19 julio 2019

ES EL FINANCIAMIENTO, NECIOS

Se podría decir que la historia del actual gobierno en cultura es la historia del financiamiento (o no financiamiento) de la cultura. Cuesta encontrar otras aristas que destacar en este sector. Los grandes proyectos, museo histórico y teatro del GAM, están entregados a esa variable. El primer año presupuestal se caracterizó por el intento de reducción de un 30% del  aporte público a seis instituciones; el segundo año va por las mismas: el recorte del Banco Estado a su apoyo al cine; los despidos en el teatro Municipal, con la reflexión del rector Carlos Peña sobre su economía; la solicitud de modificar las leyes de donaciones para crear un fondo común. Escribo mientras el único aporte público estable y creciente, los fondos concursables, una vez más ha visto caída su página de postulaciones virtuales el día de cierre de las mismas.


El  revelador mensaje elegido para ilustrar este comentario, tiene un doble destinatario: el estado y los empresarios. Son ellos quienes deben "soltar las lucas" pues son quienes las tienen.

Veamos cómo podrían "soltarlas" para enfrentar la difícil situación de la cultura.

La realidad cercana enseña que, ante un proyecto de nuevo edificio, aprobado en primera instancia, para ampliar el museo histórico, se opta por una solución económica: crecer hacia el vecino edificio del correo, derribando murallas del segundo piso y agregar al museo algunas salas de exhibición.  El edificio de "tripas", es decir bodegas, talleres, laboratorios queda para más adelante.

En el caso del teatro que contempla la segunda del GAM, parece estarse optando por una habilitación de la antigua tercera etapa, esto es, la ahora llamada torre Villavicencio, en un ambicioso proyecto de la Universidad de Chile que se haría cargo del edificio de 23 pisos, varios subterráneos y amplios patios. Nuevamente, una solución con vista de la opinión pública, que circula por la Alameda en el que la universidad aportaría recursos no difíciles de obtener para un proyecto con semejante ubicación, semejante público y el respaldo de facultades de Artes, Arquitectura -ubicada enfrente-, y solo a pasos del centro de extensión de la U. que está construyendo su propio teatro de conciertos que tendrá orquesta propia, que en sus orígenes formaba parte del proyecto centro cultural Gabriela Mistral: la Sinfónica de Chile.


Ambos casos enseñan que el Estado prefiere soluciones más económicas y de alto impacto en la ciudadanía: una sala de exhibiciones más que un edificio de bodegas; un proyecto atractivo en plena Alameda que un teatro de incierto nivel de autofinanciamiento, por su magnitud.


En esta misma línea podría inscribirse la resolución del Banco Estado, banco público, arguyendo que su aporte no se traduce en buenas películas y que éstas deben financiarse solas. Precisamente, como sabiamente respondió Neruda a un diplomático ruso que le consultaba cuando habrá buen cine en Chile. 

- Cuando haya mal cine, Boris. 

Es decir cuando haya muchas películas chilenas, buenas y malas... esa es la tarea de un banco y otras instituciones del estado. Que existan muchas películas, para todos los gustos.

Por el otro lado, los privados escabullen cada vez más la necesaria filantropía. Es notorio en el teatro Municipal donde sus propios ejecutivos reconocen que en en cuatro años se redujeron, a razón de mil millones por año, los aportes privados. Tema digno de analizarse y multivariable pues sugiere razones políticas (por el cambio de dirección hecho por una alcaldesa socialista); razones urbanas (la dificultad de trasladarse desde los sectores altos de la ciudad al céntrico teatro); razones de la aparición de nuevas salas con  programación similar, en Las Condes, y razones de gasto excesivo en remuneraciones e indemnizaciones. Finalmente, quienes terminan pagando todo ello, son los trabajadores que sufren los despidos masivos recientes.

A eso se agrega la reflexión del consultor del directorio del teatro, Carlos Peña, quien señala que “las artes escénicas demandan financiamiento no porque se trate de bienes puramente meritorios (lo que aconsejaría proveerlos al margen de las preferencias de mercado), sino porque proveen externalidades positivas, que difuminan beneficios hacia el conjunto de la sociedad”.

Lo que deja en evidencia la contradicción entre cultura y mercado. Tema que debiera llevar a un debate profundo sobre el financiamiento público de las artes y su forma particular de incrementarse, dado que mientras más progresa la sociedad, más se encarecen los costos de las artes escénicas.


A lo anterior, debemos agregar la decisión del gobierno anterior, de dar gratuidad de acceso a los museos públicos, que se tradujo en disminución de ingresos en dinero y no logró aumentar los visitantes, como lo acusan estudios recientes. El contraejemplo, el museo Precolombino, que aumentó el precio de la entradas a los extranjeros, rebajó a los nacionales, logró incremento de público y de ingresos. Obviamente con imaginativas muestras mejor difundidas y en horarios novedosos, como apertura durante la noche.


Con esta realidad vuelve a ponerse en el tapete los diferentes modelos de financiamiento, íntimamente ligados a la gestión de los espacios culturales. Ambos términos -infraestructura y gestión- están irremisiblemente unidos.

La experiencia del siglo XXI enseña que no existe un mejor modelo que el financiamiento mixto.   El gobierno no debe ponerlo todo, tampoco los privados.

Aún en modelos de autofinanciamiento total como es el CCEM, existe un aporte público valioso: la estación de ferrocarriles al que se suman los aportes que surgen del arriendo de sus monumentales espacios.

En el otro extremo, del financiamiento estatal absoluto,  como los museos públicos, se están discutiendo legislaciones, como la Ley del Patrimonio, que les permite aportes privados a través de corporaciones o asociaciones de amigos.

En el intermedio están todos los otros espacios que deben compartir ingresos públicos, privados y de sus visitantes. El caso del teatro Municipal es uno de ellos y se debe explicitar cuáles serán los aportes de cada sector con su correspondiente participación en el gobierno corporativo. Cabe recordar que cuando se creó el CNCA, el Ministro Weinstein intentó, sin éxito, incorporar representación gubernamental en el directorio, conforme a la magnitud de los aportes.

Lo mismo debe ocurrir con el GAM, cuyos estatutos contemplan un porcentaje de autofinanciamiento, a través de unidades de negocios como los estacionamiento, locales comerciales y las salas de espectáculos. Otro aporte debe venir de las audiencias y el saldo desde el estado.

Para qué seguir con las corporaciones del grupo de los 6 del fallido recorte del 30%, que deberán demostrar lo que requieren del estado, luego de extremar sus planes para obtener recursos de sus audiencias y auspiciadores.

Una cuota, por pequeña que sea, ayuda. ¿cual es la cifra?

Hasta que duela, diría un seguidor del padre Hurtado.

En todo caso, nada será suficiente si el gobierno y los empresarios no invierten seriamente en cultura. Al menos al nivel de los países OCDE que pretendemos ser.

09 julio 2019

EL CURIOSO ROL DEL PARLAMENTO EN CULTURA



La primera vez que escuché el aserto, fue a propósito de la esperada participación en la discusión de la Ley del Patrimonio. Organizaciones de trabajadores y otras de la sociedad civil se quejaban de que no habían tenido oportunidad siquiera de conocer el articulado de la iniciativa. Bueno, pensé, se deberá a la relevancia de la ley en cuestión y -como se dijo- a que el ministerio responsable de las relaciones con el Congreso, así lo exigía.


Pero no fue así. Siguiendo en la transmisión televisiva de la comisión respectiva de la Cámara de diputados del lunes 8 de julio, comprobé que el parlamento era el sitio para debatir todos los problemas de la cultura. Desde la restricción territorial de una declaratoria de un humedal por parte del Consejo de Monumentos Nacionales, a la solicitud de los gremios involucrados, de despedir a una Seremi acusada de acoso laboral.

Por cierto, tambien una propuesta de citación al Alcalde de Santiago por la situación laboral que afecta a los trabajadores del Teatro Municipal. Y la  crisis del cine, aguijoneada por el recorte que le hizo el Banco Estado.

Ah, y, además, se destinaron unos minutos al propósito de la sesión que "recibir a la Ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, señora Consuelo Valdés Chadwick, y al Subsecretario del Patrimonio Cultural, señor Emilio de la Cerda, para tratar temas propios de su competencia. Iniciar el estudio en general del mensaje, que establece una nueva institucionalidad y perfecciona los mecanismos de protección del patrimonio cultural, correspondiente al boletín N°12.712-24".

Es decir, se estaba, por fin, iniciando el esperado estudio del proyecto que el Presidente de la República anunció durante la celebración del Día del Patrimonio Cultural 2019. Entonces, Piñera y un conjunto de ministros firmaron un proyecto de ley que promueve el reconocimiento y cuidado del patrimonio cultural de Chile, desde edificios y monumentos hasta sus tradiciones y rituales. “Lo que se busca -señaló- es centrar la protección a nuestra historia y a nuestra cultura, no solamente en los monumentos, sino que en todo lo que es patrimonio”.

En su Cuenta Pública a la Nación 2019, unos dias después, el presidente reiteró la relevancia: "por sobre todo, quisiera destacar el Proyecto de Ley de Patrimonio Cultural que protege tanto el patrimonio tangible como el intangible de nuestro país, como nuestro folklore, nuestras expresiones artísticas y rituales y nuestros maravillosos paisajes”.

Se suponía que el proyecto estaría en tabla, luego de haberse despejado la agenda de julio de diputados y diputadas, recargada con temas como libertades de opinión e información y ejercicio del periodismo; recursos y programas relativos a los fondos audiovisuales del Consejo Nacional de Televisión; 50 años de la Agrupación Folclórica Huentelauquén, y recibir a la Fundación que administra al Sitio de Memoria José Domingo Cañas 1367.

No obstante, la esperada sesión del 8 de julio dejó gusto a poco debido a los temas ajenos que se trataron en la enumeración anterior. Muchos de ellos que podrían haberse solucionado administrativamente, como la remoción de una funcionaria; en alguna sesión del Consejo Nacional de las Culturas como el conflicto laboral del Teatro Municipal; con una aclaratoria del Secretario Técnico del Consejo de Monumentos, en el caso del humedal, o con simples disposiciones de alguno de los subsecretarios o la ministra allí presentes, en esta especial asamblea de conflictos vigentes de la cultura.

En otro sitio de debate cultural -las redes sociales- en tanto, estallaba la grave supresión de los fondos que el Banco Estado propinó al cine chileno, que ha llevado a los cineastas más laureados incluso a arremeter contra la Ley de Donaciones.

No son ese tipo de asambleísmos, lo que demanda el mundo de la cultura como participación; como ocurrió hasta hace no mucho tiempo, en los consejos nacional y regionales. No se puede trasladar a una comisión parlamentaria o al tuiter, el día  a día cultural, que deben manejar con prudencia y justicia, las autoridades respectivas.

Es de esperar que el proyecto pueda seguir su curso y sea la Comisión de Cultura quién resuelva sus invitados relativos al tema. Que hay muchos esperando. Para la próxima sesión, el miércoles 10 de julio, se encuentran invitadas Rocío Barrientos, Presidenta de la Asociación Gremial del Consejo de Monumentos Nacionales y Tania González, Presidenta Nacional de la Asociación Nacional de Trabajadores del Patrimonio (ANATRAP), junto a Patricio Díaz, representante del Departamento de Patrimonio Cultural Inmaterial, de la misma asociación.

Es decir, se escuchara a los trabajadores involucrados, o una parte de ellos, pues se cuentan hasta cuatro asociaciones diferentes.

