Duró poco el "estado de gracia" en que nos dejó (a muchos) la inauguración de los Juegos Olímpicos París 2024. Bastaron 48 horas para que, desde Venezuela, llegara un sabor amargo. Muy amargo y lleno de reminiscencias respecto del final de la dictadura que asoló Chile desde 1973, caída que se iniciara el 5 de octubre de 1988. Con una urna electoral y un lápiz.
Hasta determinada hora de la noche, justo cuando cerraban las transmisiones desde los Juegos Olímpicos, en Chile y Venezuela, se esperaba que la elección presidencial fijada para "el día del cumpleaños de Chávez" marcara el inicio del final de la dictadura de Nicolás Maduro.
Solo que Maduro no corrió solo, como Pinochet, sino que enfrentaba a un candidato opositor muy fuerte, al que los primeros datos daban una cómoda ventaja de dos a uno. Tampoco el sistema electoral es el mismo, el venezolano tiene un componente electrónico que permite que el "poder electoral" pueda acusar un hackeo . Mismo poder que carece de autonomía del gobierno y obedecer sus dictados.
Aproximadamente una hora antes de la medianoche se fue instalando la idea que venía el fraude. Frente al cual los resguardos de vigilancia de los votos organizados por el comando opositor, fueron inútiles.
La felicidad de los venezolanos no fue un anuncio de que "ya viene" como en el octubre chileno sino que estalló antes de los cómputos. Millones de nacionales de Venezuela, en todo el mundo, salieron a la calle y expresaron su alegría por lo que parecía ser el final de un período oscuro. Algún canal de tv sumó en pantalla alrededor de cinco ciudades chilenas donde hubo celebraciones masivas y... anticipadas.
Por el contrario, los chilenos, en 1988, nos fuimos tranquilos y temprano a casa y desatamos la felicidad la mañana del 6 de octubre, cuando la victoria del NO ya estaba confirmada por nuestro Servicio Electoral y el Subsecretario del Interior del régimen, Alberto Cardemil.
Así, el lunes 29 de julio de 2024, tuvo un amanecer de tristeza y preocupación. Desfilaron por la pasarela de los recuerdos, venezolanas y venezolanos que ya se han hecho cotidianos en mi vida: el panadero que hornea la masa madre como si fuera su hijo; la amable vendedora de la panadería que persuade como nadie de la bondad de los productos que ofrece; los vocingleros "maracuchos" de la feria libre de Bilbao que ya habían anunciado que el martes 30 no trabajarían por estar celebrando la victoria del candidato opositor; las decenas de conductores de aplicaciones que interrumpían la siempre alta música radial de su auto para confesar su voto, en fin, todo tipo de prestadores de servicios que habían puesto en alerta su esperanza. El lunes 29, los productos por entrega llegaron con retraso... "hoy, los venezolanos no fueron a trabajar", explicó un repartidor chileno.
El martes 30 parecía que el tiempo retrocedía a 1983, año de las primeras protestas en Chile, que los venezolanos habían perdido el miedo y salían masivamente a la calle y derribaban los símbolos del chavismo para protestar por un evidente fraude.
El mundo se alineó rápidamente entre países de gobiernos autoritarios, por un lado y aquellos que viven la democracia y exigen una explicación al gobierno venezolano y a su Consejo Nacional Electoral.
La oposición a Maduro, segura de su triunfo en las urnas, actos en mano, comenzó a difundir sus resultados y el gobierno inició la represión, en las calles y a domicilio.
Si quisiéramos mantener la similitud con nuestro 5 de octubre, diría que está aconteciendo lo que ese día temíamos y afortunadamente no llegó a ocurrir: un escamoteo de los votos y un auto golpe que prolongaría la dictadura, sin plazo.
Esperamos que, el meticuloso trabajo de formación de testigos, un sistema de conteo y transmisión rápida y verosímil de resultados que organizó el Comando de Edmundo González, rinda sus frutos tal como ocurrió en Chile.
Que está en el disco duro de nuestro país y nos permite solidarizar con los habitantes de Venezuela, expresar cariño a los exiliados que temen ver alejarse el ansiado retorno y apoyar al Presidente, Gabriel Boric, asumiendo un liderazgo internacional que vuelve a enorgullecernos.
Como esa noche del 5 de octubre.
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