26 mayo 2015

VOLUNTAD,VOLUNTARIOS Y VOLUNTARISMO

Suelo reiterar a mis estudiantes que la cultura es una de las escasas áreas de nuestra sociedad donde aún es posible encontrar solidaridad y cooperación entre quienes el mercado condena como "competidores". Dicha excepcionalidad suele venir aparejada con uno de sus cómplices: el voluntariado. Cuando ellos están ausentes, se produce el opuesto o el intento de aplicar sin participación, la voluntad de un mandante, lo que suele llevar al voluntarismo. Sostener el escenario de colaboración se ha tornado cada vez más complejo. Ejemplos abundan en los años recientes. El primero fue la novedosa elaboración del programa de cultura del actual gobierno, traducido finalmente en tres inviables prioridades para los cien días iniciales. Lo mismo con la elaboración de una indicación sustitutiva del proyecto de ley de ministerio que volvió a ser incumplible este 21 de mayo.


Con esta introducción tal vez es posible entender las características que -en cultura- tuvo el Mensaje Presidencial reciente. Aparte de carecer de novedades, dejó un sabor  de estar pagando meses de voluntarismo que una y otra vez se estrelló contra las múltiples dificultades de haber concebido un programa en el que saberes y experiencias de voluntarios de tantas otras jornadas programáticas, desde 1989 a la fecha, debieron ser mejor consideradas.

No era un misterio -revelado tantas veces- que la institucionalidad cultural existente se concretó con amplias jornadas que implicaban horas de trabajo, miles de kilómetros de desplazamientos por el país, centenares de documentos, desvelados debates al interior de partidos, tanto entre representativos de ellos como con parlamentarios. Por ende, cambiarla implica tener no sólo la voluntad de hacerlo, sino también los voluntarios para debatirla donde y como corresponde.

El resultado es que los porfiados hechos -y un Ministro debutante que conoce de la historia que relato- muestran que la indicación sustitutiva no estaba preparada pero que sí era posible agregar al Mensaje una iniciativa que se elaboró con voluntarios motivados y una conducción con oídos y liderazgo como el Plan de Lectura. Bastó señalar la suma de recursos que se invertirán en 2015 para que ocupara el segundo lugar entre las medidas destacadas del discurso, las que por demás caben en los 140 caracteres de un tuiter.

El primero lugar fue, sin duda, el anuncio de la creación de un canal de TV educativo gratuito cuya voluntad es hacer de la televisión “un instrumento que esté al servicio de los chilenos”. Si se lo analiza, este deseo forma parte de las intenciones declaradas por muchos actores desde que se advirtió la cercana presencia de la TV digital. Es muy bueno que se le haya otorgado prioridad y será mejor que se sincere cuales serán los actores que deberán ingresar a este debate. No es posible dejar fuera al CNTV,  las universidades, el Consejo Nacional de la Cultura y por cierto, TVN. Complejo desafío si se considera que los costos involucrados superan a aquellos a los que está acostumbrado el mundo cultural. Sin embargo, también es considerable el aporte muy por debajo del "precio de mercado" que pueden hacer los creadores y artistas en un empeño de esta naturaleza; ya conocemos felices experiencias en El show de los libros, Los ochenta, 31 minutos y Ojo con el arte, entre muchos otros. Al respecto, uno de los padres de la TV pública post dictadura, Jaime De Aguirre, es escéptico: "Uno puede contar muchos cuentos, de la necesidad que este país tiene de un canal cultural que le de salida a la tremenda creatividad y a la necesidad de muchos artistas de demostrar lo que se hace… pero encuentro que eso es pura paja. Los programas se convierten en culturales o no en cuanto son capaces de movilizar socialmente al país por la vía de la entretención o por lo que sea. Además, qué es un canal cultural. ¿El resumidero de cosas fomes?, ¿el resumidero de cosas que no se pueden financiar por el mercado? Lo encuentro complejo. Hay muchas preguntas que hacerse sobre televisión cultural".


Otra voluntad del discurso presidencial, que se remonta a los setenta y que pertenece originalmente al Presidente Allende, es terminar la segunda etapa del Centro Cultural Gabriela Mistral. La primera la construyó la Presidenta Bachelet y ambas están inspiradas en la gesta de la edificación de la UNCTAD que vaya que tuvo trabajo voluntario entre sus carretillas de concreto y obras de arte insertas en el diseño original. Incluso, sus tijerales celebraron a aquellos trabajadores, voluntarios o no, con un enorme almuerzo en la Alameda, como recuerda la fotografía inicial.

Este espíritu acaba de ser invocado por la hija de Allende, Isabel -primera presidenta mujer del PS en 82 años-, simbólicamente, en un foro en el que comentaba el Informe del Consejo Asesor Presidencial contra los conflictos de interés, el tráfico de influencias y la corrupción. Refiriendose a los partidos políticos, rememoró las épocas en los que la propaganda era ejercida íntegramente por voluntarios y no se pagaba por repartir volantes ni menos por sonrientes fotografías que ocultan incluso la militancia del postulante.

Mis primeros recuerdos de una campaña, se remontan a la del doctor Allende en 1970, cuando la carrera por la presidencia se financiaba a pulso: una "prietada con papas cocidas" para reunir fondos, en la sede comunal; muchas, pero muchas horas de reuniones preparatorias de las salidas a terreno -modestos volantes en mano- a intentar persuadir a los electores; marchas, decenas de marchas con también modestos carteles de cartón clavados a mano en trozos de madera que alguna vez fueron cajones manzaneros; gritos, fuertes gritos, que ponían audio a esos desfiles, de los cuales recuerdo uno, que se reservaba para cuando la columna llegaba a la Plaza Bulnes, frente a La Moneda: "esa casa que está al frente, la queremos para Allende", síntesis de todo lo que aspiraban los marchantes. A los esfuerzos locales, se sumaban trenes y recitales en los que artistas, sobretodo cantantes, hacían su aporte a la eventual victoria. Tampoco era menor el silencioso trabajo de obreros de la construcción que, a la menor posibilidad de acceder a un vidrio recién instalado, lo bautizaban con la V coronando la A que hasta el más lego descifraba como: Viva Allende. Una prensa vinculada a los partidos que solía aceptar entre sus miembros a diarios creados sólo para la campaña. Lo más visible de dichas campañas eran las brigadas que pintaban muros día y noche, especialmente de noche, reconquistando  palmo a palmo espacios de rayados similares de otras candidaturas. Allí se verificaban algunas reyertas que podían terminar en una comisaría... pero, de otros delitos vinculados a campañas, nada.


Más atrás, entre los anuncios más populares del Mensaje, quedó la indicación sustitutiva al proyecto del nuevo Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, a través de un proceso de participación ciudadana y de consulta con los pueblos indígenas, que debiera ser enviado durante el segundo semestre de este año. Al respecto, el Ministro Ottone contó en El Mercurio de Valparaíso que se reunió con el Director de la Dibam, para hacerle saber que "el proyecto iba a tener dos ejes fundamentales". Uno que fuera "integrador, en el sentido que las instituciones existentes se fusionan de un modo que implique respetar la especificidad que tiene cada una, pero obviamente en un marco institucional mayor". El otro, tiene que ver con dar "un énfasis muy fuerte en la descentralización real. Es decir, que permita que haya levantamiento también de necesidades locales y no desde una mirada centralista". Tal como aconteció con la reciente gratuidad de los museos públicos, que recordó  el Mensaje.


Por último, se anunció que, con anticipación inédita,"los ministro de Cultura, Educación y Relaciones Exteriores deben comenzar desde ya a trabajar en el Centenario de Violeta Parra”, que se celebra en octubre de 2017.

Ojalá que en ello se ponga voluntad, mucho voluntariado y ningún voluntarismo.

14 mayo 2015

OTTONE, EN BUSCA DE LA RELEVANCIA PERDIDA

Desde los balbuceos de un recién nacido a los deseos postreros del moribundo, las primeras y las últimas palabras han sido siempre significativas en la vida de los seres humanos. Si advertimos las terminales de la ex Ministra Claudia Barattini -"Me faltó relacionarme mejor con el Parlamento y las comunicaciones"- y las primeras de su sucesor, Ernesto Ottone, “El arte y la cultura no son un lujo, son todo: una necesidad de cada grupo humano”, podemos advertir las explicaciones iniciales de un cambio, para algunos, sorpresivo.


Barattini no vacila en evaluar su gestión positiva destacando la consulta indígena, dónde no hay dos opiniones, y los preparativos de la Ley que crearía un Ministerio de las Culturas y el Patrimonio. Ninguna de las dos suficientemente comunicadas ni puestas al alcance del Parlamento. En el primer caso, quizás agravado por el proverbial desprecio de los medios de comunicación a los pueblos originarios; en el segundo, sin justificación, debido al natural interés que la gente de la cultura y también los medios tienen al respecto. No obstante, hasta la fecha a una semana del 21 de mayo, no hay luces. Y sí muchas sospechas.

La administración saliente no le otorgó urgencia a la tramitación del proyecto, ni la instaló en el debate con los incumbentes, reduciéndola a simulacros de participación sin contrapartes con capacidad de respuesta a las proposiciones, lo que desembocó -aparentemente- en una arquitectura institucional que pegotea entidades existentes, como se ha encargado de comunicar la DIBAM en desmedro de un discurso alternativo del Consejo Nacional de la Cultura.

Por ello, entre las labores prioritarias de Ernesto Ottone está sacar al Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de la irrelevancia en que está sumido, por ausencia pública de un sueño respecto del desarrollo cultural en Chile e invisibilidad de sus autoridades unipersonales y colegiadas. Las primeras tareas son, en consecuencia, básicas: restablecer visibilidad; dialogar con el mundo de la cultura; repotenciar los órganos de participación que caracterizan y diferencian a este Consejo del resto de la administración; compartir tareas con los centros culturales que sustentan las artes en todo el país, y agilizar la gestión del servicio, orientándolo hacia desafíos país, por ejemplo, la reforma educacional, los diferendos con los países limítrofes o el rol solidario de la cultura ante los desastres naturales.

Señales como la recién actualizada política del libro y la recepción por parte de Ottone de un ante proyecto de las artes escénicas, parecen indicar que el camino inmediato va antes por leyes sectoriales que por apresurar el Ministerio.

Las primeras palabras públicas de Ottone, aludiendo a la imprescindibilidad de las artes y la cultura para las personas, bien pudieron estar en boca de su antecesora, pero no fue así. No hubo capacidad en su equipo de constituir un discurso propio que infundiera mística a un mundo cultural que no requiere de mucha provocación para adherir a buenas causas.

Más allá de mejorar su capacidad en comunicaciones, el ministro Ottone debería tener espacio para revisar aspectos del proyecto de ley y deberá optar por hacerlo antes de su presentación al Congreso o hacerlo durante el debate legislativo. Es decir, presentando indicaciones a la anunciada indicación sustitutiva.

No se le puede imponer a un nuevo secretario de estado que asuma sin revisión una gestión pre legislativa deficiente. Hay antecedentes: el ex Ministro Ampuero dio una vuelta de tuerca al proyecto que había generado su antecesor, convocando a un encuentro plural en el Congreso; su esfuerzo no alcanzó a ver frutos a causa de los escasos meses que estuvo en el cargo.

Ottone tiene un horizonte cercano a los tres años, que es, según el OPC lo que suelen tomar los proyectos de este sector en el Parlamento. Es de esperar que los use para llevar adelante una institucionalidad que supere la existente, conservando su carácter autónomo, participativo, con patrimonio propio y vinculante en la formulación de sus políticas.

De otro modo, no valdría la pena modificar lo existente.

06 mayo 2015

ANA GONZALEZ, GRAN ACTRIZ Y DEMÓCRATA


El centenario de su nacimiento ha sido motivo de innumerables homenajes pendientes a la gran actriz chilena -una de las mejores- Ana González Olea. Entre merecidos reconocimientos los hay a su persona y a su personaje principal "La Desideria". Incluso se ha llegado establecer un premio que recuerda el rol de ese personaje como asesora del hogar. Más allá de si corresponde lo uno o lo otro, quisiera detenerme en la Ana González ciudadana.


Sus actuaciones como actriz del TEUC, el Teatro de Ensayo de la UC, la llevaron a los más destacados papeles y por cierto al Premio Nacional de Arte, en 1969, galardón en el que se sumó a Alejandro Flores, Rafael Frontaura, Pedro de la Barra y Pedro Sienna, siendo la primera mujer en alcanzarlo. 

Sus armas como ciudadana, las expresó en el escenario, encarnando a Rosaura, una de las combativas floristas de la Pérgola de la Flores, obra de su amiga Isidora Aguirre y Francisco Flores del Campo. Pero, su compromiso no estaba sólo en las tablas. Fue una entusiasta partidaria del Presidente Allende, junto a sus cercanos: Luz María Sotomayor, su pareja y Juan González, su mozo. Entre julio y agosto de 1973, la actriz participó activamente del Festival Mundial de la Juventud y de los Estudiantes en la RDA, cuyo lema era: “Por la solidaridad antiimperialista, la paz y la amistad”.

