Quizás deba partir por explicar el sentido de la palabra vueltas, aquí usada. En primer lugar, pareciera normal que una cuncuna se dé vueltas para alcanzar ¿su estado de mariposa, alguna apetitosa manzana? Pero no es ese el sentido del título. Sino el de regresar, volver... y volver muchas veces, casi permanentemente, como ha ocurrido en el transcurso de mi vida, desde que me tocó bautizar con su nombre una colección de cuentos infantiles, en los 70s.
El regreso más reciente fue en forma de un nuevo cuento, narrado por Lina Peralta, lectora de Cuncuna, que conoció la colección cuando tenía unos 7 u 8 años.
El relato, que forma parte del libro "Zapatos con olor a mar", próximo a ser presentado en el centro Cultural ex Cárcel de Valparaíso, narra cómo ella fue motivada por su padre para ir a la librería más cercana y escoger un libro "que tuviera una cuncuna".
No es mi propósito contar el cuento -ya podrán leerlo en su próximo viaje a la librería más cercana- sino reflexionar sobre el significativo hecho que, una lectora precoz, motivada por su padre, impactada por los libros de esta colección de Quimantú, ya adulta, convirtiera esa experiencia en un nuevo cuento para niños, también ilustrado.
La historia continúa porque hace pocos días, su hijo, el periodista Javier Faúndez, me contactó para pedirme que presentara el libro en el centro cultural porteño, el 17 de octubre, o bien el 15 de enero de 2025, en el Museo de la memoria y los derechos humanos.
Obviamente, le interesaba el comentario de un partícipe de la Cuncuna original refiriéndose a esta creación de Lina. Pero, también deseaba mi opinión respecto de la permanencia en el tiempo -más de cinco décadas- de esta colección y sobre aquella mítica frase del Presidente Allende, "en mi gobierno, los únicos privilegiados serán los niños".
Convinimos una entrevista por zoom para la mañana de hoy, 9 de octubre. Mismo día -otra sincronía-, en que la Biblioteca Nacional, a través de las redes sociales -X para ser más exacto- y su página Memoria chilena, destaca el primer número de una segunda serie de Cuncuna: Pintamonos, llamado La leche.
Allí estaba la respuesta a Javier.
Quimantú encabezó su serie para pintar con una alusión directa a las dos preocupaciones de Allende respecto a los niños de Chile: alimento material -el medio litro de leche- y alimento cultural, los libros.
Pero no libros cualesquiera, sino libros para ser intervenidos (pintados) por los niños, reflejando una de las bases del programa de la UP: la participación.
Curiosamente, la idea de los Pintamonos surgió al comprobar que -sin que fuera un propósito original- los lectores de Cuncuna rayaban, pintaban, recortaban, rompían los cuentos que atesoraban.
Ese es quizás es secreto de las varias "vueltas" de Cuncuna, desde el recuerdo de sus lectores niños, que han llevado a reeditarlos, a organizar concursos de dibujo basados en sus ilustraciones o a exponer las "Huellas de Cuncuna", como acontecerá en noviembre, en el Centro Cultural La Moneda.
Secreto que esos lectores han heredado a sus descendientes que, como Javier, siguen motivando otro regreso, otra vuelta a Cuncuna.
Ya terminando la entrevista, le consulté a Javier sobre su trabajo. Me contó que daba talleres en la sede Valparaíso de Balmaceda arte joven.
Algo me impulsó a confesarle: - Yo nací muy cerca de esa sede, en el Hospital Alemán.
- Yo también, respondió.
Y no es cuento, sino otra sincronía.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario