20 julio 2010
¿INNOVACIÓN O CREACIÓN?
¡Buena pregunta! Nuestra sociedad parece encaminarse, al menos en el debate académico, hacia una suerte de consenso respecto de que el camino del futuro será de la innovación. Se aplica este concepto casi como una pócima milagrosa que hará florecer empresas, gobiernos y hasta universidades. Lo que decididamente no funciona sólo con innovación, es la cultura. A diferencia de industrias o entidades gestoras, el arte por definición está vinculado a su capacidad de reconocer que hay modelos a seguir y ejemplos que no es necesario superar, sino más bien imitar: los clásicos.
En una inspirada columna de opinión, publicada en The Clinic, el Académico de la Universidad de Chile, Patricio Meller, distingue entre universidades clonadoras e innovadoras.
“¿Debiera importar – se pregunta respecto de las primeras- el hecho que tengan dueños con una determinada tendencia religiosa y/o ideológica? Además de conocimiento –se responde- , las universidades transmiten valores, por lo que si los dueños de alguno de estos centros de estudio sólo contratan a profesores que piensan como ellos y con su mismo tipo de valores, nos enfrentamos a una verdadera ‘Universidad de los clones’. Sus profesionales egresados entonces son perfectos clones, con los mismos valores e ideología que los de los dueños”. Aclara más adelante que “el rol de la universidad es educar a los jóvenes para que tengan pensamiento propio, para lo que -entre otras cosas- se requiere de una sala de clases donde se produzca una suerte de ‘mercado de las ideas’, donde los futuros profesionales sean expuestos a un intercambio amplio, fundamentado y diverso de pensamientos u opiniones”. Concluye que “si este siglo XXI es el de las ideas, entonces las universidades no debieran estar dedicadas a la clonación, sino que decididamente a la innovación”.
Comparto el planteo de fondo, pero reemplazaría por creación su última palabra.Desde muy temprano aprendí que las universidades se definen por ser creadoras de conocimiento, para ello sus laboratorios y bibliotecas. Por tanto, creo más en el término creatividad que el de innovación.
Esta última, además de ser una palabreja de moda, tiende (según la moda) a asociarse con lo joven y descarta el aporte de otras generaciones. Sugiere, además, que todo debe ser sujeto de innovación, algo así como "la revolución permanente" de Mao. El cambio por el cambio.
La creación de conocimientos es un proceso más complejo, que considera que no todo debe recrearse siempre. Un creador es capaz de reconocer lo clásico, que es permanente, inspirador y no debiera ser innovado. En la capacidad de distinción entre ambos hay implícito un acto de creatividad.
Innovación suele ser la aplicación que hacen los emprendedores (otra palabreja) de lo que otros crean. Por tanto es un proceso menor que el de la creatividad. Sin creadores, no hay innovadores, pero sin innovadores, si hay creadores.
La creatividad es un nivel superior, previo y por tanto, un deber de las universidades para incrementar el conocimiento de la humanidad.
Pienso, a diferencia de Meller, que el opuesto de clonar no es necesariamente innovar, sino crear. El clon es fruto de una repetición y un condenado a seguir reiterando; incluso es concebible que exista un clon innovador, pero, por definición, jamás será un creador, porque no es una creatura sino una copia.
Clonar es repetir, no iniciar. Cuando inicio, creo. Clonar es reiterar una y otra vez (como las copias de un CD). Crear es inventar lo que contiene ese CD, innovar puede ser cambiar la carátula, la tecnología de copia o el tamaño del disco.
La música no es más que reiteraciones de sonidos o notas, sin embargo el secreto de su maravilla está justamente en los silencios que se agregan entre los sonidos y que hacen diferente una melodía de otra. Sólo un creador es capaz de hacer esas reiteraciones creativamente. Por ejemplo, Roberto Bolaño, en su novela 2666, nos reitera al describir hasta el agotamiento los crímenes de mujeres en Ciudad Juárez, una y otra vez, aparentemente iguales pero con tal talento que no se puede dejar de leer y a la vez transmite vívidamente la tragedia que hay tras esa realidad.
Esto, para afirmar, finalmente, que incluso la repetición puede ser creativa, pero la creación no puede ser "clonativa". Eso se llama copia y constituye una industria, como la editorial, la audiovisual o la de los fonogramas.
Aunque estimo que las universidades clonadoras no merecerían calificarse de tales, postulo la universidad creadora, que es más deseable que la meramente innovadora.
Al menos para las artes. Lo que no es poco.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario