13 junio 2010
¿QUÉ SE PREMIA CUANDO SE PREMIA?
Ha comenzado la temporada de postulaciones al Premio Nacional de Literatura. Con ello, se revalorizan ciertos columnistas culturales que habitualmente languidecen pues, por única vez en el año, parecen centrarse en el interés del gran público. Ellos sonríen, escriben y apoyan postulantes… aunque sus opiniones no puedan cambiar el destino de ese o esa afortunada que tocará la gloria poco después de recibir un telefonazo del Presidente del Jurado. Para enfrentar simultáneamente el tema desde el punto de vista de las políticas culturales es preciso preguntarse primero ¿quienes premian? y ¿qué se premia? Sólo luego de responder tales cuestiones, no menores, es procedente preguntar ¿a quién se premia?
Si analizamos quienes premian, más allá de las personas que detentan hoy los cargos incumbentes, nos vamos a encontrar con la sorpresa que el galardón, de Nacional, tiene muy poco desde el punto de vista de sus jurados: lo preside un Ministro, el de Educación, cargo que representa a un gobierno, cualquiera éste sea, pero no a la totalidad de la opinión nacional, podríamos apuntar que aproximadamente a la mitad más uno. Lo integran el Rector de la Universidad de Chile, lo más parecido a una universidad nacional aunque mutilada de sus sedes regionales; un representante de las universidades pertenecientes al Consejo de Rectores (¿otra mitad más uno?); un representante de la Academia de Chile, entidad de lamentable escaso impacto en el quehacer chileno, que reúne a académicos de excelencia con divulgación de deficiencia, y el premiado anterior, que en las actuales condiciones, tampoco llega a ser conocido nacionalmente luego del premio.
Veamos que tiene de Literario el colectivo que asigna el homenaje: un Ministro de Educación –existiendo desde hace un lustro un Presidente del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, con rango de Ministro- a quién, poco se le puede exigir de conocimientos literarios con la abigarrada agenda que implica su tema; un Rector con una destacada carrera como Decano e Ingeniero; otro Rector que pudiera coincidir con un especialista en literatura, dado que es escogido ad hoc por sus pares; el académico que representa una entidad más preocupada del lenguaje –de hecho fue contraparte del malogrado Congreso de la Lengua de marzo 2010- que de la literatura que la gente considera cotidianamente, y el anterior premiado que, con humana debilidad, intentará eternizar el galardón en alguien de sus propias convicciones literarias.
Da la impresión de que no son las entidades más adecuadas para esgrimir tan apetecido galardón. Que poco tienen que ver con quienes leen o para quienes se escribe: los lectores. Seamos serios, si se desea premiar los méritos académicos de un creador, que podría ser el objetivo, que voten –como en el Nobel- todos los miembros de la Academia vinculados a la literatura. Ese sería un colectivo representativo. ¿Una quimera? En absoluto, un mecanismo análogo existe para designar al representante de los Premios Nacionales en el Directorio Nacional del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. También es similar el colectivo que vota para los premios Altazor.
En el Directorio del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes se aprobó hace cuatro años, una sugerencia de modificación al Jurado de los Premios vinculados a la cultura -Artes de la Representación y audiovisuales, Artes Plásticas, Artes Musicales, Literatura- en la cuál se proponía que el representante del gobierno – que sería el Presidente del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes- tuviera sólo derecho a voz y a dirimir en caso de empate; que existieran representantes de las audiencias (federaciones de estudiantes, profesores, bibliotecarios, críticos, círculos de lectores, organizaciones culturales, las que por lo demás proponen 5 de los miembros del Directorio mencionado); que el Consejo designara para representarlo a un jurado de entre figuras connotadas de la especialidad a premiar; que las universidades estuvieran obligadas a delegar en académicos conocedores del tema. Es decir, un Jurado consistente con la Política Cultural del país, una mezcla de conocimientos especializados con la opinión de las audiencias o públicos destinatarios de la obra artística. El escenario, pero también la platea.
La segunda pregunta, el ¿qué se premia?: es lógico que un premio nacional valore cuál ha sido el aporte del galardonado a la literatura nacional, a que los chilenos seamos más cultos, a que más niños desarrollen hábitos de lectura, a que “nacionalmente” apreciemos una obra literaria: en bibliotecas, en escuelas, en casas, en escenarios, museos y pantallas. Este criterio elimina la humillante discriminación a favor de los escritores mayores, confundiendo una vez más las políticas culturales con aquellas de protección social.
Sobre estas bases debiéramos enfrentar, en las instancias que como país legalmente nos hemos dado –Convenciones del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, una de las cuales se avecina- la construcción de una política nacional de premios y estímulos, de alguna manera ya iniciada con la creación del Premio Pablo Neruda, que se otorga, por un jurado plural y representativo como es el Directorio del CNCA, entregado con la solemnidad que se merece, de manos del Presidente de la República, en el Palacio de La Moneda.
De modo que, si queremos estar ligados con lo avanzado en esta materia, los jurados que dentro de poco deberán escoger al Premio Nacional de Literatura 2010, no deberían leer sólo la obra de los merecedores –conste que no hablo de “los postulados”, otra de las humillaciones a que sometemos a nuestros creadores: ser presentados a un galardón nacional cuyo jurado obviamente debiera conocerlos si son minimamente dignos del mismo- sino también la Política Cultural que nos rige.
Les aseguro que no va a estar demás.
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Arturo, estoy muy de acuerdo con tu comentario. Es necesario que los premios sean dirimidos por una mezcla de iguales y sus auditores, lectores o quienes sean los destinatarios de ese trabajo.
ResponderBorrarLo contrario es lo que pasa hoy, los premios aparecen dos veces en la prensa, el galardonado queda con una cierta "jubilación" y eso seria todo.
atte.
Claudio Torres