30 julio 2010

LA TV, EL ALMA Y LOS HOGARES

Una acertada versión 2.0 de la quijotesca frase “con la Iglesia topamos, Sancho”, podría ser: “con la tele topamos, Sancho” y no porque televisores han desplazado a muchos crucifijos en muros domésticos o porque las encuestas señalan la pérdida de influencia de la iglesia católica (a la que se refería el Hidalgo Caballero) en Chile, sino porque la televisión, como industria, es capaz de devastar o al menos paralizar a quienes la acometen.
Hay historia y presente que aconsejan prudencia en la relación entre cultura y televisión.

En los albores de las discusiones sobre políticas culturales, en los años 90’s se tomó la sabia medida de separar el debate de aquella del programa sobre las comunicaciones y la televisión, luego de que sesiones y sesiones se desperdiciaban confrontando tesis sobre la eventual autonomía o ingerencia que los gobiernos de la post dictadura debieran dar a la televisión. De otros medios, nada y de cultura… menos. Aún sin ley de divorcio, los comunicólogos hicieron tienda aparte y quienes nos interesábamos en las políticas culturales, pudimos entrar a nuestro tema.

Es que la tele es invasiva. Desde luego, está en todos los hogares y hasta se podría decir que en casi todas las habitaciones. Raras veces, en relación a sus interminables horas de transmisión, llega al corazón: cuando la Roja se desplaza por canchas mundialeras o cuando se conciertan majaderas campañas de solidaridad. Por el contrario, la cultura y el arte están en el alma.

Son, por tanto, circuitos diferentes que no deben ser confundidos. Para asistir a una manifestación de arte, hay que ser activo: “arreglarse”, salir de casa, trasladarse, vivir la emoción de traspasar marquesinas luminosas o pórticos señoriales. Todo ello, en la TV, equivale a un efímero clic, sin viajar, sin glamour, sin peinados ni trajes especiales… sin espíritu.

Se dice que la TV es compañía, porque transmite 24/7, pero con mucho menos efectividad que la radio, que sigue punteando las encuestas al respecto. Porque sin tener alma, requiere de imaginación, que es uno de sus componentes.

La cultura, en cambio, puede ser 100% compañía, intensa y fascinante, durante todo el tiempo que un espectador está expuesto a su influjo. Luego, se convierte nuevamente en transitar la gran puerta, marquesinas, viajes, regreso al hogar donde probablemente se mira con inapetencia al televisor.

Existe un factor tiempo para disfrutar lo suministrado por creadores y artistas. El mismo tiempo del que no disponen los incansables programadores de TV. “Nada de ésto sirve para mañana” señalaba un director de noticiero,al terminar la entrega de ese día.

Por todo ello, cultura y televisión son mundos diversos. Si el legislador puso al Consejo Nacional de la Cultura y las Artes como línea para traspasar fondos al CNTV es sólo un guiño y no un llamado a “chavizar” la relación del gobierno con la televisión. El verdadero sentido de dicho guiño es destacar las similitudes estructurales del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, el CNTV y TVN, que tienen un denominador común: la ambición de autonomía y para ello, una autoridad superior colegiada. Si esta similitud funciona, es allí donde debiera reflejarse los complementos entre TV y cultura. Porque dichos consejos provienen de la misma sociedad civil, del mismo país, por tanto, conocen lo que ocurre en los hogares y saben como es su alma.

Adicionalmente, el CNTV y el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes asignan fondos concursables en los cuáles también operan estructuras transparentes y juicios de los pares respecto de los proyectos que se presentan. Otro escenario en que la sociedad concede los fondos que el Estado pone a su disposición para distribuir entre quienes demuestran mayor talento para reflejarla.

Un ejemplo de la manera cómo funcionan estos directorios colegiados es la reciente designación del Director Ejecutivo de TVN que ha recibido improbables –para muchos- halagos desde el mundo de la cultura. Es que se trata de un gerente que supo estimular, desde su posición en una gran empresa, aquellas actividades que llegan al alma de un país. La sensatez de ese Directorio ha sido llevar esa sensibilidad al canal público.

Ese gesto vale mucho más que cualquier intervención vía transferencias presupuestarias.

Es un intento por llegar a las almas y no sólo a los hogares.

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