Junto con el siglo XXI, la popular calle Matucana dónde, según la cueca, se tomaba en damajuana[i] comenzó a introducirse en el itinerario cultural de Santiago. Pero, no fue fácil. Todo comenzó porque un diestro ingeniero computacional había modernizado la Dirección de Aprovisionamiento del Estado, que reconocía sus bodegas en dicha calle, sintetizándola en un programa computacional que hoy se conoce como Chile compra. Antiguos y sólidos edificios, incluyendo bodegas, taller mecánico, una estación de descarga de ferrocarril y no pocas ruinas, arriesgaban ser clausuradas. Tal perspectiva no pasó inadvertida a exploradores permanentes de espacios para el arte, entre ellos el director Andrés Pérez.
Pérez solicitó las bodegas, situadas en el número cien, para acuartelar su compañía y hacer las presentaciones habituales del verano teatral 2001. La secretaría regional de Bienes Nacionales, las entregó en préstamo por un par de meses. Aconteció lo predecible: mientras Pérez quiso permanecer un tiempo mayor, las autoridades habían ideado para el complejo un plan para emplazar allí orquestas juveniles, artesanías de chile, grupos teatrales, talleres de artes plásticas y, en el edificio de enfrente, la inexistente Biblioteca de Santiago. Luego de un tormentoso episodio Andrés Pérez y los suyos debieron salir de “las bodegas de la discordia” con un dolor entrañable.
Ese mismo verano, profesionales de la Comisión Presidencial de Infraestructura Cultural -Cristóbal Gumucio y Andrés Waissbluth- recibieron el encargo de elaborar un primer plan de gestión para lo que sería un centro cultural en Matucana 100. La primera conclusión fue que todo lo que se proyectaba acoger, no cabía. Por cantidad de metros cuadrados e incompatibilidades acústicas. Lo más delicado era encontrar un territorio para las orquestas juveniles que obviamente no podían cohabitar con actividades ruidosas. Quiso la fortuna que el Banco Interamericano de Desarrollo -como gesto hacia sus anfitriones de una reunión de gobernadores- acabara de remodelar y aislar del exterior la antigua casa del Jefe de Estación, junto al Centro Cultural Estación Mapocho. La oferta de dicha ubicación para las nacientes orquestas por parte de la Corporación que la administraba, solucionó el problema. Y de paso, llevó a Matucana la compañía La Troppa que, antes de la restauración, usaba tal domicilio para preparar sus minuciosas creaciones, como Gemelos.
Para administrar el nuevo espacio, se constituyó la Corporación Cultural Matucana 100, incorporando como fundadores a la vecina Universidad de Santiago, artistas reconocidos de las que serían sus áreas de acción: arte actual, fotografía, teatro, danza, cine y música y fundaciones vinculadas con el gabinete de la primera dama. "Todos en calidad de personas naturales más allá de sus cargos. Pueden pasar los gobiernos pero el centro seguirá" según publica El Mercurio del 14 de Septiembre de 2001.
Como director ejecutivo, la corporación designó a Ernesto Ottone Ramírez, asistente de Programación en el Centro Cultural Estación Mapocho, que regresaba al país luego de unos meses en Berlín. En el mismo artículo de prensa, Ottone declaró que si bien el pasado conflicto con Andrés Pérez puede entenderse como perjudicial para la imagen de Matucana 100, también es factible verlo como una ventaja, mostrando con hechos que “las bodegas de la discordia" tendrían un destino beneficioso para la comunidad.
Sin escabullir la necesidad de contar con el apoyo de la inversión privada, el equipo gestor urdió tres etapas para intentar situar el nuevo centro cultural en el panorama cultural chileno: “Matucana 100 en rodaje” entre los años 2001 y 2002; “Matucana 100 en construcción” (un teatro para 544 personas y una galería para arte emergente de 300 metros cuadrados ) en 2003. “Matucana 100, simplemente cultura” a contar de 2004. Desde enero del 2005, se presentó escuetamente como Centro Cultural Matucana 100 y en 2007 se sumaron tres nuevos espacios: de Residencia, Micro cine y de Teatro Callejero.
Durante 2010, otro Director Ejecutivo – Cristóbal Gumucio- se abocó a elaborar el Plan Estratégico 2011-2015 y a superar el daño del terremoto del 27F que anunció la potencial caída de la estructura de la galería de artes visuales.
Hoy, la odisea del 2001 cumple una década y tiene compañías: una pujante Biblioteca de Santiago, el impactante Museo de la Memoria, la tradicional Quinta Normal con Artequin y el nuevo MAC en su interior, navegan con él en este espacio que quizás ya no bebe de damajuanas sino de espumantes botellas de muchas inauguraciones de expresiones artísticas y patrimoniales que aseguran que allí se ha hecho un buen trabajo, que debiera durar por muchos años.
[i] Adiós calle San Pablo con Matucana
donde toman los huaynas en damajuana si ay, ay, ay,
adiós calle San Pablo con Matucana si ay, ay, ay.
En damajuana, ay sí, Parque Cousiño
donde toman los guapos, también los niños
donde toman los huaynas en damajuana si ay, ay, ay,
adiós calle San Pablo con Matucana si ay, ay, ay.
En damajuana, ay sí, Parque Cousiño
donde toman los guapos, también los niños
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