pensemos sólo en los más recientes Morricone y CELFIN; Alegría del Cirque du Soleil y el Banco de Chile; BHP Billiton y FITAM).

Fruto de ello es que se han creado audiencias para las artes del espectáculo, conocedoras, con capacidad de pago y ... exigentes. Por tanto, ha llegado el momento de que se aplique también a la Ley de Donaciones el principio del financiamiento cultural mixto. Es decir, fruto de la combinación de aportes públicos, de empresas y del público.

La Ley, a contar de esta experiencia reciente, debiera reconocer la posibilidad de que parte de la invitaciones a eventos que ella aprueba sean financiados por el propio público, conservando desde luego otra parte que sea gratuíta orientada justamente a aquellos que no puedan pagar y que están dispuestos a hacer un gesto como ir a retirar las invitaciones a un espacio cultural reconocido. De este modo, los estímulos tributarios a las empresas, irán a formar nuevas audiencias que más tarde seguirán ocupando pantallas y fotografías de diarios porque la noticia será que nuevos públicos se agregan al disfrute cultural de un país que ha demostrado que se merece tener altos índices de consumo no sólo en los super mercados.

Cualquiera sea la música que esté sonando.

06 marzo 2008

PROFESSOR MARK J. SCHUSTER, UN HOMBRE SABIO Y GENEROSO


He descubierto que los libros tienen padre.
Me lo enseño un gran maestro que conocí en Cambridge, Massachussets, en el primer semestre de 2006.
Revisando material para mi proyecto de publicación en las diferentes bibliotecas de Harvard, en varias de ellas me apareció un autor que desconocía pero que me motivó "a primera vista": Mark J. Schuster, Professor of Urban Cultural Policy en el MIT. En la Widener, biblioteca central, pero tambien en la de Arquitectura y Diseño; en la de Gobierno y por cierto en la de Artes... hasta en la de Negocios estaban diversos textos suyos.
Es que se trataba de un hombre sabio, capaz de sistematizar tanto las 5 herramientas para la intervención del Estado en Patrimonio como los estudios comparativos de los diferentes Modelos de Desarrollo Cultural en el mundo.
Cuando, fascinado por la lectura de sus textos, decidí investigar más sobre él, descubrí que trabajaba en el MIT y vivia en Cambridge.
Sin muchas espectativas le envié un correo electrónico presentándome y manifestando mi admiración por su pensamiento.
Me respondió muy pronto, agregando la dirección de su oficina y de su domicilio, junto con una propuesta de fecha para reunirnos.
Bastante incrédulo, partí a la cita, confundiendo ambas direcciones, llegando a su casa mientras él me esperaba en su oficina. No fue obstáculo para que -a pesar de mi torpeza- me cambiara la cita y ésta fuese directamente en su casa, que me quedaba a pocas cuadras. Más exactamente, nos reunimos en el bar donde solía beber exquisitos cafés y dónde se manifestó como gran conocedor de la cultura cafetera y las especialidades catalanas. Obviamente había trabajado en Barcelona, en proyectos de urbanismo en el Corredor del Llobregat.
Conversamos ese día como si fuese el último de la vida para ambos. De inmediato surgieron los temas en común y mi curiosidad por el financimiento cultural. Me contó de las loterías, de los sistemas de "partnership", de las donaciones privadas... en medio de ese entusiasmo me habló de su cáncer.
La segunda reunión, ya con menor ansiedad y mayor amistad, tenía preparados varios de sus libros para regalarme. Uno de ellos, la compilación editada por él "Who's to pay for the arts" que me había costado conseguir en la Biblioteca de la Escuela Kennedy de Gobierno, por ser muy solicitado. En la dedicatoria había escrito: "To Arturo, a fellow harvester in the vineyard of cultural policy" Mark J. Schuster, 1° june 2006.
Le comenté que ese libro me inspiraba el título de mi propio libro, en pleno proceso de redacción. Se alegró mucho con la noticia, me estimuló a terminarlo pronto y, por cierto, hacerselo llegar. Cuando lo hice, respondió apenas lo recibió:
Arturo,
I have just received my copy of your new book. Thank you very much, especially for the reference to my work in your choice of title. This is the ultimate compliment for an academic.
My warmest regards,
Mark

