27 septiembre 2013

EL MEJOR ALCALDE, EL REY (O LA REINA)

Presidenta Bachelet firma decreto que recupera el nombre Gabriela Mistral al edificio UNCTAD

Como en el clásico español es el monarca que, interpretando a su pueblo, define lo que acontecerá en su reino, en Chile es interesante escudriñar en los sueños culturales de diversos mandatarios para entender del desarrollo cultural del país. Por sus frutos los conoceréis y por sus obras culturales los recordaréis. A continuación una revisión de las aspiraciones de Presidentes inquietos por la cultura.

Pedro Aguirre Cerda soñó que los analfabetos aprendieran a leer y los alfabetos pudieran acceder a la cultura. El 16 de septiembre de 1939, su Ministro de Salubridad, Salvador Allende, presentó en la Cámara de Diputados un proyecto de ley de alfabetización obrera y campesina, aclarando que no se contentaba con liberar de la ignorancia a los 850.000 chilenos mayores de 9 años que no sabían leer ni escribir: “Defendemos el derecho a la cultura –y no solo a instrumentos de cultura- de toda la masa trabajadora; de todos los que siendo alfabetos no logran concebir y practicar nuevas formas de vida individual y colectiva; de todos los que habiendo concurrido dos, tres y cuatro años a la escuela primaria apenas conservan un residuo precario y vago de su aprendizaje. Defendemos el derecho a disponer de todos los recursos de promoción cultural para el pueblo considerado como entidad orgánica".

Pasaron los años y otros mandatarios intentaron hacer realidad sueños culturales. Jorge Alessandri vivió el establecimiento de la TV en Chile, Eduardo Frei Montalva extendió los bienes culturales al mundo rural y poblacional, a través de la Reforma Agraria y la Promoción Popular. El mismo Allende, en 1970, planteó la democratización de la cultura a través de una editorial estatal y de un centro cultural metropolitano, construido en la sede de la Conferencia de la UNCTAD.

Vino la noche de la dictadura y esos sueños devinieron en el deseo ferviente de que retornara la alegría.  
Después, el Presidente Aylwin soñó que una vieja estación abandonada se convirtiera en Centro Cultural. Le siguió Eduardo Frei Ruiz Tagle, soñando que los niños tuvieran un museo interactivo para desarrollar sus aficiones científicas. Ricardo Lagos soñó con regar de infraestructuras culturales el país, junto con darle una institucionalidad que los alimentara de arte y creación. Michelle Bachelet soñó con un Museo de la Memoria y con recuperar el sueño inconcluso de Allende y su nombre de mujer: Gabriela Mistral.
Llegó la derecha, pero no tenía sueños culturales, apenas pesadillas. Intentó cambiar la institucionalidad de Lagos, boicotear el GAM de Allende/Bachelet y extender a los propios los beneficios de los recursos públicos destinados a infraestructura cultural. Su resultado no pasará a la historia pero sí debiera permitir valorar la importancia del renacimiento de los sueños. Porque cuando no existen, es cuándo más necesario se hacen. Así aconteció bajo dictadura, cuando salimos de ella con la fuerza acumulada para crear infraestructuras, audiencias, gestores culturales, institucionalidad… en muy poco tiempo y simultáneamente.

Pero ya se hizo. La conmemoración de los 40 años del Golpe Militar y la incontenible presencia de nuestros artistas mártires de 1973 -Víctor Jara, Pablo Neruda, Jorge Peña Hen- ha cumplido con la profecía de recordarnos que ellos vivieron y murieron por sueños y que es hora de retomarlos. Lo primero que ha quedado en evidencia es que para soñar de verdad, hace falta más democracia.

El 9 de septiembre de 2013, la candidata Michelle Bachelet sostuvo que “O la democracia se asume en permanente proceso de expansión, o sencillamente los hechos la irán superando”. Es hora de confiar más en la gente, “debemos tener una democracia CADA VEZ MÁS REPRESENTATIVA, PERO TAMBIÉN MÁS PARTICIPATIVA. El quiebre democrático fue también el quiebre de un proceso que no supo adaptarse a las demandas de participación de todo un pueblo".

Una segunda derivación cultural del sueño de Bachelet es la necesidad de garantizar y acrecentar el respeto y la promoción de los derechos humanos: “Una sociedad que fue obligada a vivir bajo un modelo de convivencia en el que la diferencia era castigada, tiene la responsabilidad de celebrar su diversidad. De promoverla y protegerla. Y de superar todas las formas de discriminación y desigualdad en el acceso y ejercicio de nuestros derechos. Es necesario emprender las reivindicaciones de género, de culturas, de diversidad”.

La pregunta es cómo accedemos a una cultura más democrática, más participativa, más respetuosa y diversa. Desafortunadamente, no vivimos en una sociedad suficientemente sensible a esos temas. Así como en los años treinta se quería una sociedad alfabetizada, hoy requerimos de un sociedad alfabetizada no sólo en lo digital –que se logra por defecto en las nuevas generaciones- sino una sociedad alfabetizada en democracia y derechos humanos. 
Si en los sesenta y comienzos de los setenta se quería democratizar la cultura hoy debemos culturizar la democracia. Profundizarla, enseñarla, practicarla, vivirla, soñarla.
El sueño cultural está indisolublemente ligado a la educación, formal e informal, a la escuela y los medios. Debemos impregnar de cultura a las aulas y los canales, los laboratorios y los diarios, las redes sociales y las bibliotecas.

Así como se hizo el Museo de la Memoria o el Museo Interactivo, debemos pensar en el museo de nuestra historia diversa y multicultural; así como hemos invertido muchos recursos en centros culturales en todo el país, debemos promover programas de acercamiento de los chilenos al respeto de sus derechos, tal como felizmente ocurrió este septiembre que termina.

Y nuestros artistas, sensibles a su pueblo como Jara, Neruda y Peña Hen, acompañarán con sus cantos,  poemas y música esa misión fundamental sobre la que se construirá el sueño y luego, la realidad.

Al revés, al menos en cultura, no da resultados.

26 septiembre 2013

EDIMBURGO Y CULTURA: MAS FESTIVAL, MENOS FERIA



Estamos en tiempos de conocer lo que acontecerá en cultura en los próximos años, según los programas de gobierno de los diversos candidatos presidenciales. Aterrizo en este escenario luego de la vivencia de los Festivales de agosto en Edimburgo, invitado por el British Council.

Lo primero que salta a la vista y nos diferencia, es que en el Chile cultural se vive el reino de los "falta", el "gobierno debe", "obligar a", "subir impuestos acá, bajarlos allá", "modificar tal institucionalidad", es decir, mucho estado y poca sociedad civil. 

Por el contrario, el gran festival de la sociedad civil, de los doce que inundan la capital de Escocia, el Fringe, tiene por principio que todo quién tenga algo qué decir y logra un espacio para hacerlo, puede presentarse. Es decir, basta tener un sueño para que sea posible.

Para tener una idea de magnitud de lo que ocurre en agosto en Edimburgo, imagine que todas las muestras que ocurren en el Centro Cultural Estación Mapocho a lo largo de un año -FILSA, Pulsar, Ch.ACO, Festigames, Diseño, FICIL, Arquitectura, Cielos del Infinito- transcurren simultáneamente; imagine que Teatro a mil y los demás festivales de teatro de Chile ocurren a ese mismo tiempo, en una misma ciudad mediana; imagine que esa ciudad es a la vez caminable y patrimonial, como Valparaíso o San Pedro de Atacama. Imagine que las calles, hoteles, restaurantes están llenos. Imagine todo eso simultáneamente y todavía no podrá reproducir exactamente lo que acontece cada año en Edimburgo y sus festivales.

