22 septiembre 2015

FINANCIAMIENTO CULTURAL EN PAIS DE TERREMOTOS


Es quizás una de las constantes del esfuerzo por obtener financiamiento para la cultura en Chile. Tarde o temprano, alguna tragedia natural asolará cualquier recinto destinado a las artes. Tal vez por eso, nuestra historia de la infraestructura cultural casi no registra movimientos -valga la ironía- luego del titánico esfuerzo por terminar la edificación del Museo Nacional de Bellas Artes, en 1910, a pesar de haber tenido que sobrellevar el terremoto de 1906, que devastó Valparaíso y las arcas fiscales. Un inadvertido podrá decir que los edificios museales o bibliográficos han sufrido más daños en los últimos años. Es que recién en 1990, el país comenzó a preocuparse en serio de disponer de espacios culturales acordes con su desarrollo.


El 27/F dejó en lamentables condiciones al MAC del Parque Forestal y complicado al novísimo Museo de la Memoria. El 16/S parece haberse ocupado más de pequeños museos y bibliotecas del norte chico. En todo caso, siguiendo la estructura estatal vigente, afectó más a dependencias de la DIBAM que a aquellas financiadas vía Consejo Nacional de la Cultura.

Es que atávicamente, los presupuestos de los espacios públicos chilenos no consideran fondos para manutención. Mucho menos para restauración. De ahí que tras cada evento telúrico sea necesario resignar recursos internos y/o recurrir a los fondos generales de emergencia. 

El problema, en el segundo caso, es que siempre hay prioridades más urgentes como los hospitales, los puentes, los caminos, los embalses.

Lo dramático es que, en efecto, muchas veces se puede esperar, pero los costos en el interinato se incrementan en dólares o UF mientras los fondos públicos reposan en congelados pesos. Vienen entonces los recortes que dejan edificios sin terminar, sin ascensores, con calderas inútiles o con segundas y hasta terceras etapas por venir.

Es lo que por segunda vez podría afectar a la gran sala del GAM, que ya fue postergada en 2010. 

Lo complicado es que si bien hay muchos aspectos en los que el trabajo de los gestores con el sector privado o las audiencias puede contribuir a una infraestructura cultural, la edificación o la restauración no está entre ellos. Hasta el más liberal de los planificadores piensa que financiar infraestructura debe ser tarea del Estado.

La forma de salir de este círculo vicioso es utilizar los aportes de la gestión en labores de manutención que reduzcan al mínimo las necesidades derivadas de una tragedia natural. Su complemento, debiera ser la existencia de programas estatales permanentes de apoyo a edificios que sufren daños impredecibles.

Porque los edificios de la cultura pueden esperar, pero aquellas actividades artísticas que acogen, no. Son precisamente los espacios donde la población puede y debe refugiarse en las tragedias para reconfortarse con un libro, estimularse con una obra de teatro o engrandecerse con una muestra de artes plásticas.

En consecuencia, el financiamiento cultural, en un país como Chile, debe también asumir una condición mixta en la cual las audiencias y los gestores contribuyan con recursos para la prevención y el Estado se haga cargo, inevitable y rápidamente, de la restauración.

10 septiembre 2015

LA GESTIÓN CULTURAL EN 3D



Si hace algunos años, digamos quince, alguien me hubiese preguntado por mi sueño dorado (pregunta que suelo hacer a quienes demandan trabajo) habría respondido algo parecido a lo que hoy acontece. ¿Acontece? Al parecer sí. Estamos en la casa central de la Universidad de Chile, alma mater de un primero diplomado y luego Magister que me acogió como profesor desde sus primeros balbuceos de dos Luises emprendedores: Merino y Riveros, entonces decanos de Artes y Economía.


Estamos presentando un libro sobre Gestión Cultural, ni el primero ni el último, editado en Chile, con plumas tan entrañables -y formadoras en mi caso- como George Yúdice, Alfons Martinell, Sonia Montecino, Antonio Canelas, Nivia Palma, Eduardo Nivón o Jordi Tresseras, que son de aquellos colegas con los que nos hemos ido "haciendo al andar".

Estamos acompañados de un Ministro Presidente del Consejo Nacional de la Cultura -otro sueño hace 15 años- que amenaza además con despertarlo transformado en Ministerio, siempre bañado por las plácidas aguas de la bahía de Valparaíso.

Ministro, Ernesto Ottone, que además es casi el símbolo de un gestor cultural como el que soñaba, con formación sólida en esta universidad, en Francia y con una práctica acumulada en el Centro Cultural Estación Mapocho, Matucana 100, el Museo Salvador Allende y el CEAC.

Se trata de un libro editado por la editorial -el Fondo de Cultura Económica- de las primeras y básicas lecturas de sociología de mi generación y las más sobresalientes de literatura: Carlos Fuentes, Jorge Ibarguengoitía, Juan Rulfo…

Vine a esta Comala entonces con gran satisfacción y mucho entusiasmo porque sigamos soñando en esta área y sobre todo, construyendo como lo hemos hecho -todos o casi todos de los que aquí estamos- a pasos acelerados esta disciplina que nuestro coordinador de hoy, Mauricio Rojas, nos hace cuestionar acertando un dardo tan injusto como difícil de esquivar: ¿es la gestión cultural una herramienta de mercado? Y lo profundiza con otra pregunta espejo: ¿o un mercado de herramientas?

Honrando a nuestros anfitriones mexicanos debo responder con Cantinflas: ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario.

Rojas, en la introducción, busca usar interesantes imágenes para atraer la atención sobre e el libro. Las 3D de la Gestión cultural. Una manera de usar lo especial que tiene la tecnología -la que acusa de no estar en las demandas estudiantiles chilenas y por tanto no ser relevante para los jóvenes (¿será lo mismo para el resto de la sociedad?) No obstante, la usa para titular su obra.

Se pregunta si la GC es ¿una herramienta de mercado o un mercado de herramientas? Disyuntiva no excluyente pero connotada ideológicamente pues obviamente mercado no es bien visto en este contexto. Pues podemos decir que es una herramienta que permite incursionar en el mercado (economía de mercado) a artistas y fenómenos culturales que de otra manera permanecerían al margen lo que no significa que no puedan ejercer o ejerzan de hecho una influencia para modificar ese mercado. La realidad es dinámica o dialéctico. Por ejemplo, el caso del fotógrafo de Benetton, Oliviero Toscani, que plantea severas críticas a la guerra y la sociedad capitalista o a la iglesia conservadora, que se pudo presentar sin censuras ante un público masivo, en Chile, gracias a una gestión cultural "mercado-compatible".

También es un mercado de herramientas o un conjunto de herramientas que no necesariamente constituyen mercado pues no se venden y, por el contrario, están al servicio de quienes lo necesitan como el Botiquín de Herramientas Culturales formulado por la gestora cultural argentina Victoria Alcaraz a partir de su angustiosa experiencia con el 27/F chileno, y que lo pone a disposición de sus colegas afectados por otros desastres naturales.

Pero el mejor desmentido al carácter mercadista de la GC proviene de los propios empresarios, supuestos impulsores e imponedores del modelo: ellos explicitamente evitan apoyar manifestaciones "que hablan" (teatro, fotografía, danza, circo) y prefieren aquellas mudas (pintura) o en idiomas extranjeros lo más alejados posible. Es decir, la intervención empresarial es comparable con aquellas referidas a grupos potencialmente de riesgo como los sindicalistas, los indígenas, los ambientalistas... Todos sectores que forman parte de la sociedad sin ser calificados como "herramientas de mercado".

Otro argumento en contra de este mercadismo es aquel de la infraestructura cultural, concepto introducido en Chile el primer trimestre del siglo XXI por un Presidente que tenía en este terreno una auto imagen más parecida a Mitterrand que a otros estadistas (CCPLM) concepto que no es entendible en Chile si no se lo asocia al de Gestión Cultural (de hecho nacen de la mano y simultáneamente) surgidos al amparo de fuertes inversiones públicas muy distantes de lo que pediría entonces el mercado, que ofrecía, por ejemplo, para la vieja Estación Mapocho una bodega de la mayor empresa cervecera del país; sin embargo, el Estado asignó al edificio un destino cultural, le destinó recursos (10M USD), creó una entidad que lo gestionara, a la que concesionó el edificio remodelado, y le dio atribuciones para cumplir su misión de servicio público sin fines de lucro, exigiendo además su autofinanciamiento, fundando de hecho la GC en Chile.

