28 enero 2016

CENTROS CULTURALES MILLONARIOS

Ilustración: Sociología de los Públicos. Revista MGC.

Si existe algo novedoso en Chile, que no se visualizaba antes de los años 90 del siglo XX, son centros culturales de gran público. Es decir, que reciben anualmente visitantes que superan el millón de visitantes. El primer indicio se conoció en 1999, cuando el Centro Cultural Estación Mapocho contabilizó un millón doscientos doce mil personas que, además le permitieron -taquilla mediante- solventar los gastos de un año de fuerte crisis económica. Después vinieron guarismos similares en el GAM y el CCPLM, hasta llegar al 2015 en que los tres espacios superaron holgadamente la millonaria cifra.


¿Qué ha acontecido? Lo primero es que, merced a una política de desarrollo de infraestructuras esbozada en 1990 y formalizada en 2000 por el gobierno de Ricardo Lagos, se crearon grandes edificaciones -remodeladas o nuevas- que complementaban una feliz política aprobada en 2004 por el flamante Consejo Nacional de la Cultura, de crear centros culturales en las ciudades mayores de 50 mil habitantes. Es decir, no se sostendría tal volumen de visitantes a tres espacios de Santiago si no existieran sus referentes en otras ciudades y comunas que alimentan y se alimentan de estos "grandes".

Por ello es relevante el anuncio del nuevo Director del GAM, Felipe Mella -avalado por su Directorio- de convertir el centro en "el gran alimentador de programación para las regiones". Como complemento, el Centro Cultural Estación Mapocho ha dado plataforma  de visibilidad a festivales regionales como FICIL Bío Bío o Cielos del Infinito.

Quizás en el intercambio y no unilateralidad se basa también el que la señalada política se complementó más adelante con la edificación de teatros regionales -ya muestran sus frutos Rancagua, Maule y Magallanes, mientras se construyen en Coquimbo, Bío Bío- y que en el reciente concurso para Director del GAM hayan postulado con mérito y hasta la lista corta final, dos gestoras regionales: una del Teatro Municipal de Temuco y otra del Teatro del Lago de Frutillar.

Por ende, más allá de la alegría que produce hacer balances millonarios en audiencias, es justo reconocer la contribución que otros centros culturales de todo el país hacen para sostener esa creación de hábitos de consumo cultural, tan necesarios para la política de inclusión y acceso que se promueve desde las máximas instancias de la cultura nacional.

El Centro Cultural La Moneda, acaba de celebrar con un cuadro pequeño y una cena grande, sus diez años de esfuerzos por llevar públicos abundantes a un subterráneo vecino del Palacio de Gobierno, que suele intimidar más que estimular, debido a los naturales cercos policiales que suelen coronarlo. Doble mérito de la calidad de las muestras recibidas y los esfuerzos de sus ejecutivas por financiarlas y difundirlas.

El GAM, acaba de finalizar un transparente proceso de escoger director ejecutivo, sin por ello detener su colorida actividad ni dejar de preparar una programación para el año que comienza. Es decir, estas instituciones no sólo están consolidando audiencias sino también institucionalidad y capacidad de gestión.

En este entorno, una luz de alerta dejó el reciente paro de funcionarios de la DIBAM, que afectó a algunos museos, bibliotecas y archivos, que pasó inadvertido -excepto quizás los Bibliometro- para el gran público, que no logró entender qué y cómo se afectaba la cultura cuando los centros "millonarios" y los crecientes festivales de diversas artes, simultáneamente, copaban la agenda ciudadana.

Advertencia para quienes desean que en el proyecto de indicación sustitutiva se conserve, en el Servicio Nacional del Patrimonio, una estructura de la DIBAM semejante a lo existente. La realidad indica, desde hace décadas, que sus espacios requieren reingeniería que los asemeje a los centros cultuales capaces de crear audiencias, incrementarlas y a la vez desarrollar capacidades de gestión para acoger grandes públicos y recibir aportes financieros privados y de los propios asistentes.