Todo comenzó en 1947 cuando se creó el Festival Internacional de Edimburgo, fuertemente apoyado por los gobiernos local y nacional, que se presenta sólo en ocho salas clásicas de la ciudad y pretende que los escoceses tengan acceso a lo mejor de las artes escénicas universales. Allí, por ejemplo, se presentó el mes pasado, Histoire d' amour, la ultima obra de nuestro Teatro Cinema.
La persistente inversión pública en cultura, buscando la excelencia, generó una reacción de una sociedad culta que percibe que existen muchísimos otros creadores que tienen derecho a expresarse, aunque su obra no quepa en el Festival Internacional.

Entonces cierran vías, construyen escenarios por doquier y ofrecen sus espacios -iglesias, restaurantes, colegios, hospitales, facultades, pubs, casas- para acoger a compañías de la más diversa procedencia que asumen directamente -debidamente caracterizados- la publicidad de sus presentaciones  los riesgos del emprendimiento y se organizan para administrar a través de un Consejo participativo, su principal fuente de ingresos: la oficina de tickets, la que se financia con un 3% de las ventas, presenciales o virtuales. El resto del dinero va directamente a las compañías y sus espacios.

El sector público no aporta más del 5% del costo total. Un auspiciador -Virgin- pone los recursos para difusión y plataformas callejeras.
Con ello, la ciudad triplica sus habitantes, la hostelería, la gastronomía y las salas de teatro, improvisadas o habituales, desbordan. Casi todo espectáculo es pagado, a un valor entre 10 y 20 Libras (8 y 16 mil pesos).

Uno de los más notables es el Book Festival, que celebra a los autores y sus libros. Se monta en un parque público con carpas, grandes para vender libros (firmados y no firmados por los escritores), otras para conferencias con capacidad para 300 y 600 personas. Otras tiendas, más pequeñas y acogedoras son sólo para escritores, con trato de estrellas rock, sin acceso del público, alfombradas, calefaccionadas y surtidas de bebidas y comida. Los pasillos son presididos por grandes fotos de autores sobre fondo blanco en alguna pose característica. Muchas áreas verdes con asientos cómodos para leer, jugar, asolearse y no necesariamente consumir. Hay exhibidores especiales para los libros presentados los días recientes.
El festival del libro se financia en 80% con tickets, auspicios y cafeterías. A los autores se les paga por sus charlas, a las que se cobra entrada (£10) y exhiben considerables filas de lectores interesados en asistir. Es realmente un parque público al que se accede gratuitamente y posee espectáculos permanentes para niños, y variados concursos de portadas infantiles. Se advierte en todo, una curadoría central y un sólido auspicio de The Guardian.

Se podría decir que se privilegia a los autores y en segundo término a los lectores. Las marcas editoriales casi desaparecen dentro de estantes clasificados por temas o fechas de aparición más que por sellos. Es un festival, no una feria.

Es que los festivales de Edimburgo, con 66 años de experiencia acumulada, pueden fundarse en audiencias   cultas que siguen habitualmente a sus creadores favoritos y no esperan que ello sea gratis. Sólo que sea  de calidad, a la que están acostumbrados por un modelo de desarrollo cultural basado en Consejos de las Artes (Arts Councils) que tienen como meta la cultura de excelencia.

A nosotros nos falta para ello, mejorar el apoyo a los artistas trayendo, con apoyo público y privado, manifestaciones de excelencia de todo el mundo, de modo que se estimule así la creación local y constituir audiencias sólidas que asisten a creaciones relevantes a las que se han acostumbrado desde su primera formación.

En este proceso debe contribuir la educación en un maridaje armónico con centros culturales y espacios destinados permanentemente a las artes. Hemos avanzado en este último aspecto, con sendos programas de infraestructura de casi tres lustros, ahora debemos imaginar, en los Programas de gobierno respectivo, en cómo llenar con calidad y habitualidad tales espacios.

Mientras en las escuelas se forman las nuevas audiencias.


