08 abril 2011

LOS ROSTROS TAMBIÉN LLORAN



Los agradables compañeras y compañeros del atardecer y la noche, que desde las series de la pantalla chica (ya no tanto) nos divierten con buenos y malos de ficción, salieron a la calle. A representar muy de verdad algo que personalmente los afecta. Con ello parece confirmarse lo que terminó de morir cuando Los Jaivas cruzaron las puertas de La Moneda para entregar su arte ante el Presidente de los Estados Unidos y a un mandatario derechista chileno: hoy vale más el interés particular -de personas o agrupaciones- que una ideología.
Como explica Edgardo Bruna, presidente de la Unión Nacional de Artistas "es el primer paro de estas características que se realiza en nuestro país y es apoyado por todos los creadores que están agrupados en UNA y que representa a más de 13 mil artistas.” El dirigente señaló además que este no es el único problema que se tiene con los canales, ya que "otra de las agrupaciones de artistas, se vio obligada a interponer una demanda contra TVN porque les exigía a sus guionistas la renuncia a sus derechos al momento de firmar contrato".
Es decir, mientras canales de TV abierta intentan perseguir a los canales de pago por reproducir gratuitamente sus señales, no aplican la caridad por casa y presionan a los "productores de contenidos" a no ejercer sus legítimos derechos de propiedad sobre su obra. Una situación que nos aleja de ansiada lista de países civilizados, que respetan a sus creadores, inventores, pensadores y todo tipo de autores intelectuales. Sí, estamos en la lista roja de los países que no respetan la propiedad intelectual y así se lo hizo ver el gobierno de los Estados Unidos, al asumir, el Embajador Arturo Fermandois.
Es que tenemos una historia que, en este terreno, no nos favorece. Los mismos actores, hasta los años 70s, se prestaban con gusto -y sin cobro- para animar, apoyar, acompañar a candidatos afines a su ideología. Los que, una vez electos, les daban vuelta las espaldas hasta... la siguiente campaña. Con las honrosas excepciones de Salvador Allende, que favoreció a las artes con la notable editora Quimantú y el sueño inconcluso del Centro Cultural Gabriela Mistral, y Ricardo Lagos, que compaginó por primera vez las obras de infraestructura con las culturales y dotó al país de una institucionalidad cultural participativa.
Quizás si fue la épica campaña del NO, en 1988, la gesta final de los creadores entregando su arte desinteresadamente, en función de un bien superior. A partir de ello, ingresamos a la sociedad de los concursos, los fondos, los proyectos y la gestión, que ha llevado a nuestro país a elevados niveles de reconocimiento en el mundo pero que nos ha exigido multiplicar la capacidad creativa e intelectual porque ya nada se nos daría desde las alturas, ni por afinidad política.
El balance no es malo, los artistas se sumaron con entusiasmo a esta nueva realidad de finales del siglo XX y comienzos del XXI, entregando a muchos de los propios a las diversas instancias de participación y formulación de políticas culturales, incluidos la no despreciable cantidad de dos -de tres-  Ministros Presidentes del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
Pero, tarde o temprano, llega  la hora de ocuparse de lo propio. De verificar como otros -empresas, canales, gobiernos- usufructúan del talento ajeno sin pagar lo justo por ello. Por eso han florecido, junto con la institucionalidad cultural participativa, las agrupaciones de defensa de los derechos autorales y de intérpretes que seguirán fortaleciéndose mientras los líderes de nuestra sociedad sigan creyendo que el impulso renovador está en la innovación y no en la creación. Y no asuman que la creatividad es producto de personas talentosas que se han  formado para ello y que merecen el mejor trato porque su trabajo no es en serie, "ni se compra en la botica" , para usar una frase antigua.
De cuando los artistas trabajaban gratis.

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