22 abril 2009

DISCURSO EN LA RECEPCIÓN DEL PREMIO REINA SOFÍA


Majestad, autoridades, señoras y señores, buenas tardes.

Desde que comenzó nuestro improbable devenir como centro cultural, imaginamos un espacio patrimonial, que nos comprometíamos cuidar y en el que debían converger creadores y sus audiencias bajo la acogida alerta de gestores culturales.

Consecuentes con ello, muy cerca de la reproducción de la Oda en la que Neruda declaró “Te amo, vieja Estación que fundaste, con sombras pasajeras, tu propio río de amor intermitente, interminable”, pusimos un cuaderno para que los visitantes plasmaran sus impresiones.

Como una manera de exponer a ustedes el juicio de los destinatarios de nuestros desvelos de casi veinte años, extractamos desde esos cartapacios palabras tan elocuentes, como las de Inés Soto: “agradecida de las autoridades de mi país, el haber remodelado este edificio tan hermoso”.

O las esperanzas de Patricio Van-Dorsee, esparcidas con “todo mi amor, todo mi pensamiento en este libro para que regresen a mí, mis trenes, mi ferrocarril que desde niño recuerdo”.

El lamento de Jesús, ferroviario español, manifestando su tristeza porque “se cierren estaciones de ferrocarril, pero es una alegría ver que se dedican a actividades culturales”.

Admiración de Luciano Teixeira, que llegó desde de Río de Janeiro, quién entiende que “una gran ciudad necesita de espacios culturales y Santiago tiene uno a su altura”.

Anhelos del estudiante Víctor Ramírez, quien valora “sobremanera la actividad cultural que cada día podemos apreciar en este recinto deseo que ojalá nuestros hijos participen plenamente de ella”.

“Querida Estación –responde María Inés- espero que este pueblo joven que hace sus fiestas aquí, te respete y te quiera como nosotros los viejos”.

Ancianos como María Angélica Retamal, que visitó la estación “a pesar de mi edad y vi lo que miré por tantos años y nunca vi”.

Una honrosa descripción de Gastón Donuet, fue la de un centro cultural “muy elegante y con mucha clase, me recuerda a la estación de Atocha en Madrid”.

Retrato quizás insuficiente para Israel Pardo que recuerda “las injusticias del pasado existen, pero estos espacios nos dan consuelo y satisfacción para seguir y ver más y más”.

Deseo similar al de un grupo de visitantes de Mallorca, “encantados de que ustedes tengan esta estación tan bien conservada, que sigan así hasta la eternidad”.

Eternidad a la que partió desde nuestro Centro Cultural -despedido por más de doscientas mil personas- el Gato Alquinta, uno de los músicos del popular grupo Los Jaivas, fallecido prematuramente, y que sus compañeros pidieron velar en lo que llamaron “la catedral de la cultura chilena”.


Gracias a todos ellos, Majestad, tengo el privilegio de estar aquí, representando a un equipo orgulloso de cumplir con la doble misión de preservar/amar el edificio y divulgar/amar la cultura. Felices porque, por perpetrar lo que ordena nuestro estatuto y nos manda el corazón, usted nos galardona.

Quienes hoy henchimos el pecho somos entonces las ochocientas mil personas que anualmente visitan el Centro Cultural Estación Mapocho; los centenares de artistas que se han inmiscuido en nuestros escenarios; los gobernantes que, a inicios de la recuperación democrática, entendieron la importancia de dar espacios a la cultura, y, por cierto, los que trabajamos cotidianamente en ese maravilloso espacio, que ahora nos vemos impulsados, por la satisfacción y la dicha, a decirle: muchas gracias, Majestad.


Madrid, 24 de abril de 2009

03 abril 2009

LOS TRES MOSQUETEROS DE SEBASTIÁN

Pocas horas antes de que los grupos Tantauco entregaran sus propuestas programáticas, muy temprano, el tres de abril, tres espadachines de la derecha salieron a defender a su D’Ártagnan, arrinconado en el escenario de las políticas culturales con una simple carta de un grupo de jurados del Fondart que arremetieron en su contra a propósito de las sorprendentes declaraciones de Piñera sobre una suerte de plebiscitos para determinar el destino de los recursos públicos para las artes.

Las afiladas espadas de estos émulos de Alejandro Dumas tienen el envés común del grupo COPESA. En la sección cartas de La Tercera, Juan ‘Athos’ Lund, arquitecto muy respetado de la Universidad de Chile, reafirmaba que el eslogan del grupo de tantaucos, que coordina, será “construir sin destruir” y agrega su respeto por el fondo concursable, sus jurados y la mera voluntad de mejorarlo, especialmente ante la percepción de la gente, todo en un “ambiente democrático, libertario y participativo”. Es decir, más, mucho más de lo mismo… y mejorado.

Desde el Ojo de la llave de revista Qué Pasa, Luciano ‘Porthos’ Cruz Coke expresaba la necesidad de “discutir seriamente” el tema del financiamiento cultural dando un rasguño al mosquetero jefe y aprovechando, en el más clásico estilo de los políticos tradicionales, de “tirar currículum” manifestando su voluntad de trabajar en su eventual gobierno recurriendo a los más diversos antepasados y ocasiones sociales para demostrar su cercanía con la derecha, ofreciendo –cuál candidato en carrera- “rescatar a la derecha culta” que mas bien ha estado “oculta” en los últimos tiempos. A confesión de partes…

El mismo semanario entrevista al escritor Roberto ‘Aramis’ Ampuero, presentado como “asesor cultural” de Piñera.

Mal debut tuvo con las primeras declaraciones de su aconsejado. Porque su pensamiento no es muy diferente al del mosquetero Lund: “la política cultural debiera ser un esfuerzo sostenido, de largo aliento, de toda la nación sustentado por una convergencia de sectores”. Sostiene además que “un gobierno de Piñera tendría que avanzar en cultura por una línea fina que aúne tradición e innovación, que respete la experiencia acumulada en estos años de institucionalidad cultural”. Revela también que el proyecto cultural de Tantauco sólo busca darle “mayor alcance diversidad y eficiencia” a lo construido por la Concertación. Se atreve además –autor de ficción al fin y al cabo- a pronosticar “continuidad pero también innovación y revitalización”.

Saludable el debut de los espadachines culturales aliancistas – que tanta falta han hecho en otras campañas presidenciales- pero curioso que sea más bien para enmendarle la plana a D’Artagnan que para criticar a las políticas culturales vigentes. Porque no podemos decir que reprochar el Maletín Literario sea una detracción de fondo, ya que ha recibido espolonazos desde todos los sectores, sin ir más lejos en el espacio virtual, desde este mismo blog,

Es que no basta con crear grupos que formulen políticas. Hay que leerlas, creerlas y sobretodo, y muy de fondo, entender que por más que se disponga de recursos, hay aspectos de una sociedad, como el arte o la cultura, que no se pueden comprar ni están a la venta. No todo son estudios de opinión, ni plebiscitos o encuestas. El arte tiene ese algo de gratuidad que permite crear por el sólo placer de hacerlo. Que la validez de un fondo concursable no se cuestiona por la mediatización de las críticas a un par de proyectos o una decena de concursantes ganadores repetidos más de lo aconsejable

Como reaccionó el escritor Jorge Edwards: “cuando la cultura chilena se base en encuestas de opinión pública, tendremos que cambiar de personajes. Y yo, por mi lado, trataré de emigrar: a otra parte o al otro mundo”.

Por ahora, los mosqueteros tendrán una ardua tarea para convencer a esa “derecha (o)culta” tras los años de consumismo y especulación financiera de que no hay nada más aconsejable en esta área que la continuidad y la consideración de la experiencia acumulada y formulada en políticas culturales de Estado desde 2003 a la fecha.

Los demás, los de la cultura no oculta, seguiremos con las tareas pendientes: modernizar la gestión patrimonial; ampliar los alcances de la ley de donaciones, completar la formidable obra de infraestructura cultural acometida desde 1990 a la fecha y debatir con los colegas de Tantauco.

Sin mediar encuesta alguna.