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Foto: Centro Global de Columbia |
Foto: El Mostrador |
Quiso el destino que dos grandes amigos recibieron su merecido Premio Nacional un mismo glorioso día, 4 de septiembre, cuando la Democracia chilena escogía también a un nuevo Presidente. Ambos marcaron mi vida en circunstancias muy diversas pero con una profundidad permanente.
Delia, Directora entonces del Diario de Cooperativa, me llamó un día de verano de 1977 para hacerme una propuesta inesperada: que asumiera los comentarios internacionales de su programa, mientras duraban las vacaciones del titular, don Alejandro Magnet.
Con Pepe, me encontré de sopetón, un frío día de 2006, en el DRCLAS de Harvard donde él era invitado a homenajear a un connotado historiador estadounidense, que había sido su colega. La verdad que fue sorpresivo pero no imposible. Le pude espetar la pregunta que me perseguía. Si, en su trabajo de investigación sobre el pueblo mapuche se había topado con un tal Leandro Navarro, autor de un libro por allá por mil novecientos...
-Por cierto, me dijo, es uno de los oficiales democráticos de aquellos tiempos y lo he citado bastante en mis trabajos.
Entonces mi bisabuelo, que eso es Leandro, se introdujo en mi vida con fuerza y yo lo incorporé en mis búsquedas de textos en la enorme biblioteca Widener. Ya no me dirigiría solo a los estantes de financiamiento cultural, el tema que me llevó a Harvard, sino que, además daría una vuelta diaria por la sección mapuche.
Lo de Delia, se convirtió en una honrosa invitación, luego de "probarme" como analista internacional, a ser Conductor del Diario en reemplazo de Patricio Bañados.
Allí pude valorar tanto su gran ojo periodístico, como su valentía y firmeza para resistir y hasta enfrentar las amenazas de la dictadura que venían del propio Ministro del Interior, sin otra arma defensiva que el I'Ching.
Además de su heroísmo en los difíciles años 1976 a 1980, pude apreciar su impecable dirección periodística de Paula y Clan.
Pepe, siguió su brillante carrera académica y sus logros para vencer dolencias que a cualquiera invalidarían. Pero no, él apareció como si fuese un adolescente, bien en el aeropuerto de París como en el cine Hoyts de La Reina, siempre una sonrisa y recuerdos de nuestro común pasado viñamarino.
Qué orgullo poder celebrar este reconocimiento de nuestro país a dos personas que no solo merecen ser Premios Nacionales sino que me han premiado generosamente con su amistad.
Gratitud y gloria a Delia y Pepe.
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