26 septiembre 2016

CERRILLOS Y LOS ESPACIOS NACIONALES DE CULTURA



La masiva inauguración del Centro Nacional de Arte Contemporáneo Cerrillos, además de entregar una nueva infraestructura para el país, dejó señales de lo que significan este tipo de lugares que, si bien están ocupados por una tarea artística específica y se ubican en un territorio determinado, forman parte de una corta lista de edificaciones que albergan instituciones de alcance nacional y pueden llevar con orgullo esa calificación en su título.


Así como los Premios Nacionales, el Congreso Nacional y un largo etcétera, la cultura también ha ido agregando, sobretodo después de 1990, edificaciones que se suman a los tradicionales museos nacionales -Bellas Artes, Histórico Nacional y de Historia Natural-, la Biblioteca Nacional y el Teatro Municipal, que acaba de estrenar condición de Ópera Nacional.

Entre ellos, el Centro Cultural Estación Mapocho; el CCPLM; el Centro Nacional de Artes Escénicas y Musicales más conocido como GAM, y ahora, el Centro Nacional de Arte Contemporáneo.

La honrosa condición se puede obtener de diferentes formas. La constante es que en algún momento determinado de la historia, el país resuelve erigir un espacio que conmemore permanentemente sucesos relevantes. Como es el caso del Centenario de la República de 1910, que se recuerda con el Museo de Bellas Artes, creado en 1880, o del retorno a la democracia de 1990, que se asocia al CCEM.

El Museo Histórico, creado en 1911, derivó de la Exposición Histórica que se realizó, a partir de donaciones ciudadanas, para las celebraciones del Centenario, la muestra fue en la casa de la familia Urmeneta de calle Monjitas, entre San Antonio y Mac Iver.

El edificio de la Biblioteca Nacional -creada en 1813- fue planeado para comienzos del siglo XX pero diversas fuerzas -naturales y humanas- fueron postergando su inauguración hasta 1925.

El Centro Cultural Estación Mapocho consagró su vocación nacional entregando la Presidencia de su Consejo Directivo "a la persona que ocupe el cargo de Ministro de Educación" y asumiendo solemnemente -a través de sus ejecutivos- el compromiso de atender prioritariamente a las manifestaciones culturales regionales, durante la votación en el Senado de la República que aprobó los diez millones de dólares del presupuesto nacional que significó su remodelación, entre 1990 y 1994.

El GAM fue primero soñado por el Presidente Salvador Allende como un centro cultural metropolitano, condición que fue modificada por CHILE quiere más cultura, definiciones de Política Cultural 2005/2012 publicadas en mayo de 2015, que plantea en su punto 8: "Creación de un Centro Nacional que contenga, de acuerdo a los estándares internacionales, espacios para la representación de las artes escénicas y de la música". Convertido así en política cultural, el centro nacional fue implementado por la Presidenta Michelle Bachelet, en su primer mandato, quien encomendó a un grupo interministerial llevarlo a cabo. Debiera ser la misma mandataria quién, en su segundo mandato, termine las obras de la gran sala que completa el Centro.

El Centro Cultural Palacio de La Moneda fue ideado por el cineasta Álvaro Covacevic como un centro internacional de exhibición de otras culturas, con colecciones permanentes, adosado al palacio de gobierno. Fue convertido por el Presidente Ricardo Lagos en un centro nacional para acoger tanto muestras exteriores como de las regiones de nuestro país, adosándole la Cinemateca Nacional y entregándole un rol decisivo a en su gestión al naciente CNCA, creador de la fundación que lo rige.


El Centro Nacional de Arte Contemporáneo es una fórmula más avanzada de presencia del Consejo: abrió concurso público para ocupar el cargo de Director Artístico del Centro y contará con un Consejo de Administración, con vecinos, el municipio y directores de museos internacionales y nacionales. Además, tendrá un comité de contenidos, integrado por artistas.

Con más de cuatro mil metros cuadrados, el edificio, remodelado por el Ministerio de Vivienda y Urbanismo, conserva su impronta modernista, potenciando espacios flexibles, amplios y luminosos. Contempla habilitación de salas de exhibición, biblioteca, centro de documentación, videoteca y archivo digital, laboratorios para la investigación y depósitos adecuados para la conservación de colecciones públicas y privadas. Tiene por misión "coleccionar, catalogar, conservar, investigar, exponer y educar, con fuerte énfasis en los proyectos interdisciplinarios y multiculturales".

"Este proyecto pretende apuntar a una política estatal que administre y conserve el patrimonio artístico contemporáneo en sus distintos ámbitos a nivel nacional" señala la página web del CNCA. 

Una buena noticia para avanzar en la propuesta -lamentablemente no considerada en el proyecto de indicación sustitutiva que crea el Ministerio de las Culturas- de constituir más temprano que tarde un Consejo Nacional de Infraestructura y Gestión que coordine, entre otros, a estos espacios de alcance nacional, su interrelación, mantención y financiamiento. 

En su intervención inaugural, el Ministro Ottone, recordó que en 2001 participó en la apertura de otro espacio cultural. Entonces fue Matucana 100, situado en las antiguas oficinas/estación de ferrocarriles de la Dirección de Aprovisionamiento del Estado, esta vez, el antiguo aeropuerto de Santiago. Dos lugares ampliamente conocidos como de propiedad pública que se reconvierten en culturales cuando dejan de prestar su utilidad original. 


Así, la cultura revaloriza espacios, tal como lo hizo con la estación Mapocho en desuso, o el centro de convenciones construido para la UNCTAD, en 1972.

Esta vez, se agrega una fuerte presencia vecinal: con la Municipalidad de Cerrillos, se desarrollará un plan de mediación con énfasis en la inclusión participativa de sus habitantes. 

No obstante, una  política de infraestructura -como la que tiene nuestro país desde 2000- no se basta con grandes edificios patrimoniales de alcance nacional. Se complementa con espacios a niveles local -como los centros culturales municipales-, regional -como teatros de Rancagua, Maule o Bío Bío- y aquellos distribuidos en diversas localidades del país, como Balmaceda Artejoven o la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles, que -más temprano que tarde- debería tener su sede institucional en un edificio emblemático de alcance nacional.

Sorprende, en este expansivo contexto, que aún se repare en alguna prensa que el Municipal de Santiago haya cambiado su logotipo. Lo que hay de nuevo no es la actualización de un nombre, que sólo refleja lo que existe, sino la adaptación de una sala clásica y significativa, a los tiempos culturales que corren.

Ni más, ni menos.


21 septiembre 2016

EL MUNICIPAL, DE TEATRO A CENTRO CULTURAL


El Municipal de Santiago es el centro cultural activo más antiguo e importante del país y escenario fundamental de obras de todo el mundo. Con esta sencilla frase, amanecida después de las fiestas patrias en la página de tuiter del Teatro  Municipal de Santiago, se inicia una nueva etapa de la primera sala que conoció Chile. Detrás de ella, una Alcaldesa, Carolina Tohá, que inició su mandato con modificaciones al Directorio de la corporación y un gestor cultural francés, Frédéric Chambert, seleccionado por ese colectivo y que ha iniciado un proceso de adaptación del viejo teatro a los tiempos que corren. La principal de ellas es asumir que se trata de un centro cultural y no de una sala.


Desde 1990, cuando se instaló el Centro Cultural Estación Mapocho, sueño de otro Alcalde da Santiago, Jaime Ravinet, todas las infraestructuras culturales en Chile asumían la condición de espacio multiuso, gestionado profesionalmente por corporaciones privadas sin fines de lucro, con capacidad de generar recursos más allá del presupuesto público.

La novedad de este cambio en el Municipal se debe a la conjunción de las dos autoridades que más se asocian con la cultura: el Ministro respectivo y el Alcalde. Así como la dupla Lagos/Ravinet posibilitó Mapocho, Ottone/Tohá dieron forma a una nueva etapa, que el propio Chambert, como buen francés, ha dado a conocer en tres tiempos:

Uno. Como un participante más de la Convención Nacional de la Cultura del 26 y 27 de agosto recién pasado, en Chillán, conoció a los consejeros de todo el país, avanzó relevantes contactos para su nuevo centro cultural y visitó el mercado de la ciudad y la escultura que homenajea a Ramón Vinay -incomparable Otelo operístico. Allí conoció a un vagabundo que ostentaba en un gran sobre ajado, una foto de él mismo con el notable Vinay, su amigo. Ese fortuito encuentro sirvió a Chambert para motivar lo que sería, en pocos dias, el segundo paso:

