Foto Centro Cultural de España |
Hay frases de escritores que requieren muchos avatares, y hasta pandemias, para ser comprendidas en toda su magnitud. Es lo que me ocurrió con un texto, muy breve, de Pepe Donoso, pronunciado mientras caminábamos desaprensivamente por la gran nave del Centro Cultural Estación Mapocho, rumbo a una cena ritual: "Las personas que no son escritores, son muy raras, Arturo".
Resulta que el confinamiento obligatorio a resultas del corona virus, ha caído distinto, muy distinto, entre los escritores y los "mortales". Leyendo la prensa, se deduce que el confinarse es casi una condición laboral para escribir y su necesario preámbulo: leer.
Muchos no se extrañan. Rosa Montero: "Precisamente, uno de los pequeños paraísos terrenales que me permito es el de reunir unas cuantas semanas libres de compromisos y encerrarme en un refugio secreto en donde no hago nada más que pasear a mis perras, gimnasia, escribir y leer, sin ver a nadie todo ese tiempo".
O "las personas que escribimos y leemos tenemos una mayor tolerancia a la soledad o a adaptarnos a formas de confinamiento", Diamela Eltit.
Oscar Hahn "A mí los encierros no me afectan mucho, a pesar de que vivo solo. Siempre he sido una persona de interiores. Paso mucho más tiempo adentro de mi casa que afuera."
Cuando me sentí en condiciones de escribir un ensayo sobre el tema de mi trabajo -financiamiento cultural- no tuve dudas en solicitar una beca que permitiera recluirme en un campus -Harvard- con una bien provista biblioteca -Widener- para lograr el empeño de escribir "lo importante", siempre postergado por "lo urgente".
La "rareza" detectada por Donoso y que he demorado en comprender a cabalidad
(sin estar completamente seguro de haberlo hecho), es que se puede vivir feliz leyendo y escribiendo. Por el contrario, quienes no pueden hacerlo, son "muy raros", para Pepe.
Solo que ahora recién he podido dar con el nombre de esa panacea donosiana: confinarse, es decir, "encerrarse voluntariamente en un lugar, generalmente apartado de la gente, para llevar a cabo una tarea que requiere una especial concentración, silencio o tranquilidad".
Agregaría que el propio término con-fin(ar) revela que lectura y escritura tienen un fin, un sentido.
Al aproximarse el día del libro, algo así como el cumpleaños de los "no raros", vuelven los propósitos antes de apagar las velas, entre ellos, leer, escribir, luego del deseo de buena salud para los nuestros.
Y respecto de ella- que obviamente no nos acompañará para siempre-, termina como el Quijote, con don Alonso tendido (aunque no rendido): "En los nidos de antaño no hay pájaros hogaño", pero sabiendo que se ha producido la maravillosa transferencia a otro que seguirá sus andanzas y lecturas. La quijotización de Sancho, la sanchificación del Quijote.
Cuántos hoy siguen sus desventuras en todo el universo...
Esa necesidad de alertar a los demás, de animar los sueños y esperanzas, me trajo a la memoria maratónicas jornadas -los 23 de abril de cada año- en las que el centro Cultural de España convocaba a leer, ininterrumpidamente, trozos de la obra cervantina.
El Centro Cultural de España en Chile y el Taller de Verso Clásico, tomaron el guante, que no la lanza y el adarga, y convocan a un Recital en su casa animado por las palabras de Cervantes en La gitanilla:
"Tiempo al tiempo, que suele dar dulce salida a muchas amargas dificultades".
Motivan así: "Si Cervantes abría su inmortal novela dirigiéndose al “desocupado lector”, hoy convertimos a estos lectores y lectoras en “oidores” en confinamiento. Y si el Quijote consiguió abrirse paso en la aspereza de una cárcel, “donde todo triste ruido hace su habitación”, confiamos plenamente en la capacidad de la poesía para estimular nuestra imaginación y los sentidos, desdibujar los muros de este tiempo, transformar este triste ruido en música callada y soledad sonora y conectarnos —en el amplio sentido del término— con nosotros mismos y con los otros".
Motivan así: "Si Cervantes abría su inmortal novela dirigiéndose al “desocupado lector”, hoy convertimos a estos lectores y lectoras en “oidores” en confinamiento. Y si el Quijote consiguió abrirse paso en la aspereza de una cárcel, “donde todo triste ruido hace su habitación”, confiamos plenamente en la capacidad de la poesía para estimular nuestra imaginación y los sentidos, desdibujar los muros de este tiempo, transformar este triste ruido en música callada y soledad sonora y conectarnos —en el amplio sentido del término— con nosotros mismos y con los otros".
Más antecedentes en http://ccesantiago.cl/evento/confinado-lector/
Todo está dicho, confinado lector.
Solo faltas tú.