Nivia Palma ahonda esta tesis agregando que los gobiernos post dictadura cívico/militar, en Chile, "escogieron a la gestión cultural y los fondos concursables como la mejor herramienta para disminuir el rol del Estado en materia cultural". Lo que habría constituido un milagro pues es imposible disminuir lo indisminuible, salvo que se use el subterfugio matemático del menos cero o el meteorológico bajo cero.

Por el contrario, los fondos concursables optimizados por la naciente (tan naciente como los fondos) GC solo pretendían optimizar, multiplicar, aumentar los escasos recursos que la dictadura destinaba a la cultura. Lo mismo que pretendió la Ley de estímulos tributarios o Valdés. Allegar más recursos al menguado presupuesto público en cultura.

La conclusión del libro es románticamente positiva al comparar al gestor cultural con aquel buscador o coleccionista de mercados de viejo (o populares) que hace de partes aparentemente inconexas y diversas un relato propio y colectivo y construye el universo desde el fragmento, es decir finalmente el GC es un creador -lo que comparto- indispensable.

Termina entonces negando la tesis de la GC como herramienta de mercado para adherir a su alternativa el mercado de múltiples herramientas -como cita de manera incompleta Carlos Villaseñor- dentro de las cuales las nuevas tecnologías y las redes sociales son parte tal como lo serán los adelantos que nos lleven, quizás pronto, a mirarlo en 4D .

En varios de los textos se traduce el error de creer que las únicas alternativas posibles para Chile son políticas culturales desde los intentos de influencias de Francia o EEUU.

Nuevamente Cantinflas, ni lo uno ni lo otro. Vivimos porque optamos democráticamente por él, un modelo mixto que tiene sus raíces mas en los dominios de la Reina más longeva de su dinastía: el modelo británico o de Estado Patrocinador.

Mixto porque recibe de Estados Unidos una débil legislación de estímulos tributarios, hecha en la medida de lo posible y considerando lo conservadores que son nuestros empresarios y recibe de Francia una gran preocupación por la infraestructura que comienza a mostrar sus debilidades cuando más que servir de acogida a manifestaciones artística, se la está usando como justificación para legislar y darle usos a posteriori. Si no, qué es el Palacio Pereira, iniciado por un gobierno, que no es el actual, para albergar una entidad que aún no existe.

La experiencia, los gestores lo saben bien, enseña que sólo se debe construir, restaurar o modificar espacios llenos. Es decir, que ya se sabe a qué se destinarán y respaldados por estudios de audiencias que miden exactamente quienes lo disfrutarán. Lo demás son espacios fantasmas.

Nivia Palma tiene un interesante análisis sobre la originalidad de nuestro modelo, de allí su carácter mixto, con los fondos concursables, es decir recursos que pone el Estado pero asignan los pares. (Esta ingeniosa manera de separar quién pone la plata de quien decide a quienes se entrega, que nos habría ahorrado tanta tinta pontificando sobre transparencia y probidad). Ella revela muy bien como allí también se reflejaban en un principio las presiones conservadoras (caso Iron Maiden, los Angeles Negros, Simón Bolívar bisexual o el Falo de Machalí). Presiones que ya no se imaginan. Nuestra sociedad aprendió -Fondart mediante- que las artes no son sujeto de censuras.

Hoy a nadie se le ocurriría titular con escándalo por una obra financiada por Fondart. Allí prima sólo la calidad y así lo reconoce y conserva la nueva indicación sustitutiva, incluso profundizando el número de miembros del Directorio Nacional del Consejo Nacional de la Cultura, tribunal supremo de los fondos concursables…

Como tampoco a nadie se le ocurriría descartar a la gastronomía como relevante vertiente cultural como sabrosamente nos recuerda Sonia Montecinos.

Hay un recuerdo que hace estimulante el libro, como aquel supuesto tránsito de "trabajadores de la cultura" a "gestores culturales" (75), que no es sólo de lenguaje.

Pero, nuevamente Cantinflas: todo lo contrario, ambos conceptos se reúnen en una única experiencia que se cita: Quimantú.

Fueron precisamente trabajadores de la cultura, de las prensas, el fototono, la corrección de pruebas y la encuadernación quienes se hicieron cargo de la principal empresa cultural que jamás en su historia ha tenido el Estado de Chile, me atrevo a compararla incluso con TVN de sus mismos tiempos. Eran sin duda trabajadores de la cultura, pero vaya que buenos empresarios y gestores que inundaron el país de libros en cifras que envidiaría hasta la querida colección de Breviarios del Fondo.

Lo que devela además que el concepto de desarrollo cultural desde la Universidad de Chile y la DIBAM se agotó antes de la dictadura. Mejor ejemplo es que Allende no las uso para ello, creo Quimantú, dando un nuevo rol de los trabajadores, como empresarios eficaces formulador es de políticas culturales y realizadores de las mismas...

Significa ello que debemos retornar a los desafiantes sueños de Allende. No, pienso con Carlos Peña que: "Para sacudirse de una vez (elaborarlo, diría Freud) el Gobierno y la Nueva Mayoría deben entender que continuar a Allende hoy día no significa empecinarse en concebir la realidad social como entonces se la concebía. Y es que así como la gente crece, los países también. Donde había una sociedad excluyente, hoy existe una que ha incluido como nunca antes a las grandes mayorías. Donde existía una clase pequeñoburguesa amenazada, hoy existe una amplia clase media aspiracional. Donde existía la memoria olvidada de lo indígena, hoy existe una conciencia multicultural creciente. Donde había una sociedad de minorías, existe hoy una de masas. Y donde la injusticia era tan flagrante que parecía justificar la violencia, hoy nada la justifica" El mercurio 30 de agosto 2015.

Pero, los invito a finalizar elevando la cabeza, no sigamos -aunque me gustaría- pensando sólo en nuestro pequeño país (tan pequeño que, en reciente edición de la revista Observatorio del Itaú Cultural de Brasil, en su número 18, dedicado a los modelos latinoamericanos de política cultural, Chile comparte un capítulo comparativo con Uruguay y Paraguay, mientras Colombia, Argentina y México tiene un capítulo para cada uno … y Brasil dos.

Recurro para ello al maestro George Yúdice: “Gestión y promoción no son simplemente el contexto de la cultura. Por derecho propio, gestión y promoción son procesos creativos. Esto quiere decir que la obra de arte o el patrimonio no son los únicos generadores de valor cultural. Voy a referirme a procesos altamente creativos que en algunos casos llegan a constituir verdaderos movimientos sociales. Gestión y promoción van más allá de la administración de la cultura como proceso burocrático, más aún, llegan a ser garantes del acceso y la democracia cuando dinamizan la sociedad y crean nuevos vínculos y redes”.

Más claro...

03 septiembre 2015

LOS DIRECTORIOS DEL MINISTRO OTTONE



Al iniciar su intervención en el foro de detentores de Premios Nacionales con que se inauguró la reciente Convención Nacional de la Cultura -la número doce- Agustín Squella destacó que el Ministro Ernesto Ottone, en lugar de tomarse él la palabra, la entregara, para la relevante ocasión, a cuatro intelectuales chilenos. Deseó que fuese una señal. Y así ocurre al menos en lo que a la presencia del Ministro en los Directorios de los centros culturales que reciben aportes fiscales. Desde la designación de Ramón López en la Presidencia del GAM; de Alejandro Rodríguez en la del Parque Cultural de Valparaíso, y de María Inés Silva en el Directorio del Teatro Municipal de Santiago.


Con ellos, comenzó un proceso mediante el cuál el Consejo Nacional de la Cultura ha nombrado sus representantes en grandes centros culturales. Esta estrategia del Ministro de Cultura, busca cambiar la figura vigente donde el propio personero participaba como presidente de los respectivos directorios, con todas las limitaciones de tiempo que ello implicaba y eventuales dificultades en el traspaso de recursos pues son fondos que llegan desde el Consejo Nacional de la Cultura.


Corporaciones y fundaciones de derecho privado sin fines de lucro son gobernadas por directorios ad honórem elegidos por sus asambleas de socios y en ellos se garantiza la presencia de uno o más representantes del Estado, normalmente el principal es el Ministro Presidente del Consejo Nacional de la Cultura. En otros casos, como el Centro Cultural Estación Mapocho, es el Ministro de Educación. Estas corporaciones reciben, en comodato a plazo fijo, espacios de propiedad fiscal desde el Ministerio de Bienes Nacionales.