En el Club de La Unión, el 30 de agosto, ante los socios de la Corporación del Patrimonio, comenzó recordando el contacto con el amigo chillanejo de Vinay, iniciando una reflexión sobre lo popular de la ópera y la necesidad de hacerla llegar a mayores públicos. Así, metafóricamente, fue exponiendo sus planes para el teatro que comenzaba a dirigir con mano firme y sólido respaldo. En el almuerzo estaba también el Ministro Ernesto Ottone, cabeza de una de las entidades que financian el Municipal.

Sus conocimientos del bel canto más su experiencia como gestor en Francia, tanto en la Opera de Bastille como de Toulouse, dieron amplia satisfacción a la audiencia de que nuestro hoy "centro cultural activo más antiguo" estaba en buenas manos. Y con buen criterio: "Mi idea no es sistemáticamente cambiar, inventar, creo que hay que tener constancia en las cosas". 

La presentación de la Programación 2017, fue el tercer paso para consolidar las reformas: "un extenso proyecto cultural, un nuevo ciclo de guitarra clásica y la presentación de Canto para una semilla, en conmemoración de los cien años de Violeta Parra", como reza el encabezado de su remozada página web, que se une a la nueva cara de sus redes sociales y el cambio del logotipo, ahora completamente tipográfico que suprime la palabra teatro para centrarlo en dos aspectos: Municipal de Santiago, Ópera nacional de Chile. "Queremos hacer explícito que el Municipal trabaja desde Santiago para todo Chile", ratifica la Alcaldesa Tohá.

No hay ahorro. Está todo explicitado: seguirá siendo el Municipal de Santiago, porque la gente lo conoce así, aunque obviamente recibe aportes no sólo santiaguinos y consagra su condición pionera de ser la Ópera de Chile. Aclaración relevante cuando falta poco para que sed inaugure el gran Teatro del Centro Nacional de las Artes Escénicas y Musicales en el vecino GAM, que deberá buscar su destino en otras disciplinas de las amplias artes que debe cubrir.

Si agregamos a este panorama el hecho que un día después de estos anuncios, se inaugura en Los Cerrillos, el Centro Nacional de Arte Contemporáneo, podemos decir que el mundo de la cultura está tomando en sus manos, con profesionalismo y visión de futuro, el desarrollo artístico de Chile.

Bienvenidos el antiguo nuevo centro cultural de la calle Agustinas y el flamante espacio del viejo aeropuerto.

09 septiembre 2016

TRENES, CULTURA Y LA CONSTRUCCIÓN DE UN PAIS


Una de las múltiples satisfacciones que brinda el trabajar en el Centro Cultural Estación Mapocho es descubrir, cada tanto, rasgos de nuestra historia que han quedado grabados -a hierro, literalmente- en sus infinitos rincones. Como esta placa que alude a un momento trascendente de nuestra vida como país: 1910, que trae a la memoria el poderoso afrancesamiento de las costumbres que acontecía para el centenario de la Independencia. Las señoras de la época hacían arrugar sus vestidos con los que asistirían a la gala del Teatro Municipal en ese septiembre, para aparentar que las telas venían, en barco, directamente desde la ciudad luz. Pero también apela a la relevancia que, en la época, tenía el ferrocarril.


El tren chileno está íntimamente vinculado a la revista En viaje (1933-1973) medio de difusión de la Empresa de Ferrocarriles del Estado, de los viajes y el turismo que se vendía masivamente en estaciones, kioskos de diarios, librerías y en los mismo vagones del tren. Colapsó el mismo año que la democracia y, a diferencia de ésta, no renació. Tampoco el tren duró mucho más. Primero se acortó el trazado de Valparaíso a Santiago, culminando en Limache, luego comenzaron a declinar los ramales y hasta ahora resiste el tren al sur, cada vez más limitado.


