25 abril 2022

ZIG ZAG, QUIMANTÚ Y LOS TRES SERGIOS


Mujica, San Martín y Maurín, son tres de los personajes relevantes de esta historia llamados Sergio: Mujica era el propietario de la editorial Zig Zag; Sergio San Martín (en la foto) era Presidente del sindicato de la misma, al momento de asumir el gobierno del Presidente Allende, y Sergio Maurín, fue el único gerente general de la Editora Nacional Quimantú. 


En los años 60 Zig-Zag estaba convertida en la editorial más importante del país y de los países de habla española del Pacífico. Sus revistas cubrían ampliamente las áreas informativas y de entretenimiento y, entre sus autores de libros, incluía a los mejores escritores chilenos y a varios premios Nobel. Muerto Gustavo Helfmann, su descendencia vendió la Empresa en 1968 al grupo Sergio Mujica Lois (editorialzigzagblogspot.com).


Zig Zag enfrentaba una grave crisis económica que derivó en un conflicto con sus trabajadores, quienes, hacia noviembre de 1970, acordaron un paro de actividades con el objetivo de que la editorial fuera integrada al área social de empresas del Estado (María Isabel Molina "Las prácticas editoriales en Quimantú" Grafito Ediciones, 2018).


La empresa estaba en situación de quiebra y acumulaba deudas generadas en los últimos años. Enfrentó huelga de casi 2 meses que exigía reajuste y pago de deudas previsionales. El gobierno de Allende, decretó reanudación de faenas el 1° de diciembre del 70 y el fallo arbitral se dictó el 9 de diciembre. A los pocos días, Zig-Zag ofreció en venta al Estado sus activos y se firmó acuerdo el 12 de febrero de 1971. (Sergio Maurín, Le Monde Diplomatique 13 de septiembre de 2013).


Sigamos a Maurín: el Gobierno compró oficinas y talleres de Zig-Zag en pleno funcionamiento, donde laboraban 780 trabajadores que conservaron sus cargos. Además se transfirió la propiedad de 14 revistas con bajo tiraje y algunos contratos de impresión que incluían las revistas norteamericanas Visión y Reader’s Digest.


El valor de la compraventa lo fijó la consultora estadounidense Price Waterhouse. Las fuertes deudas con Banco del Estado, SII, Cajas de Previsión y proveedores, se descontaron del precio de compra y se transfirieron a la Editora. CORFO depositaría los fondos para que Quimantú las pagara. Se firmó contrato de impresión por 2 años de las 16 revistas que Zig-Zag conservó. Es decir, se continuó imprimiendo lo de siempre.


Quimantú nació con las arcas vacías. Debía pagar sueldos y enfrentar gastos para cumplir con los clientes y sacar sus propias ediciones. Los ingresos llegaban con mas de 1 mes de atraso. La CMPC vendía el papel con pago al contado. Al poco andar exigió pagos anticipados y retrasaba los despachos. Incluso suspendió un mes la venta de papel para revistas. La vía ineludible fue el endeudamiento.


El fuerte déficit operativo, la falta de capital de trabajo, el endeudamiento necesario, la impresión de textos escolares a bajo precio, la inversión requerida para el inicio de masiva edición de libros con retornos tardíos, la escuálida y elitista red de librería y distribuidoras existentes, prefiguraban un complicado marco operativo inicial. No se podía abordar todos los objetivos, lo que significó atrasar el lanzamiento masivo de libros. Las fortalezas eran: el complejo industrial impresor con aproximadamente un 65% de capacidad ociosa; los activos fijos que respaldaban préstamos; la plena autonomía operativa otorgada, y la alta capacidad de sus 800 trabajadores, todos afiliados a un Sindicato único, destacado impulsor de cambios. A ello, se sumaba el interés del conjunto de quienes provenían de Zig-Zag, por mantener su fuente de ingresos.


A los trabajadores heredados, se sumaron 6 funcionarios directivos en representación del Estado dueño de la empresa, quienes constituyeron el primer Consejo Administrativo.


La gestión de la Editorial Quimantú, es recordada por su espectacular éxito en la edición de libros: 317 títulos y 11.7 millones de ejemplares en 2 años de los cuales se habían vendido cerca de 10 millones, además de imprimir textos de estudio para el Ministerio de Educación.


Una condicionante esencial poco conocida, fue que la Editora debía autofinanciar su operación y su desarrollo debido a carencias fiscales. Jamás recibió aportes financieros ni franquicia alguna. Se le dio trato similar al de una empresa privada, con la diferencia que su misión era maximizar su aporte al desarrollo cultural y no de maximizar ganancias.


