12 septiembre 2011
EDITORIALES SIN NORMA
La repentina desaparición del mundo literario de uno de los grandes sellos transnacionales del negocio de los libros, la colombiana NORMA, perteneciente al longevo grupo Carvajal, prende una luz de alerta sobre la crisis de un modelo de casas editoras que -afortunadamente- parece estar llegando a su fin. Ya lo había dicho André Schiffrin al publicar su libro "La edición sin editores". Es decir, los criterios de cómo definir un libro escapan, con mucho a su mera calidad literaria.
En Chile, el fenómeno fue alertado de alguna manera por una columna reciente de Ignacio Valente en Artes y Letras, al recordar los derechos del lector, que se han visto arrollados por estas transnacionales.
¿De qué modo? De más de uno.
En primer lugar, una larga historia de compra de derechos para toda la lengua hispana, con el objeto de ¡¡no publicar!! más que en el país de origen del autor. Es decir, copar mercados de derechos de autor, de modo que la misma empresa publique en cada país uno o dos grandes best sellers locales, explícitamente sin editarlos en los otros países de la región lingüística para dejar espacio a su vez a los locales de aquellos. Algo así, como: un país igual un autor-canasta en que se ponen "todos los huevos". Sabemos que en Chile ha ocurrido, por ejemplo, con Roberto Ampuero, Rivera Letelier o Pablo Simonetti, escritores que ingenuamente han manifestado sorpresa por ver su rostro en buses y gigantografías en librerías desacostumbradas a ese formato de marketing. De esa manera se venden muchos ejemplares de un sólo autor, con los consiguientes ahorros de publicar muchos libros de autores diversos. Esto constituye un desmedro de los otros autores y un fuerte golpe a la necesaria diversidad de la creación literaria. Es como lo que acontece con el cine dónde decenas de copias de películas "taquilla" abarrotan las salas sin poderse abrir espacios para las cintas chilenas u otras extranjeras de menor impacto mediático.
Resultado: empobrecimiento cultural.
Otro efecto que buscan las transnacionales es mejorar la cobranza. Es así: como muchos libreros están atrasados en sus pagos, estas empresas condicionan la entrega de los ejemplares de los best sellers al que las librería se pongan al día. Si no lo hacen, quedarán al margen del próximo "fenómeno" literario, tan manipulado como cualquier shampoo de novedosa espuma.
Como la ambición rompe el saco, las grandes editoriales comenzaron a luchar por los dos o tres autores más "digeribles" por el gran público, a través del clásico procedimiento del "saco de plata" es decir, pagar anticipo absolutamente desproporcionados al mercado que se busca servir.
Y el saco se rompió en Colombia. Norma dijo basta y cerró sus líneas literarias, manteniendo sus líneas educativas e infantiles, que se rigen por otras reglas de mercado, más cercanas a las compras públicas y las recomendaciones escolares. Un negocio más fácil y que Carvajal conoce desde los años 60 cuando constituyó la imprenta más moderna de América Latina, comparable entonces sólo con la chilena Zig Zag, que luego devino en Quimantú.
¿Qué se viene? Aparte de una tendencia a la baja de los anticipos, una oportunidad para las llamadas editoriales que no se rigen con criterios transnacionales y que podrán acceder con más fuerza a anaqueles, más aliviados de gigantografías, para disputar el favor del público. Oportunidad para las librerías boutique que han conservado en sus mostradores la literatura de calidad con la dificultad que implica el mayor costo del libro importado o la precaria distribución de las empeñosas editoriales independientes. Oportunidad para la próxima feria del libro, de entregar mayor visibilidad a autores de propuestas interesantes más que de anticipos. Oportunidad para que nuestras universidades, que poseen poderosas escuelas de letras, salgan de las aulas demostrando publicaciones y el trabajo, no menor, de años recientes. Oportunidad, finalmente, para los lectores, de elegir sus proximas lecturas, considerando más las críticas que los anuncios.
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