24 enero 2020

CO GOBERNAR EN CULTURA

Cristóbal Colón, lunes 14 de octubre del 2019, en Providence, Rhode Island, 
(AP Foto/Michelle R. Smith)


Los apremiantes sucesos que siguieron al 18/O, han llevado a muy diversas derivaciones. Hay dos de ellas que llaman especialmente la atención. La primera, la sensación de que estamos en un co gobierno de hecho, a causa de una autoridad que ha perdido legitimidad y que requiere de otros más allá de la coalición que lo eligió, para dirigir el país. La segunda es el reconocimiento de The Economist de que después del 18/O tenemos una mejor democracia. La pregunta es cómo se revela o debiera revelar aquellos dos aspectos en la cultura.


Lo más evidente es que nos pilló a contramano. 

Mientras la gran demanda es la dignidad y por tanto la participación, la cultura en Chile intenta instalar un ministerio, en reemplazo de un consejo nacional que habría dialogado bastante mejor con la situación. 

Para completar el cuadro, está en tramitación una postergada ley del patrimonio que, obviamente, no considera aspectos que se han visibilizado merced el llamado estallido social.

A pesar de los esfuerzos del subsecretario Emilio de la Cerda por escuchar el movimiento social e incorporar sus expresiones en la nueva ley, esa tarea se hace imposible pues aún no terminan de expresarse esas demandas ni termina de entenderse el sentido de muchas de ellas. Es obvio que se debe estar aguas más quietas para legislar con futuro. Más aún si tenemos un proceso constituyente en perspectiva cercana.

El ministerio se ha convertido en una especie de notario que registra los bienes dañados sin poder avanzar en las formas de su eventual restauración.

El diario El País de España señaló:

Al menos 329 monumentos públicos han sido dañados por los manifestantes  los tres meses del estallido social en Chile, que ha puesto contra las cuerdas la institucionalidad del país para exigir reformas a fondo. Sobre todo en ciudades como Santiago y Valparaíso, las esculturas de calles, avenidas y plazas se han transformado en un gran pizarrón de proclamas y las más disímiles demandas sociales. 

... Las obras casi desaparecen detrás de decenas de rayados, pintadas de aerosol o elementos adheridos. Algunas han sido deformadas y agrietadas. 

... Según el catastro del Consejo de Monumentos Nacionales, 24 se han perdido por completo y han sido retiradas o reemplazadas. Así ocurrió en la ciudad de La Serena, a unos 450 kilómetros al norte de la capital, donde los manifestantes retiraron un monumento en honor al conquistador español Francisco de Aguirre y en su lugar instalaron la escultura Milanka, en homenaje a la mujer de la cultura indígena diaguita.

Observadores creen ver en ello una arremetida "
anti institucional, antimilitar y anticolonial" una mezcla demasiado compleja y extendida en nuestra historia como para tratarla simultáneamente. 

Es verdad que hay quejas contra el colonizador español, en ocasiones, justificadas, pero habrá que dar tiempo y espacio a reivindicar muchos aportes que Neruda ejemplifica muy bien: 

Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra… Pero a los bárbaros se les caían de la tierra de las barbas, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras.

Es verdad que hay reclamos contra la dictadura militar, que nos dejó el sistema extremamente neo liberal que comienza a resquebrajarse, pero tambien una historia parcial y manipulada que mantiene abiertos debates sobre el Museo de la memoria y los derechos humanos y el propio Museo de historia nacional, que deberían estar zanjados hace mucho.

Pero el reclamo que más requiere de co gobierno es el institucional. Es claro que la institucionalidad que no termina de cuajar, no va a resolver las demandas en este sentido, incluso un deseable retorno al Directorio Nacional del CNCA quedaría trunco pues dicha instancia, que fuera vinculante, debería acometer nuevas atribuciones como por ejemplo, la participación ciudadana en los procesos de creación de monumentos y de restauración o reemplazo de los dañados.

