24 junio 2010

BUENAS Y MALAS PRÁCTICAS EN PUERTO MONTT


Con vista al mar, interrumpida por un centro comercial y dos torres edificadas en el terreno que ocupara la vieja estación de ferrocarril, el Teatro Diego Rivera de Puerto Montt acogió, entre el 21 y 23 de junio, un atrayente seminario internacional que pretendía destacar las buenas prácticas de manejo y administración de patrimonios inmuebles. Expertos de dos Fundaciones de España, la Oficina del Historiar de La Habana, Cuba, el Centro Cultural Estación Mapocho y la Fundación Neruda, expusieron y discutieron ante un centenar de asistentes cómo compartir lo bueno y no repetir lo malo, como ese mall que agriaba y avergonzaba a los puertomontinos presentes.

Lo que no ponderaban los acogedores dueños de casa es la extraordinaria circunstancia de que una reunión de este nivel aconteciera en una ciudad azotada -como es habitual en invierno- por una lluvia que no quiso perderse el seminario y que demostró condiciones para recibir el debate patrimonial, que amenaza con transformarse en el gran tema de nuestro inminente desarrollo cultural. En efecto, mientras editoriales, cartas y páginas sociales en la prensa nacional cruzaban dardos respecto de la condición de nuestros damnificados museos nacionales, el debate más sustantivo y, sobre todo, con perspectivas de futuro, estaba desarrollándose en el sur, bajo la lluvia y con un mar semi sumergido.

La escena trae a la memoria aquella otra durante la caída del Sha de Persia cuando todos los focos de la prensa mundial estaban apuntando hacia el Palacio Real mientras el nuevo Irán se estaba cocinando a fuego lento en las mezquitas. Es lo que pasaba en las cuatro salas de comisiones de un recientemente renovado Teatro Diego Rivera -programa de Infraestructura del CNCA mediante- que hervían escrutando hasta los menores detalles de los planes para gestionar eficazmente el Parque Palentológico de Caldera; las iglesias Guañacagua, San Francisco de San Fernando y Santa Inés de La Serena; la Ruta Patrimonial Gabriela Mistral de Coquimbo, y la antigua salitrera de Humberstone.

No extrañaba, por tanto que en el público se encontraran el Alcalde de La Serena con varios de sus colaboradores, profesoras del DUOC-UC que participan de la recuperación del edificio Luis Cousiño de Valparaíso, profesionales de diversas direcciones de arquitectura del Ministerio de Obras Públicas, constructores civiles, empresarios, gestores culturales de la región, otras regiones y hasta de países vecinos.

Un punto alto del encuentro fue conocer la obra gigantesca de la Oficina del Historiador de la Ciudad de la Habana, una institución que data desde 1935 cuando se otorgó el Cargo de Historiador de la Ciudad al Dr. Emilio Roig de Leuchsenring, creándose su Oficina en 1938. En 1968 esta oficina, ya a cargo de Eusebio Leal, realizó las primeras excavaciones arqueológicas que determinaron una cascada de designaciones, en 1978 como Monumento Nacional, en 1979 como Patrimonio Cultural de la Nación, en 1982 como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Luego vinieron una serie de medidas excepcionales del gobierno cubano, que en 1993 decreta a La Habana Vieja como zona priorizada para la conservación y, en 1995, zona de alta significación para el turismo. Todo -literalmente- coronado con el Premio Reina Sofía de Patrimonio Cultural, en 2007.

Su labor, que incorpora a 13 mil empleados, se realiza con una dependencia directa de la máxima autoridad cubana, el Consejo de Estado e incluye un sistema empresarial para la obtención de fuentes propias de financiamiento. Su estructura abarca toda la secuencia del proceso de rehabilitación, incluso la re ubicación de las familias que deben ser desalojadas de edificios deteriorados por hacinamiento. El Historiador ha devenido así en la autoridad única para la planificación y gestión integral del desarrollo del territorio y el suelo. Con ésto, se pretende "promover la cultura como eje vertebrador del desarrollo local, proteger el patrimonio heredado, rehabilitándolo a través de un Plan Especial de Desarrollo Integral con fuerza legal, sin exclusión social ni hacinamiento y dotar de infraestructura técnica adecuada y contemporánea,garantizando que sea sustentable".

Estas ambiciosas metas se persiguen con un financiamiento que proviene, en un 75%, del mencionado sistema empresarial y el resto de créditos y cooperación internacional. Un 69% de los recursos se invierten en el Barrio Histórico mientras la diferencia se destina a pagar créditos (22%) e incluso a contribuir con el Estado (6%).

Las profesionales cubanas sorprendieron con este verdadero plan de gestión autosustentable que, en definitiva, financia la recuperación patrimonial con las mismas empresas que se generan por la mejora de la ciudad. Cabe recordar que el hecho de que el Estado sea el único propietario facilita mucho las cosas aunque no opaca los visibles resultados de la labor patrimonial de Eusebio Leal y su despacho.


Desde nuestro país, el plenario escuchó atento los modos privados de financiamiento de la Fundación Pablo Neruda, basados tanto en los derechos de autor del vate como en la administración de sus tres casas, así como el ya clásico modelo del Centro Cultural Estación Mapocho que auto sustenta un programa cultural que ya alcanza a la friolera de 6.405 funciones de artes escénicas y 4.642 días dedicados a artes visuales en 15 años. Todo sustentado por 949 días dedicados a actividades comerciales que generan ingresos por arriendo de sus espacios.

Hasta aquí, sin aportes del Estado. Y así lo entendieron esos gestores que dejaron Puerto Montt empapados de lluvia y entusiasmo para elaborar planes de gestión sustentables, en el desierto, las rutas de Gabriela o las arqueologías de Caldera. Conscientes de que esa herida con rostro de mall que nos mostraban las ventanas del Diego Rivera no se volverá a repetir.

Porque, sencillamente, no es una buena práctica.

13 junio 2010

¿QUÉ SE PREMIA CUANDO SE PREMIA?















Ha comenzado la temporada de postulaciones al Premio Nacional de Literatura. Con ello, se revalorizan ciertos columnistas culturales que habitualmente languidecen pues, por única vez en el año, parecen centrarse en el interés del gran público. Ellos sonríen, escriben y apoyan postulantes… aunque sus opiniones no puedan cambiar el destino de ese o esa afortunada que tocará la gloria poco después de recibir un telefonazo del Presidente del Jurado. Para enfrentar simultáneamente el tema desde el punto de vista de las políticas culturales es preciso preguntarse primero ¿quienes premian? y ¿qué se premia? Sólo luego de responder tales cuestiones, no menores, es procedente preguntar ¿a quién se premia?

Si analizamos quienes premian, más allá de las personas que detentan hoy los cargos incumbentes, nos vamos a encontrar con la sorpresa que el galardón, de Nacional, tiene muy poco desde el punto de vista de sus jurados: lo preside un Ministro, el de Educación, cargo que representa a un gobierno, cualquiera éste sea, pero no a la totalidad de la opinión nacional, podríamos apuntar que aproximadamente a la mitad más uno. Lo integran el Rector de la Universidad de Chile, lo más parecido a una universidad nacional aunque mutilada de sus sedes regionales; un representante de las universidades pertenecientes al Consejo de Rectores (¿otra mitad más uno?); un representante de la Academia de Chile, entidad de lamentable escaso impacto en el quehacer chileno, que reúne a académicos de excelencia con divulgación de deficiencia, y el premiado anterior, que en las actuales condiciones, tampoco llega a ser conocido nacionalmente luego del premio.

Veamos que tiene de Literario el colectivo que asigna el homenaje: un Ministro de Educación –existiendo desde hace un lustro un Presidente del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, con rango de Ministro- a quién, poco se le puede exigir de conocimientos literarios con la abigarrada agenda que implica su tema; un Rector con una destacada carrera como Decano e Ingeniero; otro Rector que pudiera coincidir con un especialista en literatura, dado que es escogido ad hoc por sus pares; el académico que representa una entidad más preocupada del lenguaje –de hecho fue contraparte del malogrado Congreso de la Lengua de marzo 2010- que de la literatura que la gente considera cotidianamente, y el anterior premiado que, con humana debilidad, intentará eternizar el galardón en alguien de sus propias convicciones literarias.

Da la impresión de que no son las entidades más adecuadas para esgrimir tan apetecido galardón. Que poco tienen que ver con quienes leen o para quienes se escribe: los lectores. Seamos serios, si se desea premiar los méritos académicos de un creador, que podría ser el objetivo, que voten –como en el Nobel- todos los miembros de la Academia vinculados a la literatura. Ese sería un colectivo representativo. ¿Una quimera? En absoluto, un mecanismo análogo existe para designar al representante de los Premios Nacionales en el Directorio Nacional del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. También es similar el colectivo que vota para los premios Altazor.

