23 julio 2010

LAS MAPUCHE QUE VIENEN DEL MAR
















El entorno era colorido como primavera; el frío, penetrante como invierno. Ellas, Patricia Antilao, Marcela Antio, Maria Antonieta Diaz Caullan, Margarita y Rosa Pailaya, Pamela Melo Antio, Isamari Antileo y Ángela Marihuen habían llegado hacía pocos minutos desde Tirúa, en la costa de la provincia de Arauco y lucían orgullosas sus trajes y joyas más elegantes, representativas de su cultura Lafkenche. Ellas venían a Santiago solamente a inaugurar una exposición de fotografías tomadas por Mónica Nyrar, cuyas protagonistas son ellas mismas.

Difícil es describir lo significativo que es acoger a estas mujeres, modelos y público a la vez, que forman parte de la Asociación de Tejedoras Lafkenches “Relmu Witral” y que fueron retratadas con iluminación de estudio y fondo negro para concentrar la atención en ellas, su indumentaria tradicional y la dignidad sobrecogedora con que reconocen su identidad y su cultura.

Cuentan de su trabajo con la lana, con la que hacen maravillas, que esta vez han dejado reposando en los telares para viajar intempestivamente –algunas por primera vez- a Santiago. Sólo alcanzaron a equiparse de sus hermosos vestidos, joyas y algunas pequeñas artesanías para mostrar su trabajo en metales. Lo demás es su rostro cercado por platerías y presidido por una seriedad ancestral. Lejos quedaron aquellas imágenes de indígenas rodeados de paisajes y rucas ahumadas. Esta vez, lo relevante son sus facciones poderosas de mujeres criadas al borde del océano -porque Lafken significa mar- alimentadas de pescados, mariscos, algas y leyendas que cuentan sobre porqué la mar es femenina.

Están en la Sala Joaquín Edwards Bello del Centro Cultural Estación Mapocho, disfrutando de un protagonismo que la historia negó sistemáticamente a sus ancestros. Desmintiendo a Diego Barros Arana que afirmaba, en 1875, en los Apuntes sobre la etnografía de Chile: "todo Chile es poblado por una sola raza en que predomina el elemento europeo mas o menos puro, i en que no se habla mas que un solo idioma, el español". Actualizando las fotografías que Gustave Verniory publicaba en Diez años en Araucanía 1889-1899, en las que la mujer mapuche aparece cargando cántaros de agua, encaramada a un rehue, señalando la cuna portátil de su hijo, acompañando en la imagen cuya centralidad es la ruca que habita o complementando el retrato de la familia mapuche.

Ahí están, en la exposición “Ante mis ojos: Iñche azkintunieel”, colgadas en los muros de la vieja estación remodelada, solas, dignas, despojadas de otros roles diferentes al de ser simple y totalmente mujeres, con su rostro, sus trajes, sus joyas y su mirada tranquila, dispuestas a ser juzgadas por el espectador de una obra de arte.

En esa misma sala, dos años atrás, el académico mapuche José Ancán, Máster en Antropología en la Universidad de Barcelona, señalaba, a propósito de la re-edición de la Crónica militar de la conquista y pacificación de la Araucanía de Leandro Navarro Rojas, publicada originalmente en 1909, que en este libro encontró "una especie de símil de la Araucana de Alonso de Ercilla. Esta vez, eso sí, no hay héroes homéricos ni hazañas grandilocuentes narradas en octavas reales. Navarro, soldado en campaña lo mismo que don Alonso, registra y narra en detalle la empresa, en el aséptico estilo de los informes y memorias militares, en el que además queda de manifiesto una nueva dimensión del engaño y permanente doble discurso en relación a los mapuches".

Aquí hay otra muestra de esos mapuche reales, sin la idealización de Ercilla ni el ninguneo de Barros Arana. Como en muchas oportunidades en la historia, son la mujeres, madres y matrices, quienes ponen ese símbolo de realismo y cordura. Es un centro cultural -que acoge a una de las culturas de nuestros antepasados como antes la Expo Indígenas Urbanos, Culturas en el aire, o la Bienal Indígena- que siente con ello estar cumpliendo su misión.

Y que adicionalmente me permitió descubrir otro motivo -universal y categórico- de empatía con las tejedoras Lafkenches.

Es que, como dijo Margarita Pailaya, ambos nacimos en la costa, como en las mejores leyendas... venimos del mar.

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