05 agosto 2015

GAM: ¿PARA DÓNDE VA LA TORRE?




"Pocas obras como ésta pueden reflejar mejor los procesos políticos, sociales y culturales del país en los últimos 40 años. Esta torre formaba parte de la Remodelación San Borja, y al momento de la construcción de la sede de la UNCTAD III, se habilitó para acoger servicios y oficinas de esa conferencia internacional", según Cristóbal Molina, coordinador del Área de Arquitectura del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. "Es una obra de arquitectura sumamente relevante y simbólica".


Nació pre destinada, esta torre, desde sus fundaciones. En los planos originales tenía el número 22 de una veintena de edificios similares que conformarían la remodelación. No obstante, como el patito feo, tuvo un destino diferente. Mejor que el de sus colegas famosas como la Torre 10, inspiración para la telenovela chilena del mismo nombre emitida por TVN en 1984, que ocupó el edificio para algunas escenas o la Torre 15, en la que están los Servicios Centrales de la Universidad de Chile. Sus cimientos fueron aprovechados en el edifico de oficinas que debía acompañar a la Conferencia de la UNCTAD. Fue inaugurada, junto a la placa, el 13 de abril de 1972. Entonces el Presidente Allende le asignó un destino: "Queremos que esa torre sea entregada, y así lo propondré, a las mujeres y los niños chilenos."

El joven e impetuoso Rodrigo Ambrosio, que llegaba de una viaje por Asia, tomó la iniciativa proponiendo un museo de los niños, tal como los había conocido en su gira y puso a un grupo de profesionales del MAPU a trabajar en el proyecto. Mientras tanto, la edificación permaneció bajo tuición de Naciones Unidas hasta ser entregada oficialmente al Ministerio de Educación, en junio del mismo año.

Entonces vino su segundo nombre: Centro Cultural Metropolitano Gabriela Mistral. Hasta el 10 de diciembre de 1973, cuando un decreto con fuerza de ley lo renombró Diego Portales, fue cerrado al público y se le cambió su destino: sede de la Junta Militar de Gobierno. 

Además de los comandantes en jefe y sus comisiones asesoras legislativas, en sus pisos acogió una de las más deleznables oficinas de la dictadura: DINACOS, la dirección de comunicación social, un eufemismo para decir, la censura. Previa en sus inicios, auto censura más adelante.

Allí sufrí el anuncio de clausura de APSI, revista que dirigí hasta la tarde del 7 de agosto de 1981. Poderosa oficina.

Con la llegada de la democracia, desde 1991, el Ministerio de Defensa continuó ocupando la torre.

El 5 de marzo de 2006, un incendio no alcanzó a consumir la placa pero la dejó suficientemente dañada para replantearse su futuro, como suele ocurrir en Chile -país de poca destreza en planificar y bien mantener edificios notables- luego de las catástrofes.

Más tarde, un comité interministerial determinó que se convocaría a un concurso de arquitectura para transformar el conjunto arquitectónico en centro cultural. Por su instrucción, se avanzó en la constitución de una corporación cultural de derecho privado sin fines de lucro que administraría, en comodato, el edificio reacondicionado. Se contrató un estudio de audiencias y un plan de gestión. Con ellos en la mano, se seleccionó a, través de una empresa de busca de talentos, un primer equipo de ejecutivos, dejando pendiente el Director o Directora para el inicio del gobierno siguiente.

El complejo adquirió su actual denominación el 19 de octubre de 2009, cuando la presidenta Michelle Bachelet promulgó la ley 20.386 en la que se estableció que se le diera el nombre de la Premio Nobel chilena para "perpetuar su memoria y honrar su nombre y su contribución a la conformación del patrimonio cultural de Chile y de las letras hispanoamericanas".

Las audiencias han ido llegando al centro cultural en la cantidad y formas esperadas a pesar de que el gobierno de Sebastián Piñera detuvo el desarrollo de su segunda etapa: léase una gran sala para alrededor de dos mil personas, que ahora se anuncia para el 2017. Mucho menos se avanzó en la tercera: la torre.

El plan de gestión, así mutilado, consideraba que el principal financiamiento del centro cultural vendría de cinco unidades de negocios, la principal de ellas, la mentada torre, que asumiría un destino hotelero de tres estrellas y de oficinas aceptables dentro del destino turístico que contempla el plan regulador del sector. Considerando que para ese uso requeriría de una importante y costosa adaptación a las normas vigentes para un edifico de 23 pisos, ya avanzado el siglo XXI.

A partir del 2008, Defensa comenzó a retornar a su sede histórica en el Barrio Cívico, y lo terminaría de desocupar próximamente.

En la nueva etapa que se inicia con esa mudanza, la torre "podría ser destinada a una función cultural, y retomar su vínculo original con el GAM" señala la periodista Romina De la Sotta en artículo de El Mercurio el 4 de agosto de 2015. Y se pregunta: ¿Cómo intervenir arquitectónicamente la torre para darle usos culturales? ¿Cómo potenciar los servicios del Estado que allí se instalen? En esa dirección, la Escuela de Arquitectura UC, con el apoyo del Consejo Nacional de la Cultura, convocó a estudiantes de esa disciplina de Chile, Brasil y Argentina, para desarrollar propuestas.

Es la primera piedra para poner en discusión con todos los interesados en el futuro de esta emblemática torre.

Es de esperar que, dando por supuesto que su destino es cultural, como lo han reiterado varios Presidentes, no se descarte su natural vinculación al proyecto GAM y se considere el significativo aporte con el que podría contribuir a su financiamiento.

Sus crecientes audiencias de artes escénicas y musicales lo agradecerán.

El debate está abierto.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario