Aunque pareciera que somos tozudos para sacar lecciones del pasado y de lo entonces acumulado, una mirada a lo que está ocurriendo en torno a las políticas culturales y la institucionalidad que las rige, permite apreciar que, como en todo, hay lecciones aprendidas, tropiezos con la misma piedra y amenazantes nuevas piedras que podrían trabar el debate.
Lo que no es una lección aprendida todavía es la campaña por la eliminación del IVA a los libros. Esfuerzo inútil desde comienzos de los noventa cuando se creó -con el espíritu de invertir en los futuros lectores- el Fondo de Fomento del Libro y la Lectura, que daría origen al Consejo Nacional del Libro, en la Ley 19.227. Entonces, el país, con su gobierno y parlamentarios, determinó que más que beneficiar a quienes ya compran libros (que, sin IVA éstos, comprarían un quinto más de textos) era más equitativo destinar recursos a crear bibliotecas, planes de lectura, premios a escritores y demás iniciativas que transparente y concursablemente se financiaran con aquellos recursos que el fisco recauda a través del cuestionado IVA al libro.
Un dato a los entusiastas de hoy -tan amigos del esfuerzo audiovisual para tratar de rebajar el impuesto a los libros-, esta campaña debe ir dirigida, si quieren tener algún éxito (como el IVA diferenciado o el precio fijo) a los ministros de Hacienda y sus asesores, que son los responsables de la política impositiva del país. El IVA no es una política cultural, es una política -exitosa por lo demás- de hacienda y más que majaderear a los parlamentarios (que no tiene iniciativa en el tema recursos o a las autoridades culturales, que no fijan los impuestos) deben orientarse a los MBA y seminarios de economistas dónde estos temas se cocinan. Pesa, en todo caso, que tantos ministros de Hacienda y tan dispares, sean tan homogéneos en este asunto. Es que se sienten, como en pocas ocasiones, defendiendo a quienes no tienen acceso al libro, en desmedro de quienes tienen hábitos de compra y recursos para hacerlo y desean adquirir más por el mismo dinero. Sin embargo, los tropiezos en las mismas piedras parecen enseñar, dado que las más recientes versiones de los organizadores de la campaña hablan de la eliminación del IVA sólo como "punto de partida" para anhelos mayores. Así comenzó el debate por la Ley del Libro y por tanto no habría razones para pensar que esta campaña, y la discusión que ha provocado, evolucione desde las actrices talentosas hacia los diseñadores de políticas públicas de calidad.
Piedras conocidas parecen estar haciendo tropezar a quienes ahora se encargan de la presencia chilena en la FIL de Guadalajara. Cometen el error, básico, de dar a conocer prematuramente listas de invitados, los que son inevitablemente menos que quienes se sienten con derecho a integrarlas; no resuelven internamente las atribuciones de las diversas reparticiones públicas involucradas, dejando en un extraño limbo a nuestra Cancillería y a su representante en México, el Embajador que asistirá "pero no en la delegación chilena". ¿A qué país representa en México Roberto Ampuero? ¿Qué oficio desempeña?
Preocupante es la lista de ausencias que señalan algunos integrantes del mundo del libro, como la falta de diversidad regional; discriminación de los editores independientes; representación baja de poetas; escasa presencia de ensayistas y críticos literarios nacionales, y una homogeneidad excesiva de los temas abordados en las mesas de discusión.
Estas piedras, de no mediar rectificaciones, se irán haciendo rocas en la medida que se acerque la fecha de inicio de la FIL y sólo cabe desear que no se transformen en una escarpada montaña difícil de ascender.
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