Recibía "baños" de cariño cuando agarraba, en su casa de Cartagena, el bolso de compras y caminaba hasta la feria libre a comprar las materias primas de sus magistrales porotos granados, que preparaba minuciosamente para sus invitados. Era francamente dificultoso avanzar hacia los feriantes debido a la enorme cantidad de personas que querían saludarla e intercambiar unas palabras, que era lo usual, en tiempos sin selfies ni polaroids.

El golpe militar de 1973 la sorprendió como una de las propietarias de la Sala del Ángel, ubicada en un breve pasaje del centro de Santiago. Fue una de las primeras en mantener viva la llamita del teatro. Para no despertar las iras de la dictadura estrenó, a poco del golpe militar, obras inocuas políticamente como "Ángel, mujer o demonio", dirigida por Eugenio Guzmán en la que ella encarnaba los roles estelares. Y, tras bambalinas, ayudaba a quienes podía de entre los que comenzaban a sufrir la despiadada persecución del régimen militar. Así, la precaria compañía comenzó a llenarse de periodistas que hacían comunicados de prensa, mensajeros que malamente distribuían correspondencia, escenógrafos y sonidistas de dudosa experiencia pero vasto compromisos con las fuerzas de izquierda.

En su valioso legado que hoy descansa en la Biblioteca del GAM, se encuentra el siguiente manuscrito: “Yo soy Ana González, muchos de ustedes me conocen como la Desideria ... La Desideria es una mujer del pueblo y como tal es muy sabia, por eso yo le pregunté que qué pensaba del triunfo del No. Y me dijo que ella no era lesa, que todo lo que le ofrecían lo recibía, caseta sanitaria, viviendas de 34 metros, regalitos y festivales de los alcaldes, de las damas de color... aguinaldos, los escuálidos bonos y el ingenioso medio de movilización, la bicicleta. Pero como no es lesa, va a votar por el No, igual que yo... Porque las dos sabemos que en democracia, se terminarán los abusos mediante auténticas y efectivas leyes que protejan al pueblo y le permitan participar en el desenvolvimiento social y económico del país ... Usted, Señora, que a veces le da miedo, atrévase como la Desideria y vote No".

Su compromiso con la búsqueda de la democrática, la llevó a convertirse, ya recuperada la normalidad, en anfitriona de la fiesta cultural y popular con que el Presidente Patricio Aylwin inauguró el Centro Cultural Estación Mapocho, el tres de marzo de 1994. Tal rol no se explica sólo por su condición de actriz notable sino también de vecina del centro y, sobre todo, de regular asistente a sus diversas actividades, a las que llegaba caminando desde su departamento en el "edifico redondo" de Miraflores y Esmeralda. Hoy, una sala con su nombre inmortaliza ese idilio entre la actriz y el centro.

Por ello, no fue extraño que acogiera con entusiasmo la propuesta del Centro Cultural de celebrar allí su cumpleaños número 80, el 4 de mayo de 1995. La asistencia excedió todas las expectativas. Desde el Presidente Eduardo Frei y su esposa Marta Larraechea a las floristas de la ahora cercana pérgola, que regalaron, en la puerta de la vieja estación, un clavel rojo a cada uno de los asistentes. 

A pesar de todos los esfuerzos de sus asesores, Frei permaneció hasta el final de la actividad que duró unas cuatro horas, dejando de lado un compromiso en el Museo de Bellas Artes, que asumió su esposa. Entre muchas de las obras que se presentaron esa noche, una representaba a Anita en el lenguaje del teatro circo, luciendo una rojísima nariz de payaso. Una buena intención que no gustó a la homenajeada y que por tanto, llegó sólo hasta el primer acto que entonces se anticipó... por única vez.

Para la siguiente campaña presidencial ya estaba retirada y enferma. No obstante ello, en antecedentes de que el candidato -su candidato- Ricardo Lagos marchaba seguido de centenares de adherentes a inscribir su candidatura al Registro Electoral, ubicado a pasos de su departamento, se asomó a la ventana a saludar mediante señas a Lagos, quién detuvo la marcha, se acercó al edificio y respondió los cariñosos saludos de la ciudadana González, despertando el aplauso cerrado de los seguidores a Anita.

Una demócrata ejemplar y una actriz excepcional.