30 julio 2012

LUCRO, FILANTROPIA Y LEY DE DONACIONES


Intervención en la Comisión de Hacienda del Senado el lunes 30 de julio 2012.

Valoro especialmente esta iniciativa de modificar la Ley de Donaciones Culturales porque se trata de un significativo estímulo a un hábito tan poco desarrollado en Chile como necesario: la filantropía. Habiéndose creado una institucionalidad cultural hace menos de diez años, ésta se ha posesionado en nuestra sociedad de tal forma que nadie duda de que hemos resuelto un camino que ha llegado, como en la mayoría de naciones del mundo, para quedarse: los consejos de la cultura y las artes, en desmedro de alternativas más autoritarias como los ministerios o más blandas como aquellas que dejan al mercado la resolución de gran parte de los asuntos culturales.

Sin embargo, esta manera de resolver la relación entre el Estado y el desarrollo cultural a través de la presencia de la sociedad civil en la asignación fondos públicos transparentes y concursables, tiene un complemento indispensable que son los mecanismos para complementar el aporte público mediante recursos privados: los estímulos tributarios.
Este complemento, como su calificativo lo indica, debe supeditarse a lo central de nuestra política cultural, que es su dependencia de órganos colegiados y participativos que determinan y evalúan las políticas que se aplican en este campo.
Es lo que se encuentra y aprecia en este proyecto, cuando nos topamos con un mecanismo de estímulo de la filantropía subordinado al Directorio del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, administrado por un Comité de Donaciones igualmente participativo y con beneficiarios, hasta ahora casi exclusivamente entidades sin fines de lucro, que poseen normalmente directorios representativos de la sociedad civil. Prima en todos ellos un criterio, comúnmente aceptado, que hermana los conceptos de filantropía con el de ausencia de fines de lucro.

La definición de uso común señala que la etimología de la palabra filantropía deriva sus raíces del griego φίλος  philos (o filos), y άνθρωπος,  anthropos, que se traducen respectivamente como 'amor' (o 'amante de', 'amigo de'), y 'antropos' (o 'ser humano'), por lo que filantropía significa 'amor a la humanidad'. En general, la filantropía significa el amor al género humano y todo lo que a la humanidad respecta, particularmente, en su forma positiva y constructiva, expresado en la ayuda a los demás sin que necesariamente se requiera de un intercambio o interés alguno en una respuesta.
Llama la atención en el Proyecto en estudio que, por primera vez se introduce como beneficiarias en su artículo, 1° 1), a “las empresas de menor tamaño”.
La Ley 20.416 entiende como empresas de menor tamaño a aquellas cuyos ingresos anuales por ventas, servicios y otras actividades del giro no excedan las 100.000 unidades de fomento en el último año calendario. Por ende, son entidades cuya esencia es –legítimamente- incrementar sus ingresos a través de las ventas.  
Introducir, como lo hace este proyecto, en una ley de estímulos a la filantropía, estas entidades con fines de lucro lleva a tener que tomar muchos resguardos tal como lo sugieren varios señores Senadores y Senadora y el Informe del Servicio de Impuestos Internos en el Boletín 7.761-24. Tales como que se incluya en la Ley los requerimientos para que un proyecto sea cultural, y que estas empresas sean evaluadas y registradas por el Comité de Donaciones, como organismo experto en la materia.
Es complejo intentar evitar que se lucre con las donaciones si son empresas con fines de lucro. Se corre entonces el riesgo de que sea tal la complejidad necesaria para fiscalizar esta medida que se termine por volverla infecunda.
El proyecto de ley en su Artículo 9° 2) pide a las empresas de menor tamaño un objeto social exclusivo “de carácter artístico o cultural”. Para aprobarles un proyecto pide además un informe previo al Secretario Ejecutivo del Fondo de Fomento Audiovisual si es de esa área. En rigor, dicho informe debiera ser del Consejo del Audiovisual, no de su secretario si somos coherentes con el espíritu participativo de nuestra institucionalidad cultural, ya comentado. No lo señala el actual Proyecto, pero de mantenerse este aspecto, debieran agregarse los informes respectivos del Consejo de Fomento del Libro y la Lectura y de Fomento de la Música en los casos que corresponda por tratarse de empresas editoriales o musicales.
Agrega el Proyecto en su Artículo 8° 3) que donante y beneficiarios “no se encuentren relacionados entre ellos conforme al artículo 100 de la ley 18.045 de Mercado de Valores”.
Surge una pregunta: ¿Qué hace una empresa de menor tamaño, de carácter exclusivo artístico o cultural, si se le ofrece un negocio de otro rubro? Crea otra empresa o amplia su objeto social y deriva sus energías hacia allí. A diferencia de las entidades sin fines de lucro que estamos obligados a perseverar en ello, por nuestro origen y misión fundacional. Podríamos por tanto estar fomentando la creación de empresas más que la divulgación de la cultura y mucho menos de la filantropía. Y al mismo tiempo, estableceríamos una discriminación hacia entidades sin fines de lucro que no podrían, con esa expedición, incursionar en   áreas diferentes a la cultura.

Queda en evidencia que la tarea de estimular a las empresas escapa con mucho a las políticas culturales y que aquellas industrias que se relacionan con la cultura deben tener el trato especial que el Estado determine para ese ámbito, a través de CORFO y del Ministerio de Economía, para asegurarse que puedan desarrollarse para llegar a competir con las grandes industrias culturales. En el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires existe una subsecretaría de Industrias Culturales, dependiente del Ministerio de Economía.

En un Informe anterior a la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, incorporé una advertencia respecto a evitar en esta legislación la existencia de “fundaciones espejo” es decir, entidades culturales sin fines de lucro que son fundadas por la misma empresa que le dona, práctica que causó mucho daño a la Ley de Donaciones Universitarias y motivó un momento muy regresivo a la ley que nos ocupa, pagando justos por pecadores. Temo que la incorporación de empresas de menor tamaño como beneficiarias podría estimular nuevamente la creación de empresas “espejo” de los donantes, que sean cautivas de éstos y presten servicios comerciales a través de la contratación de servicios que están dentro del giro cultural.

En esa misma oportunidad planteé la necesidad de ampliar el Comité de Donaciones, considerando para ello el modelo que tiene el Directorio Nacional del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, del cuál depende el Comité, en el que se encuentran representantes de la sociedad civil, rectores de las universidades, premios nacionales y, por cierto del sector público, los que deben agregarse a la natural representación de los donantes.
En el proyecto se aumenta según su Artículo 1° 3) a siete sus cinco integrantes. Se elimina al representante del Consejo de Rectores. Se agregan un Premio Nacional de Artes o Literatura y un representante de las “organizaciones culturales, artísticas y patrimoniales” En este aspecto, junto con advertir una redundancia (culturales y artísticas) falta agregar las organizaciones dedicadas gestión, para ser coherente con la legislación que crea el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Sugiero que el texto quede así: “organizaciones artísticas, patrimoniales y de gestión cultural”.
Se agrega un representante del Ministerio de Hacienda y se fortalece el quórum para elegir a los representantes del Parlamento (2/3). Se determina la forma de elección de los dos representantes del parlamento pero no lo hace del representante de organizaciones culturales ni su calificación. Este representante debiera tener “experiencia previa en la presentación o administración de proyectos de la ley 18.895”.
En síntesis, quedan dos representantes del gobierno, dos del Parlamento, uno de los empresarios (de la CPC) y sólo dos de la sociedad civil vinculados al mundo de la cultura. Se invierte la proporción de la presencia de la sociedad civil que hay en el Directorio y en toda la estructura participativa del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y los consejos sectoriales, que también asignan fondos públicos. Estimo que debiera considerarse la presencia en el Comité, de tres personalidades representativas de gestores, creadores y patrimonialistas, nombrados por el directorio del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, sin poder ser removidos, por un plazo de cuatro años, los mismos que los parlamentarios y los propios directores nacionales del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

Reforzando la presencia de la sociedad civil y la necesaria vinculación de esta ley con la institucionalidad cultural que nos rige, estaremos contribuyendo no sólo a aumentar los recursos que se alleguen a la cultura por esta vía sino también estimulando la filantropía, fundamento imprescindible de nuestro desarrollo cultural.

19 julio 2012

CCEM: CRISIS, GESTIÓN Y SUSTENTABILIDAD

Reparación cúpula post terremoto 27F

Cuando, como en Europa, la cultura sufre los avatares de una crisis económica, surge la pregunta, en este extremo del mundo, de cuál es la mejor manera de sobrellevar estas situaciones que, aunque ajenas, nunca dejan de afectarnos. Luego de más de veinte años de gestión sustentable en el Centro Cultural Estación Mapocho, es posible barruntar una respuesta, a partir de más de dos décadas de supervivencia y de haber experimentado a lo menos dos crisis, una externa y otra por causas internas.

El primer aprendizaje es que la superación de las crisis es algo cotidiano, no sólo cuando el desastre ha sobrevenido. Una enfermedad, dice la sabiduría china, comienza mucho antes de que aparezcan sus síntomas, por tanto, la superación de la misma dura más tiempo que el que duran los dolores o la fiebre. En consecuencia, debemos prevenir, a través de la gestión diaria, que la crisis -que inevitablemente vendrá- no nos sorprenda y sea demasiado tarde para superarla.

Nuestra primera crisis provino de la recesión que azotó la economía chilena en 1998. Se tradujo en que ferias comerciales que deberían acontecer en 1999 y contribuir al financiamiento del centro, sencillamente no se realizaron. Frente a un escenario de reducción drástica de ingresos nos encontramos con la buena noticia de que había una disponibilidad proporcional de espacios que antes ocupaban dichas actividades. Acudimos entonces al concepto cooperativo de compartir gastos y utilidades en igual proporción con producciones que podían realizarse en dicho esquema y que a la vez eran generosas en público, como conciertos del popular cantante Joe Vasconcellos o la actividad familiar Dinosaurios Animatronics, que terminaron aumentando los asistentes al Centro hasta un millón doscientas mil personas, un tercio más que el año anterior y un 72% más que en 1997, con el consiguiente aumento de taquilla, establecida en porcentajes crecientes según cifras de público, sin afectar los costos básicos. La ecuación de reemplazar ingresos feriales por aquellos de porcentaje de boleterías no fue más que alterar las proporciones de la política permanente de depender de ingresos mixtos y no de una fuente exclusiva. Agregamos una política fuerte en alianzas con universidades, empresas y espacios culturales, así como de dar visibilidad académica e internacional al Centro Cultural Estación Mapocho, tanto a través de muestras artísticas (Expo Cumbre de las Américas) como de integración a redes internacionales y participación activa en cursos y seminarios, lo que culminó con el reconocimiento como Premio Reina Sofía de Patrimonio Cultural.

La segunda crisis, en 2007, derivada de una baja en planificación en 2006, nos llevó a responder con una re ingeniería del personal (una decena y media de funcionarios), abandonando una actitud pasiva centrada en la demanda por el uso del centro cultural para reemplazarla por una actitud pro activa de salir a ofrecerlo a actividades, como la feria de la música Pulsar, la Bienal de Diseño, la feria de arte contemporáneo Ch.ACO, que perfectamente calzaban con la misión del espacio; como no fue suficiente, se agregó la negociación con proveedores (por ejemplo, el pago diferido a tres años de la energía, un 10% del gasto operacional) y el financiamiento bancario con aval de los ejecutivos (no somos sujetos de crédito ni se puede hipotecar un edificio público) y el respaldo de contratos firmados a futuro con actividades, como la Feria del Libro, de ocurrencia habitual. Se agregaron la rentabilización del espacio como locación de cine y spot publicitarios, la acogida del Sistema de Despliegue de Cómputos Electorales, pendones publicitarios en nuestra fachada y convenios con proveedores de manutención del inmueble a través de la ley de exenciones tributarias o de Donaciones Culturales. Si el edificio es nuestra principal fuente de ingresos, dimos prioridad a su conservación. Política que tuvo una derivada positiva para el terremoto del 27/F de 2010 pues el daño sufrido fue mínimo.