24 septiembre 2013

ÁLVARO MUTIS, NERUDA Y LA AMISTAD


Quizás una de las frases más repetidas sobre Mutis es aquella que lo identifica como "el amigo" de Gabriel García Márquez. Efectivamente fue primer lector de sus manuscritos, componedor de relatos que -a juicio del propio Gabo- contados por Mutis eran mucho mejores y generoso obsequiador de temas para sus novelas. Sin embargo, Mutis se inició en literatura en la soledad de la cárcel y su personaje emblemático, Maqroll, pasa gran parte de su vida en la soledad de las gavias, lugar más recóndito y de mejor vista de los navíos.

Si de amistades largas se trata, debemos observar también la del reciente fallecido y Pablo Neruda. Duró 90 años. Los biógrafos de Mutis señalan en su cronología que nació en 1923, el año de publicación de Crepusculario y que cumplió su primer año de vida cuando se editaron los Veinte poemas de amor y una canción desesperada. En 1952 -dos años después de conocer a García Márquez, el año del Canto General- Losada publica el primer libro de Mutis: Los elementos del desastre, mismo año de El viejo y el mar (Hemingway) y Memorias de Adriano (Yourcenar). De allí ha de seguir una prolífica vida literaria, salpicada por sus imitaciones a escritores "sobretodo de Neruda" como afirma Elena Poniastowska.

El año de la muerte de Neruda, el fatídico 23 de septiembre de 1973, es prolífico para Mutis, publica La mansión de Araucaíma (Sudamericana) y La suma de Maqroll el gaviero (Seix Barral), mientras postumamente Losada presentaba en Buenos Aires el Confieso que he vivido nerudiano.

En las antípodas ideológicas ("El progreso es el azote que nos escogió Dios", declaraba Mutis) según el mexicano Juan Villoro “Neruda y Borges encontraron en los versos de Álvaro una conversación perfecta”. El diálogo de esa amistad profunda que se puede dar entre poetas que han escogido, como Neruda y Mutis, privilegiar los viajes iniciáticos al interior del ser humano, contemplado desde la más lejana de las gavias o el solitario escritorio de Isla negra.

Precisamente, en esa casa de Isla Negra, rememorando los 40 años del fallecimiento de Neruda, recibí la noticia de la muerte en México de Mutis. No pude dejar de asociarlos. Los poemas de ambos forman parte de esos infaltables en la "mesita de luz" (nunca tan acertado el metaforón) a los cuales recurro entre un libro y otro, para degustar, como un sorbete entre platos, una delicada pausa para emprender la nueva e incierta lectura. Por cierto, no todas llegan al nivel del sorbo maravilloso, pero por Dios que ayuda ese trago a pasar el mal rato de una lectura imperfecta.

Con la ayuda de sus sólidos personajes he podido suavizar transiciones literarias "improbables" (palabra que copié a Mutis y no me abandona) y disfrutar de las alusiones locales que Ilona Grabowska y Maqroll, marinero al fin, hacen en Ilona llega con la lluvia cuando se encuentran en Valparaíso, como "un huevón bien usado" o la inolvidable "viuda húngara enamorada sin norte de un pianista chileno" que comparte páginas con "una bailarina, falsa chilena".

Cada novela, cada poema -¿hay diferencia?- de Mutis tienen el mérito de la inmortalidad, de no decaer con el tiempo y de enseñar cada vez nuevos mundos como la derivación de la palabra Almirante del árabe Al emir bahr, usada en los títulos de sus novelas entrañables La nieve del Almirante o Amirbar, que huelen a mar y cordillera a la vez, a esas naranjas de la finca de su abuelo que junto al ruido de dos ríos que cruzaban la hacienda, Mutis esperaba encontrar en el Paraíso, para no sentirse estafado.

Seguro los está escuchando y oliendo.
Mientras nosotros disfrutamos su literatura. Una de las formas de no sentirse estafado por la vida en esta tierra.
Y lo digo en serio.