Lo que no ha podido ser trozado son sus puentes, uno de los cuales, el del río Toltén, acaba de dar triste prueba de su fatiga al derrumbarse como castillo de naipes ante la presencia de un habitual tren de carga. Los demás, continúan prestando servicio porque sus construcciones férreas lo respaldan. Así, continúan siendo testigos de cómo se construyó el país que hoy tenemos y que originalmente sólo ocupaba un territorio entre Copiapó, por el norte, y el río Bio Bío, por el sur. Ambas zonas fronterizas fueron tempranamente pobladas de ferrocarriles, que las unían al centro del país, donde se ubicaba el principal puerto y Santiago, la capital, también enlazadas por una sólida ferro vía con la que algunos románticos aún conjugan, como Neruda en Cien sonetos de amor, el verbo "nostalgiar" y presumen que podría recuperar su servicio original. Olvidan que la tragedia de la empresa estatal de ferrocarriles la llevó a perder -pagando deudas- la mayor parte  de los terrenos que soportaban las tradicionales vías.

Fue esa formidable dotación de trenes la que permitió, por ejemplo, que el ejercito de línea chileno, constituido por unos dos mil hombres, que luchaba denodadamente en la guerra de Arauco se trasladara en tiempo record para la época, hasta Antofagasta -embarcando en vapores en Valparaíso luego del viaje en tren desde la Araucanía- y diera un primer golpe en la emergente Guerra del Pacífico, en 1879. Esa fue, según algunos autores, la principal razón que hizo a las tropas de Bolivia replegarse al altiplano seguro y dejar a las tropas del Perú, enfrentando al experimentado ejército chileno.

Trenes turísticos como el Expreso Oriente en Europa o los lujosos vagones que viajan entre Ollantaytambo y Machu Picchu, en Perú, hablan de que el ferrocarril goza, en otras latitudes, de buena salud, contribuyendo a destacar valores patrimoniales, como la rica cultura quechua en la zona del Cuzco.

Un excelente documental de la TV belga llamado Camino de hierro, camino de sueños lo refleja hermosamente y para ello recurre, justamente, a ejemplos chilenos, en los que participaron empresas y profesionales belgas, puede verse en:  http://bit.ly/2cfdTYh

El libro de Gustave Verniory, Diez Años en Araucanía (Pehuén, 2001), ingeniero belga que viajó a Chile a fines del siglo XIX para construir la vía férrea en la zona de la Araucanía, donde vivió una década, narra las experiencias y describe la vida en esa región, ya entonces multicultural. Narra que, llegando al principal hotel de Angol encontró en sus salones una verdadera torre de Babel donde se escuchaban los idiomas más diversos: ruso, francés, mapudungun, inglés, alemán, italiano... excepto castellano.

En la reciente Convención Nacional de la Cultura, realizada en Chillán, el Premio Nacional de Historia, Jorge Pinto, recordó que no sólo los mapuche han sido víctimas de abusos y atropellos en esa zona por parte del estado de Chile y algunos de los terratenientes locales -lo que sostiene con nombres y apellidos el libro de éxito lector, Un veterano de tres guerras basado en los testimonios del abogado y oficial balmacedista José Miguel Varela.

Varela, ya en retiro, fue designado por el Presidente Balmaceda como encargado de devolver tierras a comunidades mapuche, lo que le valió un conjunto de atentados a su vida por parte de los supuestos dueños de tierras indígenas.

A parte de su preocupación por hacer la justicia, aún retardada, con los mapuche, Balmaceda es recordado por la magnifica construcción de hierro del viaducto sobre el río Malleco, inaugurado el 26 de octubre de 1890, que permitió la rápida conexión ferroviaria del sur del país con el centro y su desarrollo económico y comercial, declarado Monumento Nacional, un siglo después. Su concepción y cálculos se deben al ingeniero Victorino Aurelio Lastarria y el diseño y construcción a la firma parisina Schneider et Cie. entre 1886 y 1888, que compitió con la propuestas de la empresa de Gustave Eiffel, razón del mito que se lo atribuye a Eiffel. Las gigantescas armazones de hierro, tal como aquellas de la estación Mapocho, fueron transportadas por barco y luego por ferrocarril a su destino.

De este modo, estructuras de hierro de los puentes ferroviarios, el Museo de Bellas Artes, la Catedral de San Marcos de Arica o el CCEM son a la vez testimonio y recuerdo permanente de aspectos de nuestra historia que comienza a revisitarse a través de la literatura y de sus propios rincones.