Por eso,  sería aconsejable que la mencionada indicación contemple alguna instancia en que se encuentren y compartan experiencias tanto los museos nacionales como estos centros culturales de impacto nacional, más que por su nombre, por su capacidad de atraer -por millones- a los chilenos.

La Jornada Temática que realizará la Comisión de Cultura, Artes y Comunicaciones de la Cámara de Diputados, el 7 de marzo es una buena ocasión para debatirlo.

A prepararse.

19 enero 2016

LA MÚSICA, LOS VIAJES Y UN ÓRGANO PATRIMONIAL


El miércoles 20 de enero de 2016, debía emprender un viaje a Valparaíso, invitado por la Comisión de Educación y Cultura del Senado de la República, con el objeto de "conocer su opinión y tomar conocimiento del oficio de su Excelencia la Presidenta de la República, con el que solicita el acuerdo del Senado para nombrar como integrantes del Directorio del Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes, al señor Sebastián Grey Avins y a Usted. (Boletín N° S 1.852-04)". Habría coincidido en la ciudad con el prestigiado organista alemán, Jürgen Mauri, que cada vez que viene, aprovecha la oportunidad para "dar un concierto en el histórico órgano de la iglesia de los Sagrados Corazones de Valparaíso. Es excelente, una verdadera joya. Que se haya conservado en su forma original es algo extraordinario, especialmente en Chile, que la mayoría de ellos han sido transformados".


Con los años, más el traslado a Santiago, perdí la costumbre de visitar mi primer colegio, protagonista de las historias que narraban mi abuelo ingeniero -"cada terremoto, el padre Rector me pedía que restaurara la torre de la iglesia, que se inclinaba peligrosamente con los sismos"- y mi padre: "vivíamos frente al colegio y su patio era nuestro lugar de juegos". El edificio hoy, es enfrentado por la sede del Santiago Wanderers y la tienda de antigüedades El Abuelo, locación de la excelente novela Colección particular, de Gonzalo Eltesch. 

No obstante, lejos de olvidar los profundos sones del órgano de mi infancia, lo traigo a la memoria periódicamente, en los conciertos dominicales de la iglesia de Saint Paul, del cerro Alegre, donde truena un instrumento donado por la propia Reina Victoria.

En el viaje en cuestión sólo habría alcanzado a visitar el edificio del Parlamento, del que guardo buenos recuerdos, relativos al propósito de la invitación. Allí se reunieron, en 1996, varios centenares de creadores, gestores, patrimonialistas con un puñado de diputados, dando forma a un curioso listado: las 120 (como el vino) demandas del mundo cultural. La primera de ellas, creación de un Consejo Nacional de la Cultura.

Allí presencié, desde la tribuna, el acalorado debate senatorial sobre si la sede de esta demanda debía estar en Valparaíso o Chillán. El resultado fue estrecho.

Allí he asistido a un par de inauguraciones de la Convención Nacional de la Cultura, rito anual que celebra la cúspide de la participación ciudadana en la determinación de las políticas culturales que aplica el Consejo.

Allí fuimos también, con Hernán Rodríguez, cuando los vacilantes comienzos de la democracia, a intentar convencer a senadores -designados y de los otros- de la importancia de aprobar los recursos -diez millones de dólares- que el gobierno del Presidente Patricio Aylwin proponía para una remodelación, que culminaría en el hoy Centro Cultural Estación Mapocho.

No son  malos los recuerdos, ni ajenos a la cultura. Esta vez el motivo es más específico y honroso. La Comisión desea escuchar del compromiso con la cultura y de cómo, sospecho, velaremos -Sebastián y yo- por los intereses republicanos en el Directorio Nacional que eventualmente volvería a integrar.

En efecto, el Presidente Ricardo Lagos me designó en el primero de ellos (2004/2008) y creo haber desempeñado con dignidad esa tarea. Resigné la posibilidad de repostularme entonces, ante la atractiva perspectiva de encabezar el proceso de coordinación de la construcción institucional y física del hoy reconocido Centro Cultural Gabriela Mistral.