Antes, me había enviado sus apuntes de clases. Era como si quisiera traspasar el máximo posible de conocimientos en un plazo breve. Su generosidad intelectual no tenía limites.
En la segunda conversación le sugerí que me encantaría invitarlo a Chile, a dictar un Seminario. Me respondió que no creía que su enfermedad se lo permitiera; en todo caso, para que no fuera a pensar que se negaba, me indicó los meses en los que sus terapias contra el cáncer le permitían viajar.
No alcancé a cumplir con la propuesta. La enfermedad sí lo hizo y el 25 de febrero de 2008, lo derrotó el cáncer. Tenía mi misma edad, muchísimos más conocimientos, pero sobre todo una enorme disposición a compartirlos.
Es el auténtico padre de mi libro "Cultura ¿quién paga?"
Muchas gracias, Professor Schuster.

VIENTO BLANCO, AIRE FRESCO

Hace muy bien la periodista Maureen Lenon en El Mercurio del 6 de marzo en ilustrar su Crónica sobre el estreno de la Ópera VIENTO BLANCO en el Teatro Municipal con una foto de la platea. Es adecuado ilustrar este esfuerzo del Teatro con lo que allí ocurre con la audiencia.
Porque hemos podido apreciar público nuevo en la ópera y eso sí que es noticia y grande.
Más allá de la propia obra de Sebastián Errázuriz que va "de menos a más" y que sin duda requiere de ajustes, se estrenó con Viento Blanco una audiencia que debe seguirse trabajando.
Neruda respondió a un diplomático extranjero que le preguntaba sobre cuándo tendríamos buen cine chileno: "Tendremos buen cine chileno cuando tengamos mal cine chileno". Es decir, cuando haya mucho cine chileno.
Es lo mismo que debiera acontecer con la ópera. Tendremos buena ópera chilena cuando tengamos tambien regular ópera, o mala ópera, pero sin duda, mucha ópera.
Y eso se logra cuando se actúa sobre todos los factores que influyen en el desarrollo cultural: los creadores, los gestores y las audiencias.
Es lo ocurre con la obra en comento: el sector privado apoyó a los creadores; el Fondo de la Música aportó al guión; cabezas de entes públicos como el Consejo de la Cultura, el Teatro Municipal y el Municipio de Santiago se confundían en la platea expresando su respaldo a la iniciativa y muchos, muchos jóvenes repletaban, fotografiaban incluso algo desenfadadamente a los cantantes y aplaudieron con expresiones dignas de su generación.
Además, el escenario fundía a cantantes de gran trayectoria como Carmen Luisa Letelier con principiantes de un entusiasmo digno de reclutas voluntarios.
Esta vez hubo de todo: sólidos coros y orquesta; vacilantes diálogos; sorpresivos garabatos en el texto; cariño desbordante del público.
Lo mejor fue que se respiraba un aire fresco de inició de temporada y no sólo porque estabamos en marzo, sino porque se intuía que de esta tragedia que aún está palpitando en la memoria nacional se ha construído arte y con este arte se está construyendo caminos nuevos para la formación de públicos, intérpretes y autores para la ópera nacional.
Si le agregamos que hay en avance la implementación de nuevas salas bien equipadas para esta disciplina, como por ejemplo la del Centro Cultural Gabriela Mistral, podemos estar optimistas, aunque no satisfechos.
La tarea recién comienza, sólo pensemos cuantos años tomó al teatro poder tener en las calles de Santiago a espectáculos masivos como la Muñeca Gigante.

