Una manta mapuche de cacique, un ejemplar del diario Fortín Mapocho constatando su ausencia el 3 de octubre de 1988 para la marcha final de la campaña del NO, un reconocimiento a su madre asturiana por parte de la colonia residente y un decreto municipal con todas las de la ley, diploma incluido, fueron los regalos que Joan Manuel Serrat recibió en la capilla del Teatro Municipal el 21 de abril de 2015 con motivo de haber sido declarado visita ilustre de Santiago del Nuevo Extremo.
"Quiero darles las gracias por todo el afecto que encierra una distinción como esta. De alguna manera declararme como Visitante Ilustre, quiere decir: aceptarme durante el tiempo que dure mi estancia en Chile. Ya lo ha insinuado mi querida Carolina Tohá, que ha dicho algo que iba por el camino de que este reconocimiento tenía que llegar en algún momento, pero sencillamente porque hace muchos años, lo que esta distinción significa –esta aceptación de los chilenos a mi persona- viene ya desde muchos años. Nuestra relación se inicia el año ’69 aquí mismo, en el Teatro Municipal, gracias a Raúl Matas que posibilitó mi posibilidad de cantar en este bellísimo teatro”.
Después, recordó, “recibí un doble exilio, uno en España y otro en Chile, pero fueron años en los que la fraternidad aparece y así hemos vivimos con una ligazón por el vínculo de la vida y la muerte, por el vínculo de la sangre, de la dignidad, de la lucha y la recuperación de los derechos y hemos llegado hasta el día de hoy. Yo cumpliendo 50 años de oficio y con la agradable obligación de agradecer a todos por los que han hecho posible que esto ocurriera”.
Sus bromas con Roser Brú -"primera de las catalanas que lo recibió en Chile", a los 18 años dijo ella, 20, retrucó él- y la incomprendida alusión de que luego de visitar América Latina había tenido que comenzar a llamar Concepción a su profesora en lugar de su diminutivo procaz, revelaban que Serrat se encontraba entre viejos amigos.
Sus bromas con Roser Brú -"primera de las catalanas que lo recibió en Chile", a los 18 años dijo ella, 20, retrucó él- y la incomprendida alusión de que luego de visitar América Latina había tenido que comenzar a llamar Concepción a su profesora en lugar de su diminutivo procaz, revelaban que Serrat se encontraba entre viejos amigos.
Desde que estrenó en Chile, a fines de los sesenta, vino regularmente hasta que una mañana, decenas de autos de la policía civil rodearon el Iberia en el que venía para participar en la marcha final del NO y le impidieron bajar del avión.
Los testimonios de esa jornada reposan en el Museo de la Memoria de Santiago y pronto llegarán -a préstamo- a Barcelona para integrarse a la exposición conmemorativa "Serrat, 50 anys", que se instalará en el Centre d'Art Santa Mònica de la Generalitat de Catalunya, a contar del 2 de junio.
Es que Serrat se está convirtiendo en leyenda, que no otra cosa son quienes dejan sus huellas en museos y exposiciones, a costa de perseverar. Estuvo primero bajo el gobierno de Eduardo Frei Montalva y lo recibió su Ministro de Educación Máximo Pacheco, regresó a ese mismo ministerio cuando, ya recuperada la democracia, lo acogió Ricardo Lagos; dio recitales en estadios, teatros, e hizo cumbre con un inolvidable "Serrat Sinfónico" en el Centro Cultural Estación Mapocho, el 2 y 3 de abril de 2004, cuando la vieja estación lo recibió completamente revestida de telas negras, que acunaron su música orquestada. Luego, fuimos protagonistas de sus giras mundiales, entre otras, aquella de 2012, que "malacompañado" por Joaquín Sabina, dio origen al documental "El símbolo y el cuate", estrenado en el Festival de San Sebastián, cuyo autor, Francesc Relea, viajó con los cantautores durante el tour "Dos pájaros contraatacan" a México, Argentina, Uruguay, Perú y Chile.
El objetivo del documental es evidenciar cómo estos artistas representan la música como un símbolo de libertad, y cómo la historia política de Chile y Argentina están vinculados especialmente con Serrat.
En esa línea se inscribe el que haya visitado a la Presidenta Bachelet, que no pasa por su mejor momento, humana y políticamente. Así, Serrat será testigo de cómo un sistema que lo proscribió e impidió entrar al país, se desploma -se sigue desplomando, en una larga agonía- esta vez en sus bases educacionales y discriminatorias. Podrá apreciar que una profunda reforma educacional avanza hacia la recuperación del papel estatal en ella y cómo se derriban muchas barreras que impedían a indígenas, homosexuales, inmigrantes o trabajadoras mujeres, formar parte integral de esta sociedad.
Verá también que la pérdida de privilegios y odiosas segregaciones se están cobrando caro por quienes los quisieran preservar. Chile se bate con sus propios fantasmas.
Apreciará el ambiente sólo horas antes de que una Comisión Asesora Presidencial contra los Conflictos de Interés, el Tráfico de Influencias y la Corrupción, entregue a la Presidenta su esperado informe, que debiera marcar un punto de inflexión para el futuro del país, en este terreno.
Así, seguirá Serrat acompañando nuestra historia, haciendo camino al andar.
Hasta su próximo viaje, en su doble condición de visita ilustre y de cacique.
Así, seguirá Serrat acompañando nuestra historia, haciendo camino al andar.
Hasta su próximo viaje, en su doble condición de visita ilustre y de cacique.
Una muestra más de que somos país multicultural. Y capaz que entonces, hasta lo sorprenda un Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.