17 marzo 2022

A PROPÓSITO DE CENSURA: APSI, UNA DE VERDAD


 

Regocijándome íntimamente redactando el comentario anterior, sobre la prohibición de la censura en nuestra futura Constitución, no pude dejar de acordarme de los avatares sufridos (si, sufridos) para poder publicar, en pleno 1976, la revista APSI. He aquí las diferentes fases, debidamente numeradas.


Uno. Solicitud de permiso para crear la revista.

Según bando de la Dirección Nacional de Comunicaciones (DINACOS), para fundar un medio de comunicación, debía solicitarse autorización a esa repartición, ubicada en el Edificio Diego Portales, quienes eran sus propietarios, debidamente identificados; quién su director (chileno/a y periodista); quién su gerente/a; qué temática abordaría; su direccion; nombre de la publicación, y otros detalles menores.
Solicitamos el permiso, sometiéndonos a la restricción de que solo abarcaríamos "temas internacionales y económicos del extranjero". El boletín se llamaría Actualidad Internacional, sus propietarios, APSI limitada, una sociedad que actuaría como Agencia de Servicios Periodísticos Internacionales.


Dos. Autorización para crear la revista.

Luego de unas semanas llegó el documento firmado por el Coronel Gastón Zúñiga Paredes, director de DINACOS, señalando que se autorizaba la existencia del Boletín llamado Actualidad Internacional de APSI limitada, cuyos contenidos se limitarán a información internacional y económica del extranjero. Su director responsable será don Arturo Navarro Ceardi; su Gerente don Eduardo Araya Alemparte. Se indicaba a continuación que los originales del primer números (y luego sabríamos que también los siguientes) deberían ser presentados escritos a máquina (tiempos pre computación) en las oficinas de DINACOS, para obtener el permiso de impresión. Cuando nos dirigimos a inscribir la flamante marca nos enteramos que Actualidad internacional era un genérico que no se podía proteger, de modo que solo pudimos inscribir la curiosa palabreja APSI. Y así se bautizó la publicación hasta nuestros días.


Tres. Autorización de impresión.

Nos abocamos a redactar los artículos del primer número, sin fecha, pues no sabíamos cuándo duraría en llegar el permiso. Una vez entregados los originales muy bien presentados en papel oficio, debíamos esperar que fuesen leídos para emitir el permiso de impresión.


Cuatro. Autorización de circulación.

Una vez leídos y debidamente timbrada cada hoja, podíamos proceder a enviarlos a la imprenta, una antigua prensa plana, que imprimía de a una hoja, ubicada en el garage de la casa de un amigo bajo del llamativo nombre de "D&S impresores". Con las ediciones impresas, debíamos volver con una de ellas y los originales mecanografiados para que los censores verificaran que aquello que estaba impreso era lo mismo que habían autorizado previamente. Una vez verificado se emitía desde DINACOS el permiso de circulación. Ésta era, obviamente, por suscripciones de unos cientos de amigos, conocidos e internacionalistas a quienes distribuíamos nosotros mismos en sus hogares u oficinas. La venta de suscripciones estaba a cargo de dos atractivas amigas, parejas de gente del equipo.


Cinco. Fin de la censura previa.

La primera edición circuló el 29 de junio de 1976, con una validez de quince días, triquiñuela para editar solo dos ediciones al mes y no una cada quincena, lo que nos habría obligado a fijar fechas de aparición que, a juzgar por lo relatado, no dependía precisamente de nosotros los editores. Pasados unos seis meses con el procedimiento relatado, nos llegó desde DINACOS la noticia de que habíamos superado la etapa de la censura previa y éramos elevados a la dudosa condición de auto censura.


Seis. La autocensura.

La autocensura consistía que teníamos, en DINACOS, un fiel lector, un sociólogo llamado José Miguel Garmendia que ejercía la labor de censor. Esto es, leía los ejemplares publicados sin censura previa, los subrayaba con destacador amarillo y habitualmente llamaba a sus oficinas al Director para indicarle aquello que no era bien recibido por las autoridades. Su despacho, en el piso 16 del edificio Diego Portales,  se fue llenando de ediciones de APSI que regularmente le enviábamos, no bien salidas de la imprenta. Que entonces  era AlfaBeta impresores, ex Imprenta de la UC, ubicada en calle Lira, que  pertenecía a sus trabajadores bajo la forma de una cooperativa. Las observaciones del censor se limitaban a destacar situaciones de países extranjeros que podrían asemejarse a Chile, por ejemplo la dictadura brasileña, las que debían evitarse. 


Siete. ¿Actualidad nacional?

En medio de esta incómoda situación de auto censura y ante las naturales dificultades financieras, decidimos comenzar a probar con algunas noticias breves sobre Chile. Garmendia reaccionó de inmediato: "La familia real no se toca" a propósito de una mención de la señora Lucía Hiriart y sus compasivas declaraciones para la familia del menor Rodrigo Anfruns, que había sido asesinado. Decidimos entonces ir de frente y solicitar permiso para incursionar en la actualidad nacional. Escribimos al nuevo Director de DINACOS, esta vez un civil, el periodista Luciano Vásquez Muruaga. No obtuvimos respuesta. Telefónicamente Vásquez me manifestó que pensaba que no deberíamos pedir autorización pues la revista ya existía.   -"Dímelo por escrito". - "Ah, no, eso no". 


Ocho. La edición 105.

Así, corriendo lentamente el cerco de la auto censura con informaciones nacionales, internacionales y culturales, llegamos al 7 de agosto de 1981. Ese día, la voz de Garmendia fue diferente: "Vente de inmediato a mi oficina, mi jefe (el Director de DINACOS, Jorge Fernández Parra) quiere hablar contigo. "Mira, es viernes, son la siete de la tarde, podemos hablar el lunes". -"Vente". Fui. Fernández Parra me esperaba de pié en una sala inmensa en semi penumbra, un par de pisos más arriba de Garmendia, antes que me acercara a su amplio escritorio espetó: "Esto se acabó". Luego, ya sentados cada uno en su lugar, agregó: ustedes no tienen permiso para publicar información nacional, de modo que tendrán, en adelante que ceñirse al permiso otorgado o no podrán circular. Improvisé algunas burdas menciones a nuestro compromiso con los suscriptores y a que la siguiente edición, la número 105, estaba en talleres y debía circular el martes 11 de agosto. -"Bien, pero esa será la última". 


Vi blanco, se me apagó la tele, no recuerdo como salí del Diego Portales y me fui a la oficina de Jorge Molina, nuestro abogado y gran amigo. 

Ese día se acabó la censura, la auto censura y mi trabajo como director de APSI.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario