28 enero 2015

WORLD SUMMIT: SACANDO LECCIONES DESDE CHILE

La consultora canadiense Robyn Jeffrey fue contratada por IFACCA para evaluar la organización de las cumbres de las artes ya realizadas en los cinco continentes; por cierto, la sexta, desarrollada en Chile hace un año forma parte de dicho estudio. Mis respuestas a sus inquietudes, formuladas en 27 de enero de 2015, van a continuación. La primera inquietud de la consultora decía relación con que nos había impulsado a intentar ser anfitrión del importante Summit de 2014.

Conocí los Summit en 2006, en Newcastle-Gateshead, cuando asistí invitado a exponer sobre la recuperación cultural contenida en el Plan Valparaíso. Allí me di cuenta de que el gran ausente de los Summit era América latina. Todos los otros continentes tenían una fuerte presencia debido, probablemente, a su vinculación histórica con la British Commonwelth. Advertí que Chile era un país, maritimamente, vecino de Australia, sede de la IFACCA, y podría convertirse en la puerta de entrada de ésta al continente latinoamericano. Decidí proponer al CNCA de cuyo directorio nacional era miembro, que se afiliara a la IFACCA, como primer paso para postularse a ser sede de un futuro Summit. Obviamente, tenía claro que el Centro Cultural Estación Mapocho seria un espacio ideal para acogerla en Chile.

Una vez aprobada por el Directorio del CNCA la afiliación a IFACCA, a finales de 2006, me propuse que Chile participara activamente en el siguiente Summit, en Johannesburgo, en 2009. Afortunadamente, los organizadores me invitaron nuevamente a exponer, esta vez sobre la tercera vía de financiamiento de la cultura, a partir de la experiencia del Centro Cultural Estación Mapocho. La entonces, Ministra presidenta del Consejo Nacional de la Cultura, Paulina Urrutia, me pidió que asistiera además como su representante. Ello me permitió asistir a las reuniones previas del Summit y conocer más de los mecanismos oficiales de postulación así como participar activamente de la asamblea del IFACCA. Conversé con la Ministra antes de viajar y le sugerí la posibilidad de postular a Chile como sede del sexto Summit. Me autorizó a avanzar pero sin tomar compromisos dado que su mandato terminaba en marzo de 2010 y no quería dejar atado a su sucesor. Como el sondeo fue favorable y el Board de IFACCA veía con buenos ojos nuestra postulación, regresé con la buena noticia y la petición de que el Consejo Nacional de la Cultura me diera un auspicio para presentar, en febrero 2010 según los plazos establecidos, una declaración de intenciones para postular. Todo quedaría en suspenso hasta la decisión del nuevo Ministro que asumía el 11 de marzo de 2010. Afortunadamente, el nuevo Presidente del Consejo Nacional de la Cultura, Luciano Cruz Coke, me recibió en los primeros días de su mandato y acogió con interés la posibilidad de postularse para enero de 2014. Su periodo expiraba el 11 de marzo de ese año.

La lección es que es complejo ajustar los plazos que fija IFACCA con los tiempos políticos de los diferentes países. En el caso de Chile, tuvimos suerte y la comprensión de dos ministros que, aun siendo de distintos signos políticos, comprendieron la relevancia del Summit y apoyaron las gestiones que personalmente había realizado, junto con ponderar que el Centro Cultural Estación Mapocho seria una buena sede y un fuerte aliado en la postulación.

Para el proceso de postulación compitiendo con otros cuatro o cinco países, contamos con el compromiso tanto del Consejo Nacional de la Cultura como servicio público como de su  directorio que trabajaron en conjunto con el Centro Cultural Estación Mapocho y asistimos junto con el Ministro al Summit de Melbourne donde se ratificó a Santiago como sede.

En este caso, el tiempo de preparación fue más breve que otros Summit pues Australia quiso celebrar el suyo exactamente a los diez años de creación de IFACCA, en 2012 y nosotros necesitábamos que fuese en enero para que alcanzara a realizarse dentro de un mismo periodo de gobierno y en el marco del principal festival de artes escénicas del país. Por tanto, los tiempos fueron menores que en otros Summit. Yo recomendaría ser más estricto en los tiempos -tres años- y dar más autonomía a los países organizadores en aspectos como por ejemplo la invitación a participantes de países vecinos.

En Chile, aspectos como la ausencia de expositores de países vecinos -Bolivia, Perú, Argentina, Uruguay, Paraguay- así como el alto valor de las cuotas de inscripción atentaron contra una mayor presencia de académicos y autoridades latinoamericanas.
Afortunadamente, tuvimos dos aspectos favorables como la determinación desde un comienzo de la sede, el Centro Cultural Estación Mapocho, y la contratación en el Consejo Nacional de la Cultura de Magdalena Moreno, que conocía muy bien a IFACCA, debido a su larga residencia previa en Australia.
Adicionalmente, el contacto con la secretaria de la IFACCA fue muy fluido a causa de la larga relación tanto de Magdalena como la mía, con Sarah Gardner.

La mayor fortaleza de nuestro Summit fue la estrecha alianza entre el Consejo Nacional de la Cultura, el Centro Cultural Estación Mapocho y otras agencias gubernamentales que reforzaron aspectos turísticos y gastronómicos del Summit. Otro aspecto fue el conocimiento que el Board de IFACCA tenía del país y la sede pues ya había sesionado en Chile y visitado el Centro Cultural Estación Mapocho, de alguna manera había una complicidad y un objetivo estratégico común, como fue el propósito de vincular activamente a IFACCA con Latinoamérica. También fue relevante la fecha escogida pues enero es un mes de buen clima y de realización del principal festival de teatro del país, generándose un ambiente muy adecuado para este tipo de reuniones.

El desafío del Summit para el Centro Cultural Estación Mapocho fue, con la debida anticipación, realizar inversiones y mejoras en su equipamiento. Por ejemplo, la instalación de ascensores en ambos edificios laterales y de una nueva señalización en sus espacios. Ello implicó un esfuerzo financiero pero a la vez un fuerte motivo de mejorar nuestros espacios. Adicionalmente, la co organización del Summit nos permitió encargarnos de la gestión tanto de algunos recursos del Consejo Nacional de la Cultura como de las cuotas de inscripción de los participantes del exterior, agregando a una nueva experiencia a nuestra administración.

Uno de los aspectos débiles del Summit fue su comunicación. Su impacto fue menor en el país de lo que podría haber sido a causa de una extrema cautela por parte de IFACCA y el Consejo Nacional de la Cultura respecto de la difusión del Summit y el deseo de divulgar sólo su programación completa y no por parcialidades o ponentes individuales. De hecho tuvimos algunas divergencia de opinión al respecto. La política del Centro Cultural Estación Mapocho en términos de difusión siempre ha sido amplia, abierta y rica en alianzas con medios de comunicación. IFACCA era débil en redes sociales y los ejecutivos del Consejo Nacional de la Cultura, cautelosos. En este aspecto es posible mejorar mucho.

Para el Centro Cultural Estación Mapocho fue un gran logro participar del la organización del Summit, debido a que desde un comienzo fue considerado no solo como un locación, sino como un espacio cultural con un modelo de gestión muy particular y con capacidad de organizar, además del Summit, un festival de teatro orientado a sus participantes, de manera simultánea y en sus mismas dependencias. Nuestro propósito, felizmente cumplido, fue ser a la vez sede y ejemplo de como un espacio cultural de propiedad pública y gestión privada es capaz de acoger una reunión mundial de esta envergadura y participar activamente en la consecución de la sede para Chile y en su evaluación posterior.

