Visitante habitual de la feria del libro, desde que se realizaba en el parque Forestal, no extrañaba que, muchas veces, llegara a la versión en el Centro Cultural Estación Mapocho alrededor de las diez de la mañana, cuando la actividad comenzaba recién después del mediodía. Es que tenía cariño por los libros, pero también por el espacio que los acogía desde 1989. Cuando fue elegido Presidente de la República, eligió la remodelación de la vieja estación como emblema del retorno a la democracia y edificio símbolo del retorno de la cultura a las preocupaciones de los chilenos y sus autoridades, después de 17 años de una dictadura muy refractaria a las artes.
Un gesto poco conocido es que, por insinuación de su amigo, el editor Julio Serrano Lamas, gerente de Editorial Jurídica Andrés Bello, pidió incorporar a la Ley del Libro y la Lectura, aprobada bajo su mandato, un breve artículo que incorporaba al Consejo de la empresa, entonces integrado mayoritariamente por juristas, a un representante del Ministerio de Educación. La idea era reforzar la línea Andrés Bello, que publicaba los populares títulos del Club de Lectores y una creciente cantidad de obras literarias. No contaba don Patricio, con que los estatuto de la empresa de derecho público llevaron a ese mismo Consejo al Contralor de la República, a su hermano Arturo, otro conocedor y promotor de la literatura. De ese modo, firmemente respaldada por dos Aylwin, las letras nacionales y extranjeras acompañaron largo tiempo a los completos Códigos de la República y sesudos estudios de no menos sesudos profesores de las pocas escuelas de leyes con que contaba entonces el país.
Además de la aprobación de la citada Ley -con Fondo del Libro y la Lectura y Consejo Nacional incluídos- bajo en su gobierno comenzaron inciativas tan vigentes como la Ley de Donaciones Culturales y el Fondo Nacional de las Artes, hoy FONDART. También se constituyó la primera comisión que discutiría la nueva institucionalidad cultural, animada por Manuel Antonio Garretón, asesor del Ministro de Educación.
Además de la aprobación de la citada Ley -con Fondo del Libro y la Lectura y Consejo Nacional incluídos- bajo en su gobierno comenzaron inciativas tan vigentes como la Ley de Donaciones Culturales y el Fondo Nacional de las Artes, hoy FONDART. También se constituyó la primera comisión que discutiría la nueva institucionalidad cultural, animada por Manuel Antonio Garretón, asesor del Ministro de Educación.
Pero, su obra más simbólica es el Centro Cultural Estación Mapocho. De esta manera, recuperó una tradición republicana, inspirada en Francia, de que cada Presidente deja un gran edificio para la cultura. Lo hizo Allende con el Centro Cultural Metropolitano Gabriela Mistral, en la ex UNCTAD y la continuaron -después de Aylwin- Frei Ruiz Tagle, con el Museo Interactivo Mirador; Ricardo Lagos, con el Centro Cultural La Moneda; Michelle Bachelet, con el Museo de la Memoria, y Sebastián Piñera, que inauguró en nuevo Centro Cultural Gabriela Mistral, inspirado por Allende e iniciada su construcción por Bachelet.
Aylwin encomendó la realización de su legado al Alcalde de Santiago Jaime Ravinet, con una advertencia clara: "No queremos otro Teatro Municipal". Se refería a la situación de déficit del teatro, que debía año a año solicitar refuerzos financieros a las arcas públicas. Surgió así el camino del autofinanciamiento, que el primer centro cultural luego de la recuperación de la democracia transita hasta hoy.
Durante su mandato se realizaron la casi totalidad los trabajos de remodelación de la antigua estación Mapocho (1991-1994). Era necesario, por tanto, reconocerle su obra antes de que terminara su período de gobierno de sólo cuatro años. Las obras emprendidas por la empresa constructora CIL estaban muy atrasados y fuera de los plazos originales. Se acordó entonces inaugurar antes del 11 de marzo de 1994 lo que se calificó como la Segunda Etapa de la remodelación. La fecha fijada fue el jueves 3 de marzo. Durante todo el verano anterior, un equipo encabezado por el director teatral Mauricio Celedón trabajó intensamente para crear y preparar el acto en el que el mundo de la cultura agradecía al Presidente Aylwin la creación del Centro Cultural Estación Mapocho. Sendos retratos gigantes de todos los artistas chilenos que daban nombre a las salas del centro, engalanaban el gran nave. El Coro del Teatro Municipal puso el canto y la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil, la música. Escenas de Taca taca mon amour, representaron al teatro, los payadores Eduardo Peralta y Pedro Yáñez al canto popular, la Premio Nacional Anita González fue la anfitriona del Presidente. Los niños de Aylwin, esto es pequeñas nacidos después de 1990 -hoy veinteañeros- lo esperaban pintando en la Plaza de la Cultura, en el frontis de la estación. Fue una inauguración masiva e impecable, registrada, bajo la firma de sus protagonistas, en el entonces inaugurado Libro de Oro del flamante Centro.
Veinte años después, el Hall de acceso del centro cultural que lleva el nombre de su arquitecto, Emilio Jecquier, recibió en uno de sus sólidos pilares una placa de bronce que recordaría el hecho:
Aylwin encomendó la realización de su legado al Alcalde de Santiago Jaime Ravinet, con una advertencia clara: "No queremos otro Teatro Municipal". Se refería a la situación de déficit del teatro, que debía año a año solicitar refuerzos financieros a las arcas públicas. Surgió así el camino del autofinanciamiento, que el primer centro cultural luego de la recuperación de la democracia transita hasta hoy.
Durante su mandato se realizaron la casi totalidad los trabajos de remodelación de la antigua estación Mapocho (1991-1994). Era necesario, por tanto, reconocerle su obra antes de que terminara su período de gobierno de sólo cuatro años. Las obras emprendidas por la empresa constructora CIL estaban muy atrasados y fuera de los plazos originales. Se acordó entonces inaugurar antes del 11 de marzo de 1994 lo que se calificó como la Segunda Etapa de la remodelación. La fecha fijada fue el jueves 3 de marzo. Durante todo el verano anterior, un equipo encabezado por el director teatral Mauricio Celedón trabajó intensamente para crear y preparar el acto en el que el mundo de la cultura agradecía al Presidente Aylwin la creación del Centro Cultural Estación Mapocho. Sendos retratos gigantes de todos los artistas chilenos que daban nombre a las salas del centro, engalanaban el gran nave. El Coro del Teatro Municipal puso el canto y la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil, la música. Escenas de Taca taca mon amour, representaron al teatro, los payadores Eduardo Peralta y Pedro Yáñez al canto popular, la Premio Nacional Anita González fue la anfitriona del Presidente. Los niños de Aylwin, esto es pequeñas nacidos después de 1990 -hoy veinteañeros- lo esperaban pintando en la Plaza de la Cultura, en el frontis de la estación. Fue una inauguración masiva e impecable, registrada, bajo la firma de sus protagonistas, en el entonces inaugurado Libro de Oro del flamante Centro.
Veinte años después, el Hall de acceso del centro cultural que lleva el nombre de su arquitecto, Emilio Jecquier, recibió en uno de sus sólidos pilares una placa de bronce que recordaría el hecho:
El Centro Cultural Estación Mapocho fue inaugurado por el Presidente de la República don Patricio Aylwin Azócar el 3 de marzo de 1994, siendo su Ministro de Educación, don Jorge Arrate Mac Niven y Alcalde de Santiago, don Jaime Ravinet De la Fuente. El primer Presidente de la Corporación Cultural de la Estación Mapocho fue don Ricardo Lagos Escobar, Ministro de Educación entre los años 1990 y 1992.
El reconocimiento lo encuentran los visitantes a la izquierda de la placa que testimonia el mayor premio internacional recibido por el espacio: el Premio Reina Sofía de Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural en la categoría de Patrimonio Material al trabajo realizado por la Corporacion Cultural de la Estación Mapocho para la preservación del patrimonio y la difusión de la cultura, fechado el 24 de abril de 2009.
Es muy posible que cuando don Patricio visitaba las obras de remodelación, de casco y dando la mano a sus trabajadores, no sospechara el nivel de reconocimiento que tendría un espacio que imaginó, antes que todo, como refugio para una feria de libros que habitualmente visitaba.
Hoy, como espacio consolidado, millonario en visitantes y amparo de muchas otras manifestaciones de arte, esgrime con orgullo su condición de obra mayor de infraestructura del primer gobierno democrático, aquel de don Patricio Aylwin Azócar.
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