04 marzo 2008

FINANCIAMIENTO CULTURAL, MÁS QUE UN SIMPLE CHEQUE

Cecilia García-Huidobro publicó en REVISTA UNIVERSITARIA 97 de Diciembre 2007- Febrero 2008 la siguiente reseña sobre el libro de Arturo Navarro Ceardi "Cultura: ¿quién paga? Gestión, infraestructura y audiencias en el modelo chileno de desarrollo cultural" Santiago, RIL Editores, 2006:

Arturo Navarro es, sin dudas, una de las voces más autorizadas para internarse en los recovecos de la gestión cultural en Chile. En su larga trayectoria se ha encontrado en una variedad de frentes, que han ido desde la Editorial Quimantú, la fundación de la Revista Apsi, la redacción de la Ley del Libro, la dirección del Centro Cultural Mapocho y el directorio del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, hasta la dirección de la Comisión de Infraestructura Cultural, durante el gobierno de Ricardo Lagos y la docencia universitaria. Hace tiempo que tanta experiencia acumulada estaba en deuda con una publicación que diera cuenta de los procesos que subyacen bajo las acciones culturales. Una beca en la Universidad de Harvard le permitió el ocio creativo para investigar y procesar las fuentes investigativas necesarias para preguntarse por uno de los aspectos más eludidos en los estudios culturales: el financiamiento.

Para contestar ¿Quién debe pagar por la cultura; quién debe decidir a quién pagar y qué diferencias surgen al hacerlo?, Navarro analiza, desde su propia experiencia, el desmoronamiento de las políticas culturales basadas en el exclusivo financiamiento por parte del Estado, hasta llegar a complejos sistemas de redes tanto nacionales como internacionales que se entrecruzan con industrias culturales, audiencias y lógicas privadas.

Es su hoja de vida cultural la que le da el mayor valor al libro, ya que todas las reflexiones y análisis que Arturo Navarro lleva a cabo están basados en su valiosa, y a estas alturas podemos decir privilegiada, experiencia personal. Este es un libro tremendamente íntimo, a pesar de la objetividad ensayística que lo envuelve, y en eso radica su riqueza. Sin embargo, hay una clara contención por parte del autor al no emitir juicios categóricos, desplegando una nutrida información sin conclusiones contundentes. Uno de los momentos más entrañables está en la corta historia de la Editorial Quimantú, donde Arturo Navarro inició su carrera como gestor cultural. En ella relata la energía puesta en lograr la instalación del libro en sectores históricamente olvidados, alcanzando el millón de impresiones, con una mística de trabajo difícil de encontrar hoy.

El rol del Estado es cuidadosamente estudiado, a través de los países más emblemáticos en la conformación de políticas de desarrollo cultural. No se eluden temas como la Universidad de Chile y es interesante constatar, ante el rigor de las cifras, el detrimento presupuestario sistemático del que ha sido objeto, llegando a percibir, en las partidas presupuestarias 2006, menos que el Museo Interactivo Mirador y lo mismo que el Teatro Municipal de Santiago, a pesar de mantener también cuerpos estables y una amplia extensión cultural.

Otro de los aportes del libro, entonces, es la certeza de que detrás de la asignación de recursos hay claras líneas editoriales, que fijan prioridades y desplazan los centros gravitacionales, de acuerdo a los criterios de quienes tienen que llevar a cabo las políticas culturales. La introducción de las audiencias y del sector privado como actores preponderantes marca un nuevo escenario, en permanente evolución.

Con la crisis vivida en el Teatro Municipal de Valparaíso, queda de manifiesto el largo camino de conquistas que el mundo cultural ha conseguido, sin obviar las carencias que aún prevalecen: « ...había un teatro llamado municipal, de propiedad privada, bajo la responsabilidad de un municipio, que no tenía capacidad de pagar la renta, que era sede de grandes reuniones para demandar la creación de una ley, que no existía y que creaba en Valparaíso una institucionalidad cultural, entre otras cosas porque iba a ser reconocida por Unesco Patrimonio de la Humanidad, algo que tampoco había acontecido » . La conformación del Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes es el final de un recorrido, pero también un punto de partida.

El acopio de experiencias, vivencias, reflexiones de Arturo Navarro son un aporte excepcional a la crítica de las políticas culturales en Chile. Abre una ventana a la necesidad continua de evaluación e incentiva la discusión para quienes genuinamente se interesan por el desarrollo cultural de Chile.

Cecilia García-Huidobro FzK
Pedagoga y licenciada en Filosofía, de la Universidad de Chile.
Master of Arts, Rice University.