Mientras tanto, debemos contar con lo que contamos, empoderar a un Consejo nacional tan invisible como existente, seguir dando espacio a los consejos sectoriales que han tenido lo suyo, por ejemplo en la ley de teloneros que logró, entre otros, el Consejo de la música.

Pero, sobre todo, encontrar una forma creativa y extendida de que el mundo de la cultura participe, masiva y activamente, tanto en la incorporación de los derechos culturales en la futura constitución, como en la resolución de los desafíos que nos deja el despertar de Chile.

Bonita tarea.

13 enero 2020

DE BATUTAS, MONUMENTOS Y BIOGRAFÍAS

Foto Lautaro Carmona, diario El Día


El escritor Guillermo Blanco, en sus amenas clases de redacción periodística, contaba que un biógrafo de José Gaspar Rodríguez de Francia y Velasco -también conocido como el doctor Francia-, que llevó adelante la independencia del Paraguay encontró tan interesante la vida de su biografiado que le puso por título sencillamente: "Vida del doctor Francia". Acto seguido, Blanco profesaba una de sus estentóreas carcajadas que no disimulaba que era un pésimo titular. Es que así son las buenas biografías, una vida. Y en toda una vida pasan muchas cosas, más de alguna de las cuales amerita motivar el título de la obra. "Batuta rebelde", de Patricia Politzer, es un buen ejemplo de ello.


Sin dudas, el título recoge, en dos palabras, la ocupación del maestro y su consistente rebeldía respecto de lo que ocurría en la música, en la formación de los niños y la situación social del país.


Junto con ello, el volumen, recientemente aparecido, hace reflexionar sobre la ausencia de biografías potentes en nuestra literatura nacional. Quizás las más próximas son de un español: Mario Amorós y se refieren a dos personajes contradictorios: "Allende" y "Pinochet". 

Entre los chilenos, "Después de vivir un siglo" de Víctor Herrero, sobre Violeta Parra; "Todo debe ser demasiado", sobre Delia del Carril, de Fernando Sáez y "Bernardo", de Alfredo Sepúlveda.

Esta desidia de nuestros  autores -reconociendo que emprender una biografía es quizás de las tareas más complejas en la literatura- podría compararse con aquella que la ciudadanía en general tiene de sus monumentos dedicados a personajes.

Dificulto que alguien pueda mencionar a todos los próceres que ocupan el bandejón central de nuestra Alameda de las Delicias.

Una de las mayores vergüenzas de mis recorridos por el mundo de los centros culturales fue cuando el entonces director de la Canning House de Londres -organización dedicada a promover el entendimiento e intercambio entre Gran Bretaña y el mundo hispánico y luso brasileño- me llamó discretamente aparte.

Era para señalarme que el monumento a George Canning en Santiago -ex secretario de asuntos exteriores británico en el siglo XIX- estaba erróneamente identificado como Ricardo Cumming, comerciante de Valparaíso que fuera fusilado, por participar en un fallido ataque a las fuerzas navales del gobierno del presidente Balmaceda, durante de guerra civil de 1891.  

A mi regreso a Chile, informé de ello a la autoridad del Consejo de Monumentos Nacionales de la época, quién corrigió, discretamente, el increíble error.

Esta ignorancia está siendo puesta en evidencia con los daños sufridos, según el mismo Consejo, en semanas recientes, por cerca de 230 monumentos nacionales, de los cuales 155 corresponden a estatuas, placas y bustos. 


Es evidente el irrespeto por nuestra estatuaria, algunas son impunemente robadas - recuérdese el caso de Raúl Schüler- o intencionalmente dañadas como el sable de Baquedano. 

Sea esta explosión social en curso, un buen momento para revisar la totalidad de los monumentos dañados y comprobar su nivel de aprecio por la ciudadanía a las que muchas veces se le han impuesto.

Por otra parte, la biografía de Politzer, que parece llegar en inmejorable momento, sea un incentivo para que otros autores emprendan la necesaria tarea de narrar la biografía de tantos chilenos que permanecen en un inmerecido anonimato.