En el Directorio del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes se aprobó hace cuatro años, una sugerencia de modificación al Jurado de los Premios vinculados a la cultura -Artes de la Representación y audiovisuales, Artes Plásticas, Artes Musicales, Literatura- en la cuál se proponía que el representante del gobierno – que sería el Presidente del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes- tuviera sólo derecho a voz y a dirimir en caso de empate; que existieran representantes de las audiencias (federaciones de estudiantes, profesores, bibliotecarios, críticos, círculos de lectores, organizaciones culturales, las que por lo demás proponen 5 de los miembros del Directorio mencionado); que el Consejo designara para representarlo a un jurado de entre figuras connotadas de la especialidad a premiar; que las universidades estuvieran obligadas a delegar en académicos conocedores del tema. Es decir, un Jurado consistente con la Política Cultural del país, una mezcla de conocimientos especializados con la opinión de las audiencias o públicos destinatarios de la obra artística. El escenario, pero también la platea.

La segunda pregunta, el ¿qué se premia?: es lógico que un premio nacional valore cuál ha sido el aporte del galardonado a la literatura nacional, a que los chilenos seamos más cultos, a que más niños desarrollen hábitos de lectura, a que “nacionalmente” apreciemos una obra literaria: en bibliotecas, en escuelas, en casas, en escenarios, museos y pantallas. Este criterio elimina la humillante discriminación a favor de los escritores mayores, confundiendo una vez más las políticas culturales con aquellas de protección social.

Sobre estas bases debiéramos enfrentar, en las instancias que como país legalmente nos hemos dado –Convenciones del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, una de las cuales se avecina- la construcción de una política nacional de premios y estímulos, de alguna manera ya iniciada con la creación del Premio Pablo Neruda, que se otorga, por un jurado plural y representativo como es el Directorio del CNCA, entregado con la solemnidad que se merece, de manos del Presidente de la República, en el Palacio de La Moneda.

De modo que, si queremos estar ligados con lo avanzado en esta materia, los jurados que dentro de poco deberán escoger al Premio Nacional de Literatura 2010, no deberían leer sólo la obra de los merecedores –conste que no hablo de “los postulados”, otra de las humillaciones a que sometemos a nuestros creadores: ser presentados a un galardón nacional cuyo jurado obviamente debiera conocerlos si son minimamente dignos del mismo- sino también la Política Cultural que nos rige.

Les aseguro que no va a estar demás.

10 junio 2010

EL MUNDIAL DE LA CULTURA EN SUDÁFRICA

Fue hace menos de un año, en septiembre de 2009, en Johannesburgo. Se jugó íntegramente en el Museo de África y participamos 50 expositores –un 40% africano-, 450 delegados de 79 países, de ellos, 250 representantes del continente africano que pertenecían 31 países diferentes. Es la cifra más alta de la historia para una Cumbre Mundial de las que convoca regularmente la IFACCA, algo así como la FIFA de las artes y la cultura.

Les anticipo que no hubo campeón, pero todos ganamos. Se trató del 4°World Summit on arts & culture organizado por el Consejo Nacional de las Artes de Sudáfrica y la Federación Internacional de Consejos de las Artes y Agencias Culturales bajo la atenta y colaboradora mirada de Sarah Gardner y el equipo de la Secretaría Ejecutiva de la IFACCA, cuya sede está en Sydney, Australia. El tema de la convocatoria fue “Encuentro de Culturas, creando sentidos a través de las artes”.

Chile estuvo presente, invitado (clasificatorias mediante) para exponer sobre dos temas cruciales: La Convención de la UNESCO para la protección y promoción de la diversidad ¿un instrumento audaz o sólo un documento más? y Financiación alternativa de las artes: el modelo del micro préstamo y otros modelos. De este modo estuvieron allí las voces de nuestra Coalición por la Diversidad a través de su presidenta Mané Nett, y de la experiencia de auto financiamiento cultural, entre otros, del Centro Cultural Estación Mapocho.

También fuimos parte de los debates debido a la preocupación de la audiencia por la comunidad de afro descendientes que habitan preferentemente en Arica y sus alrededores. Desde las casetas (no de transmisiones, sino de traducción simultánea) se escuchaba el suave tintinear chileno: una compatriota afincada en Sudáfrica hacía llegar, en familiar acento, a través de los fonos, auxilio a las ponencias en otros idiomas. Lo que en muchos casos se hacía innecesario por el sólido francés o perfecto inglés de los delegados del continente anfitrión.

En tales debates advertimos que, como señaló Mike van Graan, director de Programación del Summit, “Vivimos una paradoja: por un lado afirmamos la diversidad cultural y el derecho de todos a ser diferentes y, sin embargo, por el otro, las diferencias culturales (y la ignorancia, miedo o arrogancia hacia el ‘otro’ relacionadas) son a menudo la fuente de muchos conflictos locales, nacionales, regionales y globales”.

Allí aprendimos cómo los Berebere se han ganado el reconocimiento del autoritario régimen de Marruecos gracias a su extraordinario comportamiento como difusores e impulsores del turismo en aquel reino del norte de África, o cómo el cine ha sido un agente de pacificación en las barbaries cometidas luego de la disolución de la ex Yugoeslavia, o como un grupo de teatro ha colaborado para que indios y paquistanís de aldeas vecinas se reconozcan como naciones que tienen más en común que las barreras religiosas que aparentemente los separan. Escuchamos el clamor de muchos agentes culturales que padecen –en sus países- guerras nacionales tan cruentas como desconocidas.

Nos enriquecimos, además, conociendo la historia del país anfitrión tanto a través de “Tres colores”, evento multimediático liderado por Brett Bailey y Maqoma Geoffry que narra el devenir de Sudáfrica por la vía de los encuentros y desencuentros de los tres colores de las razas que lo constituyen: blanco, café y negro; cómo visitando el museo de sitio de Maropeng dónde se descubrieron los primeros vestigios del hombre, y que por cierto exhibe registros de la visita del científico trotamundos Charles Darwin. De su presente, visitamos la modesta, acribillada y conmovedora casa donde vivió Nelson Mandela, ubicada en el emblemático barrio de Soweto (South West Town).

Allí las balas de la policía del apartheid no sólo alcanzaron los leves ladrillos de la habitación, sino también los cuerpos frágiles de escolares, niños mártires que son conmovedoramente homenajeados en la misma plaza dónde hoy otros niños cantan y bailan para entregar su talento a los turistas buscando un donativo para paliar en parte la pobreza que convive, a pocos metros, con Orlando, un moderno estadio que acogió el concierto inaugural del campeonato de fútbol.

Sin duda, mundiales de cultura y de futbol contribuyen, al realizarse en el país, a seguir profundizando en los esfuerzos de los sudafricanos por dejar atrás las secuelas de la segregación y la pobreza que aún azota a gran parte de la población.

Pero, las cumbres de las artes y la cultura no han tenido lugar sólo en Sudáfrica. La primera, fue en 2000 en Ottawa, Canadá; la segunda, en 2003, en Singapur, y la tercera en NewcastleGatehead, Inglaterra, en 2006. La de Johannesburgo fue un paso más en el descubrimiento mutuo de que las artes pueden y deben jugar un rol en la construcción de la paz, sobretodo porque gran parte de los conflictos localizados que asolan al mundo provienen de la intolerancia a la diversidad que, paradojalmente, es cada vez más estimulada por la desaparición de muros y dictaduras que las tenían falsamente avasalladas.

Si de diversidad y cómo enfrentarla positivamente se trata, nadie mejor que artistas, gestores y agentes culturales que conviven esencialmente con ella -desde luego en los Consejos de las Artes que muchos de los delegados representaban- creados y constituidos sobre la base de la sociedad civil que asignan recursos provenientes de Estados que han comprendido que no pueden los gobiernos –y sus normales variaciones- ser quienes se hagan cargo en exclusiva de los desarrollos culturales de sus países.

En las cumbres –la próxima está anunciado para octubre de 2011 en Melbourne, Australia- se refuerzan la necesidad del trabajo en redes, alianzas acogidas a los beneficios de la participación y la transparencia en la asignación de fondos públicos que caracterizan a la mayor parte de los países. En ello, el trabajo de IFACCA ha sido incansable: Norteamérica, Asia, Europa, África, Oceanía han sido o serán testigos. Tal vez por ello, Chile – que es miembro desde 2006 por acuerdo del Directorio del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes- está en la “lista corta” de cinco postulantes a organizar la Cumbre de 2014.

Quizás lo logremos y seamos, en esa oportunidad, el primer país latinoamericano en recibir a un evento de esta naturaleza, y concentremos, una vez más, el centro de las miradas y debates del mundo (literalmente) cultural. Entre otras cosas, por lo original de nuestro modelo institucional. Que ha superado el antiguo concepto de ministerio.

Pero ese, es otro partido.