28 agosto 2011

INSTITUCIONALIDAD CULTURAL ¿UN NUEVO ESCENARIO?

Foto Kena Lorenzini
Hay circunstancias en que, como en el tango, "veinte años son nada" y tres meses, mucho tiempo. Es el caso de la institucionalidad cultural chilena que resume dos fructíferas décadas en un Consejo Nacional y una tan inédita como histórica política de infraestructura para el sector. En cambio, desde la iniciativa presidencial del 21 de mayo pasado para reemplazar dicha institución por un Ministerio de Cultura y Patrimonio parece haber transcurrido tanta agua bajo los puentes que cabe preguntarse sobre la pertinencia, aquí y ahora, de esa eventual modificación. Una simple observación a las últimas manifestaciones sociales, encabezadas por los estudiantes, permite deducir que cartel alguno reclama que el cambio a la actual institucionalidad cultural sea una prioridad. 
Cinco días después del anuncio, el 26 de mayo, un editorial de El Mercurio, asestó el primer golpe: “Algunos han criticado la idea de instalar un ministerio sobre los tres organismos mencionados para obligarlos a coordinarse, estimándola un grave retroceso respecto de lo existente, pues eso no contemplaría la participación activa de la sociedad civil en la génesis de las políticas culturales, como sí sucedería hoy. Esta fórmula funcionaría, además, como un freno a la habitual inclinación del poder político a instrumentalizar la cultura en beneficio de sus intereses ideológicos”.  Es decir, la obligatoriedad de coordinarse para tres servicios públicos puede satisfacerse –sin el riego de “instrumentalización ideológica”- con mecanismos bastante más simples que crear una institución superior, como por ejemplo que las asignaciones del Presupuesto fijadas por el Ministerio de Hacienda a los dos servicios que no lo tienen, sean hechas a contar de 2012, a través del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, como ocurrió, por ejemplo, con los recursos públicos destinados usualmente al Teatro Municipal, a la Dirección de Cultura del Ministerio de Relaciones Exteriores o los Fondos Concursables del CNTV, entre otros.
En estos mismos tres meses, otra iniciativa oficial, tendiente a la modificación de la Ley de Donaciones Culturales ha sido acogida a tramitación por la Cámara de Diputados, sobre todo porque pudo convertirse en un proyecto coherente, que recoge muchas de las expectativas de beneficiarios y donantes de la mencionada legislación. Pareciera que en este debate el Ministro Luciano Cruz Coke podrá anotarse un logro dentro de los límites de su mandato, viéndolo convertido en Ley, tiempo que ya no tiene el eventual cambio de institucionalidad que aún no toma forma de articulado y permanece en el proceso de escucha de actores culturales, que se ha anunciado culminará en octubre del 2011, para enviarse en diciembre a trámite legislativo. Cabe recordar que la creación del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes tomó tres años en el Parlamento luego de diez años de debate y auscultación del mundo de la cultura en tres sucesivas comisiones y encuentros masivos (1990, 1996, 1997) que establecieron las prioridades de este sector, las que explícitamente descartaron la figura del Ministerio.
Este mismo sector de la cultura, hoy no está movilizado para reponer un Ministerio en lugar de una institución joven, por lo mismo con limitaciones y perfectible, especialmente en lo que se refiere a autonomizarlo del Ministerio de Educación y darle mayores atribuciones a los órganos colegiados de participación, demanda tan presente en el nuevo escenario que se percibe en el país a tres meses del anuncio presidencial. En efecto, muchos creadores y artistas organizados están más en el apoyo y la solidaridad con el movimiento estudiantil, que en demandas propias, conscientes de que para su sector hay apoyos públicos vía fondos concursables; recursos de CORFO para Pymes y otros emprendimientos; presupuestos en los gobiernos regionales; dineros para incrementar un completo equipo de espacios culturales administrados por entidades sin fines de lucro, e incluso aportes privados.
Todo ello en un esquema de participación, único en el aparato del Estado, que pareciera ser bastante más parecido a lo que claman carteles y manifiestos callejeros que la reciedumbre de un ministerio, por naturaleza monocolor y sujeto a los cambios políticos. Por lo mismo, así como la ausencia de demandas del mundo de la cultura en las pancartas revela que en esta área las cosas parecen haberse hecho más bien que mal en lo últimos 20 años, la forma de hacerlo considera en su seno mecanismos para asumir las nuevas carencias y aspiraciones de creadores, gestores y patrimonialistas a través de instancias inminentes como la Convención  Nacional de septiembre en Arica o menos urgentes como el cambio de un significativo número de integrantes de los directorios y comités consultivos del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes que se cumple, por Ley, a inicios del 2012 –tal como fue planeado- a mediados de un período presidencial para justamente no coincidir ni involucrarse con los cambios políticos derivados de procesos electorales y dar continuidad a las políticas culturales.
Dados los mecanismos es necesario abocarse entonces a definir cuáles serían las demandas que el actual escenario exigirán a las políticas culturales, sin descuidar por cierto, la imperiosa realidad de modificar la condición de los organismos dedicados al patrimonio, cuya renovación está pendiente desde la creación del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
Se avecina un período en el que habrá que combinar continuidad y cambio, en el que no descartaría una revisión respecto del rol que alguna vez jugaron en el desarrollo cultural chileno las universidades públicas, ahora con más recursos y que podrían retomar –mutatis mutandis- en el futuro. Como tampoco desecharía la idea de integrar como un todo a la actual DIBAM –poseedora de una fortísima cultura institucional, forjada por casi un siglo de provechosa existencia- al Consejo Nacional de la Cultura y las Artes con una autoridad superior fortalecida con mayores atribuciones y consejeros remunerados.
Es un tiempo de búsquedas, con la certeza no menor que una institucionalidad participativa y transversal es una buena manera de recuperar las expectativas originales planteadas el día que asumíamos en el primer Directorio Nacional del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, en enero de 2004: “lo primero es colaborar con el Presidente del Directorio, escuchando. Se critica a  las autoridades que son sordas ante las preocupaciones de los ciudadanos. Tenemos aquí diez pares de buenos oídos para escuchar. Sentir lo que la ciudadanía está pensando, deseando, necesitando. Otra manera de apoyar a nuestro Consejo es representándolo en diferentes actividades. Necesitamos que el país nos conozca, que la sociedad sepa de esta forma de organización que nos hemos dado para desarrollar la cultura. Debemos hablar, ‘contar el cuento’, describir  nuestras fortalezas: la autoridad colegiada, la descentralización, la sede en Valparaíso... Aprovechar cada tribuna, cada invitación para explicar lo que somos, lo inédito e innovador de una organización como ésta. Contar el cuento cuerpo a cuerpo, cara a cara, puerta a puerta, boca a boca, correo electrónico a correo electrónico. Lo dicho implica una tercera forma de participar: viajando. Obviamente no todos a quienes debemos escuchar ni todos a quienes debemos hablar están a nuestro lado. Este es un Directorio Nacional y por ende debe escuchar al país y hablar al país. Incluso, si existe la ocasión, fuera de él”.[1]
Tal vez por allí transita el tipo de cambios que la institucionalidad requiere. Al menos podría sostenerse que los vientos soplan en esa dirección. Alguna vez, a inicios de siglo, se propuso coronar el nuevo edificio del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes en la Plaza Sotomayor con una enorme vela de navío que flameara como un gallardete sobre el hermoso edificio que antes perteneciera a Correos de Chile. Los temerosos de los vientos de Valparaíso descartaron la idea. Lo que no lograron borrar es la metáfora de que esa vela henchida de sensibilidad existe en los diferentes órganos que componen hoy el Consejo los que debieran ser capaces de descifrar los signos de los tiempos del nuevo escenario que vive Chile, desde hace tres meses, para seguir perfeccionando una institucionalidad que pidió la gente desde inicios de los 90.
Mucha gente, tal vez la misma que hoy no parece tener entre sus prioridades, desecharla.