La creciente diversidad y cantidad de estos espacios culturales, desde 2000 a la fecha, hacen que sea muy complejo para el Ministro  participar en todos los directorios, que se reúnen con periodicidad trimestral y en algunos casos- hasta mensual.

"Hago hincapié en que estas personas no son representantes míos, o emisarios del Consejo, señala Ottone, esta decisión tiene relación con que como Ministro de Cultura tengo un espacio en cada uno de estos directorios, y esa es una tarea que me parece más sensata abordar desde una mirada más rica y diversa del medio artístico y cultural". El perfil de los elegidos ha sido "marcado por la experiencia profesional y su desafío va de la mano con el rol y espíritu público de su ejercicio,  y que tiene que ver con ser representantes del Estado en la gestión de estos espacios. Cada uno está donde está porque cuenta con las capacidades técnicas y profesionales para ejercer con autonomía la toma de decisiones necesarias en cada caso. Justamente porque nosotros como Consejo Nacional de la Cultura  no queremos influir en esa toma de decisiones, es que hemos pensado en estas personas".

En el Centro Cultural Palacio de La Moneda, Ottone designó en la presidencia a la geógrafa de la UC María Eliana Arnz, Directora Ejecutiva de Fundación Casa de la Paz, ex Coordinadora del Programa Conjunto de Pueblos Indígenas de la Oficina del PNUD en Chile, que fuera Subsecretaria General de Gobierno y Subdirectora del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, durante el período de Paulina Urrutia. Este centro cultural, por ser administrado por una Fundación, creada por el Ministro José Weinstein, es la única institución que permite a Ottone designar tres directores. A Arnz se suman el abogado Gonzalo Sánchez y el arquitecto Federico Sánchez, conductor de TV. 

Matías Rivas, director de ediciones UDP, llega a la Corporación Cultural Matucana 100; Loreto Bravo, secretaria ejecutiva de Acción AG y ex funcionaria del Consejo Nacional de la Cultura, a Balmaceda Arte Joven, que además tiene en su directorio a representantes de la Alcaldía de Santiago y del Ministerio de Educación.

La ex integrante del Directorio Nacional del Consejo Nacional de la Cultura y ex agregada cultural de Chile en México, Cecilia García-Huidobro, presidirá la Fundación Museo Violeta Parra, pronto a inaugurarse.

La ex Primera Dama, integrante también del Directorio del Teatro Municipal -por designación alcaldicia- Luisa Durán, representará a Ottone en la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles, que contribuyó a fundar, y la arquitecta Beatriz Navarrete se integra a Artesanías de Chile, entidad de la que fue Directora Ejecutiva.

Este destacado elenco, junto con dar bríos desde la sociedad civil a la gestión cultural de espacios públicos con administración privada sin fines de lucro, marca una nueva etapa en la relación del Consejo Nacional de la Cultura con los centros que reciben aportes financieros del estado, mediante una glosa presupuestaria.   

Es posible apreciar que los nuevos directores tienen amplio conocimiento de las instituciones que pasaran a integrar y una vasta experiencia en el creciente sector sin fines de lucro que contribuye enormemente al desarrollo cultural chileno.

Y también que el Ministro, entrega la palabra. Tal como aparece en los primeros lineamientos de la indicación sustitutiva del proyecto de ley de Ministerio de Culturas, en las que el Directorio Nacional no sólo se conserva sino que se amplía.

01 septiembre 2015

TOMÁS MOULIAN Y LOS LIBROS


A pesar de haber sido candidato presidencial, Rector y Director de unidades académicas, aunque él no lo quisiera -que lo dudo- Tomás Moulian, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2015, será recordado muy especialmente por su relación con los libros. Por leerlos, en cantidad; por analizarlos, en proporción no menor; por publicarlos, por un tiempo como editor; por escribirlos, casi una veintena. Y, por cierto, por todo aquello que revela una robusta relación con los impresos: crear pensamiento. Difundirlo, defenderlo y perfeccionarlo, si hay buenos argumentos.


Las primeras noticias sobre Tomás las escuché en los patios de la escuela de Sociología de la Universidad Católica, desparramados en Apoquindo 7228, ex seminario mayor. Era el profesor anhelado, el que recibía personalmente a cada alumno que así lo deseaba en una oficina que poco había cambiado desde su monjil destino anterior. Era el mítico sociólogo de pipa, camisa a cuadros, chaqueta de tweed, amigo y compañero en Lovaina de otro mito: Rodrigo Ambrosio.

Anhelo de sucesivos centro de alumnos era que Moulián hiciera clases incluso a los mechones de primer año, no reservarlo para los sesudos cursos de Teoría que comenzaban años después. Es que no había tiempo. La reforma universitaria de 1967 y la posibilidad pronta de un gobierno de la Unidad Popular aconsejaban que sus conceptos marxistas fueran transferidos, a la vena revolucionaria que se gestaba -quizás por vez primera- en la UC.

Revolucionaria e inconformista. Recordado es su texto sobre Checoslovaquia, "Un crimen y un error", en el que criticaba ácidamente la entrada de los tanques soviéticos en agosto de 1968, a Praga, que constituyó un dolor de cabeza para su partido y sus futuros socios comunistas de la Unidad Popular.

Mas tarde, en entrevista con el historiador Javier Amorós, Moulian sostuvo que la sociedad chilena construyó a fines de los 60 el “mito” de tener “una democracia ejemplar”, cuando “tuvimos siempre una democracia política en proceso de perfeccionamiento, pero con una sociedad muy oligárquica y muy autoritaria en sus jerarquías”.

Sin embargo, la urgencia de esos años lo arrastró, militante al fin, a sumir una tarea envidiable en el Gobierno de Allende: Jefe del Departamento de Libros de Quimantú, la editorial del Estado. Ello implicaba hacerse cargo de todo aquello que hoy se denomina ficción. Los de no ficción, estaban bajo la rigurosa mirada de compañeros más "adelantados" en las aguas de Marx: el PC Joaquín Gutierrez y el PS Alejandro Chelén.

Tomás asumió el desafío, asesorandose por el irremplazable escritor y lector compulsivo Alfonso Calderón y delegando a un novato asistente, que la empresa le proveyó, las publicaciones de textos escolares e infantiles. Impulsó además un comité asesor editorial donde opinaban impetuosos escritores jóvenes como Ariel Dorfman, Luis Dominguez o Antonio Skármeta. Así, nacieron bajo su dirección las colecciones Quimantú para Todos, Nosotros los Chilenos y Cordillera. Y se publicaron noveles plumas como Walter Garib, Ernesto Malbrán o Germán Marín.

De allí saltó a otras responsabilidades que culminaron, durante el paro de camioneros de octubre de 1972, en su más original texto político: ALERTA, un diario que se pegaba en los muros de Chile entregando información fresca y convenientemente analizada al pueblo que entraba de lleno a la espiral de lucha ideológica de aquellos años. Más de una noche Moulian salía con las brigadas verdirrojas del MAPU a pegar personalmente aquellos afiches que durante el día redactaba.

El inesperado crimen de Edmundo Pérez Zujovic, el 8 de junio de 1971, había conmocionado a la clase política y a la sociedad chilena en general. En medio del año de “la fiesta”, como lo llamara Moulian, la euforia gobernante se rompió cuando el deseado acuerdo político con la Democracia Cristiana, que le daría seguridad al avance socialista de la Unidad Popular, vio enterrar sus posibilidades junto al cuerpo del acribillado ex-ministro del interior del gobierno de Frei Montalva.

Durante la dictadura cívico militar no bajó la guardia y muy tempranamente intentó recomponer esos lazos frustrados a través de la clandestina revista UMBRAL, un compendio de artículos de sociólogos -entre otros el recientemente fallecido Ignacio Balbontín- economistas, periodistas y dirigentes de la UP y la DC que comenzaban a transitar juntos, al menos en sus páginas mimeografiadas. Mucho del sueño sobre la renovación socialista y la posterior concertación por la democracia traspasó ese umbral.

También escribió columnas en APSI y Análisis.

Con el retorno a la democracia, profundizó su independencia de toda militancia, acertando el pleno de la suerte -como él mismo señala que necesita un texto para ser rankeado entre los más leídos- con el ensayo "Chile actual: anatomía de un mito" publicado en 1997.

Lo que vino después es sabido y culmina con Tomás como intelectual público ampliamente reconocido y galardonado con el Premio Nacional.

Un enorme acto de justicia.