Por ello, no extrañará que el aniversario de los treinta años del Quimantú, se celebrara en otra institución con el mismo imperativo de autofinanciamiento cuya misión es aportar al desarrollo cultural por la vía de conservar el edificio patrimonial y difundir la cultura: el Centro Cultural Estación Mapocho.


A esa celebración, conmemorada con una pequeña cajita de cartón que contenía las portadas de todos los títulos de Cuncuna -elaborada por ediciones Ekaré- asistió Sergio San Martín, con un notorio portadocumentos. En el momento adecuado, pidió la palabra -ese don que lo caracterizaba desde sus años de sindicalista- y emocionó a los presentes extrayendo del maletín diferentes publicaciones de Quimantú, refiriéndose con conocimiento y cariño a cada una de ellas. También a algunas de las presentes que aparecen en la fotografía: Iris Largo Farías, sonriendo, e Hilda López Aguilar, aplaudiendo.


Sergio San Martín, luego de el golpe militar se radicó en Gorbea, provincia de Cautín, donde trabajó como artesano, investigador e historiador autodidacta dedicado a la defensa de la etnia mapuche. Incursionó también la literatura infantil, escribiendo "Cuentos del abuelo". Falleció en 2018, fecha desde la que el Centro Cultural de Gorbea, lleva su nombre.


Esa tarde, en la ribera sur del mismo río Mapocho que, unas millas arriba, y en su ribera opuesta sorteaba el edificio de Quimantú, se brindó por aquella empresa que, según Maurín, alcanzó la madre de todos los logros: la participación plena de los trabajadores en la gestión: el derecho a participar en las decisiones a todo nivel.

23 abril 2022

METAMORFOSIS: DE CUNCUNA A MARIPOSA




Metamorfosis, es el proceso biológico que experimentan las crías de ciertos animales antes de llegar a la edad adulta. Se me ocurrió ocuparlo a propósito de una gentil invitación de la directora del Museo Violeta Parra, Cecilia García Huidobro, a exponer desde las redes de ese museo, sobre la Empresa Editora Nacional Quimantú.


Extraño, porque es un fenómeno de hace cincuenta años (1970/1973) que se ha resistido a pasar al olvido. Por el contrario, aparece cada vez con mas fuerza entre lectores nostálgicos, tuiteros de buena memoria, programas de gobierno y hasta en el debate de la Nueva Constitución. 

Siempre enfrentado a una especie de plebiscito entre el SI debe recuperarse y el NO es factible en estos tiempos.

Ambas opciones tienen buenas razones. 

Por el SI se argumenta que nunca antes, ni después, se leyó tanto en Chile. Que jamás se han repetido las tiradas semanales de colecciones como Minilibros (80.000 al inicio); Quimantú para todos (30.000) o Nosotros los chilenos (20.000). Que no es posible hoy encontrar ejemplares a precios tan alcanzables. Que hace falta aumentar los niveles de lectura que se habrían visto dañados por el IVA, la pandemia, el desuso lector, la adicción a las diversas pantallas, la falta de tiempo...

Por el NO, se argumenta que pasaron los tiempos del Estado empresario e impresor; que los lectores actuales no alcanzarían a consumir tales niveles de tiradas; que el gobierno de la UP controlaba precios de importaciones por lo que podía obtener materias primas y papel barato, a pesar del boicot de la CMPC; que el nivel de lucha ideológica de los 70 obligaba a estar muy alertas y por tanto leer mucho y rápido para no quedar "fuera de la historia"; que sería imposible imaginar hoy una empresa con el nivel de participación de sus trabajadores en la administración: cinco de once miembros del comité ejecutivos provenían de los talleres.

El resultado de este referendo parece estar en la mas pequeña de sus colecciones: Cuncuna. Reconocida por la "Antología visual del libro chileno", de Claudio Aguilera (Quilombo ediciones, 2013) como una serie cuya "riqueza se encuentra en la variedad de textos e imágenes que incorporó, además de un diseño pulcro y sobrio con tirajes de 20 mil ejemplares, impensables hoy, constituyéndose así como un primer antecedente del libro álbum moderno chileno".

Este antecedente podría metamorfosear a mariposa, es decir llegar a volar cincuenta años después, considerando sus principales características: además de que hay muchos lectores, que se formaron como tales leyendo Cuncunas, su formato y colorido duotono no requieren de grandes rotativas y puede resistir pequeñas prensas planas y tiradas más modestas.

