02 mayo 2019

MUSEO HISTÓRICO: ¿REGRESA EL LOCOMÓVIL?




El anunciado y hasta ahora no concretado cierre, por algunos años, del Museo Histórico Nacional, para su remodelación y cambio de guión, es propicio para recordar otro momento relevante: su creación el 2 de mayo de 1911. Se trataba de instalar un museo que si bien tenía muchas piezas valiosas, venidas en su mayoría del Museo Histórico Militar, carecía de un edificio donde establecerse. Entonces el flamante Museo de Bellas Artes, dio facilidades para que el Museo Histórico Nacional instalara sus colecciones y oficinas en el primer piso al costado derecho del edificio principal y vista al frente norte del Bellas Artes.


En dicha instalación participó mi bisabuelo, don Leandro Navarro Rojas. Intentando recopilar su vida, pude reconstruir también, en parte, los inicios del Museo Histórico Nacional.

La relación de don Leandro con el sector del patrimonio venía desde la década de 1890, cuando, impulsado por Jorge Huneeus, se creó en el edificio de los Arsenales de Guerra en Av. Blanco, el Museo Militar. Se ubicó en el primer piso del “castillo” de los arsenales y se le hizo entrada individual, en la torre esquinera del extremo izquierdo u oriente de la fachada principal. Sobre la puerta en curva se colocó un letrero que decía Museo Militar. Adentro se juntaron todo tipo de cosas que surgieron de las propias bodegas de los arsenales y otras que se pidieron al Museo Nacional de la Quinta Normal, que a su vez habían sido herencia o saldo del antiguo Museo Histórico Indígena que creó Vicuña Mackenna en el Castillo de Hidalgo, en el cerro Santa Lucía.

Sin embargo, ese museo perdió la novedad, el entusiasmo o el presupuesto al cabo de unos años, porque, hacia 1909 comenzó a rondar  en la élite la idea de crear un Museo Histórico y se reunieron varias voluntades tras ese ideal, que no era satisfecho por el museo militar existente.

El hermano del presidente Pedro Montt, Luis, era el más entusiasta. A él se unió el grupo que había colaborado para la Exposición Histórica del Centenario que se presentó en el Palacio Urmeneta en la calle Monjitas, entre San Antonio y Mac Iver, que perseguía crear un nuevo museo, para lo cual impulsó una campaña de prensa para crear conciencia de esta necesidad y estimular donaciones de objetos para ello, por parte de la población. La iniciativa resultó, porque al concluirse el Palacio de Bellas Artes y terminar con éxito la gran exposición del centenario, el gobierno le cedió las mencionadas salas de primer piso del palacio al nuevo museo.

Hernán Rodríguez, ex Director del Museo Histórico Nacional, en los años 90, señaló que las colecciones que ocuparon el palacio de Bellas Artes, fueron en parte de las donaciones reunidas para la exposición del palacio Urmeneta y en parte los objetos que tenía el museo militar, posiblemente cerrado a esa fecha. Junto con las piezas del museo militar llegó don Leandro, a secundar al director del museo, Fernando, hermano del Presidente Emiliano Figueroa.

Según el libro Manejo integral de colecciones, Museo Histórico Nacional, 2005 “la abundancia del tema militar en las colecciones con armas, uniformes, banderas y otros objetos, se debe a la incorporación del Museo Militar y de su director, el Coronel Leandro Navarro, quien quedó a cargo de la Sección Militar del Museo. Las otras dos secciones corresponden a la Prehistórica e Histórica”.

La Circular de la Exposición Histórica del Centenario a sus Delegados, Imprenta Camilo Henríquez, 1910, señala que Navarro también formó parte de la sección militar de dicha Exposición, en su décima sección, que consideraba armas e insignias militares, presidida por Domingo Toro Herrera.

Según el libro Museo Histórico Nacional, de Enrique Campos y Hernán Rodríguez el director del Museo, don Joaquín Figueroa Larraín -hermano del Presidente Emiliano Figueroa- “fue secundado por el Coronel Navarro hasta su fallecimiento en 1918”. Su muerte, a los 68 años, fue recogida por El Diario Ilustrado del 25 de abril, reseñando su historia militar como coronel balmacedista, posteriormente reincorporado al ejército, destacando que los honores militares del sepelio incluyeron retreta en su casa de calle Carmen.



Un día cualquiera, llevado por la curiosidad de conocer más de este militar que había terminado su vida como directivo de un museo, me acerqué al Museo Histórico, donde encontré su fotografía y copias de recibos que, con su firma, afirmaba haber recibido piezas donadas para la exposición que luego irían al museo, las que de seguro reposan en alguna de las cajas en las que se ha empacado el contenido del museo a la espera de la remodelación de su clásico edificio.

Un par de meses atrás, el 5 de marzo, me acerqué nuevamente al museo, por la curiosidad del anuncio de una inédita ceremonia: su cierre temporal. A pesar del motivo, había cierto ambiente festivo que me costó compartir. Mucho menos entendí cuando un conjunto de altos funcionarios comenzaron a empujar, no sin dificultad, un antiguo locomóvil -motor para maquinaria agrícola del 1900-, sito en el patio del museo, hacia la Plaza de Armas, dejando en descampado una maquinaria que se había llegado a convertirse en su símbolo. No dejé de pensar que esa máquina era una buena metáfora de lo que estaba ocurriendo con el museo y sus contenidos.

Sin embargo, el tres de abril -un mes después del supuesto cierre- asistí al mismo museo, a la presentación del libro del Fondo de Cultura Económica, Homo Dolens, cuyos editores, un par de historiadores de la PUC, fueron acompañados por decenas de colegas y el propio rector, Ignacio Sánchez. Nada hacía presagiar que el museo estaba cerrado, ni que lo sería pronto. De hecho, su patio, sin el locomóvil, sirvió de escenario para un vino de honor.

El domingo 28 de abril, El Mercurio agregó que el 2 de mayo, día en que celebra sus 109 años, el museo y su directora recibirán al Presidente de la República, quien resolverá "las directrices de cómo se va a desarrollar el proyecto a futuro". Proyecto que debería considerar la inclusión de la ahora llamada Galería de la Democracia y que antes fuera Museo y luego Sala de la misma.

Según esa resolución, sabremos si la antigua maquinaria agrícola, arrastrada por funcionarios un cinco de marzo, regresará o no a su ubicación tradicional.

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