Las lecciones de esta gran experiencia dicen relación con varios aspectos de su organización. En primer lugar, la alianza estrecha entre la autoridad pública, el Consejo Nacional de la Cultura, y una entidad privada sin fines de lucro como el Centro Cultural Estación Mapocho, que aporta capacidad de gestión más liviana y eficiente que el aparato publico en determinados aspectos. En segundo lugar, la necesidad de un trabajo mas profundo con las universidades y en especial con aquellas formadoras de gestores culturales para aprovechar no solo su nivel de conocimientos académicos sino también de capacidad ejecutiva de sus estudiantes. En tercer lugar, la necesidad de alianzas más sólidas con medios de comunicación y un uso intensivo de redes sociales para garantizar el impacto del Summit. En cuarto lugar, un trabajo internacional con países cercanos que asegure una mayor participación de aquellos académicos, gestores y policy makers de la región donde esta ubicada la sede del Summit.

En general, este tipo de actividades me dejan un sabor de haber desperdiciado la experiencia de aquellos que antes hicieron lo mismo. De partir cada vez desde cero. Un directorio de ex organizadores o un seminario de antiguas sedes podría facilitar a quienes comienzan a organizar un Summit, su trabajo.

Además, por tratarse de una actividad vinculada a las artes y la cultura, debiera reforzarse la existencia de un programa paralelo de actividades artísticas que impacten no solo a los asistentes al Summit sino a toda la comunidad de la ciudad que lo acoge. Experiencias al respecto tuvimos cuando el Centro Cultural Estación Mapocho organizó la Expo cumbre de las Américas y desplegó en sus instalaciones muestras Culturales de todos los países participantes.

En todo caso, fue una experiencia enriquecedora que, sin dudas, deja lecciones para todos. Organizadores y participantes. E impulsa a hacerlo cada vez mejor.

22 enero 2015

Y EL FONDART CUMPLIÓ VEINTICINCO AÑOS

Una odisea, un escándalo (como denunció muchas veces la prensa), amiguísimo, intervención política, una injusticia... Tales calificativos y muchos más ha recibido desde su nacimiento, en 1990, el más potente de los mecanismos para asignar platas públicas al desarrollo de las artes que ha existido en la historia de Chile. Y allí está, sólido, sujeto a modernizaciones, a los avatares de la postulación electrónica, acusando los naturales golpes de un concurso que, por definición, premia a alrededor de un 10% de sus aspirantes. Es decir, sobreviviendo a las criticas de "los picados" que siempre son más que los satisfechos.

Pocos conocen que tuvo un antecedente bajo la dictadura. El entonces -1989- Departamento de Extensión Cultural del Ministerio de Educación convocó a un primer concurso de proyectos, al que incluso asignó ganadores. Sólo que la autoridad olvidó crear la asignación presupuestaria correspondiente, otra de las múltiples sorpresas con que se encontró la hoy fallecida escritora Ágata Gligo cuando asumió como la primera directora de Extensión Cultural de la democracia.
Junto con resolver las urgencias de los ganadores sin fondos, Gligo encomendó al sociólogo Gonzalo Vío desarrollar un concurso "con glosa presupuestaria", lo que se logró.
Más tarde, el 22 de octubre de 1994, cuando la abogada Nivia Palma era directora del fondo, apareció un titular del diario La Segunda: “Libro gay con platas fiscales”. El proyecto libro era Ángeles Negros, de Juan Pablo Sutherland y había recibido financiamiento a través del Fondart.
La directora señaló entonces: “El Estado no puede determinar los contenidos éticos ni estéticos del arte porque en nuestra sociedad democrática son las mujeres y los hombres libres quienes enjuician las obras”.
Así se fue consolidando un concepto hasta entonces desconocido: que eran pares quienes asignaban recursos públicos a los proyectos que presentaban los creadores. Con ello se evitaban las criticas a las arbitrariedades que al respecto pudieran cometer los gobiernos con recursos de todos, estableciendo el principio, universalmente aceptado, de la "distancia de brazos" entre los creadores y quién asigna los recursos.
El sistema, además contempla mecanismos de apelación para casos de abierta injusticia e incluso ha habido casos en los que el Directorio Nacional ha modificado resultados como aconteció con un proyecto del Parque Cultural Villa Grimaldi que había sido rechazado por razones técnicas. La señal fue que aún la técnica debe tener un límite: el respeto irrestricto de los derechos humanos.
El tiempo y las necesidades fueron creando nuevos fondos vinculados a las industrias culturales -editorial, audiovisual y música- y diversificando el fondo central hacia becas, pasantías, infraestructura, gestión y otras. Incluso se intentó, con los Fondos Bicentenario, incursionar en proyectos más dilatados en el tiempo que un año. Nace entonces el concepto de Fondos Concursables, sucesor del Fondart original.

Son esos Fondos Concursables, así, como paquete, los que según anuncia la Ministra Barattini serán sometidos a una reingeniería. Bienvenida sea, luego de 25 años de existencia. De hecho, casi todas las políticas públicas en cultura que son sus contemporáneas han sufrido modificaciones. La Ley de estímulos tributarios, mal llamada de Donaciones Culturales (nadie dona nada, sólo empresas descuentan tributos, asignan a gastos la inversión en cultura y pueden divulgar ampliamente su buena obra), ha sufrido a lo menos dos grandes ajustes: el primero junto a la ley que creó el CNCA, el 2003; luego los cambios que introdujo el gobierno de Sebastián Piñera. La Ley del Libro y la Lectura acaba de experimentar una fuerte actualización que está a punto de darse a conocer; la única política de inicios de los 90 que permanece prácticamente sin cambios es aquella que obliga al Estado a invertir en infraestructura cultural; desde el primer caso, el Centro Cultural Estación Mapocho (1991/1994) hasta los flamantes teatros regionales, pasando por el MIM, el GAM, el Museo de la Memoria, Matucana 100, el Regional del Maule, el CCPLM, el Parque ex Cárcel de Valparaíso. A la inversa, se le han agregado responsabilidades como aquella del fondo del patrimonio, nacido al amparo del 27/F.

Por tanto,  sólo debiera extrañar que esta reingeniería no viniera antes, lo que se explica por la amplia satisfacción que en general tiene el mundo de los creadores con el mecanismo y la inexistencia de un sistema mejor para asignar recursos públicos.
Los cambios debieran venir entonces por establecer la posibilidad de que los concursos permitan asignaciones más permanentes; por ampliar la posibilidad de postulaciones ciegas -sin conocer el nombre del postulante-; por asegurar la difusión de las obras premiadas; por combinar virtuosamente esta divulgación con la programación de los múltiples centros culturales existentes nacidos simultáneamente con los fondos concursables; por dar más puntaje a aquellos proyecto que provienen de las regiones, de los pueblos indígenas o simplemente a aquellos que tienen menos alternativas de obtener recursos privados o de la taquilla.

Lo que no puede ocurrir es que con excusa de la reingeniería se retorne a la antigua política de las asignaciones directas del gobierno, que cambiarán con cada elección.

Es verdad que, en tiempos de grandes reformas, la cultura no ocupa la vanguardia de las mismas, quizás porque su institucionalidad dialoga con la democracia mejor que aquellas -como la educativa, la laboral, la electoral o la previsional- que nacieron al calor de la dictadura.
Ello no implica que se la deba blindar a los cambios, sino sólo que éstos deben ser bien pensados y -a lo menos- con un nivel de participación semejante sino superior al que aconteció cuando se crearon.
Parece lógico.

15 enero 2015

¿QUÉ SE PREMIA CUANDO FONDART BENEFICIA A CORPARTES?


Una discutida decisión del jurado de FONDART respecto del apoyo a espacios culturales, permite reflexionar sobre dicho concurso -que completa 25 años el 2015- y sobre el hecho de que recursos públicos, asignados por pares, vayan a reforzar el trabajo de un conglomerado empresarial que, curiosamente, también cumple 25 años trabajando con las artes: la fundación Corp Group Centro Cultural, nació también en 1990, en Caracas, Venezuela. 

Hasta ahora, el centro cultural santiaguino del grupo, identificado algunas veces como CA660 y otras como Corpartes, ha destacado principalmente por sus muestras plásticas como una sólida exposición de Miró con excelentes programas de visitas guiadas para todas las edades y la exhibición permanente de la obra de Roberto Matta Être Atout, cinco telas de gran formato creadas en 1960, con una superficie total de 100 metros cuadrados y una altura de 4,15 metros. Impactantes, pero nada muy nuevo.
Se presume que la mayor novedad vendrá de la sala de teatro - rehecha sucesivamente hasta la satisfacción de los mandantes- y sus programas musicales y de artes escénicas. Hasta ahora, su escenario ha tenido ocupaciones variadas, diversas y sin arrojar una línea curatorial clara, destacando una función de la Orquesta de Dresden y algunas sociedades con Teatro a Mil. Ha recibido malas críticas por las presentaciones bajas en audiencias de la Orquesta Sinfónica y por la confusión de su publicidad.
Con esos antecedentes llega hasta el jurado de FONDART, solicitando apoyo a su programa de divulgación justificado por ellos de esta manera: "Se ha aprobado un proyecto extraordinario que nos permitirá ofrecer recorridos educativos y talleres especialmente diseñados para cada exposición que se organice en este periodo (3 años). Esto va en la línea de lo que como fundación nos hemos propuesto. Gracias al aporte privado fuimos capaces, durante el segundo semestre del 2014, de convocar a más de 25.000 niños a los más de 600 recorridos educativos y 300 talleres. Más del 59% provenía de colegios particulares subvencionados y municipales".
La pregunta es si los aportes privados cesaron o se estima -jurado y postulantes- que acercar al arte a "colegios particulares subvencionados y municipales" es tarea de los recursos de todos los chilenos.
Lo primero es cuestión de vigilarlo en el tiempo, lo segundo es conceptualmente cierto, sobre todo si se considera el esfuerzo que el país está haciendo tanto en la reforma educacional como en la medida 34 del programa cultural de Gobierno de Michelle Bachelet que contempla la edificación de una red de 15 Centros de Creación Artística. Adicionalmente, el estado traspasa anualmente recursos al Museo Interactivo Mirador solicitando a cambio la certificación de visitas de estudiantes de bajos recursos.
Es necesario agregar que este fondo concursable no es el primer aporte publico que recibe este centro cultural, ya fue beneficiado a través de la Ley de Donaciones Culturales para la mencionada exposición Joan Miró, la Fuerza de la Materia.

Ahora, ¿qué revela del FONDART y su necesario perfeccionamiento esta situación?
Lo primero, que no es nuevo, su proverbial incapacidad de comunicar adecuadamente sus logros, que son muchos. Este año, por ejemplo, el Fondo del Libro logró aplicar el concepto de la evaluación ciega, esto es, sin que el jurado pueda conocer la identidad de los participantes. 
Quizás, a partir del caso que nos preocupa, los fondos concursables debieran aplicar el concepto inverso, es decir, la capacidad de evaluación -que sin duda ahora no la tiene- de las características de los espacios postulantes como por ejemplo su ubicación, su facilidad de acceso, su gestión. Y sobretodo su estabilidad en el tiempo y la misión. 
Con este rasero, es muy posible que un centro cultural ubicado en un barrio bancario de la capital, que languidece después que cierran las oficinas del llamado Sanhattan, que carece de estacionamientos propios y los "prestados" implican descender hasta un -5 que es el nivel que tiene ascensores que se conectan con el teatro (No existen estacionamiento propios, pero en Rosario Norte #407 es posible estacionar con un 25% de descuento de lunes a viernes, señala su web), cuyos máximos ejecutivos comparten oficinas con las cabezas de un banco, cuya programación es vacilante y su destacable permanencia en el apoyo a las artes ha sido inconstante, no habría logrado un puntaje superior a otros espacios que requieren con mayor urgencia del aporte público.
En definitiva, el nuevo FONDART debiera incorporar como variables a evaluar indicadores de ubicación de los espacios, gestión, permanencia en el tiempo y por qué no, la capacidad de sus ejecutivos de acceder a otras fuentes de financiamiento privadas.
Necesario cuando la realidad nos está mostrando que conseguir dinero de las empresas es una de las canchas más desiguales de nuestro país. 
Y no es necesario ser Piketty para advertirlo.

13 enero 2015

LO QUE FRANCIA NOS HA DEJADO, ADEMÁS DE LA LIBERTAD



Hace más de una década, visitando la Gare D’Orsay, con la ansiedad propia de quién asiste a algo ancestral, me encontré sorpresivamente con que, en el nivel M, la primera escultura de Auguste Rodin que aparece al visitante, corresponde a Madame Vicuña, esculpida en 1888 e identificada como la esposa del Embajador de Chile.

De inmediato, la sorpresa se transforma en adrenalina y mi memoria comenzó a emitir señales desbocadas, como si el frío rostro de Madame Vicuña hubiera pulsado una tecla misteriosa llamada algo así como Cultura-Francia-Chile: Neruda Embajador en Francia; Matta viviendo en París, Huidobro afrancesado a más no poder, Violeta Parra en el Louvre con sus tapices, Eiffel, Jecquier y la arquitectura de la Estación Mapocho, el Mercado Central, el Museo de Bellas Artes... Teatro: Andrés Pérez, Axel Jodorowsky, Mauricio Celedón, Claude Lelouch y Ariadne Mnouchkine visitando a los prisioneros políticos chilenos en plena dictadura; los Padres Franceses y el padre Damián muriendo de lepra en Molokai; las protestas callejeras contra los ensayos nucleares en Mururoa, las últimas realmente masivas del siglo XX en Chile. Empresas francesas construyendo el Metro, Santa Augusta y refugios en la nieve; Carlos Altamirano paseando, renovado y culto, por París; los más enraizados mitos infantiles desde Frere Jacques, papá Noel y que las guaguas vienen de París hasta los patrióticos que hablan que nuestra bandera es la más bella del mundo, pero que la canción nacional perdió la final... con la Marsellesa. Y la presencia en la gastronomía - el pot pourri – o en la perfumería - el pat chouli. Pasando por el papel histórico de la franc masonería en nuestra independencia nacional y la inolvidable recepción al general De Gaulle cuando desembarcó, enorme y caqui, en el puerto de Valparaíso, aclamado por miles de escolares. O la mezcla de desagrado y admiración que producía entre los franceses Marcelo chino Ríos en Roland Garros.

A qué seguir. Algo pasa entre nosotros que si bien no somos los franceses de América latina, si somos los afrancesados de nuestro continente. Quizás por eso, nos importan las diferencias en el terreno de las políticas culturales que comenzaban a ser cada vez más evidentes. Mientras Francia parece ir en contra de la propensión universal de ir eliminando los gastos públicos en el arte y aumentar la participación privada en el financiamiento cultural, Chile está desarrollando un modelo bastante diferente, pero con el corazón y muchas veces los ojos puesto en Francia. Es lógico, un país que ha invertido tanto, históricamente, no puede haber dejado de influir en la formación del mundo del arte y la cultura de países de ultramar, entre ellos, Chile.

Colegios, códigos napoleónicos, institutos binacionales, becas, estadías - forzadas a no - de creadores chilenos en Francia, sacerdotes misioneros, arquitectura, infinidad de elementos han contribuido a que los chilenos de las generaciones mayores compartamos con Francia un amor por la inversión pública en cultura. Pero, malas experiencias con la intervención estatal en esto y otros rubros, la corriente privatizadora universal, los logros del mercado en las más diversas áreas, la convicción de algunos gestores culturales que toda fuente de financiamiento única a la larga restringe la libertad de creación, ha llevado finalmente a que predomine el sentimiento de que para financiar la cultura deben participar básicamente sus beneficiarios, esto es, la gente, el público, los usuarios, las audiencias, los participantes, o como se convenga en llamar a quienes disfrutan de la creación de nuestros artistas.

No existe más el gran papá que decide lo que es bueno que los chicos vean y entregue los recursos para que así sea. Somos los chicos quienes deben resolver el qué ver y por los medios más objetivos posibles, a través de proyectos, de gestores culturales, de marketing, en fin, de técnicas modernas que finalmente debieran expresar el resultado de esa ecuación compleja entre la obra de arte, la audiencia que la aprecia y los medios para llegar a ese público.

No cabe duda que Francia, nos acaba de dar otra lección. Más allá de su impronta arquitectónica y artística, solidaria y creadora, sus ciudadanos, en las calles, nos han devuelto la esperanza de que aún tenemos mucho que aprender de la República, golpeada pero no doblegada.



07 enero 2015

PALACIO DE LA MONEDA: EL ARTE NO ESTABA TAN LEJOS


En las primeras reuniones de la Comisión de Cultura creada por el Presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle, en 1997, el pintor José Balmes recordaba que, en los años cincuenta, el general Carlos Ibáñez del Campo, había invitado a un grupo de artistas al palacio de gobierno. "Ahora sí que resulta" confesaba Balmes que pensó. Pero no fue así. Por eso, no dejó de soprenderse cuando Frei hizo, en La Moneda, una cena para anunciar la creación de la comisión transversal que, entre otros 16 parlamentarios, empresarios, gestores y artistas, integraba Pepe Balmes. Esa fue la instancia de la que salió casi listo el proyecto de ley que creó, cuatro años después, el Consejo Nacional de la Cultura.

La siguiente medida, inédita en nuestra historia fue la creación, el 2000, por el sucesor de Frei, Ricardo Lagos, del cargo de Asesor Presidencial de Cultura, con oficina en La Moneda. Esta vez el arte y la cultura adquirían en las máximas autoridades la importancia que merecen para el desarrollo de la sociedad. 

Pero la invasión artística no se detuvo allí. Pronto irrumpieron esculturas en los patios de palacio, gracias a una gestión conjunta de la galerista Carmen Waugh y la señora del Presidente, Luisa Durán. Coherentes con la filosofía que inspiraba los nuevos aires de la cultura, pronto llegó la gente. Y en cantidades. Se trató de la instauración del Día del Patrimonio que abrió el palacio y sus espacios interiores a un público ávido de conocer "donde trabaja el Presidente".

Así, oficinas y salones del palacio se fueron poblando de obras de arte, algunas salas temáticas con nombres y recuerdos de poetas, llegando a establecer a las artes como un elemento cotidiano del gobernar.
Más adelante, compañías de teatro, como La pato gallina, dieron funciones de El húsar de la muerte en los patios en alguna inauguración festivalera y un colectivo artístico "bombardeó" el palacio con una lluvia de folios conteniendo poemas. Grandes vates del mundo recitaron desde los balcones hacia una multitud ansiosa de poesía. Un Premio Nobel como Mario Vargas Llosa, participó de las Conferencias Presidenciales de Humanidades.
Incluso, un "gran soñador"como Álvaro Covacevic ideó que junto a La Moneda se podía establecer un museo internacional de las culturas. El proyecto se sometió a los principios que inspiraban la naciente política cultural de Chile y fue convertido en un centro cultural de alcance nacional, sede, además de la Cineteca Nacional.
Parecía que poco quedaba por ocurrir en este reciente romance entre al arte y el palacio. Hasta que el ímpetu de las nuevas tecnologías y su lado B, sus desechos, motivaron una convocatoria a 27 artistas plásticos nacionales para convertir esa chatarra... en creatividad. En La Moneda, por cierto.
Lo curioso es que, como era esperable, los residuos se resisten a desaparecer y esta vez, La Moneda no fue un puerto de arribo, sino una plataforma de despegue para que -transformados en obras de arte- comenzaran a recorrer el país.
La primera estación -parece redundante- es el Centro Cultural Estación Mapocho y luego vendrán otros espacios y una subasta.
Lo formidable es que este rally que no daña sino beneficia el ambiente, tuvo su punto de largada en el lugar a dónde todos quieren llegar.
O sea, no podía estar mejor aspectado.

05 enero 2015

PORTAL DE CULTO, BIENVENIDO DEBATE

Entre los primeros brindis de los últimos días del año que terminó, hubo uno el 15 de diciembre- que reunió a algunas decenas de periodistas y agentes culturales, en el barrio Lastarria de Santiago, con motivo de la aparición de un portal de noticias, animado por el Consejo Nacional de la Cultura, con un ambicioso título: De Culto. Cuando se ha dado largada al año de espectáculos 2015, con las cabalgatas ferrosas de Teatro a Mil y la milenaria música china en teatros y plazas, cabe reflexionar sobre esta nueva posibilidad informativa que nació cuando ya se caía del calendario un año relevante para nuestra cultura.

El 2014 comenzó con la más importante reunión de las artes que ha acogido nuestro país: la Sexta Cumbre Mundial de la Cultura, organizada conjuntamente por la IFACCA -federación que reúne a los consejos de las artes y ministerios de cultura de todos los continentes- y el Consejo Nacional de la Cultura, que dio muestra de cómo es posible acometer este tipo de acontecimientos con un trabajo dilatado que atravesó el mandato de tres ministros -Paulina Urrutia, Luciano Cruz Coke y Roberto Ampuero- sustentado en la esclarecida visión del primer Directorio Nacional, que, en 2006, resolvió afiliarse a esta asociación, luego de haber explorado sus ventajas en la Cumbre de Newcastle, de ese mismo año. Una demostración de la eficiencia de la reunión, desarrollada en el Centro Cultural Estación Mapocho, fue que la directora de relaciones internacionales del Consejo Nacional de la Cultura Magdalena  Moreno- fue contratada por dicha organización en su sede de Sydney para ocupar un alto cargo.

El año continuó con cambio de gobierno y la llegada de la Ministra Claudia Barattini, con una agenda de cien días de dulce y agraz. Fue imposible cumplir con la meta de sustituir el proyecto de ley de Ministerio y se inició un inédito proceso de participación orientado desde la autoridad, que contempló consultas a los pueblos indígenas y diferentes mecanismos de recogida de opiniones sectoriales, en ocasiones extendidos hasta la "pixelación".

Ante la dificultad -agravada por demandas de funcionarios y procesos internos de la DIBAM, un socio necesario en este camino institucionalizador- algunas áreas artísticas optaron por el camino de reivindicar demandas y/o actualizar leyes sectoriales. Así aconteció con el libro y la lectura que está próximo a proclamar una política aprobada por el Directorio Nacional, que contempla novedosos mecanismos de internacionalización del producto editorial chileno.

El 2014 también arrojo novedades desde el Teatro Municipal. La Gala del 18 de septiembre no fue celebrada con una opera internacional sino con música nacional; su Directorio anunció un cambio -para finales de 2015- del Director Ejecutivo, y en una sencilla pero significativa ceremonia, se instaló una placa recordatoria del atentado sufrido por la pianista María Paz Santibáñez en las puertas del Teatro, durante una protesta estudiantil ocurrida en dictadura.  

Un período muy activo tuvieron también las fundaciones que dependen del área socio cultural de la Presidencia de la República, especialmente la FOJI, que desplegó sus orquestas por todo el territorio así como la de Artesanías de Chile, el MIM, e incluso Chile Enter que organizó un novedoso concurso de esculturas con desechos computacionales que fue inaugurada en La Moneda con presencia de los 27 artistas convocados. Este verano se exhibirán en el Centro Cultural Estación Mapocho, para seguir después en gira por otros espacios.
Se viste un cargo y se desvisten otros, ha sido el sino del sector patrimonial integrado por DIBAM y el CMN, que no han logrado contar con un elenco directivo completo y titular el año que terminó; existe la esperanza que el 2015 sea posible completar sus jefaturas y poder avanzar en una institución única con el Consejo Nacional de la Cultura, si los procesos participativos en curso así lo indican.
De ello, muchas otras dimensiones locales y regionales -y porque no internacionales- debiéramos informarnos este año a través de De Culto. 
Pero no sólo noticias constituyen lo culto una parte importante de ello es la reflexión, que es una de las carencias del sector. Sus secciones debieran incrementarse con ideas, debates y propuestas que prefiguren nuestra cultura que viene.
En definitiva, un portal que hace falta, para cultos y otros no tanto.