[1] Expectativas Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Primera sesión ordinaria de Directorio. 20 enero 2004. Reproducida en "Cultura ¿quién paga?" Arturo Navarro, RILeditores, 2006.

11 agosto 2011

LA BUENA SALUD DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL

El 11 de agosto es fecha de recuerdos. Hace 44 años se inició un proceso de reforma universitaria que estremeció al país y modificó sus universidades. Dicen algunos que las casualidades no existen pero, un día como hoy, un conjunto de estudiantes de medicina de la Universidad de Chile, estableció sus reales en la Plaza de la Cultura del Centro Cultural Estación Mapocho, no para tomarla como aquellos estudiantes de hace 44 años, que se hicieron de la Casa Central de la Universidad Católica. Los futuros médicos llegaron a controlar peso, talla, presión y glicemia de los transeúntes dejándoles un mensaje de vida saludable.  


Distribuyeron además  un volante que de seguro habrían compartido aquellos jóvenes de la UC de 1967: "la educación es un derecho social universal; fin al lucro y al endeudamiento de la educación; la educación pública debe ser pluralista y laica,  y la educación debe ser de calidad. Piden simplemente "aumento del gasto público en educación; derecho a participación y asociación de estudiantes y funcionarios, y reestructuración integral del sistema de becas y ayudas estudiantiles".

Batas blancas, sonrisas juveniles y entusiasmo desbordante de los estudiantes contrastan fuertemente con aquellos encapuchados que -con ayuda de las bombas lacrimógenas- dañan bienes públicos y privados y sin dudas,  la salud de los mismos transeúntes que esta vez  respondían con otra sonrisa a las recomendaciones de cuidar el peso, dejar de fumar o bajar el consumo de sal, derivadas de las cifras de los exámenes gratuitos.

Los estudiantes emplean así el tiempo libre que le dejan los paros, los ciudadanos pueden encontrar el diagnóstico que tanto escabulleron o tal vez confirmar que todavía la vida no ha podido con ellos. Una vez más la explanada de un centro cultural acoge este encuentro entre el público y quienes se forman en la vocación de servicio.

No es menor que ello acontezca un 11 de agosto y se convierta en un mudo homenaje a los estudiantes del 67 y un profundo reconocimiento a sus émulos del 2011.

Por ambos, ¡salud!


01 agosto 2011

DIALOGANDO ENTRE MATTAS Y MARIPOSAS



Puerto Montt se las trae. Al menos, a-trae, en invierno, desarrollando los ya tradicionales Temporales Teatrales, ahora estrenó los Diálogos de Invierno alrededor de temas de las artes y la gestión cultural, junto a espectáculos de jerarquía internacional como los del grupo Cinema. En paralelo con los dialogantes, la ciudad ocultaba un mundial femenino sub 19 de basketball que copaba la hotelería local y cosechaba para “la rojita” una impresionante cantidad de derrotas deportivas y algunas dudas sobre la capacidad de organización de eventos deportivos de esa magnitud.

Lo que no aconteció en el terreno cultural. Mientras el amplio público de la Arena de Puerto Montt presenciaba los centenares de encestamientos surgidos de los ágiles brazos de espigadas jóvenes de todo el mundo –liderados por Estados Unidos, España y Brasil, en ese orden medallero-  y los modestos resultados de las menos esbeltas chilenas, la casa del Arte Diego Rivera acogía, con una selección de grabados de Roberto Matta, correspondientes a la serie Homero, de los años 1973 y 1985, a dialogantes invitados nacionales como la escritora Pía Barros, el diseñador Hernán Garfias, el arquitecto Albert Tidy, el cineasta Nicolás López, el artista plástico Gonzalo Cienfuegos y el gestor cultural Arturo Navarro. Todos ellos encestaron perfectamente con la inquietudes de quienes llenaban las butacas de las sala Hardy Wistuba, generándose aquello que se propuso el Consejo Regional de la Cultura de Los Lagos, que desplegó toda su energía –que no es poca- en lograr que tanto invitados como artistas y gestores locales dieran rienda suelta a sus preguntas y respuestas, mientras un piso más abajo, la compañía Cinema con su ensoñadora “El hombre que daba de beber as las mariposas” y la más ruda “Sin sangre”, iniciaban un largo y complejo proceso de formación de audiencias con vecinos de las diversas comunas que integran la región.

El Director Regional del Consejo, Alejandro Bernales calificó a  este  evento cultural como “una gran oportunidad para la región el poder tener un espectáculo de tan alta calidad. Las obras que se exhibirán han estado en escenarios de más de 11 países y han sido vistas por más de 130 mil personas, así que queremos que la gente de Los Lagos también tenga esa oportunidad. Además tendremos una función especial para vecinos de comunas alejadas. Las entradas son completamente gratuitas y los interesados pueden retirar un máximo de dos entradas por persona”.

En efecto, lo que estaba en marcha es una valiosa iniciativa de un Consejo Regional de la Cultura, haciendo uso de herramientas que la política cultural vigente ha puesto a su disposición: en una infraestructura de calidad y diversidad notables, con una gestión reconocida nacional e internacionalmente, convocó a personalidades de nuestra cultura simplemente a dialogar con los actores locales, con una adecuada difusión y desarrollando una iniciativa de formación de público con una oferta artística de calidad.

Agentes culturales de Osorno, Chiloé, Puerto Varas, Frutillar y del propio Puerto Montt, se sumaron a esta actividad, que amenaza con convertirse en permanente, dado que ha quedado demostrado que ni el rigor del clima ni las amenazantes cenizas volcánicas que acechan a los visitantes, impidieron que una entidad pública entusiasta llevara a buen fin sus propósitos, ratificando que el desarrollo cultural se está dando en regiones de la mano de una gestión asociada entre el sector público y privados.

Otro ejemplo de ello lo vivimos hace unos meses en Antofagasta, dónde se está estableciendo un polo artístico con amplio apoyo de empresas privadas que bien usan la Ley de Donaciones Culturales, legislación cuya posible modificación formó parte de algunos de los diálogos puertomontinos, demostrando que en regiones hay puestas grandes expectativas respecto a su mayor amplitud de donantes y receptores. Mientras esa inquietud, junto a las experiencias de gestión de espacios de alcance nacional, acaparaba el interés de los asistentes, una eventual transformación de la institucionalidad cultural vigente, no dejaba de ser una preocupación de funcionarios involucrados, sin cautivar el interés de los actores culturales presentes.

La experiencia vivida demuestra que cuando las regiones asumen su protagonismo, sin depender del impulso central  pueden atraer a protagonistas y espectáculos de alcance nacional, los que parecen estar mucho más cerca de lo que pareciera. En este sentido, la existencia de infraestructuras probadas y consolidadas constituye alicientes muy eficaces para quienes son convocados. Los Lagos puede esgrimir realidades tan notables como el Teatro del Lago de Frutillar o el propio Diego Rivera así como amenaza con la fuerza del desarrollo diverso y pujante que viene desde los creadores de Chiloé y de Puerto Varas que se sumaron a esta iniciativa a través de la Galería Bosque Nativo, presentando “Expresiones Gráficas” de Gonzalo Cienfuegos, que visitaba la zona para los Diálogos…

De este modo, culminó con éxito un hito que a pesar de la lluvia, jugó con fuego en el bosque, mientras allá arriba, muy arriba, las cenizas de un volcán cercano, jugaban con la navegación aérea y oprimían los nervios de quienes pensabamos que era sencillo abandonar Puerto Montt.