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Foto La Tercera |
Que un grupo de escritores chilenos celebrara en Guadalajara, en plena FIL, el merecido premio Cervantes para Nicanor Parra, está lleno de simbolismos y anti-poesía. Lo primero, porque la mayoría de ellos ya estuvo esperando a Parra en diciembre de 1999 cuando Chile fue Invitado de Honor y el poeta dejó libre un asiento en Primera Clase del vuelo de Aero México que lo iba a llevar a tierras tapatías. Lo segundo, porque ese y muchos otros brindis por el éxito notable de la presencia chilena en la última FIL del siglo XX, quedaron pendientes en el país debido al enrarecido clima pre electoral que se vivía, días antes de la estrecha votación entre Ricardo Lagos y Joaquín Lavín, lo que aconsejaba a la prensa opositora a la Concertación (la misma de ahora) a ignorarlo, muy bien nutrida por el infatigable "fuego amigo" que también recibió la feliz muestra de la cultura chilena.
Nuestro desafío entonces -encabezado por el Subsecretario de Relaciones Exteriores, Mariano Fernández; el Embajador en México, Luis Maira, y mi rol como Comisario del Pabellón- no era menor. Quizás la más grande delegación cultural de la historia de Chile trasladándose a otro país para dar a conocer nuestra cultura en todas sus facetas.
No podía ser una oportunidad más propicia: el final del milenio junto con la cercanía del término del gobierno del Presidente Eduardo Frei. Razones demás para constituir un Programa poderoso que hablara a Guadalajara, a México y al mundo, de la realidad de la cultura chilena. Abordamos entonces el desafío como país con dos principios: debía ser una muestra de Chile, por tanto considerando tanto nuestra diversidad cultural como nuestra identidad patrimonial, y debía ser una muestra exhaustiva y representativa de la producción editorial de entonces.
Se convocó a un Comité Interministerial, con presencia de todos los actores públicos que tenían relación con la cultura, más actores relevantes del quehacer privado vinculados con el tema del libro. Allí recibimos la generosa y creativa colaboración, entre otros, de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos; el Consejo Nacional del Libro y la Lectura; el Ministerio de Educación; la Secretaría General de Gobierno; la Municipalidad de Santiago; la Cámara del Libro; escritores y gestores culturales. La labor ejecutiva correspondió a nuestra Embajada en México, Pro Chile y la Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería, apoyadas en Guadalajara por la incansable Verónica Silva, fallecida recientemente.
No obstante, todo el enorme esfuerzo del sector público no era suficiente. Recurrimos a la colaboración de empresas privadas y medios de comunicación que nos patrocinaron con entusiasmo. Era imposible, en un año con la dificultades económicas que conocemos y con una delegación de las dimensiones que deseábamos, no contar con el apoyo de compañías de transporte, de alojamiento y de la mexicana CEMEX.
De ese modo, estuvimos en condiciones de presentar una muestra maciza de la cultura chilena después de diez años de gobiernos de la Concertación pero, sobre todo, después de mucho tiempo en el que se habló de un apagón cultural, porque en esos años de oscuridad que acompañaron al régimen anterior, aprendimos que el desarrollo de la cultura requiere de la actividad incansable de todos los actores de la sociedad en el marco indispensable de la libertad y el derecho de los ciudadanos a participar en la creación, la gestión y el disfrute de los bienes culturales.
La incesante actividad teatral, el crecimiento del número y calidad de exposiciones y galerías de arte, los incontables estrenos de películas nacionales, los multitudinarios recitales y conciertos, el creciente prestigio internacional de nuestros escritores que alguien calificó como “la armada literaria chilena”, la sorprendente cantidad de publicaciones del más diverso tipo y origen, la valorización de nuestro patrimonio simbolizada en las perspectivas de declaración de Patrimonio de la Humanidad de la Iglesias de Chiloé y la ciudad de Valparaíso, el interés que despertaba en el gran público la exhibición de cuentos chilenos en televisión, hablaban de una efervescencia del arte y la creación en el Chile de fines del milenio.
Eso, nada más, ni nada menos, es lo que quisimos llevar a la XIII Feria Internacional del Libro de Guadalajara en esta Embajada de creatividad y cariño, organizada con profesionalismo y asumiendo también los avances que la gestión cultural alcanzaba en los años noventa en Chile.
Por ello, fueron invitados autores como Nicanor Parra, Isabel Allende, Alejandro Jodorowski, Gonzalo Rojas, Roberto Bolaño, Antonio Skármeta, Luis Sepúlveda o Marcela Serrano, entre varias decenas más; con merecidos homenajes y recuerdos de grandes como Pablo Neruda, Gabriela Mistral o José Donoso; con poetas y narradores jóvenes y emergentes; con académicos de las más variadas disciplinas; con espectáculos musicales tan relevantes como el Hecho en Chile de Los Jaivas, Illapu y Los Tres; con Inti Illimani o el Cuarteto de Cuerdas de Santiago; con manifestaciones plásticas como Si vas para Chile o las obras de siete artistas chilenos residentes en México; con las obras cinematográficas cumbres de nuestro siglo; con compañías de teatro reconocidas internacionalmente como La Troppa, con su obra Gemelos.
Por cierto, todo en el marco de una maciza exhibición de libros de más de ochenta expositores diferentes incluyendo grandes editoriales, universidades, organizaciones no gubernamentales, editoriales pequeñas y medianas, autoeditados, publicaciones de organismos públicos y una joya bibliográfica como es el Despertador Americano, nacido en Guadalajara a los albores del siglo XIX, que se conserva en copia única en nuestra Biblioteca Nacional.
Ese esfuerzo mancomunado de creadores, organizaciones sin fines de lucro, empresas y gobierno habría estado incompleto si no considerásemos a la gente. Más de un centenar de editores, periodistas, universitarios, bibliotecarios, profesores y amantes de la cultura en general, acompañaron a esta muestra oficial. También estuvo el Chile gastronómico, a través de comida típicas y vinos.
Las cifras de expositores y participantes superaron con creces nuestras expectativas y Chile enfrentó airoso esta distinción que nos hicieron nuestros hermanos mexicanos a quienes tanto debemos por su cariño histórico, su solidaridad en momentos amargos de nuestra democracia, su innegable aporte cultural y su permanente amistad, que se replica el 2012, designándonos nuevamente país Invitado de Honor.
El desafío está planteado, lamentablemente con una primera negativa ya conocida por la prensa, la de Isabel Allende, y una dudosa designación de un médico como "Curador" (sic) de la muestra. Entre las fortalezas están que llegaremos con Nicanor Parra como nuevo Premio Cervantes y un escritor -Roberto Ampuero- como Embajador en México.
El mundo cultural chileno espera un liderazgo acertado para hacerse presente, otra vez, como país con todas sus diversidades.
La vara está alta.