Ojalá que los funcionarios responsables de remover seremis; declarar patrimonios naturales; pagar los salarios de los músicos del Teatro Municipal, y hacer ver al Banco Estado su  lamentable determinación, cumplan su cometido administrativo y que, en el Parlamento, continúe la discusión legal citando a tantos incumbentes que esperan entregar sus aportes ante quienes hacen las leyes.

02 julio 2019

HILDA LÓPEZ Y LOS MILLONARIOS DE QUIMANTÚ






Uno de los buenos recuerdos que tengo de mi pasada por Quimantú -casi todo el tiempo de su feliz existencia, entre 1970 y 1973- es el lenguaje y el sentido que tenían las palabras. Una de ellas era la expresión "millonario". No se refería solo a dinero. Éramos millonarios en imprimir libros: celebramos el primer millón impreso con un diploma que se entregó a cada trabajador. Éramos millonarios en lectores. Éramos millonarios en ventas. La primera que accedió a esta categoría fue la entrañable Hilda López.



Hilda era una madrina millonaria. Madrina de Hervi, los hermanos Vivanco y de todo lo que se relacionaba con la revista La Firme, ex La Chiva.

Un día llegó la buena nueva de que Hilda había vendido más de un millón de ejemplares de La Firme a Codelco, en varias ediciones para los trabajadores del cobre, los productores de "el sueldo de Chile" al decir del compañero Presidente.

Desde entonces, desarrollé una admiración por Hilda. Que muy pronto se transformó en cariño.

Fue la primera persona en la que pensé cuando me correspondió participar -con muchos otros periodistas- en la fundación de revista APSI, en 1976.

Buscaba a la Hilda millonaria en ventas, obviamente. Y me encontré con la Hila madrina.

Nos acogió de inmediato y, por cierto, las primeras reuniones fundacionales se desarrollaron en su casa del barrio Bellavista, con unos ricos tecitos y mucho cariño de la dueña de casa.

Después se instaló con la revista en un pequeño departamento de Matías Cousiño y construyó nuestro modesto departamento de venta de suscripciones.

Pasados los tiempo de APSI, seguimos en contacto, para coordinar visitas de ilustres quimantusinos que venían desde el exterior, como Joaquín Gutiérrez, que nunca dejó de visitarme cuando regresaba a su segunda patria desde su natal Costa Rica.

Me llamaba cada tanto para comentar proyectos relacionados, siempre, con nuestra común Quimantú, hasta que nos sorprendió con un libro "Un sueño llamado Quimantú".

Así lo presenta su editorial, Ceibo:

"Quien soñó y logró que existiera una editorial del Estado al servicio de la cultura fue Salvador Allende; una empresa editorial del Estado que contribuyera a ampliar los horizontes intelectuales y culturales de la nación, facilitara el acceso a las grandes fuentes del pensamiento nacional y universal y abaratara los costos de los libros, en beneficio de las capas modestas de la población".


Y señala, respecto de su autora: 

"Hilda López nace en los comienzos del siglo veinte. Sus primeras colaboraciones en medios escritos son para Rincón Juvenil de la Editorial Zigzag. Posteriormente trabaja en la revista Ritmo, de la Editorial Lord Cochrane, donde conoce y trabaja con muchos de los más importantes dibujantes de nuestro país.

Al llegar al gobierno Salvador Allende, el director de Ritmo, Alberto Vivanco la invita a trabajar a la recién creada Editorial Quimantú, donde estuvo desde sus inicios hasta su final el 11 de Septiembre de 1973. En este libro Hilda da cuenta de su paso por este «sueño interrumpido». No nos da cifras, nos da cuenta de sus compañeros de trabajo, de sus amigos, de anécdotas de la época".

Es decir, un libro dictado por el cariño. 

Porque los proyectos exitosos no solo requieren de buenas cifras, tambien del amor  de sus participes. 

Y de buen uso de las palabras.