08 septiembre 2013

ESE GRITO ATRAVESADO -HACE 40 AÑOS- EN LA GARGANTA

Sigo, como es natural y comprensible, los dichos sobre cultura en la prensa nacional e internacional. En días recientes, lideres de opinión en este ámbito, han hecho eco de una afirmación que me dolió. Que el Presidente Allende murió solo "empuñando un arma en la que no creía". Lo segundo es verdad, lo primero, una falacia que pretende -una vez más- llevar agua a un molino legítimo, pero que no es el de Allende. Tales juicios coincidieron con dos hechos relacionados: un diálogo en televisión abierta entre el Director de Investigaciones de Allende y el líder de su más radical opositor: Patria y Libertad y una marcha por los Derechos Humanos en las calles de Santiago.

Sostengo que Allende no estaba sólo, porque una semana antes del 11 de septiembre de 1973 habíamos marchado miles y miles de chilenos, frente a la Biblioteca Nacional, brindándole nuestro apoyo incondicional y porque en las elecciones parlamentarias más cercanas, las de marzo de 1973, los partidos de la UP habían superado el 44% del electorado. 
Acompañamos al Presidente esa mañana fatídica, en mi lugar de reunión en caso de golpe, cantando la Internacional en voz baja y quemando nuestros carnés de militantes mientras los aviones de la Fach bombardeaban La Moneda. Cómo hubiésemos querido salir a las calles y manifestar nuestro apoyo al gobierno, como ese cercano 29 de junio, cuando militares leales sofocaron a los protogolpistas. 
Desde el momento del bombardeo, el grito de "Allende, Allende, Allende y sólo Allende", se refugió en mi garganta con un gigantesco MUTE.
Recordé esta auto afasia cuando presencié en el programa Estado Nacional del 8 de septiembre el siguiente diálogo:
Alfredo Joignant (Director de Investigaciones del Gobierno UP): 
- Al llegar al canal, Roberto Thieme (dirigente, al momento del golpe, de Patria y Libertad, presente en el programa) le dijo a mi hija que no eramos enemigos sino adversarios políticos. Siendo Director de Investigaciones había ordenado detenerlo y cuando lo trajeron a mi presencia dije: "Sáquenle la venda".
- Y vístanlo, agregó Thieme.
Joignant asintió, reconociendo sus palabras de entonces.
Luego se hicieron diversas alusiones a la condición de humanistas de la gran mayoría de los participantes del programa.

Allí estaba la diferencia, aún el más enconado de los opositores merecía un trato digno, sin vendas y con ropas. ¿Es necesario agregar que no ocurrió aquello desde el primer momento de la dictadura?

Tanto fue así que, en ese mismo momento, mis hijas y nieta participaban de una romería al cementerio general esgrimiendo retratos de detenidos desaparecidos y clamando, en democracia plena, por justicia y, sobre todo, porque Nunca Más ocurra algo semejante. Dos generaciones después, aún buscan una respuesta al porqué perdimos, como país, esa humanidad.
Quizás porque se perdió al mismo tiempo que la vida de Salvador Allende es que seguimos identificándola con el rostro y las tranquilas palabras de ese estadista.
Por ello hay que dar las gracias a Allende, que estaban en ese grito acallado por la desproporción de bombarderos, tanques y ametralladoras, que hoy me permito expresar: 
-Gracias, Presidente, por permitirle soñar al pueblo de Chile; gracias por estimularnos a tratarnos de compañeras y compañeros, porque de verdad lo fuimos; gracias por privilegiar a los niños con ese medio litro de leche; gracias por ese maravilloso sueño hecho realidad que fue la editorial Quimantú.
Pero, sobre todo gracias por creer en esa humanidad, que nos mantiene vivos y luchando, generación tras generación, por recuperarla.

02 septiembre 2013

DIANA, EL "CALUGA", EL "CURA" OMAR Y MIS OTROS


Muchas imágenes, relatos, recuerdos, confesiones o solicitudes de perdón me han  remecido esta conmemoración de los 40 años del golpe militar de 1973. Ninguna como  la entrega de títulos profesionales que la Universidad Católica hará a 28 de los suyos que desaparecieron o fueron ejecutados durante la infausta dictadura que comenzó hace 4 décadas. No sólo porque esa, mi universidad, fue la cuna desde la que se formaron los padres del modelo económico que nos agobia -los Chicago boys- y los autores del modelo político que nos amarra, el Movimiento Gremial. 

Tuve el privilegio de integrar movimientos que se opusieron a ambos, tanto a nivel de Facultad  -compartíamos, los sociólogos, la de Ciencias Sociales y Economía con los aprendices de Chicago- como a nivel de Federación de Estudiantes, la FEUC, donde participábamos cada año en elecciones con los frentes más amplios imaginables para intentar derrotar a la maquinaria gremialista. Siempre, respetando las reglas de la democracia universitaria y siempre, sobre todo eso, con generosos, valiosos y valientes compañeras y compañeros que, como todo alumno, aspirábamos, además, a alcanzar un título profesional. 
El gesto que comento trae a la pertinaz memoria, no sólo el hecho de que una treintena de contemporáneos perdieron la vida en los albores de la dictadura, sino que también les fue arrebatado el justo derecho a tener un título.
Diana Aron, no llegó a recibir el de periodista, no obstante pude conocer su entusiasta desempeño en la revista ONDA, de Quimantú.
Juan Carlos Rodríguez, el "Caluga" no recibió el de ingeniero, al igual que Eugenio Ruiz Tagle. Supe de los tenaces y poco fructíferos desvelos del primero por constituir el MIR en esa Universidad. Y recibí la hospitalidad del segundo en su hermoso departamento del edificio curvo de Antofagasta, hasta dónde había llegado a vivir, por "tareas partidarias" del MAPU.
Pato Biedma, verdadero galán porteño, no llegó a tener en sus manos el título de sociólogo que tampoco logró en su natal Argentina, la que debió abandonar por persecución política junto a un selecto y nutrido grupo de estudiantes que vinieron a remecer el ambiente de los proyectos de sociólogos chilenos.
Omar "el cura" Venturelli estudiaba en la sede Temuco y lo conocí yendo a enseñar (y aprender, sobre todo) en la escuela de verano que esa sede organizaba para dirigentes de la CUT local. Había sido sacerdote, estaba casado, lucía una incipiente calvicie y sus ojos claros habían penetrado profundamente en el liderazgo de los movimientos indígenas y estudiantiles, entonces bastante más fusionados.
A Eduardo Jara, tampoco recibido de periodista, no lo conocí pero seguí muy de cerca su secuestro, desde su escritorio en la Radio Chilena, en una de estas tantas vigilias solidarias en las que nos acompañábamos para intentar soportar la incertidumbre y el miedo. Cuando sonó el teléfono de la radio, sentí la voz de Guillermo Hormazábal, otro de los secuestrados, recién liberado que como primer gesto en libertad, llamó a su lugar de trabajo, seguro de que allí estábamos, en vilo, esperando un milagro. Eduardo no formó parte del milagro, fue ejecutado.

Se podría recordar y así se hará el 5 de septiembre en el campus San Joaquín -creación arquitectónica y académica de Fernando Castillo Velasco- a cada uno de los futuros titulados.
No se les devolverá la vida ni -en algunos casos- sus restos. Pero su familia podrá exhibir en una pared destacada el testimonio de que fueron jóvenes, que lucharon por sus ideales y que nosotros, sus compañeros, los consideramos a todos ellos, un orgullo de esa generación que se tomó la universidad para reformarla, que presenció con dolor cómo un 24 de septiembre de 1973 fue pisoteada por la designación de un rector delegado y que cuarenta años después logra reparar en parte el mal causado.
No son ajenos a ello, los actuales dirigentes estudiantiles ni el movimiento que encabezan, que escarbando con pasión en lo mejor del pasado y lo soñado del futuro, han provocado este acto de justicia.
Es el homenaje de un movimiento estudiantil plenamente vigente a quienes sólo partieron un poco antes.
Es cómo si aquella Casa Central, ubicada en el 340 de la Alameda, formara finalmente parte de la apertura de las grandes Alamedas que predijera el Presidente Allende.