07 noviembre 2011

SHAKESPEARE, AL FIN



Mucha agua tuvo que pasar bajo los puentes para que un Seminario sobre cultura en Chile fuese adornado por la imagen del genio británico que ilustra esta nota. El Segundo Seminario Cultura y Economía, efectuado en el Hotel W (¿de William?) el 4 de noviembre marcó el cambio, al recibir a cuatro expositores provenientes de la comunidad británica -dos ingleses, una neozelandesa y un australiano- que nos dejaron la sensación de que algo está cambiando desde los reiterados tiempos en que las aguas estadounidenses, francesas o españolas aparecían como principales, sino únicas, inspiradoras de nuestras políticas culturales, demostrando de paso que nuestro modelo de Consejo de la Cultura y las Artes tiene buena compañía en el mundo actual. 

Los complementó el ex Ministro brasileño Juca Ferreira recordando la   doctrina de su país que "al Estado no le cabe hacer cultura sino facilitar y fomentar su desarrollo" agregando que las tres grandes metas que tuvo el Presidente Lula fueron: estimular el desarrollo cultural de Brasil; implementar una fuerte inclusión cultural de la población, y desarrollar la Economía Cultural, en el sentido de una economia post industrial cuya legitimidad y contemporaneidad se construye con participación, es decir, "un diálogo sincero y crítico con todos los sectores".

La Economía fue el centro del seminario que, en comparación con la versión 2010, no pudo conservar su calidad dado que las mesas redondas sucumbieron ante la mala práctica de llegar tarde, hablar y retirarse, como aconteció con el Ministro de Hacienda que luego de una desprolija intervención -"los chilenos viajan a Nueva York para asistir a obras de Broadway"- partió raudo dejando a una audiencia sin oportunidad de presenciar una conversación entre los panelistas, con participación de la audiencia, tal como lo afirmaba el programa y  reiteraban los jóvenes que requerían preguntas escritas en una hoja en blanco ubicada en cada una de las sillas.

El Ministro de Cultura no fue particularmente enfático al dar a conocer la noticia de las primeras cifras de la Cuenta Satélite de Cultura que el domingo anterior había adelantado y analizado la sección de El Mercurio llamada Economía&Negocios, metáfora de que esa fórmula sigue siendo más ágil que la de Economía & Cultura.

No obstante, Cruz Coke pudo acuñar una frase que será recordada "queremos más equidad que gratuidad" perfilando los cuatro caminos que debiera seguir el CNCA: incentivos a la participación de la sociedad civil en cultura; generación de estadísticas culturales; infraestructura para la circulación de bienes culturales, y fortalecimiento de instituciones culturales que favorezcan la formación de nuevos públicos. Detallando que este apoyo será -como ocurre en Australia, Estados Unidos, Nueva Zelandia y el Reino Unido- vinculado a metas y beneficiarios, a medir cada tres años, más que a proyectos específicos.


Sin duda, lo destacable del seminario vino desde los súbditos de la Reina Isabel. Gisella Carr, Directora de Film New Zealand, expuso sobre cómo la entretención puede ser motor de la economía, narrando los logros de su país en la industria cinematográfica (dos de las diez películas que recaudaron más de cien millones de dólares provienen de allí: una de las sagas de El señor de los anillos y Avatar) debida a la calidad de sus parajes, la capacidad de sus artesanos, sus actores, sus técnicos y la audacia de sus gestores, arropados en el simple lema: "Suéñalo, hazlo, velo". Así podemos hablar ahora de películas que generan 22 mil empleos y cosechan 17 premios de la Academia, convirtiendo a Nueva Zelandia en un mini Hollywood.

El charlista inaugural, David Throsby, de la Universidad Macquarie, Sydney, conceptualizó las industrias creativas, ordenándolas en un modelo concéntrico que tiene por origen las artes creativas centrales (literatura, música, escénicas y visuales) y abarca centrifugamente industrias culturales como cine, fotografía,  industrias más amplias como radio y TV y otras relacionadas como publicidad, arquitectura y diseño. Para luego enfatizar las tres "i" de la estrategias de políticas culturales: la Infraestructura, como apoyo "invisible" al desarrollo de ciudades creativas, regulación del patrimonio y los incentivos a la filantropía; el desarrollo de la Industria pequeña y mediana, y la Innovación como ideas creativas para otros sectores económicos y la inversión estratégica en la investigación en el sector cultural.

Concluyó planteando el desafío de dimensionar el valor de la cultura, lo que significa llegar a comprender los beneficios económicos (de mercado y no de mercado) que tienen la cultura y las artes.

Ello, reconociendo la importancia del valor cultural como parte del valor público creado por este sector. Con ello se favorecería un clima positivo para que el sector privado se involucre en las artes y los gobiernos promuevan políticas culturales como parte de su función central, involucrando en ellas a una gran cantidad de ministerios (comercio, desarrollo regional, desarrollo urbano, bienestar social).
John Newbigin, director de Creative England y quién invitó a Shakespeare, esbozó una definición de industrias creativas destacando como tales a actividades que tienen en su origen la creatividad individual, la destreza y el talento y poseen un potencial de riqueza, generando a la vez propiedad intelectual.

Entre sus aportes propuso el uso de las licitaciones del gobierno para estimular la creatividad en sus proveedores.

Así, otra fortuna del seminario fue precisamente recuperar la centralidad del vocablo creatividad por sobre aquel otro más cercano a lo comercial y acechante en el lenguaje de moda, como es innovación.
En lo que no hubo dos opiniones -como lo dijo Juca Ferreira- fue que, en cultura,  la discusión es un insumo básico. Aspecto que lamentablemente se extrañó esa mañana.

Aunque Shakespeare estuviera presente.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario