En las primeras reuniones de la Comisión de Cultura creada por el Presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle, en 1997, el pintor José Balmes recordaba que, en los años cincuenta, el general Carlos Ibáñez del Campo, había invitado a un grupo de artistas al palacio de gobierno. "Ahora sí que resulta" confesaba Balmes que pensó. Pero no fue así. Por eso, no dejó de soprenderse cuando Frei hizo, en La Moneda, una cena para anunciar la creación de la comisión transversal que, entre otros 16 parlamentarios, empresarios, gestores y artistas, integraba Pepe Balmes. Esa fue la instancia de la que salió casi listo el proyecto de ley que creó, cuatro años después, el Consejo Nacional de la Cultura.
La siguiente medida, inédita en nuestra historia fue la creación, el 2000, por el sucesor de Frei, Ricardo Lagos, del cargo de Asesor Presidencial de Cultura, con oficina en La Moneda. Esta vez el arte y la cultura adquirían en las máximas autoridades la importancia que merecen para el desarrollo de la sociedad.
Pero la invasión artística no se detuvo allí. Pronto irrumpieron esculturas en los patios de palacio, gracias a una gestión conjunta de la galerista Carmen Waugh y la señora del Presidente, Luisa Durán. Coherentes con la filosofía que inspiraba los nuevos aires de la cultura, pronto llegó la gente. Y en cantidades. Se trató de la instauración del Día del Patrimonio que abrió el palacio y sus espacios interiores a un público ávido de conocer "donde trabaja el Presidente".
Así, oficinas y salones del palacio se fueron poblando de obras de arte, algunas salas temáticas con nombres y recuerdos de poetas, llegando a establecer a las artes como un elemento cotidiano del gobernar.
Más adelante, compañías de teatro, como La pato gallina, dieron funciones de El húsar de la muerte en los patios en alguna inauguración festivalera y un colectivo artístico "bombardeó" el palacio con una lluvia de folios conteniendo poemas. Grandes vates del mundo recitaron desde los balcones hacia una multitud ansiosa de poesía. Un Premio Nobel como Mario Vargas Llosa, participó de las Conferencias Presidenciales de Humanidades.
Incluso, un "gran soñador"como Álvaro Covacevic ideó que junto a La Moneda se podía establecer un museo internacional de las culturas. El proyecto se sometió a los principios que inspiraban la naciente política cultural de Chile y fue convertido en un centro cultural de alcance nacional, sede, además de la Cineteca Nacional.
Parecía que poco quedaba por ocurrir en este reciente romance entre al arte y el palacio. Hasta que el ímpetu de las nuevas tecnologías y su lado B, sus desechos, motivaron una convocatoria a 27 artistas plásticos nacionales para convertir esa chatarra... en creatividad. En La Moneda, por cierto.
Lo curioso es que, como era esperable, los residuos se resisten a desaparecer y esta vez, La Moneda no fue un puerto de arribo, sino una plataforma de despegue para que -transformados en obras de arte- comenzaran a recorrer el país.
La primera estación -parece redundante- es el Centro Cultural Estación Mapocho y luego vendrán otros espacios y una subasta.
Lo formidable es que este rally que no daña sino beneficia el ambiente, tuvo su punto de largada en el lugar a dónde todos quieren llegar.
O sea, no podía estar mejor aspectado.
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