“En el ámbito de la cultura, respetando la autonomía de sus diversas expresiones, creemos necesario incentivar la creatividad en sus múltiples expresiones y promover la igualdad de oportunidades en el acceso a los bienes y servicios de carácter cultural. Con tales fines, hemos iniciado un esfuerzo de coordinación para generar una política cultural que, junto con fortalecer la comunidad de los creadores artísticos e intelectuales y canalizar sus aspiraciones, favorezca el desarrollo de la cultura popular y el acceso de las grandes mayorías a estos bienes y servicios”. El texto pertenece al Mensaje del Presidente Patricio Aylwin al dar inicio a la Legislatura Ordinaria del Congreso Nacional, a sólo dos meses de asumir, el 21 de mayo de 1990.
Es notable la claridad de objetivos en un terreno que había sido completamente abandonado durante los 17 años y que, a todas luces, no revestía una urgencia mayor, ante los intricados problemas políticos, económicos y de legitimidad que implicaba gobernar con el dictador como Comandante en Jefe del Ejército.
En el párrafo referido estaba la esencia de lo que aún hoy se estima una aspiración: “Respeto a la autonomía de las diversas expresiones culturales”, hoy se discute la creación de un Ministerio de las Culturas. “Incentivo a la creatividad”, existen Fondos Concursables que se han robustecido año a año. “Promover la igualdad de oportunidades en el acceso”, es decir, políticas de formación de audiencias. Y lo más novedoso: “generar una política cultural” que entonces estábamos a años luz de tener y que desde su mandato comienza a forjarse. “Favorecer el desarrollo de la cultura popular y acceso de las grandes mayorías a los bienes y servicios culturales”, una meta aún en proceso.
Paralelamente a esa lúcida declaración, el gobierno Aylwin había comenzado a remodelar la vieja estación Mapocho, exigiéndole a la corporación privada sin fines de lucro que gestionaría el naciente Centro Cultural Estación Mapocho, avenirse a ella: su misión original es conservar el edificio patrimonial y difundir la cultura, esto es, generar condiciones de acceso a las artes de las grandes mayorías y formar con ellas audiencias fieles y diversificadas.
Pero, más allá, el formato jurídico de corporaciones integradas por socios diversos, transversales e incumbentes, ha servido también de base a la constitución de corporaciones y fundaciones posteriores que administran decenas de espacios culturales y hasta del Directorio del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
Puede afirmarse que el mandatario acompañó su declaración a los hechos. El Centro Cultural Estación Mapocho fue inaugurado el 3 de marzo de 1994, a una semana de entregar el gobierno.
Por si fuera poco, su último Mensaje de inicio de Legislatura Ordinaria, el del 21 de mayo de 1993 pudo mostrar además, otros avances, conformes con las líneas señaladas:
“En el año último se promulgaron la nueva Ley sobre Propiedad Intelectual; la Ley sobre Premios Nacionales, y la ley de Fomento del Libro y la Lectura, que crea el Fondo Nacional de Fomento del Libro. Comenzó a operar el Fondo de Desarrollo de la Cultura y las Artes, con un monto de 700 millones de pesos y 321 proyectos de las trece regiones del país. Aparte de importantes mejoras en el equipamiento de la Biblioteca Nacional, que en 1992 se incrementó con 137.971 libros, merecen destacarse, la remodelacion del Teatro Municipal de Iquique, la consolidación del Museo de Arte Moderno de Chiloé, la celebración del Congreso Internacional de Escritores, del Primer Congreso Nacional de Artistas Plásticos y la realización del Festival Mundial de Teatro de las Naciones”.
Da la impresión de que la energía creadora volcada por un mundo de la cultura anhelante de libertad, en la campaña del NO, dió mucha fuerza al trabajo en cultura del gobierno de Aylwin.
Y legó al país cuatro grandes caminos de desarrollo: los fondos concursables, la ley de donaciones culturales, la mencionada ley del libro y la lectura y el Centro Cultural Estación Mapocho.
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