Se podría decir que la historia del actual gobierno en cultura es la historia del financiamiento (o no financiamiento) de la cultura. Cuesta encontrar otras aristas que destacar en este sector. Los grandes proyectos, museo histórico y teatro del GAM, están entregados a esa variable. El primer año presupuestal se caracterizó por el intento de reducción de un 30% del aporte público a seis instituciones; el segundo año va por las mismas: el recorte del Banco Estado a su apoyo al cine; los despidos en el teatro Municipal, con la reflexión del rector Carlos Peña sobre su economía; la solicitud de modificar las leyes de donaciones para crear un fondo común. Escribo mientras el único aporte público estable y creciente, los fondos concursables, una vez más ha visto caída su página de postulaciones virtuales el día de cierre de las mismas.
El revelador mensaje elegido para ilustrar este comentario, tiene un doble destinatario: el estado y los empresarios. Son ellos quienes deben "soltar las lucas" pues son quienes las tienen.
Veamos cómo podrían "soltarlas" para enfrentar la difícil situación de la cultura.
La realidad cercana enseña que, ante un proyecto de nuevo edificio, aprobado en primera instancia, para ampliar el museo histórico, se opta por una solución económica: crecer hacia el vecino edificio del correo, derribando murallas del segundo piso y agregar al museo algunas salas de exhibición. El edificio de "tripas", es decir bodegas, talleres, laboratorios queda para más adelante.
En el caso del teatro que contempla la segunda del GAM, parece estarse optando por una habilitación de la antigua tercera etapa, esto es, la ahora llamada torre Villavicencio, en un ambicioso proyecto de la Universidad de Chile que se haría cargo del edificio de 23 pisos, varios subterráneos y amplios patios. Nuevamente, una solución con vista de la opinión pública, que circula por la Alameda en el que la universidad aportaría recursos no difíciles de obtener para un proyecto con semejante ubicación, semejante público y el respaldo de facultades de Artes, Arquitectura -ubicada enfrente-, y solo a pasos del centro de extensión de la U. que está construyendo su propio teatro de conciertos que tendrá orquesta propia, que en sus orígenes formaba parte del proyecto centro cultural Gabriela Mistral: la Sinfónica de Chile.
Ambos casos enseñan que el Estado prefiere soluciones más económicas y de alto impacto en la ciudadanía: una sala de exhibiciones más que un edificio de bodegas; un proyecto atractivo en plena Alameda que un teatro de incierto nivel de autofinanciamiento, por su magnitud.
En esta misma línea podría inscribirse la resolución del Banco Estado, banco público, arguyendo que su aporte no se traduce en buenas películas y que éstas deben financiarse solas. Precisamente, como sabiamente respondió Neruda a un diplomático ruso que le consultaba cuando habrá buen cine en Chile.
- Cuando haya mal cine, Boris.
Es decir cuando haya muchas películas chilenas, buenas y malas... esa es la tarea de un banco y otras instituciones del estado. Que existan muchas películas, para todos los gustos.
Por el otro lado, los privados escabullen cada vez más la necesaria filantropía. Es notorio en el teatro Municipal donde sus propios ejecutivos reconocen que en en cuatro años se redujeron, a razón de mil millones por año, los aportes privados. Tema digno de analizarse y multivariable pues sugiere razones políticas (por el cambio de dirección hecho por una alcaldesa socialista); razones urbanas (la dificultad de trasladarse desde los sectores altos de la ciudad al céntrico teatro); razones de la aparición de nuevas salas con programación similar, en Las Condes, y razones de gasto excesivo en remuneraciones e indemnizaciones. Finalmente, quienes terminan pagando todo ello, son los trabajadores que sufren los despidos masivos recientes.
A eso se agrega la reflexión del consultor del directorio del teatro, Carlos Peña, quien señala que “las artes escénicas demandan financiamiento no porque se trate de bienes puramente meritorios (lo que aconsejaría proveerlos al margen de las preferencias de mercado), sino porque proveen externalidades positivas, que difuminan beneficios hacia el conjunto de la sociedad”.
Lo que deja en evidencia la contradicción entre cultura y mercado. Tema que debiera llevar a un debate profundo sobre el financiamiento público de las artes y su forma particular de incrementarse, dado que mientras más progresa la sociedad, más se encarecen los costos de las artes escénicas.
A eso se agrega la reflexión del consultor del directorio del teatro, Carlos Peña, quien señala que “las artes escénicas demandan financiamiento no porque se trate de bienes puramente meritorios (lo que aconsejaría proveerlos al margen de las preferencias de mercado), sino porque proveen externalidades positivas, que difuminan beneficios hacia el conjunto de la sociedad”.
Lo que deja en evidencia la contradicción entre cultura y mercado. Tema que debiera llevar a un debate profundo sobre el financiamiento público de las artes y su forma particular de incrementarse, dado que mientras más progresa la sociedad, más se encarecen los costos de las artes escénicas.
A lo anterior, debemos agregar la decisión del gobierno anterior, de dar gratuidad de acceso a los museos públicos, que se tradujo en disminución de ingresos en dinero y no logró aumentar los visitantes, como lo acusan estudios recientes. El contraejemplo, el museo Precolombino, que aumentó el precio de la entradas a los extranjeros, rebajó a los nacionales, logró incremento de público y de ingresos. Obviamente con imaginativas muestras mejor difundidas y en horarios novedosos, como apertura durante la noche.
Con esta realidad vuelve a ponerse en el tapete los diferentes modelos de financiamiento, íntimamente ligados a la gestión de los espacios culturales. Ambos términos -infraestructura y gestión- están irremisiblemente unidos.
La experiencia del siglo XXI enseña que no existe un mejor modelo que el financiamiento mixto. El gobierno no debe ponerlo todo, tampoco los privados.
Aún en modelos de autofinanciamiento total como es el CCEM, existe un aporte público valioso: la estación de ferrocarriles al que se suman los aportes que surgen del arriendo de sus monumentales espacios.
En el otro extremo, del financiamiento estatal absoluto, como los museos públicos, se están discutiendo legislaciones, como la Ley del Patrimonio, que les permite aportes privados a través de corporaciones o asociaciones de amigos.
En el intermedio están todos los otros espacios que deben compartir ingresos públicos, privados y de sus visitantes. El caso del teatro Municipal es uno de ellos y se debe explicitar cuáles serán los aportes de cada sector con su correspondiente participación en el gobierno corporativo. Cabe recordar que cuando se creó el CNCA, el Ministro Weinstein intentó, sin éxito, incorporar representación gubernamental en el directorio, conforme a la magnitud de los aportes.
Lo mismo debe ocurrir con el GAM, cuyos estatutos contemplan un porcentaje de autofinanciamiento, a través de unidades de negocios como los estacionamiento, locales comerciales y las salas de espectáculos. Otro aporte debe venir de las audiencias y el saldo desde el estado.
Para qué seguir con las corporaciones del grupo de los 6 del fallido recorte del 30%, que deberán demostrar lo que requieren del estado, luego de extremar sus planes para obtener recursos de sus audiencias y auspiciadores.
Una cuota, por pequeña que sea, ayuda. ¿cual es la cifra?
Hasta que duela, diría un seguidor del padre Hurtado.
En todo caso, nada será suficiente si el gobierno y los empresarios no invierten seriamente en cultura. Al menos al nivel de los países OCDE que pretendemos ser.
Hasta que duela, diría un seguidor del padre Hurtado.
En todo caso, nada será suficiente si el gobierno y los empresarios no invierten seriamente en cultura. Al menos al nivel de los países OCDE que pretendemos ser.
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