Rotundo, Raúl Zurita comenzó el discurso de agradecimiento del Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2016, con dos certeros disparos: Chile fue poema mucho antes de ser país -recordando a Alonso de Ercilla y La Araucana- y reconoció a Neruda como el mejor poeta de habla hispana de la historia de las letras en nuestro idioma. Se dio tiempo también para reflexionar sobre Chile como un país violento que convirtió estadios y barcos en centros de detención -violencia que sería aún mayor si no existieran sus creadores y sus poetas- y cómo salió de la inmensa humillación que significó su propia tortura ofreciendo la otra mejilla, que quemó brutalmente en la soledad de un baño.
Recordó además que la belleza sólo puede surgir de los desposeídos, los enfermos -padece de párkinson- y nos reprochó que pasamos de ser un país que se medía por el nivel de cuán mal están los que están mal, para pasar a medirse con el "cuan bien están los que están bien".
Sería necesario reproducir cada una de sus frases de una pieza literaria de una emotividad cada vez más escasa. Confío en que será reproducida hasta la saciedad, en beneficio de una sociedad que lo necesita, y mucho.
Buen comienzo que los muros del Salón Montt Varas de La Moneda fueran testigos de las invocaciones de la poesía, en una mañana invernal de sol radiante y cielos despejados; positivo que este Premio Iberoamericano creado muy recientemente, en 2004, se entregue en la casa de gobierno y que el discurso de proclamación lo haga la Presidenta de la Republica.
Provoca esperanza que la "casa donde tanto se sufre" -nunca tan cierto- se de el tiempo y el espacio para recibir de pié y con un aplauso al galardonado, entrando solo a un salón colmado de poetas y de cámaras. Y que éste culmine su intervención con una ovación aún más estruendosa.
Este Premio internacional, creado por acuerdo entre el CNCA y la Fundación Pablo Neruda, fue uno de los primeros logros del flamante Consejo Nacional de la Cultura, estrenado en enero del mismo año 2004. Ha favorecido antes de Zurita a José Emilio Pacheco (México); Juan Gelman (Argentina); Carlos Germán Belli (Perú); Fina García-Marruz (Cuba); Carmen Berenguer (Chile); Ernesto Cardenal (Nicaragua); Antonio Cisneros (Perú); Óscar Hahn (Chile); Nicanor Parra (Chile); José Kozer (Cuba); Reina María Rodríguez (Cuba), y Augusto de Campos (Brasil).
Su prestigio da méritos a nuestra institucionalidad cultural para aspirar, en el proyecto de ley que se vota en la Sala de la Cámara de Diputados el martes 19 de julio, a integrar los jurados de los premios nacionales vinculados a las artes, una meta que data desde las primeras sesiones del Directorio Nacional del Consejo.
Y que se pone en el tapete una vez más cuando ha comenzado en la prensa y las redes sociales un peligroso desfile de poetas, más que de sus obras, de cara al próximo Premio Nacional de Literatura que debiera, según la tradición no escrita, recaer en un o una poeta.
Esta incomprensible exhibición de creadores, más por sus características de género, raza o respaldos no aporta a la poesía ni a su lectura, sino a banalizar también este arte que nos ha otorgado como país las más grandes satisfacciones internacionales.
Es de esperar que el Jurado haga caso omiso de tales campañas, las considere como quién oye llover, y nos pueda sorprender con un veredicto impecable, que agregue un nombre más a la ya nutrida lista de escritores notables que, como Zurita, cada tanto nos hacen reflexionar sobre lo bueno y lo malo de nuestras pobres vidas errantes.
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