Ni las crisis ni el terremoto provocaron la paralización de actividades. Por el contrario -y aquí parece estar la clave- nuestra misión de difundir la cultura se cumplió sí o sí. En el ADN institucional está que, al no depender de fondos públicos, el centro cultural no se ve afectado si éstos de pronto se reducen o desaparecen. A diferencia de instituciones que parecen cumplir su misión cultural "sí y sólo sí hay dineros públicos" en las que su reducción acarrea de inmediato cierre de salas, postergación de exhibiciones y descortesías hacia ese proveedor único que es el gobierno.

Cuando las cosas están claras desde el inicio, en nuestro caso: debemos auto sustentar el 100% de nuestra operación, en otros, que el auto financiamiento debe alcanzar un determinado porcentaje, la gestión se hace a partir de ese supuesto y es  estructuralmente basada en alianzas, redes y colaboración con quienes nos relacionamos: creadores, productores, proveedores, medios de comunicación asociados y el propio público.

Quienes asisten a las actividades de gran público o a las de artes escénicas o visuales de nuestro centro, aunque lo hagan sin pagar, saben que la cultura cuesta, que existen compañías y una gestión cultural que están permitiendo tal gratuidad y a la vez son considerados en sus inquietudes a través de encuestas, libros de opiniones y redes sociales.
En definitiva, se realiza una gestión sustentable, que no dilapida para las "vacas gordas" y tampoco se retrae para las "vacas flacas", caracterizada por una buena programación permanente; un espacio patrimonial al servicio de las audiencias; una resuelta presencia académica e internacional, y una inquebrantable austeridad en los gastos.

Porque el arte y la cultura son cuestión de hábitos y tales costumbres no deben estar expuestas a las voluntades de los gobiernos, ni a las demasías de las crisis pues, ante ellas, no somos parte del problema, sino de la solución.

10 julio 2012

DON PLÁCIDO Y LAS MISMAS PIEDRAS


Aunque pareciera que somos tozudos para sacar lecciones del pasado y de lo entonces acumulado, una mirada a lo que está ocurriendo en torno a las políticas culturales y la institucionalidad que las rige, permite apreciar que, como en todo, hay lecciones aprendidas, tropiezos con la misma piedra y amenazantes nuevas piedras que podrían trabar el debate.  

Entre lo aprendido, es destacable lo que ocurre alrededor de la venida de Plácido Domingo. Lo primero, la presentación en Chile de una ópera, Il Postino, que no tiene sólo cantantes nacionales sino que refleja un tema criollo, un autor nuestro -Antonio Skármeta- y una acogida del público chileno que en su estreno no dejó asientos libres en el Teatro Municipal. Es decir, podemos llegar a imaginar que en algún plazo no lejano se celebre la tradicional Gala de Fiestas Patrias con obras bastante más vinculadas al país que cumple años que las que suelen programarse para el festejo más relevante de Chile. Pero, sin duda lo más llamativo es que ¡por fin! se ha aprendido la lección de entregar invitaciones para una función gratuita, de Domingo en el Movistar Arena, cumpliendo con los requisitos de respeto a las audiencias: aviso y entrega con la debida antelación, mínimo de entradas por persona, nitidez de quién o qué empresa es la que está pagando por esta aparente gratuidad, que no lo es. Sólo que alguien paga por el asistente al concierto exigiéndole al beneficiado que haga un gesto de manifestación de su interés por la función ofrecida, asistiendo de madrugada a retirar entradas. Se reafirma así que la cultura cuesta y el público que disfrutó de la gratuidad estará más dispuesto a pagar directamente por ello en otra oportunidad.

Lo que no es una lección aprendida todavía es la campaña por la eliminación del IVA a los libros. Esfuerzo inútil desde comienzos de los noventa cuando se creó -con el espíritu de invertir en los futuros lectores- el Fondo de Fomento del Libro y la Lectura, que daría origen al Consejo Nacional del Libro, en la Ley 19.227Entonces, el país, con su gobierno y parlamentarios, determinó que más que beneficiar a quienes ya compran libros (que, sin IVA éstos, comprarían un quinto más de textos) era más equitativo destinar recursos a crear bibliotecas, planes de lectura, premios a escritores y demás iniciativas que transparente y concursablemente se financiaran con aquellos recursos que el fisco recauda a través del cuestionado IVA al libro.
Un dato a los entusiastas de hoy -tan amigos del esfuerzo audiovisual para tratar de rebajar el impuesto a los libros-, esta campaña debe ir dirigida, si quieren tener algún éxito (como el IVA diferenciado o el precio fijo) a los ministros de Hacienda y sus asesores, que son los responsables de la política impositiva del país. El IVA no es una política cultural, es una política -exitosa por lo demás- de hacienda y más que majaderear a los parlamentarios (que no tiene iniciativa en el tema recursos o a las autoridades culturales, que no fijan los impuestos) deben orientarse a los MBA y seminarios de economistas dónde estos temas se cocinan. Pesa, en todo caso, que tantos ministros de Hacienda y tan dispares, sean tan homogéneos en este asunto. Es que se sienten, como en pocas ocasiones, defendiendo a quienes no tienen acceso al libro, en desmedro de quienes tienen hábitos de compra y recursos para hacerlo y desean adquirir más por el mismo dinero. Sin embargo, los tropiezos en las mismas piedras parecen enseñar, dado que las más recientes versiones de los organizadores de la campaña hablan de la eliminación del IVA sólo como "punto de partida" para anhelos mayores. Así comenzó el debate por la Ley del Libro y por tanto no habría razones para pensar que esta campaña, y la discusión que ha provocado, evolucione desde las actrices talentosas hacia los diseñadores de políticas públicas de calidad.

Piedras conocidas parecen estar haciendo tropezar a quienes ahora se encargan de la presencia chilena en la FIL de Guadalajara. Cometen el error, básico, de dar a conocer prematuramente  listas de invitados, los que son inevitablemente menos que quienes se sienten con derecho a integrarlas; no resuelven internamente las atribuciones de las diversas reparticiones públicas involucradas, dejando en un extraño limbo a nuestra Cancillería y a su representante en México, el Embajador que asistirá "pero no en la delegación chilena". ¿A qué país representa en México Roberto Ampuero? ¿Qué oficio desempeña?
Preocupante es la lista de ausencias que señalan algunos integrantes del mundo del libro, como la falta de diversidad regional; discriminación de los editores independientes; representación baja de poetas; escasa presencia de ensayistas y críticos literarios nacionales, y una homogeneidad excesiva de los temas abordados en las mesas de discusión. 
Estas piedras, de no mediar rectificaciones, se irán haciendo rocas en la medida que se acerque la fecha de inicio de la FIL y sólo cabe desear que no se transformen en una escarpada montaña difícil de ascender.

Entre los temas que emergen en el debate, está el esbozo de lo que será la propuesta de modificación gubernamental a la institucionalidad cultural, expuesta en dos presentaciones en un seminario reciente. Según ellas, los conceptos claves de la nueva institucionalidad serán la creación de un ministerio de Cultura y Patrimonio con participación de la sociedad civil a través de diversos mecanismos que integrará a tres servicios dependientes (Artes e Industrias Creativas; DIBAM; CMN) con descentralización a órganos regionales. 

En ella se conservan todos los organismos de participación actuales como el Directorio Nacional (a nivel ministerial) los consejos sectoriales, los consejos regionales y un sucesor del Consejo de Monumentos Nacionales. La novedad es que se agrega a lo actual un Ministro, un subsecretario y seremis que tendrán como servicios subordinados a la DIBAM junto, y a un mismo nivel, que el Consejo de Monumentos y el  Consejo Nacional de la Cultura y las Artes en su dimensión administrativa. Es decir, parece haberse diseñado la fórmula para finalmente incorporar a la DIBAM al alero de instancias participativas como las del Directorio del Consejo Nacional de la Cultura. Sería una relevante novedad que éste servicio, tan díscolo anteriormente a subordinarse a órganos que sentía equivalentes, reconozca una autoridad con participación de la sociedad civil y facultades resolutivas y vinculantes  en la aprobación de la política cultural de la nación.

Es de esperar que la DIBAM, que se ha soñado históricamente a si misma  como ministerio o subsecretaría  no se convierta en la piedra en la que choquen las intenciones de la Secretaría General de la Presidencia.