Agua en abundancia ha corrido por el Mapocho. Y lo estoy verificando desde la oficina en que escribo. El Consejo Nacional de la Cultura se ha robustecido y se apresta a dar un pasos decisivo en su crecimiento al devenir en Ministerio, cuya discusión reposa en la respectiva comisión de la Cámara de Diputados.

El Centro Cultural Estación Mapocho ha consolidado su misión patrimonial y de difusión cultural, acogiendo desde Cumbres mundiales a cantidades de ciudadanos, que se cuentan en millones cada año.

El GAM vive un proceso de búsqueda de nuevo director, felizmente entregado en su totalidad a su Directorio, formado por representantes de once prestigiadas instituciones, que llevan la tarea con transparencia y apoyo de una consultora especializada.

Es decir, el escenario es completamente diferente al de aquellos años de instalación tanto del Consejo Nacional de la Cultura como del GAM.

Sólo permanece inalterable esa iglesia y ese órgano, que rememoro encendiendo, cada mañana, en el computador del Centro Cultural Estación Mapocho, una emisora dedicada exclusivamente a la música barroca.

De este modo está presente, en los avatares de cada día, la atmósfera creada por instrumentos como el construido por el lutier Aristhides Cavaillé-Coll, declarado Monumento Nacional en 2013, único en estado original, que fuera donado por Enrique Meiggs.

Sí, Enrique Meiggs, el empresario estadounidense de origen alemán, que participó en la construcción de ferrocarriles en Perú y en Chile, y que el 4 de julio de 1863, se subió a la locomotora que, por primera vez, recorrió el trayecto completo entre Valparaíso y Santiago.

Que es uno de mis viajes favoritos.

Pero que no emprenderé esta vez, por cambio en la Tabla de la Comisión. Ha ocupado el lugar, la Carrera Docente.

Es más urgente. Obvio.

Será la semana que viene, en Santiago.



11 enero 2016

EL ESCENARIO DE LA INDICACION SUSTITUTIVA



A inicios de su período, a mediados de 2000, el Presidente Ricardo Lagos presentaba una indicación sustitutiva para crear el Consejo Nacional de la Cultura con buenos augurios y escasa oposición. ¿Cuál será el escenario que acoge a la indicación de la Presidenta Michelle Bachelet, firmada el 17 de diciembre de 2015, para crear el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, acogida a tramitación por la Cámara de Diputados el 7 de enero de 2016?


En primer lugar debe reconocerse que, la de este año que se inicia, tiene una vocación de continuidad y perfeccionamiento de lo anterior, incorporando vacíos que la legislación aprobada el 2003 dejó en suspenso o sencillamente no pudo abordar.

En este orden, se identifican mejoras como la creación de un Fondo Patrimonial con jurados designado de la manera del Fondart; el traspaso de la designación de los jurados de los Premios Nacionales de Artes desde Educación a este nuevo Ministerio; la creación de Archivos Regionales; el reconocimiento de la Cineteca Nacional como ente patrimonial y su ubicación orgánica consecuente; el traslado de la facultad de exención del IVA a espectáculos al nuevos ente, y la incorporación del concepto de Estrategia Quinquenal Nacional de desarrollo cultural, significativo en un país que cambia gobierno cada 4 años.

Entre lo que se conserva está la Convención Nacional que escuchará la cuenta pública anual del Ministerio y hará observaciones y propuestas a su marcha; el Consejo Nacional de las Culturas, las Artes y el Patrimonio que amplia su apelativo y su integración; los Consejos regionales; los sectoriales, y la secretaría Técnica del Consejo de Monumentos Nacionales que también amplía su integración.

Lo que definitivamente se reconvierte es la DIBAM, que deviene en un Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, descentralizado, con sede en Santiago y direcciones en cada región del país; modificando así por primera vez un Decreto con fuerza de ley, el 5.200, que data de 1929. De él  dependerán las instituciones patrimoniales nacionales -las actuales más la Cineteca Nacional- la Secretaría Técnica del Consejo de Monumentos Nacionales y tres sistemas nacionales: de museos, bibliotecas y archivos.

Estas medidas se enmarcan, según la indicación, en una estructura formal que contempla, además de un Ministro(a) con todas las de la ley -literalmente-, dos subsecretarías. Una de las Artes, las Industrias y la Culturas Populares, con las Secretarías Regionales correspondientes y otra del Patrimonio Cultural, de la que dependerá el nuevo Servicio.

Respecto del anuncio de instalar en este Ministerio un Consejo Asesor de Pueblos Originarios, éste aparece como disposición transitoria hasta que encuentre su domicilio permanente en el Consejo Nacional de Pueblos Indígenas que la Presidenta Bachelet anunció, el 11 de enero de 2016, junto al proyecto de Ley que crea el Ministerio de Pueblos Indígenas.

En definitiva, se advierte un esfuerzo por incorporar lo existente, introducir cambios necesarios y aspirar, en dos o tres años más, a tener en funciones un Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.


¿En qué terreno cae esta semilla?

A diferencia de lo acontecido en 2000, cuando la indicación venía en los hombros de trabajos pre legislativos muy participados, en sendas comisiones presidenciales y un encuentro en el Parlamento, esta vez, las aguas están calmas en el mundo de la cultura, que parece esperar que se legisle sin prisa pero sin pausa, mientras los pilares de lo existente funcionan con mayor o menor eficacia, como ocurre con los fondos concursables, la política de infraestructura o los múltiples festivales que parecen contribuir a formar nuevas audiencias y demostrar que la cultura tiene una especial relevancia en el verano.

Tanto que remeció a una habitualmente aletargada, en estos temas, Cámara de Diputados, que ganó el quién vive al Ejecutivo que, desde 2014, intenta legislar sobre la reincorporación de las artes escénicas en los programas escolares; inquietud ya formulada por la Comisión Presidencial encabezada por Milan Ivelic, en 1996. Los Diputados aprobaron "el regreso del teatro a las aulas", lo que constituye una improvisación más en un marco de acusaciones mutuas de apresuramiento legislativo, que sólo será efectiva cuando el Ejecutivo, que la comparte, la incorpore en la legislación que trate sobre los nuevos planes educacionales.

Sin embargo, el ambiente en la Comisión de Cultura de la Cámara -en 2000 había una única comisión de Educación y Cultura- parece estar propicio pues escucharon el texto de la indicación en boca del Ministro Ernesto Ottone, el 7 de enero y se aprestan a recibir, el 14, a la representante de los trabajadores de la ANFUDIBAM, antes de comenzar a discutir la indicación.

De ello se desprende una diferencia con la discusión de la institucionalidad vigente. Esta vez el Gobierno no hizo caso a los funcionarios, que manifestaban con fuerza su oposición al cambio, en una férrea alianza con las Directoras de la DIBAM, llegando esa colusión a impedir que en el proyecto de 2000 se incorporara a la DIBAM en el Consejo Nacional de la Cultura, texto que terminó recomendando una suave "coordinación" entre ambos servicios, de similar rango, que manejaron con tino y diplomacia, entre 2004 y 2010, las Directoras Clara Budnik y Nivia Palma.

En la actualidad, ambas respaldan el proyecto que convierte a la Dibam en Servicio Nacional del Patrimonio, una como redactora principal del mismo, otra desde la tribuna que enmarcó la presentación del proyecto en La Moneda. La ex Directora Magdalena Krebs (2010-2014) ha dado un tibio apoyo a los funcionarios que cuestionan el nuevo servicio y el actual Director, Angel Cabeza, ha sido descalificado por los trabajadores como interlocutor válido, llegando incluso a pedir su renuncia.

En definitiva, se inicia un proceso legislativo que debiera acelerarse después de las vacaciones. El integrante de la Comisión, diputado Ramón Farías, ya adelantó la realización de un Seminario "abierto y participativo" al respecto, el 7 de marzo.

Esto comienza , señores...