Fotografía de Luis Navarro Vega, generosamente donada al autor. |
El sabio consejo de amigos de mayor experiencia, el apoyo de colegas documentalistas y la generosa acogida del Archivo Nacional, conspiraron para que, luego de recibir una veintena de cajas con los documentos de treinta años de trabajo en gestión cultural, participación en dos períodos en el Directorio del CNCA, apuntes de clases, registros de viajes al exterior, seminarios, conferencias y asesorías varias me sumergiera -literalmente- en papeles, documentos, escritos, actas y grabaciones para preparar, razonablemente clasificados, una donación.
Es difícil explicar la doble satisfacción de revisar tantos momentos que resultaron de utilidad para diferentes trabajos en el ámbito de las políticas culturales y la gestión y a la vez sentir que podrán ser de utilidad para otros -estudiantes, colegas, curiosos- desde los pulcros archivos de un servicio público de excepción.
El primer inspirador fue el poeta Pedro Lastra que donó parte de su rica biblioteca con originales, muchas veces dedicados por sus autores, a la Universidad Católica. Luego vinieron las visitas -pandemia mediante- de colegas estudiosos que valoraron el material y sugirieron acciones concretas para "ponerlos en valor". Así fueron dándose pequeñas donaciones a docentes del magíster y postítulo de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, dónde doy clases desde comienzos de siglo; a ganosos profesionales jóvenes que asumen, responsabilidades en el gobierno de la nueva generación; a la organización gremial en que participo, y al Museo Histórico Nacional, en algunos aspectos específicos (desde un antiguo teléfono a documentación familiar).
Reconozco que tengo prontuario: había donado antes, al Museo de la Memoria, los antecedentes de dos episodios en los que me toco participar durante la dictadura: la incineración, en noviembre de 1986, de 15 mil ejemplares de un libro de García Márquez editado por Oveja Negra, editorial que representaba en Chile, y la grabación de la dolorosa entrevista a Joan Manuel Serrat, realizada en vuelo, cuando intentó -sin éxito- ingresar a Chile para participar en la última concentración de los partidarios del NO, un par de días antes del 5 de octubre de 1988.
Comprobé que dicho Museo, conservaba con diligencia los materiales, los tenía a disposición de los miles de visitantes e incluso los utilizó, en parte, en algunas muestras temática fuera del recinto.
Además, me cacé en mi propia trampa. En este mismo blog y el libro sobre financiamiento cultural que publicó Ril editores en 2006, me he manifestado como un fuerte partidario de la filantropía. Pasión recientemente recordada por la hermosa restauración del edificio de la Bolsa de Comercio de Valparaíso acometida por la Universidad Federico Santa María en homenaje a su fundador, el filántropo que dio su nombre a la universidad porteña.
Vistas así las cosas, me resultó imperioso donar aquello que "puede servir algún día como apuntes al verdadero historiador", en palabras del bisabuelo cronista Leandro Navarro o, simplemente, para que otros no cometan los mismos errores.
De ahí esta incitación a donar. No se arrepentirán.
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