De hecho, la editorial de la Universidad de Santiago está por publicar una caja conteniendo cinco títulos reeditados de Cuncuna, tarea que ya emprendió Amanuta con sendos libros ilustrados por Marta Carrasco, y Planeta, con los poemas de Floridor Pérez titulado Cielografía de Chile. Ekaré había editado hace unos años, La doña Piñones, de María de la Luz Uribe y Fernando Krahn.

Se podría afirmar entonces, como el tuitero aquel, que Quimantú vive, pero solo en sus publicaciones infantiles emprende vuelo.

Lo que se pretende, detrás del SI, es reeditar libros con tiradas tan altas, precios tan bajos y circuitos de distribución tan cercanos como los de la Quimantú de los 70. Y allí está la complejidad. 

De ese desafío se trata la conversación del martes 26 de abril solicitada por el Museo Violeta Parra, que, por lo demás, vive su propia metamorfosis.







21 abril 2022

CHILE, LA CONSTITUCIÓN Y LA LECTURA


Artículo 17.- Sobre el libro y la lectura. El Estado fomenta el acceso y goce de la lectura a través de planes, políticas públicas y programas. Asimismo, incentivará la creación y fortalecimiento de bibliotecas públicas y comunitarias.

Este artículo fue aprobado por el Pleno de la Convención Constituyente chilena, el 20 de abril de 2022. Tres días antes de que se celebre, en el mundo, el Día Internacional del Libro y dos días antes de que estalle, por décima vez, la lectura maratónica continuada y a viva voz del "Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha", en el Centro Cultural de España de Santiago.

En otra fecha histórica, el 4 de septiembre, día en que Chile elegía a sus Presidentes hasta 1970, la ciudadanía deberá pronunciarse si Aprueba o Rechaza este proyecto de carta fundamental.

Es un comentario entre los constituyentes, que cada artículo que pasa al texto final -faltando aún la Comisión de Armonización que haga coherente este conjunto- agrega opositores al texto, debido a que afecta privilegios, como aconteció, por ejemplo, con los Senadores, los propietarios de derechos de agua o los dueños de las AFP.

Sin embargo, hay otros artículos, que agregan simpatizantes (ojalá votantes) al apruebo de septiembre próximo.

Sin duda, el fomento "al acceso y goce de la lectura" es uno de ellos. Y es un aspecto que tiene terreno bien abonado: cuando retornó la democracia, en 1990, el primer proyecto de ley del ámbito cultural fue aquel que creaba, en su primer artículo, el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura y, en su segundo acápite, al Consejo Nacional del Libro y la Lectura (términos posteriormente invertidos en Lectura y el Libro) que lo administraría y distribuiría los recursos de dicho Fondo. Tales recursos inicialmente serían equivalentes al monto que el Estado recaudaba por concepto de IVA al libro.

Además de poner al libro en primer lugar de la legislación cultural, esta ley firmada por el Presidente Patricio Aylwin y el Ministro de Educación, Jorge Arrate, sentaba precedentes para la creación de futuros consejos sectoriales de las demás industrias culturales como la música o el audiovisual. Y finalmente, fue modelo y modular a la vez del Proyecto que creó diez años después el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

Lo más relevante que dejó esta primigenia ley fue la consagración del principio de participación de todos los actores del sector en su Consejo Nacional. Autores, editores, bibliotecarios, profesores, distribuidores, libreros se unieron a autoridades de gobierno -en minoría- para formular las políticas del libro y la lectura y, lo más significativo, recursos que contemplaba el Presupuesto Nacional pero eran asignados por el Consejo, de manera vinculante.

Así es como el país ya desde finales del siglo XX se ha poblado de iniciativas de fomento lector sustentados por creadores, bilbliotecas, centros culturales, planes de alfabetización, ferias del libro, editoriales, investigaciones y muchas otras, con incrementos significativos, año a año, superando con largueza el rasero inicial de la recaudación del impuesto al valor agregado al libro.

Cabe destacar que tanto la ley como sus incrementos presupuestarios, han sido apoyados unánimemente por todas las fuerzas políticas y los gobiernos de diferentes signos.

También han seguido operando las políticas del libro nacionales y regionales que se elaboran periódicamente, así como diversas mesas del libro que indagan sobre posibles iniciativas para mejorar lo existente.

En definitiva, esta "constitucionalización" de la lectura y el libro no hace más que recoger un sentimiento valorado y querido por la ciudadanía.

Como deben reflejarlo las buenas Cartas Fundamentales.